EL Precio de la Neutralidad argentina en la 2da. Guerra Mundial

Estado
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Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
]O sea que Braden, que odiaba a la Argentina desde la década del 20 es culpa de Perón? Un personaje siniestro enemigo del PAIS es culpa del peronismo?


Peron , cobarde moral y fisico debia haber expulsado a Braden del pais-por insmiscuirse en nuestros asuntos internos, pero lo dejo hacer..Peron tuvo la oportunidad de abrir un nuevo rumbo, romper la neutralidad ******** que habia impuesto el provinciano de Casillo y romper relaciones con el Eje y evitar al pais todas las represalias economicas y diplomaticas. No lo hizo.. los males del pais desde ese entonces se deben exclusivamente a el..



En tu detalle vos mismo explicás que el Departamento de Estado y sus "representantes" tienen una agenda propia.Son el poder dentro del poder.
Los INTERESES de los Estados Unidos NO SON COMPATIBLES con los nuestros. Coincido si, en que hay que ser inteligente y aprovechar lo bueno en la medida de lo posible, una amable convivencia, pero no comprometer la INDEPENDENCIA por ESPEJITOS de COLORES.



El Departamento de Estado sirve al Poder Ejecutivo-y a la nacion como corresponde-no a un partido politico, como la Argentina-son funcionarios de carrera Los intereses de los EEUU y los de la Argentina son compatibles, mucho mas compatibles que los d ela Argentina ,con Cuba, Venezuela, Bolivia Nicaragua y demas ropubliquetas tropicaloides... No me hables de independencia cuando defiendes a Peron, fue este payaso el que envio un mensaje personal a Dwight D. Eisenhower cuando este ultimo fue eleguido presidente" Dele un abrazo al General al Eisenhower de mi parte, y digale que el es el General Grande y yo el general chico, que mande y yo sabre obedecer!".. Esto es e verdadero accionar de un CIPAYO..!

Acaso al General Majestuoso (aka Galtieri) le permitieron sacar los pies del plato ?No...NUNCA por más que te arrastres por el fango vas a lograr que los Estados Unidos nos reconozcan como un aliado. Más importante aun, no quisiera que mi país NUNCA se arrastre ante nada ni nadie

Dele un abrazo al General al Eisenhower de mi parte, y digale que el es el General Grande y yo el general chico, que mande y yo sabre obedecer!"..
Esto es arratrase pro el suelo....:D

Di lo que quieras de Galtieri y demas militares del Proceso: pero ninguno de ellos escapo cobardemente al extranjero... Y debes bien saber que los desastres que han ocasionado los sucesivos gobiernos peronistas han arrastrado a nuestro pais por los suelos-

Hablas sin saber, y sin haber leido la corespndencia diplomatica entre Buenos Aires y Washington durante 1946 y 1955-Independencia Economica? si mendigaban como pordioseros los ministros de Peron y Peron mismo, buscando alivio al desatre economico que causaron sus ridiculas politicas? Independencia economica? si al debilitar ;la economia del pais con sus saqueos, sus latrocinios, sus ataques generalziados contra el sector agropecuario (que era, fue y sera opara nuestro pauis La Gallina d elos Huevos de oro

Provincial actitud? Como la que tiene tu actual presidente Bush en materia de política internacional ? Te repito, la diferencia entre nuestros groseros errores (a tu criterio) y los de tu país es que nosotros como mucho nos matamos entre nosotros, no salimos a matar a nadie.

Puedes llamarle mi persidente ,pues vote por el dos veces-pero no intentes negar que soy argentino, opues como te dije, hay muchos que simplememnte nacieron en la Argentina por casualidad-y de argentinos tienen tanto como ese loro...

Tu visión desde una sociedad a la que sólo le importa su ombligo, no es lo que yo quiero para mi país.



Mi vision? ni la conoces- es la de una Argentina prospera,ordenada, poderosam envidiada como lo fue antes de la llegada de ese nefasto personaje, violador de menores y cobarde ..

Los cipayos siempre serán cipayos, esas es regla de los imperios.
Como es lógico, pretenden sacar la mayor porción de la torta sin miramiento alguno. Yo no quiero ser bocado de nadie, esa es nuestra mayor diferencia
.

Tu vision de la historia es limitada por tu descomunal iognorancia de los hechos-y la realidad, p[etendiendo replicar con lugares comues que eran obsoletos y falsos cuando fueron inventados pro charlatanes de feria en los cafetines del Bajo...Hablas con la panza y no con el cerebro..Quieres saber lo que es un cipayo? Alli esta el ******* de K, mendigando $ a Chavez, besandole el traseroa Morales, recibiendo a Castro-y mientars viocifera publicamente contra los EEUU,acaba de solicitar un prestamo de US$ 10.000 millones..EO ES UN CIPAYO, y UN CIPAYO MENTIROSO.
Te repito. Acaso el PRN (Proceso) no se alineó con los mandatos del establishment más recalcitrante ?

Pues Mexico progreso, y a pesar de sus pataleos,esta solidamente alineado con los EEUU, nadie es bobo..solo los argentinos quieren volver ainventar la rueda o buscar la cuadratura del circulo


Con Menem ocurrió algo similar.

Menem...Menem..:D :D te olvidas a que partido politico representaba este nuevo Ali Baba, una facha nueva en la larga lista de Ali Babas peronistas?


Mientra bailes al ritmo de la música que te imponen, no te dicen nada, por más que seas de moral cuestionable.



Curioso, pero Brasil y Chile siguieron los consejos del FMI y sanearon sus economias-Sera porque sus sustemas politicos y economicos no estan roidos por la plaga del peronismo..? .? Claro que si...Quitatelo de la cabeza? nuestros enemigos son de adentro mas que de afuera..

Si sos "amigo", quienes claman por "economías serias y sustentables" te alientan a endeudarte hasta niveles insostenibles, sin que ningún técnico del FMI te corte el chorro. Mientras seas funcional...
La cuestión de fondo son los INTERESES.


Solo parte de esto es verdad-pues las naciones no tienen hermanas, soo intereses..


Si no, cómo podría Khaddafy ser un DEMONIO hace unos años y hoy un mandatario tolerado sin inconvenientes ?Noriega ? Saddam ?
Adónde estaba la lucha por la democracia y los valores cuando Estados Unidos favorecía dictaduras en el mundo ?


Khadafy y sus terroristas eran noticia en la decada de 1980,y sus aviones salian a provocar a unidades de la US NAvy en maniobras en el MEditerraneo,hasta que los EEUU derribaron a varios de estos aparatos y luego bombardearon el palacio de este Mustafa-quedo tan atemorizado que desmantelo su red de terrorismo, y ala larga acordo entregar a los que pusieron una bomba en ese avion de Pan American que estallo sobre Escocia.

Luego como manso corderito pidio que los EEUU volvieran a comprar su petroleo...
'

INTERESES...sólo intereses, eso es lo rescatable eso es lo rescatablede Brasil y su diplomacia.
Tiene una línea que no puede cambiar ningún gobierno de turno.[/I]

Ah! te avivas al fin...pues esa linea la vienen siguiendo desde 1822...
Coincido en que debemos aprender de eso.

Pero no para ser funcionales a estrategias al servicio de otros intereses, tal como propones.
De cualquier manera tu visión no es nueva, lo que no aclara la invitación a ser cola de león son los costos y el trabajo sucio que debés realizar para contentar al amo.


Jamas en la historia argentina presidente alguno sirvio a un "amo" los unicos ejemplos de servilismo a nivel presidencial son las payasadas de peron con funcionarios de la administracion Eisenhower. Han quedado arvchivadas en los Archivos de Washington para todos los que quieran verlas..Que contraste con Agustin P. Justo! EL embajador i d eInglaterra vivo un dia ala Casaosada para exigirEXIGIR trato benevolente opara los FFCC ingleses-Justo se levanto de su escritorio y con su voz d emando le grito: Ud.s quieen subir los fletesy los pasajes! Yo no voy a permitir que le pueblo argentino tenga que pagar por la ineficiencia de los Directorios de vuestros FFCC-Y tomandolo del cono lo hizo salir de su despacho....
Saludos

P..S

eso es lo rescatable de Brasil y su diplomacia.

Tipica dicotomia de los que comparten tus ideas-pues asi hablaban Willy,Enzo y los de su circulo, pero justamente lo que aplauden (y aplaudes) del Brasil es lo que criticas de gobiernos argentinos que intentaron hacerlo... y cuand yo les señalaba sus propias contradicciones se iban..pues se quedaban sin argumentos....
 
Brunner dijo:
]
cobarde moral y fisico debia haber expulsado a Braden del pais-por insmiscuirse en nuestros asuntos internos, pero lo dejo hacer

Es un poco contradictoria tu posición. El odio no te deja separar la paja del trigo! No entendiste que la mejor forma de mostrar tu punto es dejar hacer al otro...Braden hizo su trabajo perfectamente, habría que agradecerle lo que hizo para demostrar lo que pretenden los imperios! Esos son los funcionarios del Departamento de Estado ! Y el tema de la "estúpida neutralidad", es una idea tuya...pelear las guerras de los otros para que te den algunas monedas describe bien tu mirada y deseos. Te recuerdo que Argentina era neutral bastante antes de Perón...pequeño detalle.

"la no alineación argentina representó para los intereses norteamericanos una amenaza que no fue mayor que la de las políticas neutralistas de Irlanda, Suiza y España. Sin embargo, la actitud de Washington hacia esos estados difirió ampliamente en su línea dura hacia Buenos Aires. A pesar de que la Argentina era un proveedor principal de carnes, trigo, cueros, tungsteno y otras materias primas vitales para los Aliados a lo largo de la guerra, el establishment de asuntos exteriores de los Estados Unidos usó, desde 1942 hasta 1944, prácticamente todas las tácticas conocidas a la comunidad internacional, con la excepción de asalto militar, para desestabilizar a tres gobiernos argentinos y forzar a la nación a aceptar incondicionalmente el liderazgo norteamericano en asuntos extra hemisféricos."
R.B. Woods, The Roosevelt Foreign Policy Establishment and the "Good Neighbor", The United States and Argentine, 1941-1945 (Kansas, 1979)


El Departamento de Estado sirve al Poder Ejecutivo-y a la nacion como corresponde-no a un partido politico, como la Argentina-son funcionarios de carrera Los intereses de los EEUU...

Bueno, eso de que sirve al Poder Ejecutivo...es discutible.
Bien sabrás que hay poderes detras del poder...acaso tu presidente Bush es el que decide la política de los Estados Unidos ? Alguien de su fragilidad intelectual ? Mirá mejor al sector Energético (Protocolo de Kyoto te suena?), a la industria de defensa...el poder se sirve a sí mismo...no lo olvides! Parece que no has leído lo suficiente aun!


... No me hables de independencia cuando defiendes a Peron, fue este payaso el que envio un mensaje personal a Dwight D. Eisenhower cuando este ultimo fue eleguido presidente" Dele un abrazo al General al Eisenhower de mi parte, y digale que el es el General Grande y yo el general chico, que mande y yo sabre obedecer!"..

Siempre citás lo mismo! Te recuerdo que toda la actividad de los Estados Unidos contra la Argentina se debía a lo mismo de siempre. No quería competencia de liderazgos. Y Perón propiciaba la complementación económica y política en América. Ese intento de liderazgo "chocaba, choca y chocará" con los intereses de tu país.
Con la llegada de Eisenhower de una visión diferente en relación a que era lo que verdaderamenre le interesaba a los Estados Unidos, eso se suavizó. Y como le convenía a la Argentina la distensión y mitigar el BOICOT estadounidense, Perón interpretó claramente la nueva realidad y tomó las medidas más convenientes. Eisenhower mandó a su hermano Milton para comenzar a reconstruir la relación con Argentina. Te recuerdo la carta de Dulles a Perón dejando clara la nueva posición de los Estados Unidos...básicamente la intención de recomponer la relación..."La Argentina y los EE.UU. son ambos líderes reconocidos de la comunidad americana"


Di lo que quieras de Galtieri y demas militares del Proceso: pero ninguno de ellos escapo cobardemente al extranjero...
Perón claramente optó en 1955..."Entra la SANGRE y el TIEMPO...prefiero el TIEMPO"...probablemente vos preferirías a quien prefiriese la sangre.
"La revolución pone en juego, que es la sangre y el tiempo. Si queremos ganar tiempo, gastaremos más sangre, y si queremos ahorrar sangre, utilizaremos más tiempo. Al gasto de sangre, nosotros preferimos el gasto de tiempo." Tus admirados comandantes del Proceso prefirieron la sangre, lástima que no se animaron a realizar juicios abiertos y públicos. Mataron en las sombras. Eso sí es cobardía.


Hablas sin saber, y sin haber leido la corespndencia diplomatica entre Buenos Aires y Washington durante 1946 y 1955-Independencia Economica? si mendigaban como pordioseros los ministros de Peron y Peron mismo, buscando alivio al desatre economico que causaron sus ridiculas politicas?

Tu amigo Escudé, quien canta públicamente alabanzas a tu gobierno y no es precisamente nacional y popular, menciona en su libro que "documentó lo que es sin duda una exención de gran parte de la culpa del fracaso económico de Perón: la responsabilidad principal (aunque no total) de la aguda declinación argentina de la década de 1940 no se debió tanto a la mala política peronista sino más bien al contexto internacional y, específicamente a la política de boicot del gobierno de los Estados Unidos

Quieres saber lo que es un cipayo? Alli esta el ******* de K, mendigando $ a Chavez, besandole el traseroa Morales, recibiendo a Castro-y mientars viocifera publicamente contra los EEUU,acaba de solicitar un prestamo de US$ 10.000 millones..EO ES UN CIPAYO, y UN CIPAYO MENTIROSO.

Coincidimos!!!!!!!!

Menem...Menem..:D :D te olvidas a que partido politico representaba este nuevo Ali Baba, ?

Te vuelve a cegar el odio, estimado Andre. Confundís partido con ideas o ideología. Es lo mismo que escudarse detrás de la "cruzada civilizadora y democratizante" para ivadir a sangre y fuego Irak...

Curioso, pero Brasil y Chile siguieron los consejos del FMI y sanearon sus economias-Sera porque sus sustemas politicos y economicos no estan roidos por la plaga del peronismo..? .? Claro que si...Quitatelo de la cabeza? nuestros enemigos son de adentro mas que de afuera..

Te repito, el FMI le permitió a la Argentina endeudarse muy por encima de lo sostenible...no hay connivencia?? Las políticas de ajuste a quien convienen ?? No es lo mismo que el clientelismo a escala macro ?? Coincido en que tenemos muchos enemigos de adentro...

Solo parte de esto es verdad-pues las naciones no tienen hermanas, soo intereses..
Correcto...y no te regalan nada, por eso se debe construir un país lo más independiente posible y no ser siervo de NADIE...

Khadafy y sus terroristas eran noticia en la decada de 1980,y sus aviones ...pusieron una bomba en ese avion de Pan American que estallo sobre Escocia.
Luego como manso corderito pidio que los EEUU volvieran a comprar su petroleo...
Y quien era un asesino, dictador y una amenaza para el mundo libre...ahora es un buen amigo de los Estados Unidos...ilustra bien mi punto!


Y dale con tu pobre amigo Willy...que gran paciencia debía tener ese buen hombre!


Saludos!
 
Argentina y la Segunda Guerra Mundial: mitos y realidades

Argentina y la Segunda Guerra Mundial: mitos y realidades

La época de la Segunda Guerra Mundial es una de las más interesantes y conflictivas de la historia argentina. Las décadas de 1930 y 1940 constituyen un momento crucial en lo político y en lo económico, y en la vinculación del país con el mundo, lo que ha sido reconocido por la mayoría de los autores que las han estudiado. Sin embargo, un aspecto no fue suficientemente analizado: el rol que jugaron las percepciones, las imágenes, las visiones de esos años en los mismos protagonistas, pero sobre todo en las generaciones que les sucedieron tanto en la Argentina como en el exterior. Esas percepciones tuvieron más fuerza que los hechos para explicar la realidad de la época y contribuyeron a conformar las visiones tradicionales que durante mucho tiempo aparecieron incontestadas, incluso en el ámbito académico1.

La primera visión tradicional es la que atribuye los males de la Argentina a esos años. El fin del modelo agroexportador y del medio siglo de políticas liberales y el comienzo del proceso de industrialización por sustitución de importaciones y de una política económica fuertemente intervencionista, que se inicia con los gobiernos conservadores de los años '30 y continúa con el peronismo, son considerados como puntos de inflexión en la curva del desarrollo económico y social del país2. Estos factores lo habrían llevado a mediano plazo a la pérdida de posiciones a nivel mundial y a la profunda crisis de las últimas décadas. Desde el punto de vista político, la quiebra del sistema institucional por el golpe de Estado de 1930 y, luego, la vigencia de ideas nacionalistas y autoritarias, que se tradujeron en nuevos golpes de Estado, confirman la visión anterior.

Una segunda visión tradicional se refiere concretamente al período de la Segunda Guerra Mundial. Según ella, la Argentina, que se mantuvo neutral durante gran parte del conflicto, adoptó una actitud crecientemente nacionalista, fue poco cooperativa con los países aliados e incluso se trabó con los JE.UU. en una lucha sin sentido, mostró fuertes simpatías por la Alemana nazi permitiendo el accionar de los medios de espionaje del Eje en el país y, hacia el fin de la contienda, aceptó la presencia de refugiados y criminales de guerra nazis. Finalmente, habría caído en manos de un régimen fascista vernáculo que desperdició los primeros 10 años de la posguerra, los de mayor crecimiento económico y social en Occidente en lo que va del siglo.3

Según este punto de vista, el relativo ostracismo internacional de la Argentina, al menos hasta la década de 1960, y la fuerte antipatía generada por su conducta durante la guerra resultaron un "castigo merecido". Esta visión no diferencia sustancialmente las percepciones y actitudes de los dos principales aliados democráticos durante la guerra, Estados Unidos y Gran Bretaña, y entiende que sus políticas hacia el gobierno de Buenos Aires en ese período fueron similares, consideraciones que se extienden a los dos primeros períodos presidenciales de Perón. El hecho de que después de la caída de éste el país experimentó recurrentes golpes militares de carácter autoritario es utilizado para confirmar la hipótesis de que la Argentina vivió por muchos años un proceso antidemocrático y antiliberal debido a sus desvaríos en los años que siguieron a la crisis de 1929.

Una tercera visión tradicional es la que señala que otros países, que a difeiencia de la Argentina no practicaron políticas obstruccionistas frente a los aliados e incluso colaboraron abiertamente con ellos, como el Brasil, recibieron en la posguerra grandes beneficios por su actitud, mientras que la Argentina fue boicoteada y castigada, y perdió así una oportunidad única para acoplarse al proceso de crecimiento de las naciones más desarrolladas de Occidente4.

Consideremos en qué medida estas visiones responden o no a la realidad de una época que se acomoda poco, como veremos, a los análisis simplistas.

Primera visión

Esta presenta el desarrollo político y económico anterior a los años '30 corlo una especie de "paraíso perdido" que no se continuó por culpa de los que condujeron el país a partir de ese momento. El llamado "modelo agroexportador", que aplicaba políticas liberales en lo interno y que suponía una adecuada inserción económica internacional caracterizada por una amplia apertura de la economía argentina en lo externo, habría permitido el despegue del país y un modelo de desarrollo que ubicó a la Argentina en el reducido núcleo de naciones privilegiadas por sus condiciones de producción y nivel de vida. Sin embargo, este esquema contiene varias falacias5.

En primer lugar, a partir de la crisis de 1929 las características de la economía mundial cambiaron radicalmente. Eso hacía imposible continuar el camino emprendido en los años anteriores, aunque éstos hubieran sido fecundos.6

En segundo lugar, la vinculación argentina con el mundo ya estaba experimentando transformaciones en los años de la primera posguerra. Si la Argentina se abre a la economía internacional desde 1880 como un país productor de materias primas e importador de manufacturas y bienes de capital, lo hace en función de un modelo de división internacional del trabajo y de la existencia de una potencia hegemónica, que es Gran Bretaña.

Por lo tanto, la apertura que realiza Argentina a fines del siglo XIX tenía un fuerte contenido bilateral; estaba basada en esas relaciones privilegiadas que se establecieron con Gran Bretaña y, en segundo término, con Europa. Pero esta situación no duró más de 30 o 35 años, si consideramos que la relación con el Reino Unido se consolida a partir de 18807. En general la historiograBa argentina no tiene en cuenta que la conexión con la potencia hegemónica se produjo en momentos en que ésta comenzaba un lento proceso de decadencia que no fue un producto de la segunda guerra, ni siquiera de la primera: los historiadores británicos señalan como arranque del mismo la gran depresión que va de 1873 a 1896.8 Por otra parte, se tiende a destacar la importancia que tuvo para la Argentina esta vinculación, sin señalar lo trascendente que fue para Gran Bretaña, que estaba perdiendo mercados en Europa y en otros países periféricos.

No es por casualidad que, a mediados de la década de 1880, la mayor parte de la inversiones británicas en el mundo se dirigieran hacia la Argentina. Pero Gran Bretaña tropezaba con dificultades: se enfrentaba con la competencia de otros países industrializados emergentes como Alemania, EE.UU. y Francia. Lo más importante es que los EE.UU. se transformaron después de la Primera Guerra Mundial no sólo en una potencia industrial, sino también en el primer poder financiero internacional. Pasaron de ser un país deudor a ser el acreedor de las naciones beligerantes y comenzaron a expandir sus capitales en el exterior, especialmente en América Latina.9 Así, en poco tiempo se convirtieron en el principal cliente y proveedor de la Argentina y reemplazaron a Europa como fuente de capitales.

Sin embargo, después de la guerra, Gran Bretaña retomó en parte su antigua posición en las relaciones internacionales argentinas. Pero la presencia norteamericana ya era fuerte económica y comercialmente. Comenzó entonces lo que suele denominarse el triángulo anglo-argentino- norteamericano. Los EE.UU. quedaron como el principal proveedor de bienes de capital y manufacturas, mientras que Gran Bretaña continuaba siendo el principal cliente comercial de la Argentina. Relaciones que originaron la creación de un superávit comercial con Gran Bretaña y de un déficit de magnitudes importantes con los EE.UU. que duró varios años.

Esta situación se compensaba por la circulación de capital financiero en sentido inverso, como consecuencia sobre todo de préstamos e inversiones de capital estadounidenses y también del flujo de dividendos, intereses y beneficios de empresas inglesas radicadas en el país a fines del siglo XIX y durante la primeras décadas del XX. Fenómeno que no es poco importante, ya que Gran Bretaña pudo financiar en gran medida su comercio con la Argentina entre los años '20 y '40 gracias a estos flujos proporcionados por las inversiones que realizó antes de 1914.10

Todo parecía llevar, como sucedió a partir de los años '30 con Brasil y otros países del continente, al abandono de la relación privilegiada con el Reino Unido y al inicio de un nuevo tipo de vínculos con Norteamérica. Al mismo tiempo, esa relación económica privilegiada que Washington empezaba a tener con Latinoamérica después de la primera guerra también la pretendía en lo político, y es en ese momento cuando comenzó a impulsar la construcción de un sistema político hemisférico que estaría bajo su influencia, levantando el ideario del panamericanismo. Pero el curso de los acontecimientos no fue el que podía preverse; por el contrario, en los años '30 la Argentina reforzó sus relaciones con Europa y sobre todo con Gran Bretaña, con un costo importante: el de malquistarse con el país del Norte en numerosas ocasiones en el ámbito internacional, sobre todo al criticar diversos aspectos de la política exterior norteamericana.

Entre otras causas, el hecho de que el mercado norteamericano no se abriera a los productos argentinos fue un elemento de irritación que llegó a su punto culminante a fines de 1926, cuando el Departamento de Agricultura norteamericano decretó un embargo de carnes argentinas sosteniendo que estaban afectadas por la aftosa.11

No constituyó un hecho fortuito que el editorial del lero de enero de 1927 de los Anales de la Sociedad Rural Argentina se titulara "Comprar a quienes nos compra" y demandara volver a una política preferencial con los países que adquirían los productos argentinos como Gran Bretaña. Esta actitud daría como resultado la firma del pacto Roca-Runciman, en 1933, que favorecía los intereses británicos y perjudicaba, a través de la utilización de los mecanismos de control de cambios y de los aranceles, el comercio con EE.UU.12

Además, las relaciones con Washington se volvieron más tirantes con la asunción de Roosevelt al gobierno. Si éste en lo interno comenzó a emplear políticas de corte intervencionista (que luego serían asociadas al key- nesianismo), en el sector externo preconizaba una política de apertura para combatir los proteccionismos, que según los demócratas habían sido uno de los principales causantes de la crisis de 1929. El secretario de Estado Cordell Hull era un ferviente partidario de esta política y favorecía los convenios bilaterales abiertos, oponiéndose en consecuencia al pacto Roca-Runciman, que consideraba discriminatorio.

Estas diferencias, unidas a visiones políticas también distintas en cuanto al proceso de unidad entre los países del continente, contribuyeron a tensionar las relaciones argentino-norteamericanas. Así, por ejemplo, en las confe- rencias panamericanas de Buenos Aires, en 1936, Lima, en 1938 y La Habana, en 1940, la Argentina tuvo posiciones disímiles a los EE.UU. en numerosos temas de la agenda panamericana. Por otra parte, se volvía a privilegiar los vínculos con Europa a través de una asociación agonizante, la Liga de las Naciones, donde el canciller Saavedra Lamas llegó a ser presidente de su Asamblea General.13

En términos más amplios, la crisis mundial afectó los mercados internacionales y produjo una situación de aislamiento en numerosos países, entre los que se contaba la Argentina. Los gobiernos conservadores aplicaron medidas proteccionistas, que tendieron a aislar al país del mundo, para protegerlo e impulsaron así un proceso de industrialización por sustitución de importaciones que tendría efectos importantes sobre el futuro económico y político del país.

Segunda visión

Existe también respecto a la actitud argentina frente a la Segunda Guerra Mundial una serie de equívocos basados en un escaso conocimiento de los hechos.14

Se considera a la Argentina como un país neutral durante toda la guerra. Toynbee la coloca en cierto pie de igualdad con el resto de los neutrales (Suiza, Suecia, Turquía, España, Irlanda, Portugal). Pero éstos mantuvieron la neutralidad hasta el fin, o casi el fin, del conflicto bélico, lo que no fue el caso de la Argentina.15

La primera constatación es que el gobierno de Buenos Aires rompió relaciones diplomáticas y políticas con los países del Eje el 26 de enero de 1944; no se mantuvo neutral en toda la contienda.

La segunda, es que la política de algunas potencias hacia la Argentina durante la guerra, especialmente la de EE.UU., no pareció basarse sólo en el hecho de que aquélla haya sido o no neutral; incluso el momento más álgido de las relaciones con Washington fue posterior a enero de 1944. Por lo tanto, el problema de la neutralidad fue en verdad de menor importancia de lo que parece o, al menos, no fue el único.16

La tercera constatación nos remite a la declaración de guerra al Eje, el 27 de marzo de 1945. Esta se entiende generalmente como una actitud apresurada, a fin de que el país pudiera entrar en la Conferencia de San Francisco de constitución de las Naciones Unidas; para algunos fue incluso una posición meramente oportunista. Sin embargo, esta visión no se ajusta a los hechos.

Ocurre que varios países de América Latina no habían declarado tampoco la guerra al Eje a principios de 1945 y, si lo hicieron en esa época, se debió más que nada a un acuerdo entre las grandes potencias, al que se arribó en la Conferencia de Yalta, en los primeros días de febrero de 1945. Allí Roosevelt se comprometió a aconsejar a esos países (Venezuela, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Perú y Chile) a declarar la guerra, cuando Stalin le señaló que de no hacerlo antes del lero de marzo no estarían en condiciones de ingresar en la nueva organización mundial.17

La Conferencia de Chapultepec (México), que se reunió hacia fines de ese mismo mes de febrero del '45, tuvo entre sus objetivos ratificar dicho compromiso e invitar a la Argentina (que no participó por su conflictiva situación internacional) a declarar la guerra al Eje y ponerse al día con sus obligaciones interamericanas. El gobierno de Buenos Aires (que ya había acordado hacerlo ante una misión secreta, norteamericana a principios de febrero) aceptó la propuesta, aunque no pudo implementarla antes del lero de marzo debido a problemas internos.18

En realidad, los seis países latinoamericanos mencionados declararon la guerra recién, en su mayoría, entre mediados y fines de febrero, sólo poco más de un mes antes que la Argentina. Estos hechos indican que la declaración de guerra obedeció más a los acuerdos entre las grandes potencias y a la necesidad de EE.UU. de contar con un sólido apoyo en las Naciones Unidas que a un hecho causal o a una conducta meramente oportunista.19 La acción de la delegación norteamericana en San Francisco en favor de la incorporación argentina y enfrentando la oposición soviética a la misma confirman este hecho.20

La cuarta constatación es que aun en la época en que la Argentina mantuvo su neutralidad, su aporte a la causa aliada fue muy importante desde el punto de vista económico. Una de las causas principales de la polémica entre Churchill y Roosevelt acerca de la política a seguir hacia el gobierno de Buenos Aires (Inglaterra se oponía a las sanciones económicas y políticas propiciadas por EE.UU.) era que la Argentina era una fuente crucial de abastecimientos para las islas británicas, llegando a representar incluso el 40% del consumo británico de carnes.21

Por otro lado, la mayor parte del comercio argentino con Gran Bretaña se realizó sin pago inmediato por parte de este país. El importe adeudado se acreditaba en Londres con garantía oro y dio lugar a las llamadas "libras bloqueadas", cuya compensación llevó a arduas negociaciones luego del conflicto.

Con Alemania y los países del Eje, por el contrario, el comercio prácticamente se interrumpió en los años de la guerra. Desde el punto de vista económico, la Argentina no fue en absoluto neutral y actuó, en el abastecimiento a los países aliados, en una forma similar a los EE.UU. con su ley de préstamos y arriendos, que permitió financiar el armamento militar de esos países sin contraprestación inmediata.22

Para completar la comprensión del problema de la neutralidad, es necesario efectuar una breve síntesis de los hechos más importantes que jalonaron la política argentina desde fines de 1939 y de las fuerzas externas e internas involucradas en ellos.

El primer episodio importante se produjo en abril de 1940, debido a una inciativa diplomática argentina: la propuesta de "no beligerancia" que el gobierno de Buenos Aires consultó con Washington y que tenía como objetivo el abandono de una neutralidad estricta. La propuesta consistía en considerar a los países aliados como "no beligerantes". de manera que eso permitiera un flujo mayor de ayuda hacia ellos. Pero el Departamento de Estado desechó esta propuesta porque en la política norteamericana jugaban intereses conflictivos y no estaban dispuestos a ir mas allá por el momento.23

En lo interno, se hallaban en pleno período electoral; Roosevelt quería la reelección y había todavía fuertes tendencias aislacionistas en el seno de la sociedad. En lo externo, Washington se conformaba con la ayuda material que ya prestaba a los países aliados. Con todo, unos meses más tarde se invirtió la situación: la entrada de los alemanes en París y el ingreso de Italia en la guerra hicieron que los EE.UU. cambiaran decididamente su actitud, abandonando la prudencia seguida hasta entonces. En junio de 1940 llegó a Buenos Aires una delegación militar norteamericana que propuso a la Argentina formar parte de planes de defensa elaborados por el Pentágono, que incluían incluso la posibilidad de instalar bases en las islas Malvinas. Pero entonces fue la Argentina la que se negó a cooperar, invirtiéndose las posiciones asumidas por ambos países en abril. Una solución distinta de estos episodios hubiera cambiado el curso de las relaciones argentino-norteame- ricanas durante la guerra24.

De todos modos, el conflicto principal con EE.UU. en este período se produjo en la Conferencia de Río de Janeiro, en enero de 1942. Allí, la Argentina obtuvo un triunfo diplomático que, según algunos, le costaría caro. Washington propuso que los países de América Latina rompieran relaciones con el Eje solidarizándose con la agresión que ese país había recibido en Pearl Harbor. La cancillería argentina consiguió que se aprobara una moción distinta, en la cual se recomendaba a los países latinoamericanos romper relaciones y dejaba en libertad de acción para hacerlo o no. Hubo dos países que no la efectivizaron en el momento: Chile y Argentina. Fue el inicio del enfrentamiento más importante entre los dos países. que tenía antecedentes en el pasado (recordemos la conferencia de Washington de 1889, los episodios que se desarrollaron durante la Primera Guerra Mundial, la conferencia de La Habana de 1928 o las ya mencionadas de 1936,1938 y 1940), pero que nunca había alcanzado las magnitudes de lo que se desarrolló durante la guerra.25

La política de los EE.UU. hacia la Argentina se caracterizaría desde ese momento por la utilización de distintos tipos de medidas diplomáticas (no reconocimiento de nuevos gobiernos, retiro de embajadores) y económicas (discriminaciones comerciales, bloqueo de fondos argentinos en EE.UU., etc.) para sancionar la conducta argentina. Washington denunciaría así a los sucesivos gobiernos de Buenos Aires -primero el conservador y luego el militar- de ser partidarios del Eje, lo que culminó en 1946 con acusaciones que implicaban directamente a altas autoridades de los gobiernos argentinos de la época con el espionaje y la ayuda concreta a las potencias vencidas.26

La actitud norteamericana iba a contrastar con la de su principal aliado: Gran Bretaña. La política británica fue muy distinta a la de EE.UU., por varias razones que es preciso enumerar.

En primer lugar, existían distintas percepciones de la realidad argentina. Los británicos nunca compartieron los puntos de vista del Departamento de Estado respecto a los intereses o motivos ideológicos que podían estar detrás de la neutralidad argentina. No pensaban que los gobiernos argentinos fueran pro-nazis u hostiles a los aliados. Ciertos sectores en Inglaterra apoyaron incluso abiertamente a los gobiernos argentinos.27

En segundo término, los ingleses consideraban que el abandono de esa política de neutralidad podía afectar seriamente el abastecimiento de las islas durante la guerra y causar graves prejuicios económicos a la causa aliada.28

En tercer lugar, si bien reconocían que existían en la Argentina fuertes tendencias nacionalistas, preferían no malquistarse con sus sectores dirigentes para no afectar las cuantiosas inversiones radicadas en el país.29

Finalmente, estaban también muy alertas respecto a una posible hegemonía económica y política norteamericana en la Argentina después de la guerra. Diversas misiones diplomáticas inglesas al Río de la Plata (como la misión Willingdon de 1940-41) denunciaron no sólo la amenaza del nazismo, sino también los efectos perjudiciales para ellos de la competencia norteamericana y el estrechamiento de vínculos entre Buenos Aires y Washington. El viejo triángulo anglo-argentino-norteamericano continuaba vigente para ellos30.

El otro protagonista de la política argentina en esos años fue la Alemania nazi. Existió sin duda una fuerte presencia de intereses vinculados a ese país en la mayor parte de América Latina. Pero en la Argentina, aunque las ideologías de corte fascista o pro-nazi tuvieron cierta influencia en miembros de las FF.AA. o grupos civiles de algún peso político, y especialmente en el último gobierno conservador y en el régimen militar que le sucedió, estos sectores resultaron minoritarios, como lo demuestra la ya profusa documen- tación y bibliografía sobre la materia. La gravitación económica de Alemania también se vio limitada como consecuencia de las medidas de restricción de las actividades económicas y comerciales con el 111 Reich que debieron implementar los distintos gobiernos de la época ante la presión interna e internacional y la ruptura posterior de relaciones diplomáticas con el Eje31.

Analizando más en detalle la política norteamericana, pueden explicarse también sus motivos. La misma no fue tan lineal como suele creerse; tuvo también sus matices. En una primera aproximación, puede mencionarse una "línea dura", partidaria de aplicar sanciones de todo tipo a la Argentina, y una "línea blanda", que proponía soluciones diferentes. Ya desde los años '30 había un sector que mantuvo una posición conflictiva con los gobiernos de Buenos Aires, cuyo más destacado exponente fue el secretario de Estado, Cordell Hull, que no pertenecía al círculo político más íntimo del presidente. Sin embargo, hacia fines de la década, y sobre todo con el estallido de la guerra, Hull no controlaba el conjunto de la política exterior norteamericana, que pasó a ser conducida más estrechamente por el mismo Roosevelt y su equipo de colaboradores de la Casa Blanca.

En América Latina misma, escenario alejado del conflicto bélico, el funcionario que instrumentó la política del "buen vecino" no fue Hull sino el subsecretario de Estado, Sumner Welles, hombre de confianza de Roosevelt y que se convertiría más tarde en uno de los principales críticos de la política del Departamento de Estado hacia la Argentina. Pero Welles debió renunciar, en parte como consecuencia del mal paso dado en la conferencia de Río de Janeiro, donde, tratando de mantener la unidad panamericana, aceptó la propuesta del canciller argentino Ruiz Guiñazú.32

Otro de los principales partidarios de una "línea dura" hacia la Argentina fue el secretario de Agricultura y luego Vicepresidente, Henry Wallace. Aunque ambos pertenecían al partido Demócrata, mientras Hull era un conservador liberal (en el sentido norteamericano de esta última acepción), Wallace era un liberal de izquierda (en 1948 se presentó como candidato de una coalición de izquierda a las elecciones norteamericanas). Pero los dos tenían algo en común: estaban vinculados a intereses agrícolas norteame- ricanos y alimentaban cierto rencor hacia la Argentina, como consecuencia de los conflictos entre los dos países en los años '30 y de las discriminaciones comerciales mutuas practicadas por ambos.33

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En la "línea dura" confluían también percepciones sobre la realidad argentina basadas en un esquema simplista de la misma (en la que influían sectores internos en Argentina y el clima bélico de la época). La necesidad de instrumentar un frente común en el continente bajo la hegemonía norteamericana parecía en tiempos de guerra más urgente y contribuía a apuntalar estas tendencias.

Una segunda línea, que coexistió con la primera durante la guerra (y en la que jugó un papel importante en un primer período el mencionado Sumner Welles) tuvo como uno de sus principales representantes a Nelson Rock- efeller, quien fue nombrado por Roosevelt en 1940 como coordinador de Asuntos Interamericanos. Rockefeller comenzó a practicar una política hacia la Argentina (que formaba parte de una estrategia hacia el conjunto del continente) que no parecía tener vinculación con la practicada por el Departamento de Estado: afianzamiento de vínculos culturales, invitaciones a personalidades argentinas a los EE.UU., campañas de publicidad de empresas norteamericanas en el país, etc.34

Finalmente, en noviembre de 1944 Hull renunció dejando en su lugar a Edward Stettinius, que nombró a Rockefeller secretario asistente de Asuntos Latinoamericanos. Entonces la política hacia la Argentina cambió abrupta- mente. Rockefeller enfocó "pragmáticamente" sus relaciones con el régimen militar y se produjo el acercamiento entre los dos países que culminó en marzo de 1945 con la declaración de guerra al Eje, y en el mes de abril con el envío de la misión Warren, que llegó a importantes acuerdos económicos y políticos con el gobierno argentino.35

Sin embargo, con la muerte de Roosevelt, el 12 de abril de 1945, la política norteamericana cambió nuevamente. Truman incorporó en su staff de política exterior a sectores ligados a Cordell Hull y a la "línea dura", que habían atacado la política de "conciliación" emprendida por Rockefeller. Y aunque éste permaneció en su cargo unos meses más (lo que le iba a permitir abogar por la participación argentina en la conferencia de San Francisco, puesta en cuestión por diversos sectores en EE.UU. y por los soviéticos), la llegada a Buenos Aires del embajador Spruille Braden, que compartía los criterios de la "línea dura", volvió a revertir el panorama.

En verdad, factores estratégicos comenzaban a jugar con fuerza en ambas posiciones. Mientras algunos sectores continuaban privilegiando la alianza americano-soviética y considerando como principales enemigos a los países del Eje (como, por ejemplo, Braden), otros (el caso de Rockefeller o el senador Vandenberg) veían ya como el problema mayor de la posguerra las relaciones con la URSS y procuraban cimentar la unidad del continente frente a la posible amenaza del comunismo.36

La llegada de Braden a Buenos Aires provocó diversos episodios entre los dos países que llegaron a involucrar a la propia política interna. La opción Braden o Perón tiñó las elecciones presidenciales de 1946, en las que procuró jugar un rol el llamado "Libro Azul", un documento preparado por el Departamento de Estado para demostrar las vinculaciones de los gobiernos argentinos con el nazifascismo.37

Pero es cierto, también, que la política de las grandes potencias hacia la Argentina explica sólo una parte de la conducta de los gobiernos locales y de las líneas y tendencias respecto al curso de la política exterior que existían en el país. La política de neutralidad tuvo sus defensores y sus detractores dentro del país, y sus reacciones tuvieron que ver en gran medida con el curso de los acontecimientos políticos internos.

Fueron partidarios de la neutralidad sectores dirigentes tradicionales, que ponían el acento en la vinculación con Gran Bretaña y Europa y se oponían a las pretensiones hegemónicas de EE.UU. Gran parte de la política de neutralidad se explica por el predominio de esta línea, reflejada en los gobiernos de Justo, Ortiz y Castillo (aunque personalmente los dos primeros, y especialmente Justo, se declararon pro-aliados). También estaban a favor de la neutralidad algunos núcleos pro-Eje en las FF.AA. y grupos civiles del nacionalismo católico, así como los "nacionalistas populares" (FORJA, Sabattini en la UCR) y sectores de interés vinculados al proceso de industrialización y al desarrollo del mercado interno.38

En contra de la neutralidad se pronunciaron dentro de las élites tradicionales algunas figuras relevantes como el ex ministro de Hacienda, Federico Pinedo (que decía que el mundo había cambiado de "centro" y era partidario de una aproximación con EE.UU., abandonando parte de los vínculos con Europa).39 También fueron contrarios a la neutralidad la mayor parte del espectro político de la época antes de la llegada del peronismo: la gran mayoría del radicalismo, los conservadores reformistas, los socialistas y los comunistas.40

Sin embargo, desde principios de 1944 hasta comienzos de 1946 (la Argentina ya no era más neutral), la problemática externa se confundió con el curso de la política interna y el eje fascismo-antifascismo tuvo más que ver con el surgimiento de Perón y el peronismo y la actitud de los sectores de oposición en contra de éstos que con la política exterior del país.

Tercera visión

La idea de que una política diferente hubiera beneficiado a la Argentina, como aparentemente lo hizo en el caso del Brasil, surge de un desconoci- miento de lo que sucedió en el mundo en esa época. Desde el punto de vista político, los beneficios que obtuvo Brasil fueron bastante breves.

En primer lugar, es necesario señalar que la vinculación de este país con la Alemania nazi fue más fuerte que la de la Argentina y que, si en la década de 1930 para esta última la opción se daba entre Gran Bretaña y EE.UU., para Brasil lo era entre Estados Unidos y Alemania, sus principales partenaires económicos y políticos (lo que dio lugar a la política de "pragmático equilibrio" seguida por Vargas).41

Sólo en los años '40 Brasil se volcó decididamente hacia Washington y montó su planta siderúrgica de Volta Redonda con apoyo crediticio norteamericano y, después del ataque japonés a Pearl Harbor, el gobierno de Río de Janeiro se convirtió en el principal sostén norteamericano en la región. Pero esto se explica por razones estratégicas, políticas y económicas que no existían en el caso argentino.

El rol de Brasil como proveedor de materias primas, alimentos y materiales estratégicos fue siempre decisivo para EE.UU. (a diferencia de lo que ocurrió con la Argentina, que nunca representó una fuente importante de suministros para el país del Norte). Otra de las causas principales fue la posición estratégica de Brasil en relación a Africa y Europa, porque era considerado por Washington como una posible base de acción para las fuerzas armadas norteamericanas. Esto explica que el gobierno de Río no sólo se hubiera comprometido desde un primer momento en la guerra, sino también que llegara a enviar una fuerza expedicionaria para colaborar con las fuerzas aliadas.42

Sin embargo, desde el punto de vista de los protagonistas políticos, los beneficios personales que obtuvo Vargas de esta actitud no duraron mucho. En 1945, el embajador norteamericano A. Berle Jr. organizó una campaña similar a la de Braden en Buenos Aires para obstaculizar la permanencia de Vargas en el poder. El presidente brasileño debió, en parte a causa de esto, resignar su continuidad política y, elecciones mediante, lo sucedió el general Dutra, que contaba con mayores simpatías en los EE.UU. Pero, incluso posteriormente, Brasil se sintió frustrado por el desarrollo de sus relaciones con el país del Norte, pues esperaba mucho más por su cooperación durante la guerra.43

Numerosos documentos diplomáticos brasileños muestran claramente que, hacia 1950, no se habían cumplido las promesas hechas al Brasil, que se sentía crecientemente frustrado por el desarrollo de sus relaciones con EE.UU. y por la ausencia de los beneficios que esperaba. Algunos de esos documentos señalan, por ejemplo, que en 1950 la Argentina de Perón era privilegiada en comparación con Brasil por haber obtenido un préstamo de 125 millones de dólares, mientras que aquel país había recibido entre 1946 y 1949 apenas 100 millones. Una de las razones por las cuales Vargas retorna al poder, con una política más nacionalista, a principios de 1951, radicaba en la frustración de sectores dirigentes respecto a la relación bilateral con EE.UU. desde la finalización del conflicto bélico. Esta actitud norteamericana no era tampoco sorprendente teniendo en cuenta que los objetivos principales de EE.UU. en la posguerra se hallaban en Europa, y en segundo lugar en Asia, y no en América Latina, ni aun en sus aliados más fieles44.

Es dudoso, entonces, que de haberse involucrado la Argentina en la guerra, como lo hizo Brasil, podía haber gozado de los beneficios del plan Marshall como proveedor de los mercados europeos (esto jamás habría ocurrido porque uno de los propósitos principales del plan era la colocación de los excedentes agrarios norteamericanos), o podía haber obtenido una cuantiosa ayuda financiera. Tampoco hubiera hecho posible la concreción en el país de inversiones significativas ni de un trato comercial mucho más favorable. Este no fue siquiera el caso de Brasil.45

Es interesante notar que este país, en lugar de convertirse en un aliado privilegiado de EE.UU. en América Latina, fue divergiendo cada vez más de sus vecinos del Norte con los gobiernos de Juscelino Kubitschek, Janio Quadros y Joáo Goulart. Incluso los presidentes militares que asumieron después de 1964, salvo Castello Branco, no tuvieron tampoco políticas condescendientes con Washington.46

Una mejor imagen internacional, que podía haber resultado de una conducta más firme en la guerra a favor de los aliados (en la que los principios morales también deberían haber jugado), hubiera permitido a la Argentina obtener beneficios de orden político o estratégico, pero no debe olvidarse que los años de posguerra no fueron favorables para la inserción de América Latina en el mundo. De todos modos, es necesario tener en cuenta el conjunto de estos factores para analizar la política exterior argentina en los años '30 y '40, que por cierto tuvo errores, pero que, para poder ser apreciada correctamente, debe estar enmarcada en un contexto más amplio y despojada de "visiones" ideologizadas o esquemáticas que han llegado a convertirse en verdaderos mitos.

Mario Rapoport
Historiador, Director del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social, UBA.

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Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Es dudoso, entonces, que de haberse involucrado la Argentina en la guerra, como lo hizo Brasil, podía haber gozado de los beneficios del plan Marshall como proveedor de los mercados europeos (esto jamás habría ocurrido porque uno de los propósitos principales del plan era la colocación de los excedentes agrarios norteamericanos), o podía haber obtenido una cuantiosa ayuda financiera. Tampoco hubiera hecho posible la concreción en el país de inversiones significativas ni de un trato comercial mucho más favorable. Este no fue siquiera el caso de Brasil.45

El pobre Rappaport! jamas ha utilizado documentos primarios para su investigación..algo que Escude ha hecho en todo momento (y algo en lo que yo soy fanatico) pero aun sin documentos primarios hay documentos que han sido publcados en trabajos de referencia; entre ellos el libro de Paz sobre las RElaciones Exteriores Argentinas-en el que se da constancia de que en 1940 los EEUU enviaron una ision Naval Militar a la Argentina que oftrecia US$42 millones en asistencia militar una vwez que la Argentina tomara ciertas medidas contra el eje(confiscar propiedades de capitrales alemanes,coescoltar convoys desde el Plata hasta los puertos brasileros)-esto esta solidamente documentado..Por demas Rappaport habla por boca d egando: el Brasil jamas podria haber participado en el Plan Marshhall, no porque los EEUU no les dieran oportunidad, sino porque los productos requeridos por Europa eran principalmente carne y cereales, y el Brasil casi no exportaba carne en esos tiempos e importaba cereales (principalmente trigo) de la Argentina..Australia, Canada, Nueva Zelandia y el Uruguay
en cambio, exportaban esos productos y pudieron beneficiarse con el Plan Marshall... En 1933, en plena crisis mundial, Australia y el Canada, parte de la Mancomunidad inglesa pidieron se les concedieran tratamiento benevolo para sus exportaciones en detimento d elas exportaciones argentinas de carne y cereales..En momentos terrible spara todo el mundo, Inglaterra solicito tratramiento benevolo para sus inversores en la Argenbtina- el Tratado Roca Runciman no fue solamente benevolo para la Sociedad Rural (no obstante los errores en apreciacionde Rappaport y de los enanos mentgales de Forja, ,inclusive el vendido de Jaureytche-que jammas abio un libro serie en su vida!)el Tratado Roca Runciman beneficio a la Argentina, pues bloqueo exportaciones de otros paises europeos y permitio el desarrollo d ela industria argenbtina-lo que con nuevas tarfifas aduaneras refloto a la economia argentina- ya en 1935 habia signos clarisimos de recuperacion....y en 1938, en la spalabras de un historiador argentino la Argentina era una vez mas "LA Argentina opulenta" El mundo en 1948 ya no era el de 1933, la economia mundial crecia vigorosamente, respandadas por el Plan Marshall y la reconstruccion europea-EEl comercio mundial ya no sufria bajo laslimitaciones de la gran crisis..pero la Argentina no solo se habia enemistado con Inglaterra, sino que habia incurrido las iras de los EEUU..En 1948 la "Nueva Argentinaa", cuyos "ideologos" protestaban por el Tratado Roca Runciman a grandes voces, se vio oobliogada arenovarlo, anque para disumular le cambiaron el no,mbre..Esta vez lo deniomiaron "Tratado de Los Andes"..Unglaterra, que sabiamente habia aprendido las lecciones de la decada de 1930, cuando se dio cuenta que los capitales invertidos en FFCC en la Argentina eran "capitales cautivos" decidio desligarse de los FFCC-
 
Si...no tiene ningún soporte todo lo escrito :D :D :D (así concuerde o no con ello)...sólo algunas notas sueltas. No las incluí en el post por ser MUY extensas, pero aquí van:


NOTAS

1. Algunos autores califican estas "visiones" no como "tradicionales" sino como "revisionistas". Cf. José Paradiso, Debates y trayectorias de la política exterior argentina (Buenos Aires, 1993), que se refiere, en particular, a las interpretaciones de Carlos Escudé, tal como se hallan expuestas en su libro, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949 (Buenos Aires, 1983), y en otros publicados posteriormente.
Un alcance similar podrían tener, desde el punto de vista económico, las tesis planteadas en el libro de Carlos Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina (Buenos Aires, 1975).
Por supuesto, entre los historiadores siempre hay "visiones tradicionales" y "visiones revisionistas", las segundas cuestionando las primeras. En este caso, si bien Díaz Alejandro y Escudé critican esencialmente el modelo de sustitución de importaciones y de industrializa- ción implementado en los años '30 y, sobre todo, la experiencia política peronista de las décadas de 1940 y 1950, defienden, en verdad, el modelo económico agroexportador anterior a la crisis de 1930 y el modelo político puesto en marcha hacia fines de siglo por la oligarquía liberal. En este sentido, se asocian con una interpretación de la historia argentina cuyo primer mentor fue Bartolomé Mitre. Esta "visión fundadora" de la historia argentina estuvo luego sujeta a críticas por la llamada "escuela revisionista", exponente de la cual fue Adolfo Saldías por esa misma época.
Pero en los años '30 surge un segundo revisionismo, de carácter nacionalista y populista, lúcidamente analizado por Cristian Buchrucker en su libro, Nacionalismo y peronismo, la Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955) (Buenos Aires, 1987). El "revisionismo" de Díaz Alejandro y Escudé consiste en una crítica de los postulados sostenidos por este segundo "revisionismo". Pero al hacerlo, retoman los principales elementos de las interpretaciones liberales, basadas en la tradición de Mitre.
Luego de la caída de Perón, en 1955, las "visiones tradicionales", en el sentido que le damos, cobran fuerza, especialmente respecto a la interpretación de la Segunda Guerra Mundial y el primer peronismo, apoyadas por amplios sectores de la opinión pública nacional e internacional. Pero los libros de mayor impacto en esta dirección fueron los de Díaz Alejandro y Escudé.
Mi libro, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas (1940-1945) (Buenos Aires, 1981), propone una interpretación distinta de la de Escudé y genera una polémica que se publicó en la revista Desarrollo Económico, No. 92, enero- marzo 1984. Analizando diversos aspectos de la historia de las relaciones internacionales de la Argentina en los años objeto de estudio, Roger Gravil, Mónica Quijada, Ignacio Klich, Leonardo Senkman y Raanan Rein sostienen líneas de análisis cercanas a las mías. BACK

2. Díaz Alejandro reconoce en su libro que "algunos amigos que leyeron los primeros borradores de este trabajo me reprocharon que presentara a la Argentina anterior a Perón como una época de dorada felicidad, mientras exageraba en cambio mis censuras a la actuación de dicho presidente. El libro parece `reaccionario`, p. 12. BACK

3. Cf. G. Di Tella, "Argentina between the great powers, 1939-1946. A revisionista summing- up", en G. Di Tella y D.C. Watt, Argentina Between the Great Powers, 1939-1946 (Oxford, 1989), p. 181. Di Tella hace un balance de las discusiones suscitadas en un seminario realizado en el St. Antony's College, de Oxford, y publicadas en ese libro. Es la opinión de una influyente serie de autores, cuyos trabajos aparecieron en las décadas de 1950 y 1960, como Arthur Whitaker, Thomas McGann, Harold Peterson, Arturo Conil Paz y Gustavo Ferrari. BACK

4. Joseph Tulchin sintetiza bien este pensamiento: "... la capacidad de afirmar tal posición (la independencia durante la guerra) se vió dramáticamente disminuida (...) aún cuando la Argentina obtuvo excelentes beneficios por la venta de sus productos primarios. Los líderes argentinos, cegados por este segundo aspecto, no vieron el primero. No sólo sucedió que los Estados Unidos (...) aumentó su poder relativo con respecto a todas las otras naciones del mundo; (...) además se había producido el peor resultado esperable: los brasileños habían aprovechado su relación especial con los Estados Unidos para acumular grandes cantidades de material bélico y para construir su parque industrial y militar hasta el punto en que, visto retrospectivamente, es fácil darse cuenta de que el balance de poder en la región fue inclinándose permanentemente en favor de Brasil. Este fue el golpe más cruel de todos". J.A. Tulchin, La Argentina y los Estados Unidos, historia de una desconfianza (Buenos Aires, 1990), pp. 203- 204. Carlos Escudé reafirma el mismo argumento en su libro, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación..., pp. 384-386. BACK

5. Cf. C. Escudé, op. cit., p. 13, que se basa en un pronóstico de Colin Clark, en 1942, que señalaba, sobre la base del éxito del desarrollo económico argentino hasta los años '30, que en la década de 1960 ese país tendría el cuarto producto bruto per capita del mundo. Para un análisis económico del modelo ver: Mario Rapoport, "El modelo agroexportador argentino, 1880-1914", en M. Rapoport (comp.), Economía e historia. Contribuciones a la historia económica argentina (Buenos Aires, 1988). BACK

6. En un memorándum escrito para el tesoro británico en 1943, se decía: "El viejo orden internacional se ha roto y para bien (...) Los países individuales deben tener libertad para regular sus economías externas de forma efectiva, con el control de los movimientos de capital, las regulaciones cuantitativas, las preferencias y las políticas autónomas de crédito, etc." Hubert D. Henderson, The Inter-War Years and Other Papers (Oxford, 1955); citado en Charles P. Kíndleberger, La crisis económica, 1929-1939 (Barcelona, 1985), p. 385. BACK

7. Los dos libros sustanciales sobre la conexión argentino-británica son el de H.S. Ferns, Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX (Buenos Aires, 1968), y el de Roger Gravil, The Anglo- Argentine Connection, 1900-1939 (Boulder, 1985). Si las relaciones anglo-argentinas comienzan a cimentarse desde la época de la independencia, en su aspecto moderno se despliegan y fortalecen desde los años '60 y '70 del siglo pasado. BACK

8. Cf. P.S. Bagwell y G.E. Mingay, Britain and America, A Study of Economic Change, 1850- 1939 (Londres, 1970); E.J. Hobsbawm, Industry and Empire (Londres, 1968). BACK

9. Cf. H.V. Faulkner, An American Economic Historv (Nueva York, 1960); D.H. Aldcroft, De Versalles a Wall Street, 1919-1929 (Barcelona, 1985). BACK

10. Cf. M. Rapoport, "El triángulo argentino: las relaciones con Estados Unidos y Gran Bretaña, 1914-1943", en M. Rapoport (comp.), Economía e historia,...; Jorge G. Fodor y Arturo O'Connell, "Argentina y la economía atlántica en la primera mitad del siglo XX", en Desarrollo Económico, No. 49, abril-junio 1973. Un caso similar en muchos aspectos se produjo en la economía canadiense de esos años. Cf. John Bartlet Brebner, North Atlantic Triangle, The Interplay of Canada, the United States and Great Britain (Toronto, 1966). BACK

11. Cf. Fodor y O'Connell, op. cit.. BACK

12. Cf. Anales de la Sociedad Rural Argentina, Vol. LX, No. 1, enero 1927, pp. 7 y 8. Sobre el Pacto Roca-Runciman ver los libros de Gravil, op. cit., y Daniel Drosdoff, El gobierno de las vacas (Buenos Aires, 1972). BACK

13. Cf. Harold Peterson, Argentina y Estados Unidos, 1810-1960 (Buenos Aires, Eudeba, 1970). BACK

14. De la amplia bibliografía sobre la política norteamericana en la Argentina en la Segunda Guerra Mundial, basados en archivos norteamericanos y británicos, señalamos: C. Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación...; R.B. Woods, The Roosevelt Foreign Policy Establishment and the "Good Neighbor", The United States and Argentine, 1941-1945 (Kansas, 1979); M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes...; M. Rapoport, �Aliados o Neutrales?, La Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial (Buenos Aires, 1988). BACK

15. Cf. Arnold Toynbee, La Guerra y los Neutrales (Barcelona, 1965). Si bien Toynbee habla de Iberoamérica en general, dedica la mayor parte del análisis de ese continente al caso argentino. Teniendo en cuenta la fecha de su publicación en inglés (1958), cuando todavía no se habían abierto muchos archivos sobre la época, su examen de la situación argentina resulta bastante equilibrado, sin dejar de repetir ciertos clichés comunes en la bibliografía de entonces. BACK

16. Cf. M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes..., pp. 263-266; ver también C. Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación..., pp,129 y ss. Ver especialmente el Memorándum de Cordell Hull a las Repúblicas Americanas, del 22 de junio de 1944, Foreign Relations of the United States (FRUS), The American Republics, Vol. VII, pp. 315-320. BACK

17. La conversación Roosevelt-Stalin en Yalta se transcribe en el libro de James Byrnes, Speaking Frankly, (Nueva York, 1947), pp. 38-39. BACK

18. El mejor análisis de la misión secreta es el de Callum MacDonald, en "The Politics of Intervention: The United States and Argentina, 1941-1946", en Journal of' Latín American Studies, 12, 2, Londres, 1980. Sobre las controversias internas acerca de la declaración de guerra, cf. Robert Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1928-1945 (Buenos Aires, 1981), pp. 364-366. BACK

19. Cf. R.A. Humphreys, Latín America and the Second World War, 1942-1945 (Londres, 1982), Vol. II, da las fechas de la declaración de guerra de Perú (11 de febrero), p. 104; Chile (12 de febre: o), p. 118; Ecuador (sólo a Japón, el 2 de febrero), p. 99; Paraguay (febrero), p. 129; Uru~ uay (22 de febrero), p. 125; Venezuela (febrero), p. 27. En todos los casos, como señala Humphreys, bajo presión de Estados Unidos. Humphreys, distinguido historiador, fue durante la guerra un funcionario importante del Foreign Office para América Latina. BACK

20. Cf. Carlos A. Spinosa, Ingreso de la Argentina a la Organización de las Naciones Unidas (Monografía, Univ. de Belgrano, 1984); United Nations, Documents of the United Nations, Conference on International Organization (San Francisco, 1945). BACK

21. Cf. M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes..., pp. 286-292. BACK

22. Cf. Pedro Skupch, "El deterioro y fin de la hegemonía británica sobre la economía argentina, 1914-1947", en M. Panaia, R. Lesser y P. Skupch, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Vol. 2 (Buenos Aires, 1975), pp. 54-58. BACK

23. Cf. J. Tulchin, "The Argentine Proposal for Non-Belligerancy, April 1940", en Journal qf Inter-American Studies, octubre 1969; M. Rapoport, �Aliados o Neutrales?..., donde se reproducen los principales documentos diplomáticos sobre el tema de origen argentino y norteamericano, pp. 47-56. Ver, sobre todo, Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Guerra Europea, 1940, Expediente 185, Sugestión argentina sobre neutralidad. BACK

24. Sobre las propuestas de Defensa Continental, ver M. Rapoport, �Aliados o Neutrales?..., pp. 57-68. Ver AMREC, Guerra Europea, Defensa Continental, 1940, Expedientes 192 y 192 bis. BACK

25. Cf. Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, Política Exterior Argentina, 1930-1962 (Buenos Aires, 1971), pp. 42-83. BACK

26. Cf. los mencionados libros de C. Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación..., y M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes... BACK

27. Un notable informe del embajador británico, Sir David Kelly, señala este punto con claridad, cf. Foreign Office (FO), AS, 4042/92/2, Kelly a Eden, 21-7-1945. Las memorias de Kelly son igualmente categóricas a este respecto: ver D. Kelly, The Ruling Few (Londres, 1952). BACK

28. Cf. FO, A 3068/4/2, Minuta de Víctor Perowne, 30-3-1943. BACK

29. Idem y FO, A 3903/11/2, Informe Anual de Sir David Kelly para 1942, 27-4-1943. BACK

30. Dos misiones, la Misión D'Abernon, de 1929, y la Misión Willingdon, en plena guerra, en 1940-41, ponen el acento en la competencia norteamericana, remarcada luego en muchos documentos del Foreign Office. Cf. Lord D'Abernon, "Informe sobre las Relaciones Comerciales Anglo-Argentinas", Revista de Economía Argentina, marzo 1930, año 12, No. 141; Board of Trade (BT), 60/68/41515, Report to the British Mission to South America, octubre 1940-marzo 1941. BACK

31. Cf. especialmente el libro de Ronald C. Newton, "The Nazi Menace" in Argentina, 1931-1947 (California, 1992), así como M. Rapoport, �Aliados o Neutrales?..., Cap. II. BACK

32. Cf. M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes..., pp. 251-267; y los libros de Cordel] Hull, The Memoirs of Cordel] Hull (Nueva York, 1948) y Sumner Welles, The Time fór Decision (Londres, 1944); Where Are We Heading? (Nueva York, 1946). BACK

33. Cf. John Morton Blum, The Price of Vision, The Diary of Henry Wallace, 1942-1946 (Boston, 1973); Riehard Walton, Henry Wallace, Harry Truman and the Cold War (Nueva York, 1976). BACK

34. Cf. M. Rapoport, Política y diplomacia en la Argentina, las relaciones con EE. UU. y la URSS (Buenos Aires, 1986), pp. 109-122. Ver también Peter Collier y David Horowitz, The Rockeféllers, An American Dynasty (Nueva York, 1976), pp. 238 y ss. BACK

35. Idem, ibídem; FO, AS 25/12/2, Hadow a Perowne, Embajada Británica en Washington, 26- 12-1944, conversación con Nelson Rockefeller. BACK

36. Cf. M. Rapoport, Política y diplomacia..., pp. 123-131; Gary Frank, Juan Perón vs. Spruille Braden: The Story Behind The Blue Book (Maryland, 1980); Spruille Braden, Diplomats and Demagogues, The Memoirs of Spruille Braden (Nueva York, 1971). BACK

37. Cf. G. Frank, Juan Perón...; Roger Gravil, British Reactions to the "Blue Book". Perón and the Jews (University of Natal, 1994, en public.). BACK

38. Cf. M. Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes...; Política J, diplomacia...; C. Buchrucker, Nacionalismo y peronismo... BACK

39. Federico Pinedo, Argentina en la Vorágine (Buenos Aires, 1943), pp. 45-49. BACK

40. Cf. M. Rapoport, Política y diplomacia..., pp. 97 y ss. BACK

41. Cf. Gerson Moura, Autonomia da Dependencia, A Política Externa Brasileira de 1935 a 1942 (Río de Janeiro, 1980), Caps. 4 y 5. Ver también Marcelo De Paiva Abreu, "La Argentina y Brasil en los años treinta. Efectos de la política económica internacional británica y estadounidense", en Desarrollo Económico, 96, enero-marzo 1985; G. Moura, `Dependent Neutrality': The Case of Brazil, 1939-1942", en Jukka Neevakivi (comp.), Neutrality in History (Helsinki, 1993). BACK

42. G. Moura, Ibídem. Cf. también Amado Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, Historia da Política Exterior do Brasil (San Pablo, 1992), Cap. 10; Stanley E. Hilton, "Brazilian Diplomacy and the Washington-Río de Janeiro `Axis' during World War 11 Era", en Hispanic American Historical Review, 59, mayo 1959. BACK

43. ídem, ibídem; Luiz Alberto Moniz Bandeira, Brasil-Estados Unidos: A Rivalidade Emergente, (1950-1988) (Río de Janeiro, 1989). BACK

44. Idem, ibídem; S.E. Hilton, "The United States, Brazil and the Cold War, 1945-1960: End of the Special Relationship", en The Journal giAmerican Historv, 68, diciembre 1981. Sobre el crédito argentino ver M. Rapoport y Claudio Spiguel, Estados Unidos 1, el peronismo, la política norteamericana en la Argentina, 1949-1955 (Buenos Aires, 1994). BACK

45. Idem, ibídem. BACK

46. A. Cervo y C. Bueno, Historia da ...; Mónica Hirst, "Brasil-Estados Unidos: de la diferencia al conflicto", FLACSO, Doc. de Trabajo No. 48, Buenos Aires, 1986; Peter Flynn, Brazil: A Political Analysis (Colorado, 1978); Riordan Roett, Brazil: Politics in a Patrimonial Society (Londres, 1984); T.E. Skidmore y P.H. Smith, Modern Latin America (Oxford, 1992). BACK
 
Y un poquito más...para que quede más claro...de tu amigo Carlitos Escudé (quien canta God Save the Queen en los programas de TV).

"...como también lo señala Woods, desde ese momento el departamento de Estado operó sobre la base de la suposición de que había recibido un mandato del pueblo argentino a seguir sus directivas de política exterior. En otras palabras, desde ese momento el Departamento de Estado actuó en nombre de la democracia (Nota del Posteador: Como ahora en Irak, Afganistán...etc....cualquier semejanza con la realidad NO es pura coincidencia) (un concepto que incluía a su cruzada contra el nazifascismo, pero que abarcaba más), mientras antes del golpe había actuado exclusivamente en nombre de la susodicha cruzada: más aún, actuó en nombre de la democracia a pesar del hecho de que el gobierno constitucional había sido volteado en parte, como consecuencia de la política de los Estados Unidos. Se hicieron las afirmaciones más extravagantes para justificar la línea dura contra la Argentina, al punto de que, en 1943, el vice presidente norteamericano Henry Wallace declaró que Alemania consideraba perdida a la Segunda Guerra Mundial y estaba preparando a la Argentina para la Tercera Guerra de esa escala . La idea tomó vuelo, y en fecha tan tardía como 1945 una "Sociedad para la prevención de la Tercera Guerra Mundial" abogaba por medidas extremas contra la Argentina.

Por lo tanto, este proceso se puede resumir diciendo que en la primera etapa del conflicto el gobierno argentino fue políticamente desestabilizado y económicamente boicoteado porque no respondía a las directivas norteamericanas de política exterior, mientras que durante la segunda etapa del mismo, el hecho de que el gobierno era una dictadura militar (en parte producto de la política de los Estados Unidos) fue usado como una razón adicional para justificar la desestabilización y el boicot. La actitud del gobierno norteamericano durante el breve período (apenas unas semanas) en que pensó que la dictadura militar cooperaría con su política exterior, , que fue de celebración, de prepararse para cooperar con el régimen y de levantamiento de sanciones económicas por parte de la por parte de la Junta de Guerra Económica , demuestra que si la dictadura hubiese accedido a las exigencias del Departamento de Estado, la naturaleza militar del régimen no hubiera sido un obstáculo para las buenas relaciones . Como se verá más adelante, esta conducta sería idéntica a la que encontraremos en circunstancias mucho menos extremas y peligrosas, el período de 1950-55, en que una guerra "fría" había reemplazado a esta otra, tan caliente.
 
Y continúa tu amigo Escudé...(bien munido de documentación, según tu leal saber y entender!)

La Argentina frecuentemente ha sido descrita como un país "impredecible", pero en el caso bajo estudio, la política norteamericana hacia la Argentina no fue menos impredecible.¿Cómo y por qué pudo Nelson Rockefeller revertir la política norteamericana hacia la Argentina durante tres cortos meses en 1945" ¿Por qué es que su contraparte directa , Spruille Braden , fue nombrado embajador en Buenos Aires, neutralizando las políticas de Rockefeller como secretario asistente para asuntos latinoamericanos? ¿por qué fue Messersmith nombrado embajador en el mismo momento en que Braden era ascendido a secretario asistente y reemplazaba a Rockefeller? Casi parece una política diseñada para la generación de conflicto interno en la Argentina. ¿ Y por qué es que la ECA se salió con la suya en su boicot contra la Argentina, cuando las relaciones con este país habían sido normalizadas cuando Messersmith neutralizó a Braden? Todas estas acciones y reacciones fueron absolutamente impredecibles, jamás podrían ser explicadas desde la perspectiva de un modelo de actor racional y, por cierto, reflejan un grado mucho mayor de conflicto burocrático en el gobierno de los EE.UU. del que sería admisible en el diseño de su política hacia algún país de importancia vital para sus intereses estratégicos: subrayan lo que en La declinación Argentina llamo el "síndrome de irrelevancia de la racionalidad" en los procesos de toma de decisión de la política exterior norteamericana. El impacto de políticas tan contradictorias y e impredecibles jamás puede ser positivo. Tampoco puede alentar a la democracia ni nutrir la estabilidad, aunque se haga en su nombre. Por cierto, sería milagroso si la estabilidad y la democracia sobrevivieran a pesar de un impulso tan perverso proveniente de una fuente tan poderosa.
 
Y una breve ilustración sobre lo que es el PODER dentro del PODER...


aunque la política del Departamento de Estado supuestamente ponía fin a todo tratamiento discriminatorio contra la Argentina. La poderosa Administración para la Cooperación Económica (ECA), que estaba a cargo de la implementación del Plan Marshall, se lanzó desde la iniciación de sus actividades a obstruir el comercio de exportación de la Argentina con Europa, intencional y discriminatoriamente. Este último episodio del boicot económico se perpetró a espaldas del nuevo embajador, James Bruce, que quedó azorado cuando funcionarios secundarios de la ECA hicieron públicamente declaraciones anti-argentinas. Ordenó entonces una investigación del Departamento de Estado sobre la política de la ECA hacia la Argentina, que documentó más de treinta casos de discriminación directa contra ese país . Aunque el embajador Bruce nada sabía sobre esta política aparentemente ilegal (ya que era contraria a las órdenes del Departamento de Estado), los archivos británicos demuestran que tanto ellos como los europeos continentales estaban al tanto de la misma. Más aún, el presidente Truman no siguió el consejo del embajador, de despedir al principal culpable del asunto un Dr. A. Fitzgerald de la ECA . Cabe preguntarse, pues, si la política discriminatoria de la ECA no había sido en los hechos aprobada por círculos más altos de funcionarios norteamericanos: la mención en 1952 de la posibilidad de aplicar "sanciones secretas" contra la Argentina que el embajador de los EE.UU. podría desconocer sugiere la posibilidad que éste podría haber sido el caso del episodio de la ECA

Puede asumirse sin temor a error, por consiguiente, que al menos en el nivel del Departamento de Estado, el impulso "democratizador" o "liberador" había sido básicamente desactivado una vez que el conflicto Braden Messersmith concluyó. Incluyo el matiz "al menos en el nivel de Departamento de Estado", porque sigo intrigado, respecto de cómo y por qué la ECA pudo salirse con la suya en lo que fue una política discriminatoria contra la Argentina que era presumiblemente ilegal y por qué el Dr. D.A. Fitzgerald no fue despedido, y cómo es que los británicos supieron todo el tiempo que la ECA estaba discriminando activamente contra la Argentina mientras el embajador norteamericano en Buenos Aires no lo sabía. ¿Fue una sanción aprobada pero secreta, diseñada a los efectos de debilitar a Perón, un vestigio de los días de Hull y Braden? Si lo fue fracasó rotundamente. Sólo le hizo daño a la Argentina.
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Como siempre, interpretas mal o pretendes hacerlo: No dije que no tenia notas bibliograficas, sino que no se basaba en documentos primarios(sabes lo que son? en caso que no lo sepas te lo aclaro, documentos gubernamentales, como ser la correspondencia entre un embajador y el Secretario de Estado, o el agregado naval y el Departamento dela Armada-a eso me refiero) Escude no es mi amigo-nadie que se haya paseado por Buenos Aires durante Malvinas con una bandera inglesa como poncho puede serlo-y aparte de eso no le gustan las nenas..capish?:D :D :D

Ahora bien: Como historiador esta muy ,pero muy por encima de Rappaport, tambien lo estaba GUido Di Tella, que siguio justamente esa investigación.
Gran Bretaña. Estados Unidos y la Declinación Argentina: 1942-1949 (Editorial de Belgrano, Buenos Aired, 1983)
Y una breve ilustración sobre lo que es el PODER dentro del PODER...


aunque la política del Departamento de Estado supuestamente ponía fin a todo tratamiento discriminatorio contra la Argentina. La poderosa Administración para la Cooperación Económica (ECA), que estaba a cargo de la implementación del Plan Marshall, se lanzó desde la iniciación de sus actividades a obstruir el comercio de exportación de la Argentina con Europa, intencional y discriminatoriamente. Este último episodio del boicot económico se perpetró a espaldas del nuevo embajador, James Bruce, que quedó azorado cuando funcionarios secundarios de la ECA hicieron públicamente declaraciones anti-argentinas. Ordenó entonces una investigación del Departamento de Estado sobre la política de la ECA hacia la Argentina, que documentó más de treinta casos de discriminación directa contra ese país . Aunque el embajador Bruce nada sabía sobre esta política aparentemente ilegal (ya que era contraria a las órdenes del Departamento de Estado), los archivos británicos demuestran que tanto ellos como los europeos continentales estaban al tanto de la misma. Más aún, el presidente Truman no siguió el consejo del embajador, de despedir al principal culpable del asunto un Dr. A. Fitzgerald de la ECA . Cabe preguntarse, pues, si la política discriminatoria de la ECA no había sido en los hechos aprobada por círculos más altos de funcionarios norteamericanos: la mención en 1952 de la posibilidad de aplicar "sanciones secretas" contra la Argentina que el embajador de los EE.UU. podría desconocer sugiere la posibilidad que éste podría haber sido el caso del episodio de la ECA

Puede asumirse sin temor a error, por consiguiente, que al menos en el nivel del Departamento de Estado, el impulso "democratizador" o "liberador" había sido básicamente desactivado una vez que el conflicto Braden Messersmith concluyó. Incluyo el matiz "al menos en el nivel de Departamento de Estado", porque sigo intrigado, respecto de cómo y por qué la ECA pudo salirse con la suya en lo que fue una política discriminatoria contra la Argentina que era presumiblemente ilegal y por qué el Dr. D.A. Fitzgerald no fue despedido, y cómo es que los británicos supieron todo el tiempo que la ECA estaba discriminando activamente contra la Argentina mientras el embajador norteamericano en Buenos Aires no lo sabía. ¿Fue una sanción aprobada pero secreta, diseñada a los efectos de debilitar a Perón, un vestigio de los días de Hull y Braden? Si lo fue fracasó rotundamente. Sólo le hizo daño a la Argentina.

Un embajador no representa al Canciller, sino al presidente de su pais-Bruce fue embajador en BAIRES 21-Agosto de 1947 hasta el 20 de Agosto de 1949 y ciertamente, el no dictaba la politica a seguir

He aqui lo que dice Escude-nota bien que la inmensa mayoria de estas notas estan repaldadas por doocumentos de Archivo, tanto ingleses como norteamericanos.....mas alla de lo que vos y yo podemos opinar de Escude como persona, como historiador, en estos aspectos es un maestro-

La campaña del embajador Braden y la consolidación del poder de Perón

La resolución del Departamento de Estado de aceptar el ingreso de la Argentina a las Naciones Unidas provocó problemas a los responsables. La actuación de Stettinius fue duramente criticada. El 28 de mayo, el secretario declaró públicamente que el apoyo norteamericano a la Argentina en San Francisco no significaba otorgar carta blanca al gobierno de ese país, sino que, por el contrario, incrementaba sus obligaciones hacia los acuerdos de Chapultepec. A la vez, el gobierno argentino no facilitaba las cosas a estos funcionarios. Apenas la misión Warren había partido, un grupo grande de civiles y militares, entre ellos el general Rawson, fue arrestado por conspirar contra el gobierno. También fue reprimida toda celebración pública de la caída de Berlín y del fin de la guerra en Europa. Los corresponsales extranjeros fueron molestados y algunos periodistas detenidos. Las acusaciones de fascismo y de no cumplimiento con las resoluciones de la Conferencia de México nuevamente comenzaron a aparecer en Estados Unidos. En estas circunstancias, el 19 de mayo de 1945 arribaba a Buenos Aires el nuevo embajador norteamericano Spruille Braden, “con la idea fija”, según su colega británico David Kelly, que también había vuelto a su puesto, “de que había sido elegido por la Providencia para derrocar al régimen Farrell-Perón”. (1)
Apenas presentadas sus credenciales, el embajador comenzó su crítica del gobierno argentino, calificándolo de débil, inescrupuloso y anti-norteamericano. Recomendó también suspender la consideración de las cuestiones en curso, incluidas las relativas a misiones militares y aéreas y a provisión de suministros militares, según lo recomendado por Warren, todo lo cual finalmente fue cancelado. Asimismo señaló a Perón que estaba profundamente disgustado con los continuos arrestos, censura de la prensa y falta de control de las firmas germanas. Consecuentemente, un sinnúmero de comunicaciones condenatorias fueron enviadas a Washington. El Departamento de Estado comenzó a seguir las recomendaciones de Braden, de manera tal que pronto la política de Rockefeller y Stettinius se revirtió. (2)
Braden comunicó a su colega Kelly los términos en los cuales había telegrafiado al Departamento de Estado. Luego de denunciar que el movimiento nazi-fascista enraizado en la Argentina se hallaba en posición de desarrollar su fuerza y preparar una agresión futura, señalaba:

Mientras que la eliminación de Perón y su régimen militar sería ciertamente un paso importante, la seguridad de los Estados Unidos y por ende de Gran Bretaña no estará asegurada hasta que los últimos vestigios de los principios y métodos malévolos que el actual gobierno representa y practica, hayan sido extirpados, y exista una democracia razonablemente efectiva en la Argentina. Para alcanzar estos fines será necesaria una cooperación real y completa de todas las democracias, bajo el liderazgo americano y británico. (3)

Los británicos consideraron “las ideas exageradas de Braden con respecto al peligro representado por el gobierno argentino” como una “gran distorsión de los hechos”. Braden argüía que hacía diecisiete años que la Argentina no tenía una verdadera democracia, pero olvidaba, en opinión del Foreign Office, que en Brasil Vargas tenía el poder desde quince años atrás. J.V. Perowne, jefe del Departamento Sudamericano, afirmaba:

Si la Argentina puede efectivamente ser sometida, el control del Departamento de Estado sobre el hemisferio occidental será total. Esto contribuirá simultáneamente a mitigar los posibles peligros de la influencia rusa y europea sobre América Latina, y apartará a Argentina de lo que se supone es nuestra órbita. (4)

En parte como consecuencia de la cuestión argentina, Stettinius se vio forzado a renunciar el 2 de julio de 1945, designándose a James Byrnes como su sucesor. Este era amigo y discípulo de Hull, por lo cual su nombramiento implicaba la vuelta de una actitud wilsoniana hacia la Argentina. Asimismo, a fines de agosto, Rockefeller tuvo que admitir públicamente su fracaso. Lo hizo con un discurso ante la Sociedad Panamericana de Massachusetts y el Norte de Nueva Inglaterra, en el cual atacó a la Argentina. Al día siguiente, 25 de agosto de 1945, Truman aceptaba la renuncia de Rockefeller. La retractación pública de este funcionario afectó fuertemente a los británicos y fue producto del frío trato que le había dispensado Byrnes, sumado a las presiones de la prensa y del Congreso. A su vez, Byrnes anunció que, dado su ignorancia de los problemas hemisféricos, el candidato ideal para el puesto era Spruille Braden. Antes de partir de Buenos Aires, Braden aseguró a los antiperonistas que desde Washington se esforzaría por la continuación de la política hacia la Argentina, bajo los lineamientos que él había trazado. (5)
Mientras tanto, la situación del gobierno de Farrell se complicaba. El 16 de junio, la Bolsa de Valores publicaba un manifiesto condenando la política socio-económica de Perón. La Sociedad Rural emitía un manifiesto similar dos días después. A fines de junio, el partido Radical tuvo su primera reunión pública en dos años, uniéndose a la crítica. La Federación Universitaria Argentina estableció un día de huelga, y el consejo nacional del partido Socialista denunció, el 3 de julio el estado de sitio y pidió elecciones para fines de año. Perón replicó, condenando a los egoístas y reaccionarios oligarcas y apelando a los sindicatos. No obstante, el presidente Farrell anunció el 7 de julio que las elecciones se realizarían a fin de año; el estado de sitio sería levantado el 7 de agosto y serían permitidas las celebraciones por la rendición de Japón. (6)
En agosto, las asociaciones universitarias, profesionales y empresarias reclamaron la cesación del gobierno y su transferencia a la Suprema Corte. La suspensión del estado de sitio, decretada a principios de agosto por el nuevo ministro del Interior, Juan Hortensio Quijano, no pudo detener el movimiento opositor. Cuando, a mediados de dicho mes, se conoció la rendición de Japón, durante tres días en las calles de Buenos Aires se produjeron choques violentos entre los estudiantes, la policía y los partidarios del régimen. (7)
Con el objetivo de coordinar la oposición al régimen, fue creada la Junta de Coordinación Democrática, apoyada por todos los partidos políticos argentinos, desde los conservadores a los comunistas. La Unión Cívica Radical, excepto su sector intransigente -identificado con Amadeo Sabattini-, aceptó tomar parte a fines de agosto. En la Junta de treinta y nueve miembros estuvieron presentes también estudiantes universitarios y representantes de las fuerzas económicas. La Junta buscó la cooperación de oficiales del ejército y la marina para organizar un movimiento opositor cívico-militar de envergadura. (8)
De esta manera, el 19 de septiembre tuvo lugar la gran Marcha de la Constitución y la Libertad. Ese día más de doscientos cincuenta mil argentinos desfilaron para expresar su repudio a Perón, reclamar elecciones y exigir la entrega del gobierno a la Corte Suprema. Cuatro días después, Spruille Braden dejaba Buenos Aires para suceder a Nelson Rockefeller como secretario asistente de Estado. “Nadie imagine”, señaló en una comida de despedida, “que mi transferencia a Washington significa el abandono de la tarea que he emprendido”. (9)
El almirante Héctor Vernengo Lima, jefe de la marina, apoyado por nueve almirantes y unos treinta generales, habían hecho conocer su descontento a fines de julio. El 24 de septiembre, un manifiesto en favor de la restauración del gobierno constitucional fue presentado por cincuenta y un almirantes y capitanes retirados. El mismo día fracasaba un movimiento militar encabezado por el general Rawson con base en Córdoba. El gobierno aprovechó las circunstancias para reimplantar el estado de sitio, encarcelar a numerosos líderes políticos, imponer una estricta censura de prensa, y desalojar violentamente las universidades que habían ocupado los estudiantes. La tensa situación tuvo repercusión en la guarnición de Campo de Mayo. Aquí, en una reunión de oficiales, encabezada por el general Eduardo Avalos, el 8 de octubre se resolvió exigir a Farrell la renuncia de Perón a todos sus cargos. Al conocer Farrell la exigencia, transmitió a Perón el pedido de renuncia. Perón no opuso resistencia y al día siguiente dimitió los tres cargos que ocupaba. Desde los balcones de la Secretaría de Trabajo y Previsión se despidió de los trabajadores. Luego renunció el gabinete. Mientras tanto, comenzaba a gestarse un movimiento en los suburbios de Buenos Aires, en los sindicatos y en zonas alejadas del país, adonde la política social de Perón había llegado. (10)
El 13 de octubre, Perón fue arrestado y conducido a la isla Martín García, para ser traído de vuelta el 17 al Hospital Militar, bajo el pretexto de que se hallaba enfermo. Farrell, con la sola colaboración del almirante Vernengo Lima y el general Avalos, se ocupaba de los asuntos de gobierno. Pero la oposición no pudo llegar a un acuerdo: la marina quería entregar el gobierno a la Corte, el ejército se oponía, y los políticos se entretenían en discusiones bizantinas. En el ínterin, los más cercanos colaboradores de Perón movilizaron a los trabajadores y provocaron un acontecimiento que marcó la historia argentina de las siguientes tres décadas. El 17 de octubre, miles de personas se dirigieron desde el cinturón suburbano a la Plaza de Mayo, coreando el nombre de Perón y reclamando su libertad. Casi a la medianoche, Farrell salió al balcón de la Casa Rosada y se dirigió a la multitud para anunciar la palabra de Perón. Este pronunció un discurso apaciguador, señalando que no había necesidad de comenzar movimientos obreros y que volvieran a sus casas. (11)
Perón no volvió a reasumir sus cargos, pero el nuevo gabinete formado por Farrell estaba constituido por amigos del coronel, cuya complicidad fue de invalorable ayuda. Luego de casarse con María Eva Duarte, Perón se dedicó de lleno a prepararse para la elección venidera, anunciada para el mes de febrero. Las fuerzas que lo apoyaban eran heterogéneas: un grupo disidente de los radicales, el partido Laborista, una considerable parte del ejército, toda la policía, con pocas excepciones la jerarquía católica (ésta tenía en cuenta la implantación de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, temía la separación de la Iglesia del Estado propuesta por parte de la oposición y no podía aceptar un frente democrático que incluyera a los comunistas), algunos grupos nacionalistas y conservadores. En general, mucha gente vería en el joven candidato una alternativa a la vieja política, apareciendo éste como la contrafigura de los modelos anacrónicos que proponían los partidos tradicionales. Ciertamente, su política social le había concitado la adhesión de grandes sectores de la clase obrera. (12)
La oposición constituyó a principios de diciembre de 1945 la Unión Democrática, integrada por el partido Radical, el Socialista, el Demócrata Progresista y el Comunista, con el tácito apoyo conservador. Los candidatos elegidos fueron la fórmula radical José P. Tamborini-Enrique M. Mosca. Las cosas no empezaron mal para este grupo que se presentaba como el abanderado contra el nazi-fascismo, cuando se produjeron dos hechos que afectaron profundamente el posible resultado de su campaña. El primero fue el descubrimiento de un importante cheque entregado por una organización patronal como contribución a la campaña de la Unión Democrática. El segundo fue la publicación por el Departamento de Estado -a instancias del secretario asistente Braden- del Libro Azul sobre la Argentina, que apareció el 12 de febrero. Este constituía una acusación, basada en fuentes alemanas y de otro origen, de los sucesivos gobiernos argentinos, desde Castillo en adelante, impugnando su buena fe, condenando su política interna y externa, y tratando de probar las conexiones nazis y tendencias fascistas de sus líderes, incluido Perón. Obviamente, el propósito de su divulgación era influir en el electorado argentino en contra de Perón. En la Argentina, el documento apareció publicado en los grandes diarios y fue propagado por la Unión Democrática. Perón se defendió, presentándolo como evidencia de la injerencia norteamericana en la política argentina y acuñó el slogan: Braden o Perón. En estas circunstancias, el 24 de febrero de 1946 se realizaron las elecciones para elegir presidente y vice, catorce gobernadores, y legisladores nacionales y provinciales. Los comicios, controlados por las fuerzas armadas fueron limpios. La fórmula Perón-Quijano obtuvo el 52,4% de los votos, contra 42,5% de la Unión Democrática. El 4 de junio de 1946, las nuevas autoridades juraban ante la Asamblea Legislativa, asumiendo sus funciones. (13)

NOTAS

New York Times, 28 de mayo de 1945, cit. en ibid., pp. 180-181; Noble to Eden, 31 March, 17 April, 1945, F.O. 371/44709 and 44710, AS 2070/92/2 and 2471/92/2; Kelly to F.O., 27 April, 1945, F.O., 371/44710, AS 2321/92/2; Kelly to Churchill, 15 May, 1945, F.O. 371/44710, AS 2594/92/2; Sir David Kelly, The Ruling Few, London, 1952, p. 307, cit. en R.A. Humphreys, op. cit., p. 198; R.A. Potash, op. cit., pp. 368-369.

Kelly to F.O., 5 June, 1945, F.O., 371/44686, AS 2959/12/2; cit. en R.A. Humphreys, op. cit., pp. 198-199; R.A. Potash, op. cit., p. 370.

AS 3686/12/2, FO 371/44687, cit. en C. Escudé, op. cit., p. 182.

Kelly al F.O., 29 de junio de 1945, AS 3412/12/2, FO 371/44687; AS 3412/12/2, FO 371/44687, 4 de julio de 1945, cit. en ibid., p. 183-184.

Hadow a Perowne, 24 de agosto de 1945, AS 4775/12/2, FO 371/44689; New York Times, 26 y 29 de agosto de 1945, cit. en ibid., pp. 186-187.

Kelly to F.O., 16, 18, 22, 25 June, 1945, F.O. 371/44711, AS 3128/92/2, AS 3170/92/2, AS 3239/92/2, AS 3295/92/2; Kelly to Eden, 5 July, 1945, F.O. 371/44712, AS 3778/92/2, cit. en R.A. Humphreys, op. cit., p. 199.

La Prensa, 1-17 de agosto de 1945, cit. en R.A. Potash, op. cit., p. 376.

La Prensa, 21 de agosto de 1945 en adelante; Primera Plana, 14 de septiembre de 1965, p. 38, cit. en ibid., pp. 376-377.

H.F. Peterson, Argentina and the United States, 1810-1960, New York, 1964, p. 448, cit. en R.A. Humphreys, op. cit., p. 200.

Kelly to F.O., 4 Aug., 1945, F.O. 371/44712, AS, 4029/92/2; Kelly to F.O., 9, 10 Oct., 1945, F.O. 371/44714, AS 5245/92/2, AS 5247/92/2, AS 5427/92/2; Kelly to F.O., 11 Oct., 1945, F.O. 371/44714, AS 5308/92/2, cit. en R.A. Humphreys, op. cit., p. 200; R.A. Potash, op. cit., pp. 376-377, 379-381; Félix Luna, Argentina, de Perón a Lanusse, 1943-1973, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, pp. 27-28.

Kelly to F.O., 13, 15, 16, 17, 18 Oct., 1945, F.O. 371/44714, AS 5326/92/2, AS 5380/92/2, AS 5411/92/2, AS 5419/92/2, AS 5459/92/2, cit. en R.A. Humphreys, op. cit., pp. 200-201; F. Luna, op. cit., pp. 30-32.

F. Luna, op. cit., pp. 32-34; R.A. Humphreys, op. cit., p. 201.

R. A. Humphreys, op. cit., pp. 201-202; F. Luna, op. cit., pp. 34-37. Véase en C. Escudé, op. cit., pp. 190-194, la evaluación del Libro Azul que hicieron los funcionarios del Foreign Office. Por otra parte, el Libro Azul fue rechazado por Brasil, Chile, México y Ecuador. El objetivo oficial norteamericano de obtener una declaración conjunta de América latina contra la Argentina se vio así frustrado. A su vez, el Foreign Office emitió el 14 de febrero una declaración breve y poco comprometida sobre el Libro Azul. Los norteamericanos presionaron en favor de una reacción más pro-norteamericana. Los británicos respondieron que una declaración de apoyo al Libro Azul sería incoherente con su política antiintervencionista. Lo único que podían hacer era abstenerse de realizar actos de apoyo abierto al gobierno argentino, de aplaudir la honestidad de las elecciones, y de reconocer la contribución argentina a la recuperación europea por medio del envío de alimentos. La reacción británica era realmente significativa, dado la delicada situación financiera del Reino Unido y su dependencia de la buena voluntad norteamericana para un préstamo que se negociaba en ese momento. Los funcionarios británicos fueron conscientes de que si el Departamento de Estado los hubiera sometido a chantaje, se habrían visto obligados a apoyar el Libro Azul. No obstante, esta situación no se produjo. Minuta de Perowne, 20 de febrero de 1946, AS 1202/235/2, FO 371/51809; Bevin a Inverchapel, 23 de febrero de 1946, AS 1123/235/2, FO 371/51809; Bevin a Noble, 18 de mayo de 1946, AS 2613/235/2, FO 371/51813, cit. en ibid., pp. 194-195.



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Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
El boicot económico de Estados Unidos a la Argentina

El boicot económico a la Argentina, como ya se señalara, comenzó en febrero de 1942 y continuaría, con distinta intensidad, hasta 1949. Durante los años de la guerra, el énfasis estuvo puesto en privar a dicho país de suministros vitales, que sólo Estados Unidos podía proveer. Así, se rechazaron licencias para la exportación a la Argentina de máquinas de acero, repuestos y material rodante para ferrocarriles, productos químicos y equipos para petróleo, hierro y acero, carbón, aceite de quemar, ceniza y soda cáustica, hojalata, etc. Esto se llevó a cabo en un nivel mayor que el justificado por las necesidades de la guerra y con la clara intención de aumentar la vulnerabilidad de la Argentina. Incluso se complementó con la continua interferencia en el comercio de la Argentina con los países de la región, tratando de prevenir la exportación de caucho boliviano y brasileño, estaño y quinina bolivianos, carbón brasileño, cobre chileno, etc., a la Argentina. (1)
A la vez, se presionó a Gran Bretaña para que disminuyera en gran medida sus exportaciones a la Argentina. Esta presión resultó exitosa en una amplia gama de productos. Sin embargo, cuando se apuntó a un embargo total de las exportaciones e importaciones argentinas, los británicos se opusieron, en parte por intereses y opiniones divergentes sobre la situación en la Argentina; y, en parte, porque el presidente Roosevelt se negó a garantizar que la pérdida de provisión de carne de Gran Bretaña sería compensada con las reservas norteamericanas. Con todo, las presiones lograron, en el curso de la guerra, que no se firmara un contrato de carnes a largo plazo.
Durante toda la guerra y la temprana posguerra, el gobierno norteamericano boicoteó todas las negociaciones que afianzaran la conexión anglo-argentina, como, por ejemplo, los contratos a largo plazo de carne y semilla de lino; en cambio, apoyó sistemáticamente al lado británico en todas aquellas negociaciones que - como la adquisición de los ferrocarriles de propiedad británica por parte del gobierno argentino- condujeran simultáneamente a la ruptura del vínculo anglo-argentino. Obviamente, esto implicaba el retiro de los intereses británicos del sur de Sudamérica, muy conveniente a los intereses norteamericanos. Por otra parte, el acatamiento de los británicos a las presiones del gobierno de Estados Unidos contra los contratos de largo plazo se produjo bajo la promesa de mantener a los demás compradores alejados del mercado argentino. Esto significó la interferencia en las relaciones de la Argentina con Francia e Italia, y del comercio con Bélgica y Noruega. Terminada la guerra, el gobierno norteamericano se opuso a que la Argentina fuera invitada a una conferencia para establecer una Organización de Comercio Internacional, a pesar de los reparos del gobierno británico, que señalaban que la Argentina no debía ser dejada de lado, dado su posición destacada en el comercio mundial. Asimismo, se trató de obstaculizar la expansión de la marina mercante argentina.
La declaración de Política de Exportación I de Estados Unidos para con la Argentina, fechada el 3 de febrero de 1945, establecía que se debían mantener en los mínimos del momento la exportación de bienes de capital, siendo esencial no permitir la expansión de la industria pesada argentina. Por cierto, esta política discriminatoria continuó hasta la normalización de las relaciones en 1947. No obstante, un boicot encubierto e ilegal, opuesto a la política oficial, continuó siendo implementado por la Administración para la Cooperación Económica (ECA), a cargo del programa de Recuperación Europea (ERP). Desde el comienzo, la ECA puso en práctica una política que prevenía las compras europeas con dólares del plan Marshall en la Argentina, permitiéndolas en cambio en Canadá y Australia, competidores de la Argentina en el mercado de alimentos. Incluso la ECA ejerció presiones para evitar las compras europeas con otras monedas en la Argentina. El asunto fue descubierto por los comentarios anti-argentinos que funcionarios subalternos de la ECA hicieron a la prensa, lo cual originó una gran conmoción en la Argentina. El nuevo embajador norteamericano en Buenos Aires, James Bruce, ordenó entonces una investigación de la política de la ECA hacia la Argentina. En una comunicación al presidente Truman, informó de las declaraciones realizadas por el director de la División Agrícola y Alimenticia de la ECA, en el sentido de que iba a “hacer caer de rodillas a la Argentina”. Asimismo Bruce mencionó la tergiversación de los precios argentinos y las instrucciones al ejército de comprar carne en cualquier país salvo la Argentina, sin tener en cuenta los precios.
Como consecuencia de la investigación solicitada por el embajador Bruce, el Departamento de Estado elaboró un memorándum secreto, el 25 de enero de 1949, en el cual documentaba treinta y tres casos de discriminación de la ECA en contra de la Argentina. Estos significaban pérdidas en dólares y otras monedas europeas, incluso fuera del área del Plan Marshall. Asimismo, se conoció que la ECA había organizado una combinación de países europeos para obligar a la Argentina a hacer concesiones. Obviamente, todo esto colocó a la Argentina en una posición muy desfavorable frente al mercado internacional. Sin embargo, a pesar de la acción desplegada por el Departamento de Estado, un memorándum del 22 de marzo de 1949 informaba de nuevas discriminaciones, si bien señalaba una mejora en la situación. Reconocía que la discriminación de la ECA durante 1948 había acrecentado la falta de dólares e incentivado la precaria situación económica de la Argentina. Howard H. Tewksbery, jefe de la división de los Asuntos del Río de la Plata, admitió que la situación podría producir una catástrofe. (2)

NOTAS

Carlos Escudé, “El boicot norteamericano a la Argentina en la década del 40", Conflictos y procesos de la Historia Argentina Contemporánea, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, agosto de 1988, pp. 12-14. La descripción más detallada del boicot, basada en fuentes norteamericanas y británicas, se halla en C. Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina..., op. cit., pp. 253-303.

La “Export Policy I” de Estados Unidos se encuentra en FRUS, 1945, IX, 526-599. El memorándum sobre la política de la ECA hacia la Argentina (25 de enero de 1949; EW 840, 50 Recovery/1-2549, Dep. de Estado, NA) es un documento extraordinariamente significativo que deja muy pocas dudas con respecto a la obstrucción del comercio y las finanzas argentinas llevadas a cabo por la ECA. El otro memorándum mencionado se encuentra en 835.50/3-2249. Finalmente, la carta de Tewksbury al embajador Bruce se puede consultar en FRUS, 1949, II, 478-480
 

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La “irracionalidad” argentina frente a la Segunda Guerra Mundial

El análisis retrospectivo de las distintas etapas en la posición argentina frente a la Segunda Guerra Mundial nos presenta una manifiesta irracionalidad desde el punto de vista del balance de costos y beneficios, para la Argentina, de las políticas exteriores aplicadas. El enigma de esta ausencia en el proceso de toma de decisiones parece hallarse en algunas características sui generis del complejo Estado/sociedad civil argentino, en virtud de las cuales, a medida que las perjudiciales sanciones norteamericanas contra la Argentina tenían lugar, la opinión pública y la de los grupos más influyentes parecían alejarse de la proclividad a asociarse con Estados Unidos, alienando a los grupos aliadófilos y democráticos de la sociedad argentina. (1)

Dicha evolución fue paradójicamente autodestructiva, no sólo por el desenlace de la guerra, ya previsible desde 1943, sino porque el interés material argentino estaba ligado a la economía de Gran Bretaña, uno de los países aliados. Por cierto, no es suficiente para explicar dicho fenómeno la identificación de los factores que en la cultura política argentina valoran en más la “dignidad” y el “orgullo” nacional que las pérdidas o ganancias materiales. Tampoco es suficiente comprobar una tendencia a sobrevalorar el poderío argentino, que consideraba que el país podría soportar las sanciones norteamericanas, compensar las pérdidas, y enfrentar un mundo de posguerra regido por potencias poco amistosas. Además de estos factores, tienen que haber existido en el espacio cultural político argentino elementos
marcadamente autoritarios, militaristas y antiliberales, afines a los fascismos europeos, que permitieran aceptar el alejamiento de los aliados. Todos estos elementos presentes en la cultura argentina, interactuando y alimentándose entre sí, generaron una irracionalidad tal que llevó a alejarse cada vez más de la alianza triunfadora.
Un estudio de los contenidos educativos, desde comienzos hasta mediados del siglo XX, muestra que la población era adoctrinada en el dogma de la superioridad nacional argentina. Consecuentemente, la población argentina de la época de la Segunda Guerra Mundial había sido formada en la idea de que la Argentina tenía gran importancia, no podía ser aislada fácilmente, y por lo tanto no eran de temer las sanciones de las grandes potencias. De los contenidos educativos establecidos y de las pautas dadas como guía a seguir por los maestros, aparece claramente que la cultura oficial argentina no sólo no era incompatible con el fascismo europeo, sino que se hallaba más cerca de éste que de la democracia liberal. Los documentos redactados para el sistema educativo argentino, entre 1930 y 1950, nos muestran la presencia de tres factores: a) un claro sobredimensionamiento del poder argentino y de la importancia del país frente al mundo; b) un mito de destino manifiesto argentino, y c) una ideología autoritaria y nacionalista, más parecida a la de las dictaduras fascistas que a la de las democracias occidentales.
Con un sustrato cultural semejante, no parece extraño que tanto los gobernantes argentinos como la opinión pública no comprendieran que, ante la derrota del Eje, la Argentina iba a quedar descolocada en el orden mundial, al ser percibida como decididamente antinorteamericana; y que ese resultado generaría costos muy altos al país. La vigencia de los rasgos culturales descritos permitía creer que la Argentina era lo bastante importante y poderosa como para sobrellevar las sanciones con “dignidad”, y que su “destino de grandeza” estaba resguardado, siempre que no se rindiera ante las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos. Una vez iniciado el proceso diplomático de agravios mutuos en 1940, durante el gobierno de Ortiz, el condicionamiento cultural prevaleció sobre el interés económico, y la política exterior apuntó paradójicamente a acercarse al Eje, a medida que los aliados estaban más cerca de ganar la guerra. Ante el fenómeno, no puede sino observarse que esta dirección era compatible con la ideología que, desde el Estado, se había impuesto en la Argentina durante décadas.

NOTA

Véase Carlos Escudé, “Un enigma: la “irracionalidad” argentina frente a la Segunda Guerra Mundial”, E.I.A.L., vol. 6, Nº2, 1995.
 

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Y una correción a Escude: Ortiz , que era pro aliado debio retirarse del gobierno por su ceguera, causada por la diabetis que padecia.Eso fue en Julio de 1941-El distanciamiento comienza bajo Ramon Castillo...
 

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El caso de Brasil

Según Stanley Hilton, la imagen de una Argentina agresiva y expansionista fue una constante de la historia brasileña durante muchos años. Hasta 1930 en Brasil se creía que la Argentina, en busca de su supremacía continental, buscaba aislar a su vecino como una isla luso-africana en medio de un archipiélago hispano-americano. Los presupuestos militares argentinos de los años ‘20 generaron ansiedad en Río de Janeiro. Durante la Primera Guerra Mundial y la guerra del Chaco, la posibilidad de guerra entre los dos países fue un tema permanente en la discusión estratégica brasileña. Según los brasileños, a juzgar por el papel desempeñado por la Argentina en la guerra del Chaco, el objetivo era aislar a Brasil. Se creía que la Argentina quería reconstruir el virreinato del Río de la Plata. En 1938, el general Pedro de Góes Monteiro volvió de la Argentina convencido de que existía el peligro de un ataque por parte de la Argentina. (1)
La Segunda Guerra Mundial trajo nuevas tensiones debido a la posición neutralista de la Argentina. Hubo asimismo preocupación por el crecimiento del nacionalismo en este país. El canciller Oswaldo Aranha temía más un ataque argentino por el sur que la amenaza nazi en el noreste. El establecimiento del régimen de 1943 en la Argentina aumentó los temores, dado que éste propiciaba abiertamente un bloque de naciones con ideas semejantes para aislar a Brasil y combatir la influencia de Estados Unidos. Nuevamente aparecía la idea de reconstruir el virreinato. En la posguerra, la conducta externa de la Argentina mantendría la inquietud. Perón mantuvo alto el presupuesto de las fuerzas armadas y buscó promover vínculos con Bolivia y Paraguay. La expansión del sistema ferroviario y carretero en Brasil a comienzos de los años ‘50 respondió a la percepción de amenaza peronista, aunque a la caída de Perón la desconfianza hacia las intenciones argentinas no desapareció.
La estrategia de Brasil hacia la Argentina fue implementar una acción de contención y establecer una relación especial con Washington. La primera consistió en mantener oficialmente una relación de cordialidad y contactos económicos bilaterales. Las buenas relaciones diplomáticas se cultivaron, realizándose visitas recíprocas de varios presidentes, pero siempre tomando precauciones en el aspecto militar. Brasil reconoció al gobierno argentino de 1943 y apoyó a la Argentina para que volviera al sistema interamericano, disintiendo en esto con Estados Unidos. A partir de 1930 se promovió el comercio entre ambos países. La Argentina constituía un buen mercado para los productos brasileños, pero era renuente a comprar por temor a permitir un gran crecimiento de su rival.
Respecto de la relación especial con Estados Unidos, éste era visto como fuente de asistencia militar y económica por Brasil, cuya contrapartida sería la intercesión del último en favor de Washington en Sudamérica. Quedaba sobrentendido el hecho de que Brasil y América hispánica eran antagonistas. Brasil y Estados Unidos se percibían a sí mismos aislados en el continente, y Estados Unidos podría fortalecer la posición de Brasil hacia la Argentina. En 1944, según el Departamento de Estado, Brasil buscaba alinear a Estados Unidos no contra el régimen “pro-nazi” de la Argentina, sino contra la Argentina misma.
La relación Estados Unidos-Brasil fue particularmente objeto de discusión académica. Hilton refuta la tesis de Frank McCann de que la política de Roosevelt apuntaba a establecer la hegemonía económica y política sobre Brasil. Asimismo aquél está en desacuerdo con la aseveración de McCann de que Washington jugara un doble juego con Río -buscando la dominación de Brasil al mismo tiempo que formulaba el programa de asistencia militar de posguerra reduciendo o eliminando la importancia de Brasil-. Por el contrario, Hilton afirma que los líderes brasileños desarrollaron un oportunismo maquiavélico, logrando explotar la condición geográfica de Brasil para obtener concesiones económicas, militares y políticas de Washington. En su opinión, la administración de Roosevelt nunca desarrolló ningún programa para establecer control económico, político o militar sobre el país sudamericano. (2)
Por cierto, ya fuera motivado por la búsqueda de hegemonía en el continente o simplemente por la importancia estratégica que atribuía a Brasil -muy aumentada durante la Segunda Guerra Mundial-, Estados Unidos proporcionó una enorme ayuda al país sudamericano. Incluso el gobierno norteamericano desestimó hechos perturbadores de la relación bilateral, como la pronunciada simpatía del gobierno de Vargas por la Italia fascista y las fuerzas de Franco en España, la proclamación del “Estado Novo” en 1937 o la alianza comercial con Alemania que contravenía un tratado firmado con Estados Unidos en 1935. Durante la guerra, el gobierno de Washington, ansioso por obtener la cooperación de Brasil en la defensa hemisférica, trató de incentivar la buena voluntad brasileña con la adopción de diversas medidas. En 1940, el gobierno brasileño recibía el primer préstamo para la construcción de la planta siderúrgica de Volta Redonda. A esto siguieron nuevos préstamos, transferencia de tecnología y la asignación de la primera prioridad en 1941 al proyecto del acero brasileño. Dos años más tarde, el proyecto de Volta Redonda recibía igual prioridad que las nuevas plantas siderúrgicas en Estados Unidos. También pueden mencionarse los altos precios pagados por el café brasileño. Asimismo, en 1942 el gobierno norteamericano colocó a Brasil en la misma categoría que Gran Bretaña respecto del petróleo, cubriendo todos los requerimientos de las fuerzas armadas brasileñas luego de entrar Brasil en la guerra. (3)

En la entrevista secreta mantenida entre Vargas y Roosevelt, el 28 de enero de 1943, el primero planteó claramente lo que el gobierno brasileño pretendía a cambio de su ayuda a la causa aliada. Los dos primeros puntos tenían que ver con el prestigio del país: una posición internacional más prominente y el reconocimiento de la preeminencia de Brasil en Sudamérica. Esto incluía el desarrollo de poder aéreo, naval y terrestre y el fomento de la industria pesada y de guerra. Brasil también deseaba extender sus líneas férreas y carreteras por motivos económicos y estratégicos. El presidente brasileño también expresó el deseo de ganar mayor influencia sobre Portugal y sus posesiones. La disposición de las colonias portuguesas en Africa aparecía como de vital importancia para Brasil, lo cual demostraría que las ambiciones brasileñas excedían el marco continental. (4)
Para acrecentar el status internacional de Brasil, Vargas se convenció de que debía enviar una fuerza expedicionaria al frente de batalla. A pesar de alguna oposición inicial de los generales Góes Monteiro y Eurico Dutra, el presidente sostuvo que el hecho fortalecería la posición del país en la mesa de la paz y en Sudamérica, y contrarrestaría el creciente número de las fuerzas armadas argentinas. El Departamento de Guerra norteamericano no estaba de acuerdo con la formación de dicha fuerza, principalmente porque no era necesaria para ganar la guerra. Roosevelt, aparentemente como consecuencia de sus conversaciones con Vargas, desestimó dichas objeciones, por lo cual Río habría de tener su Força Expedicionária Brasileira (FEB), y también su voz en las conversaciones que darían forma al mundo de posguerra. Estimulado por la visita de Roosevelt, por los triunfos aliados en el norte de Africa -que hacían imposible un ataque a Brasil-, y por la provisión de armamento, Vargas se dedicaría entonces a buscar la hegemonía en Sudamérica. (5)
En los meses siguientes, los presidentes de Bolivia y Paraguay fueron recibidos en Río. Se hicieron planes para la terminación de un ferrocarril desde la ciudad boliviana de Santa Cruz hasta el Mato Grosso, que daría a Bolivia salida al Atlántico. Las discusiones con Paraguay fueron semejantes, y se refirieron a la posibilidad de unir Concepción y San Pablo por ferrocarril. Mientras tanto, los paraguayos tendrían algún puerto libre en la costa brasileña. Se ofreció también a los paraguayos la posibilidad de entrenamiento en bases militares brasileñas. Al igual que había hecho la Argentina, Vargas ofreció al Paraguay condonar la deuda pendiente de la guerra de la Triple Alianza. El gobierno brasileño también intentó fortalecer al Uruguay. (6)
Toda la mencionada actividad brasileña despertó el recelo del gobierno argentino. El embajador argentino en Río, Adrián Escobar, informaba alarmado sobre el crecimiento de la fuerza aérea brasileña, y los tanques observados en un desfile militar en San Pablo. Pero más preocupante aún para el embajador fue la noticia de la entrevista de Vargas y Roosevelt. Escobar solicitó una entrevista con el canciller Aranha y pidió a éste detalles de lo conversado. El canciller brasileño respondió que todo lo hablado en la entrevista había sido hecho público, y que Brasil y Estados Unidos continuarían cooperando en el esfuerzo de guerra. Escobar preguntó si Brasil tenía intención de enviar tropas al frente de batalla. Aranha respondió que la posibilidad existía. Aranha trató de calmar a Escobar, señalando que Brasil estaba preocupado por una supuesta indiferencia de las grandes potencias hacia sus respectivos países al final de la guerra. No albergaría dudas, en cambio, si la Argentina se unía en el esfuerzo de guerra, porque se podrían apoyar mutuamente en la mesa de la paz. El canciller brasileño trataba de neutralizar la supuesta amenaza de la Argentina, haciéndola su aliada. (7)
 

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La prensa brasileña publicaba en esos días gran cantidad de historias sobre la actividad de espías nazis en la Argentina. Incluso Aranha mencionó al embajador Escobar que un sobreviviente de un submarino nazi hundido en la costa brasileña poseía un documento secreto transmitido desde Buenos Aires con información sobre el movimiento de convoyes aliados. Escobar envió una muestra de los artículos publicados a Buenos Aires, señalando que, como la prensa brasileña estaba controlada por el gobierno, dichos artículos podían ser considerados documentos oficiales. La prensa brasileña, según el embajador, aprovechaba cualquier oportunidad para mencionar a Buenos Aires como un peligroso centro de espionaje. La contrapartida de esta actividad periodística fue llevada a cabo por la prensa argentina, sobre todo los diarios pro-nazis, que trataron de sembrar la discordia entre Brasil y la Argentina. El embajador brasileño en Buenos Aires, José Rodrigues Alves, presentó su protesta al gobierno argentino por la publicación de algún artículo, con el argumento de que en la Argentina regía el estado de sitio y el gobierno podía refrenar los excesos de la prensa. (8)

El aumento de los conscriptos para el año 1943 a casi el doble de lo usual, preocupó al embajador brasileño. Lo mismo ocurrió con la noticia de que Londres ayudaría a la Argentina en fomentar su industria de defensa. En marzo, el gobierno argentino hizo público el hecho de que material militar producido en la Argentina sería exportado a Gran Bretaña. Como contrapartida, Londres ayudaría al crecimiento industrial de áreas críticas. Rodrigues Alves inmediatamente acusó a Gran Bretaña de no jugar limpio, señalando que esta medida era tomada por el temor británico a que Estados Unidos los desplazara del mercado argentino al final de la guerra. Simétricamente, las noticias del crecimiento del poder militar de Brasil producían perplejidad en los argentinos, educados en la teoría de la superioridad de la Argentina sobre Brasil. En mayo, este sentimiento se agudizó con la noticia de que Estados Unidos había impartido la orden de terminar los arreglos para la formación de la FEB. Es probable que la preocupación por el creciente poder militar de Brasil haya sido una de las causas principales del golpe militar de junio de 1943 que destituyó al presidente Castillo. (9)
Rodrigues Alves aconsejó el inmediato reconocimiento del nuevo gobierno argentino. La sugerencia encontró eco en el gobierno de Río, que no tenía ninguna intención de provocar a los gobernantes militares de la Argentina. El embajador norteamericano en Buenos Aires, Norman Armour, sostenía en cambio que la dilación del reconocimiento diplomático podría llevar al gobierno argentino a la ruptura de relaciones con el Eje. Defendiendo su punto de vista, Rodrigues Alves argüía que los países limítrofes con la Argentina debían considerar otros factores y fundamentalmente no podían correr el riesgo de disgustar al régimen militar impidiendo su admisión a la comunidad hemisférica. Finalmente, la opinión brasileña prevaleció. Un enojado Armour comunicó a su gobierno que la actitud de Brasil había provocado que Chile, Bolivia, Paraguay y probablemente Uruguay reconocieran al gobierno argentino. Brasil había sido el primero en hacerlo, y el embajador brasileño consideraba que esto había causado una impresión favorable en la Argentina. (10)

Luego de entregar al embajador norteamericano la nota que provocaría su renuncia, el canciller almirante Segundo Storni convocó inmediatamente al embajador Rodrigues Alves. El motivo era un pedido de ayuda al gobierno brasileño para reconstruir el grupo ABC. Si bien rechazaba la idea de una alianza formal para no disgustar a los países menores, Storni proponía que los tres países colaboraran más estrechamente. El canciller argentino comunicó también a su interlocutor que el gobierno argentino no estaba en condiciones de romper relaciones con el Eje. Evidentemente, ante la posibilidad de que el gobierno de Washington reaccionara adversamente frente a su carta, Storni trataba de fortalecer los lazos regionales. Al informar a su gobierno, Rodrigues Alves señalaba su decidida oposición a la coalición ABC. En su opinión un bloque de esa naturaleza sólo podía provocar preocupación en el gobierno norteamericano y en los países menores de Sudamérica. Por el contrario, el gobierno chileno fue más receptivo a la sugerencia de Storni. Dicho gobierno estaba disgustado con el gobierno boliviano, porque el último había comenzado a presionar nuevamente por su salida al mar. Estaba, por lo tanto, dispuesto a aceptar cualquier arreglo que desalentara los planes bolivianos. (11)
Rodrigues Alves conversó con el nuevo canciller Alberto Gilbert, señalándole que la permanencia de la Argentina en una posición aislada en América latina no podía ser favorable a sus intereses. Sugirió también un encuentro entre los presidentes de ambos países en Uruguayana. El embajador repitió sus ideas al presidente Ramírez, quien se mostró receptivo a la reunión con Vargas y al anuncio de la ruptura de relaciones con el Eje. La iniciativa se vio frustrada, sin embargo, provocando la renuncia de tres ministros y fortaleciendo al grupo liderado por el general Farrell y el coronel Perón. En este episodio, ocurrido en el mes de octubre, el gobierno brasileño actuaba al margen del gobierno norteamericano. El último planeaba en esa época sus severas medidas de coerción económica hacia la Argentina. El gobierno brasileño, conociendo la reacción que habrían de producir entre los argentinos, no quiso tener ninguna participación en las mismas. En ese mismo mes, Rodrigues Alves había recibido la información de que los coroneles del GOU tenían la intención de provocar un conflicto armado con los países vecinos, especialmente con Brasil. La movilización comenzaría en enero de 1944 y la Argentina podría situar en el campo de batalla más de 100.000 hombres perfectamente equipados. (12)

Rodrigues Alves trató de obtener toda la información posible sobre la situación militar argentina. El hecho de que el gobierno argentino estuviera embarcado en la producción de tanques medianos, sumado a la conocida construcción de aeropuertos y bases aéreas próximas al límite con Brasil, fue juzgado muy intranquilizador. El embajador ordenó al cónsul brasileño en Corrientes dirigirse a la zona de frontera, para evaluar el movimiento de las tropas argentinas y considerar la amenaza que éstas podían representar para el sur de Brasil. No obstante, la preocupación del embajador brasileño era simétrica con la del representante argentino en Brasil. A fines de diciembre, éste enviaba un detallado informe del agregado militar, describiendo la capacidad de las fuerzas armadas brasileñas. (13)

En esa fecha, Rodrigues Alves comunicaba a sus superiores que por el momento no era probable un ataque argentino a Brasil. Sin embargo, la noticia del golpe militar en Bolivia del 20 de diciembre de 1943, instigado por los militares argentinos, llevó al embajador brasileño a considerar la posibilidad que el movimiento pudiera expandirse a Chile, Perú y Paraguay. A esta noticia se sumó la visita del presidente paraguayo, general Higinio Moríñigo, a Buenos Aires. Rodrigues Alves informó del empeño del gobierno argentino en construir un bloque de países sudamericanos en perjuicio de Brasil. Dos semanas más tarde, el embajador comunicaba los esfuerzos del coronel Perón por sumar a Chile y Uruguay, señalando que el último no se incorporaría a los planes argentinos porque era hostil al régimen militar. (14)
La actividad del gobierno argentino en la región provocó una tremenda reacción en el gobierno norteamericano. El embajador Armour advirtió que este intento de crear un bloque de países sudamericanos era contrario a los intereses de Estados Unidos y desastroso para los esfuerzos de fomentar la solidaridad hemisférica. Inmediatamente después del golpe boliviano, el secretario de Estado Hull envió un memorándum al presidente Roosevelt señalando que existía temor en otros países sudamericanos de que la Argentina respaldara revoluciones semejantes en otras partes. Hull compartía estas preocupaciones y aconsejaba tomar medidas para apoyar a estos países. Uno de los pasos que podría tener un fuerte efecto psicológico era, en su opinión, proveer a Brasil con armamento adicional, por lo cual solicitaba al Departamento de Guerra que asignara a dicho país el material que pudiera, sin perjudicar las operaciones militares de la guerra. A su vez, el secretario del Tesoro Henry Morgenthau insistió en la aplicación de severas sanciones económicas, y el jefe de inteligencia militar, George Strong, trató de demostrar que el régimen argentino estaba parcialmente controlado por Berlín. Probablemente como consecuencia de estas presiones, el presidente Roosevelt decidió darle curso a la propuesta de Hull. Las medidas consistirían no sólo en enviar más armas a Río, sino también instructores adicionales, “de manera de proveer a Brasil de una fuerza de combate efectiva cerca de la frontera con la Argentina equivalente a dos o tres divisiones de regimientos motorizados”. (15)
Era evidente entonces que el gobierno de Roosevelt estaba decidido a emplear mano dura con el régimen argentino. De aquí en adelante, Brasil no recibiría sólo ayuda a los efectos de la guerra sino también para hacer frente a su rival. El equilibrio de poder en Sudamérica dejó de interesar en absoluto al gobierno norteamericano. Quedó además en manos de Brasil la capacidad de sacar provecho del deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina. El presidente Vargas inmediatamente ordenó a su embajador en Washington actuar con rapidez para obtener nuevas entregas de equipo militar. Incluso el embajador trató de evitar -aunque éste fuera remoto- un mejoramiento en las relaciones argentino-norteamericanas, luego de que la Argentina rompiera relaciones con el Eje en enero de 1944, porque esto implicaba que su rival podía recibir ayuda militar por el sistema de préstamo y arriendo. (16)
Mientras tanto la actividad militar seguía creciendo a cada lado de la frontera argentino-brasileña, aunque el gobierno de uno y otro país trataban de convencer al otro de que las intenciones eran de mantener la paz. El informe del cónsul brasileño en Corrientes mencionaba las construcciones militares y la concentración de tropas, especialmente a lo largo del río Uruguay, lo cual llevó al embajador Rodrigues Alves a entrevistar al canciller argentino. Gilbert señaló al embajador que el presidente Ramírez sólo estaba dotando de capacidad normal a un ejército deficiente, y que las intenciones del gobierno eran mantener relaciones amistosas con los países vecinos, especialmente con Brasil. (17)
Asimismo, el canciller Oswaldo Aranha intentó demostrar una actitud amistosa, convocando a un miembro de la embajada argentina en Río para decirle que el gobierno brasileño había decidido desterrar su preocupación por la defensa de los estados sureños. El mayor peligro, según Aranha, residía en el noreste, región que podía ser atacada desde Europa. El canciller lamentaba que los argentinos no comprendieran este cambio en la política de Brasil y continuaran enviando nuevas divisiones a la frontera, cuando el gobierno brasileño estaba retirando tropas de ese lugar para asignarlas a la fuerza expedicionaria a Europa. Asimismo, Aranha aseguró que Brasil no tenía intenciones de enfrentar a la Argentina. No obstante, información obtenida por el agregado militar argentino, coronel Moisés Rodrigo, desmentía lo expresado por el canciller brasileño. En primer lugar, se había producido un notorio incremento en las fuerzas brasileñas establecidas en la frontera, y en el segundo, se había confirmado la presencia de asesores militares norteamericanos en dicha zona. (18)
Producido el recambio de Ramírez por el general Edelmiro Farrell dentro del régimen militar argentino, el gobierno de Estados Unidos presionó a los demás países americanos para que no reconocieran al nuevo gobierno argentino. Brasil, que en el caso anterior de Ramírez se había apresurado a otorgar el reconocimiento, esta vez decidió esperar. No obstante, el gobierno y los militares brasileños continuaron albergando una gran preocupación respecto de la situación con la Argentina, y ante lo incierto de la misma, consideraron que no tenían otra alternativa que mantenerse cerca de Estados Unidos. Ante la actividad militar desplegada por el coronel Perón, ahora ministro de guerra, el general Góes Monteiro llegó al extremo de aconsejar el traslado de la fuerza expedicionaria -lista para embarcar con destino a Italia- hacia la frontera con la Argentina. Asimismo aconsejaba construir bases aéreas, navales y militares en los estados del sur. El general señalaba que Brasil debía asegurar su supremacía en Sudamérica, pues el liderazgo continental de la Argentina era contrario a los intereses vitales de su país. (19)
A medida que las tres divisiones de la FEB alcanzaban su máximo entrenamiento en 1944, Perón aumentaba el gasto militar, el número de soldados llamados a cumplir con el servicio militar, y, consecuentemente, ampliaba el cuerpo de oficiales en un 25%. No obstante, el embajador Rodrigues Alves comunicaba en sus informes que Perón confesaba admiración por el presidente Vargas y que el ministro comprendía la superioridad militar de Brasil debido a su participación en la guerra. Quizá bien impresionado por las declaraciones de Perón, el embajador aconsejaba reconocer al nuevo gobierno argentino. El canciller Aranha concordaba con esto, y no estaba dispuesto a acompañar al gobierno norteamericano en la imposición de sanciones a la Argentina, lo cual perjudicaría el comercio brasileño-argentino y podría provocar un ataque por parte de Perón cuando las mejores tropas estaban por dejar el país. Así, aunque oficialmente declaraba apoyar la política norteamericana hacia la Argentina, el gobierno brasileño comenzó a distanciarse de ésta. (20)
Luego de la muerte del embajador Rodrigues Alves en mayo de 1944 en Buenos Aires, el presidente Vargas mantuvo contacto extra-oficial con el gobierno militar argentino, a través de un periodista brasileño, Caio Julio César Vieira. Este conversó frecuentemente con Perón y con el nuevo canciller, general Orlando Peluffo. Perón afirmó a Vieira que la unidad de la Argentina y Brasil era necesaria para mantener la armonía en el hemisferio. También señaló que el presidente Vargas debía comprender que el único objeto del rearme argentino era mantener la paridad con Brasil, a fin de preservar el equilibrio en Sudamérica. (21)
A comienzos de septiembre de 1944, Vieira fue invitado por el gobierno argentino a realizar un viaje por las guarniciones militares en la frontera con Brasil. Su percepción de que el ejército argentino estaba veinte años atrasado respecto del de Brasil no dejaba de ser significativa, dado el temor que su gobierno había evidenciado hacia la capacidad militar de la Argentina en los últimos años. De todos modos, Vieira consideraba que la Argentina podía alcanzar la paridad en dos años con la provisión de armas por parte de Gran Bretaña. (22)
Lo cierto fue que la posición tanto de Brasil como de la Argentina durante la guerra - participante activo de la misma y aliado a Estados Unidos el primero, neutralista y prácticamente aislado en el continente el segundo- generó en ambos gobiernos un temor casi paranoico a un ataque por parte del otro. El gobierno brasileño pareció percibir una amenaza en la actividad a nivel regional de la Argentina y tal vez pudo temer algún entendimiento de grupos germanófilos argentinos con la población alemana del sur de Brasil. No obstante, pareció no evaluar correctamente la magnitud de la ayuda militar que recibía de Estados Unidos, que tendría que haber colaborado en desterrar la preocupación por su rival. El hecho de que toda la preparación militar estuviera enfocada a la guerra en Europa, y que, embarcada la fuerza expedicionaria, el país quedara desprotegido puede explicar en parte la preocupación brasileña. El punto de vista del gobierno argentino es más comprensible. La provisión de armas y equipamiento militar que Estados Unidos destinaba a Brasil, sumado a que la Argentina no podía acceder al programa de préstamo y arriendo norteamericano, mostraba claramente a los militares argentinos la rápida pérdida de su supremacía militar en la región y el desequilibrio en favor de Brasil. Aunque el gobierno brasileño intentaba demostrar que sus intenciones eran pacíficas, su alianza con Estados Unidos, las campañas periodísticas en contra de la Argentina en Brasil y, sobre todo, la construcción de bases aéreas cercanas a la frontera con la Argentina -desde donde era posible un ataque a Buenos Aires- fueron percibidas del lado argentino como una amenaza.
Por otra parte, es importante mencionar la conclusión del trabajo de Gary Frank, que señala que la ayuda militar norteamericana a Brasil se incrementó notablemente en un momento de la evolución de la guerra en que dejaba de ser necesaria. A comienzos de 1944, la provisión de armas a Brasil por parte del gobierno de Estados Unidos estaba claramente apuntada a romper el equilibrio sudamericano en favor de Brasil. Asimismo, McCann menciona que la política norteamericana hacia Brasil en 1944 y 1945 tuvo como principal objetivo asegurar la superioridad militar de Brasil sobre la Argentina, a fin de permitir al presidente Roosevelt tratar de manera enérgica al último país. (23)
Por su actuación en la causa aliada, los funcionarios brasileños consideraron que su país tenía derecho a recibir de Estados Unidos un trato diferente al resto de los países latinoamericanos en la posguerra. Este pensamiento, sin embargo, difería con la política de estandarización de armas y entrenamiento sustentada por el Departamento de Guerra norteamericano para todo el continente. Una alianza norteamericano-brasileña, por la cual Brasil fuera transformado en un poder dominante en la región, habría producido una reacción de los países hispanoamericanos y la creación de un bloque opuesto a Estados Unidos y a Brasil, por lo cual fue desaconsejada. Tampoco logró Brasil su objetivo de obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Según McCann, Brasil se benefició de su alianza con Estados Unidos, pero también pagó un precio. Muchos brasileños consideraron que su esfuerzo no fue retribuido adecuadamente. (24)

NOTAS


Stanley E. Hilton, “The Argentine Factor in Twentieth-Century Brazilian Foreign Policy Strategy”, Political Science Quarterly, Vol. 100, Nº 1, Spring 1985. Cabe aclarar que las hipótesis alarmistas del general Góes Monteiro se mantuvieron hasta el final de la guerra y a pesar de la ayuda militar recibida por su país de Estados Unidos.

Frank D. McCann, Jr., The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton, 1973, cit. en Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy and the Washington-Rio de Janeiro ‘Axis’ during the World War II Era”, Hispanic American Historical Review, Vol. 59, Nº 2, 1979, pp. 201-202.

S.E. Hilton, “Brazilian Diplomacy...”, op. cit., pp. 204-205 y 211-212.

Gary Frank, Struggle for Hegemony in South America: Argentina, Brazil, and the United States during the Second World War, Univ. of Miami, 1979, p. 36 y 99; Frank D. McCann, “Brazil, the United States, and World War II: A Commentary”, Diplomatic History, Vol. 3, Nº 1, Winter 1979, pp. 70-71. McCann aclara que pocos documentos norteamericanos se refieren a una alianza norteamericano-brasileña de asistencia mutua en el sentido que constantemente lo hacen los documentos brasileños. Incluso, la preeminencia de Brasil en América latina no fue ampliamente reconocida en Estados Unidos. Ibid., p. 71.

G. Frank, op. cit., pp. 37-38.

Ibid., p. 38.

AMFA, 20 Jan. 1943, Exp. 4, Tomo V, Folios 25 y 31; AMFA, 29 Jan. 1943, Exp. 1, Tomo 5, Folios 42-44 y 84-86, cit. en ibid., pp. 38-39.

AMFA, 29 Jan. 1943, Exp. 1, Tomo 5, Folios 84-86 y 89-90; AMFA, 3, 4 and 5 Feb. 1943, Exp. 4, Tomo 4, Folios 17-20, cit. en ibid., pp. 40-41.

G.V. 43.02.17, R A to Vargas; G.V. 43.03.03/2, RA to Vargas; Ruth and Leonard Greenup, Revolution Before Breakfast: Argentina 1941-1946, Chapel Hill, Univ. of North Carolina Press, 1947, pp. 81-82; G.V. 43.06.02/1, cit. en ibid., pp. 42, 48 y 49-50.

G.V. 43.06.15, RA to Vargas; FRUS, 1943, 376, cit. en ibid., pp. 50-51.

G.V. 43.08.10/2, RA to Vargas, cit. en ibid., pp. 56 y 104, n. 14.

G.V. 43.10.20.1, RA to Vargas, cit. en ibid., pp. 58-59.

G.V. 43.12.14; AMFA, Exp. 1, Tomo II, Folios 1, 2, and 3, Rodrigo to Gilbert, cit. en ibid., pp. 62-63.

G.V. 43.07.29; G.V. 43.12.21, RA to Vargas; G.V. 43.12.27, RA to Vargas, cit. en ibid., pp. 63-64.

C. Hull, The Memoirs of Cordell Hull, New York, Macmillian, 1948, pp. 1390-1391, cit. en ibid., p. 65; G.V. 43.12.27, RA to Vargas; FRUS, 1943, 465; J.M. Blum, From the Morgenthau Diaries, Years of War: 1941-1945, Vol. 3, Boston, Houghton Mifflin, 1967, pp. 199-201, cit. en ibid., pp. 63-65. El memo de Hull fue despachado el 8 de enero de 1944 y la respuesta de Roosevelt tenía fecha 12 de enero.

G.V. 44.01, Vargas to Martins; Papers of Cordell Hull, Manuscript Div., Library of Congress, 3 Jan. and 27 Jan. 1944, 3 Feb. 1944, cit. en ibid., pp. 65-66.

Papers of Cordell Hull, Manuscript Div., Library of Congress, 3 Jan. 1944, cit. en ibid., p. 67. Por una conversación con su colega, el embajador chileno Conrado Ríos Gallardo, Rodrigues Alves obtuvo una curiosa información. Perón había solicitado una entrevista con el agregado militar de la embajada chilena, coronel Urizar, revelando en el curso de la misma que el gobierno argentino había mantenido una extensa red de inteligencia en Brasil y en Chile. El mismo Perón había sido parte de ella, y el objetivo había sido terminar con el espionaje brasileño y chileno en la Argentina. No obstante, Perón hizo saber al coronel Urízar que el gobierno militar había abandonado completamente dichas operaciones. También le aseguró que se deseaban buenas relaciones con Chile y Brasil. Idem supra, cit. en ibid., pp. 67-68.

AMFA, Exp. 4, Tomo 6, Folios 291-294, Migone to Gilbert; Idem, Folio 273, cit. en ibid., p. 68. En ese momento también estaba asignada una partida de tanques livianos y medianos con destino a los estados sureños, que los argentinos todavía no conocían. G.V. 44.01.30, cit. en ibid., p. 107, n. 40.

G.V. 44.03.08/1, Góes Monteiro to Aranha, G.V. 44.03.13/1 and 44.03.08/1, Góes Monteiro to Aranha, cit. en ibid., pp. 72-73.

G.V. 44.03.24/2, cit. en ibid., pp. 108, n. 13, 73-74 y 78.

G.V. 44.07.25/5, Vieira to Vargas, cit. en ibid., pp. 79-80.

G.V. 44.09.22, Vieira to Vargas; G.V. 44.09.04, Vieira to Vargas, cit. en ibid., pp. 82-83.

Ibid., p. 87; Frank D. McCann, “Brazil, the United States, and...”, op. cit., p. 74.

Frank D. McCann, “Critique of Stanley E. Hilton’s ‘Brazilian Diplomacy and the Washington-Rio de Janeiro «Axis» during the World War Era’ ”, Hispanic American Historical Review, Vol. 59, Nº 4, 1979, pp. 695 y 700; también F.D. McCann, “Brazil, the United States, and...”, op. cit., p. 76.
 

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Otra correción, menor pero para mi importante: Escude habla de la exportacion de armas argentinas a Inglaterra-esta consitia en pistolas Ballester Molina cal. 11,25 m, municiones de varios calibres etc. Ballester Molina era una planta que netro en actividad como fabroca en la decada de 1930..
 

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Capítulo 6: La tercera posición de la era peronista (1946-1955)

Introducción

En febrero de 1946 el coronel (R) Juan Domingo Perón triunfaba en la elección para presidente en comicios limpios sobre la coalición opositora, la Unión Democrática, que había congregado a todo el espectro de los partidos tradicionales de la Argentina, es decir radicales, socialistas, demócratas progresistas y comunistas, con el apoyo de los conservadores. Llegaba pues con un enorme apoyo popular, pero no tendría la colaboración de fuerzas políticas que tuvieran experiencia de gobierno. Debió por lo tanto encarar la acción política con hombres nuevos. La filosofía nacionalista, junto con sus simpatías hacia Italia y Alemania, que había sido su guía en los días en que organizaba el GOU para preparar el golpe de estado de 1943 debía ser repensada. El Eje había perdido la guerra y el gobierno militar de Farrell-Perón se había visto obligado a cumplir con una serie de requisitos dispuestos por la Conferencia de Chapultepec para poner fin a su aislamiento internacional, entre ellos declarar la guerra a las potencias del Eje y dar los pasos para eliminar la influencia de éstas en su territorio. En la Conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco, luego de arduas negociaciones la Argentina había logrado ser aceptada como miembro del nuevo organismo internacional.
Pero a pesar de los acuerdos logrados en las mencionadas conferencias, el año de 1945, como se ha visto en un capítulo anterior, fue sumamente conflictivo en las relaciones con Estados Unidos. Una vez adoptada la Carta de las Naciones Unidas, los estados americanos comenzaron a poner en marcha los planes que se habían aprobado en la Conferencia de Chapultepec: la suscripción de un pacto defensivo y el borrador de una carta para el sistema interamericano, considerando en ambos casos las obligaciones contraídas como miembros del nuevo organismo mundial. Para negociar el tratado de defensa, se dispuso que en octubre se reuniría una conferencia en Río de Janeiro. Sin embargo, a dos semanas de su iniciación, Estados Unidos pidió su aplazamiento, debido a nuevos problemas con la Argentina. El gobierno de Harry S. Truman acusó a la Argentina de no cumplir con sus obligaciones internacionales y declaró abiertamente que Estados Unidos no se vincularía con el régimen argentino en el tratado de asistencia militar que debía negociarse. Propuso en cambio que el tratado se negociara por consultas diplomáticas bilaterales entre Estados Unidos y los demás países latinoamericanos, posición que concitó una fuerte oposición. (1)
Hasta agosto de 1945, Spruille Braden había sido el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires. En pocos meses había tratado de fortalecer la oposición al régimen Farrell-Perón, llevando a cabo una ostentosa campaña en contra del gobierno argentino que constituyó una abierta intervención en los asuntos internos del país. Sin embargo, su vuelta a Washington no se debió a un llamado de atención sino a una promoción en su carrera, pues fue designado secretario asistente de Estado para Asuntos Latinoamericanos. El secretario de Estado, James F. Byrnes, declaró que su designación era “un reconocimiento a su fiel interpretación de la política de este gobierno en sus relaciones con el actual gobierno de Argentina”. Su deber sería “cuidar que la política que apoyó tan valerosamente en la Argentina continúe con valor indeclinable”. (2) De este modo, el gobierno norteamericano daba un claro respaldo a las actividades de Braden en la Argentina, lo cual implicaba que vería como deseable un cambio de gobierno en este país.
No obstante, y a pesar de todas las presiones en su contra, principalmente la publicación del Libro Azul por el Departamento de Estado en febrero de 1946, Perón resultó electo. Esto cambiaba radicalmente las cosas en la relación bilateral. En adelante, el gobierno argentino podía esgrimir su legitimidad de origen, a la vez que su par norteamericano no tendría otro camino que avenirse a tratar con aquél. De todos modos, para el gobierno argentino la recomposición de las relaciones no sería tarea fácil en tanto Byrnes y Braden permanecieran en sus cargos en el Departamento de Estado.
Por otro lado, el contexto de la mala relación con Estados Unidos era muy poco funcional para la Argentina en el mundo que se gestaba en la posguerra. A fines de 1945 se hizo evidente que los lazos que habían unido al gobierno norteamericano y al gobierno soviético en tiempos de guerra ya no existían. El presidente Truman, casi inexperto en cuestiones internacionales, trataba de encontrar el mejor camino. A su vez, Stalin declaraba que el comunismo y el capitalismo eran incompatibles y que la paz sólo sería posible si el primero reemplazaba al segundo. La opinión pública norteamericana recibió sus palabras como un llamado a la confrontación. Winston Churchill replicó con su conocido discurso de la “cortina de hierro” en Fulton, Missouri, donde señaló que los rusos no deseaban la guerra sino los frutos de la misma y la expansión sin límites de su poder y sus doctrinas. La respuesta adecuada, en opinión del Churchill era una exhibición de fuerza militar. (3)
En marzo de 1947, en su mensaje al Congreso, el presidente Truman advirtió que Estados Unidos no alcanzaría sus objetivos a menos que estuviera dispuesto a “ayudar a los pueblos libres a mantener sus instituciones libres y su integridad nacional”. Esto significaba reconocer que “los regímenes totalitarios impuestos sobre pueblos libres mediante agresiones directas o indirectas, socavan los fundamentos de la paz internacional y en consecuencia la seguridad de los Estados Unidos”. (4) El presidente norteamericano enunciaba así la Doctrina Truman, por la cual la seguridad de Estados Unidos, el principio de mayor importancia de su política exterior, se fundaba en la paz internacional y dependía de la seguridad de países menores, como era en ese momento el caso de Grecia y Turquía. Así, la seguridad de cada estado resultaba de suma importancia para la seguridad de todo el sistema. (5)
Pero la declaración del presidente norteamericano implicaba mucho más que un simple universalismo, pues la amenaza a la seguridad internacional se definía en relación a los regímenes internos de otros estados. De esta manera, la naturaleza de los sistemas políticos y económicos, es decir los asuntos internos de otros países, se transformaban en parte esencial del orden internacional. La intervención se consideraría legítima para preservar esa concepción del mencionado orden.
El presidente consideraba que la ayuda a otorgar debía ser fundamentalmente económica y financiera. Esta estaba además subordinada al establecimiento de un orden económico internacional basado en la reducción de tarifas para alcanzar el comercio libre. Para evitar una crisis como la sufrida en la década de 1930, se percibía como deseable la erección de una estructura estable de los asuntos monetarios internacionales. Esto daría origen a un conjunto de instituciones, que pretendieron fundar las bases de un orden económico internacional estable, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, llamado luego Banco Mundial) y el General Agreement on Tariffs and Trade (GATT). En este aspecto, la Doctrina Truman insinuaba que la aplicación de la política de seguridad podía llegar a no considerar los asuntos económicos y políticos como ámbitos separados.
A su vez, América latina había surgido de la guerra más dependiente del comercio, el capital y la ayuda militar norteamericana que nunca antes. Desbaratado en gran medida el tradicional comercio con Europa, los países latinoamericanos no habían tenido otra alternativa que acudir a Estados Unidos para la provisión de bienes manufacturados. Pero las economías latinoamericanas no podían solventar estas adquisiciones si no vendían sus productos, y pocos de éstos eran necesarios a Estados Unidos. A ello se sumaba que la aumentada producción de materiales estratégicos, incentivada por Estados Unidos en los países latinoamericanos durante la contienda, también debía ser detenida. Incluso estaba presente el hecho de que, por medio del comercio estatal, los norteamericanos habían adquirido productos en América latina a precios inferiores a los del mercado y ahora, ganado el conflicto, pretendían imponer el comercio libre. La consecuencia de esto fue muy grave para América latina. Los precios de las materias primas se derribaron, en tanto los costos de las importaciones de manufacturas aumentaron, a tal punto que el desfase llevó a algunos países al borde de la bancarrota. Por todo esto, la prédica en favor del libre comercio no era bien recibida en la región. (6)
En este marco contextual, el presidente Perón asumía la presidencia. No es difícil percibir que además del trasfondo conflictivo que existía con el gobierno norteamericano, las ideas nacionalistas, estatistas, de autarquía económica, de preferencia por el bilateralismo, de equidistancia frente a los nuevos polos de poder mundiales y de liderazgo regional del presidente argentino eran inconciliables con la concepción del sistema internacional que estaban gestando los principales funcionarios en Washington. Es decir que, aunque los miembros del gobierno norteamericano hubieran decidido olvidar lo ocurrido con la Argentina durante la guerra, todas estas cuestiones necesariamente anunciaban nuevas dificultades en la relación bilateral. Con todo, el relativo poder económico con que la Argentina emergió de la guerra le permitiría al gobierno peronista tratar de imponer su proyecto en los primeros años de gestión.

NOTAS
Gordon Connell-Smith, Los Estados Unidos y la América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, pp. 222-223.

Department of State Bulletin, XIII/322, 1945, p. 291, cit. en ibid., p. 223.

James A. Nathan y James K. Oliver, Efectos de la política exterior norteamericana en el orden mundial, Buenos Aires, GEL, 1991, p. 61.

H. Truman, “The Truman Doctrine: Special Message to the Congress on Greece and Turkey, March 12, 1947”, Public Papers of the Presidents of the United States, Harry S. Truman, 1947, Washington, Government Printing Office, 1948, p. 178, cit. en J.A. Nathan y J.K. Oliver, op. cit., p. 67.

Véase J.A. Nathan y J.K. Oliver, op. cit., pp. 67-70. También John Lewis Gaddis, Estrategias de la contención, Buenos Aires, GEL, 1989, capítulos II y III.

Robert A. Pollard, La seguridad económica y los orígenes de la Guerra Frïa, Buenos Aires, GEL, 1990, p. 202.
 

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Los límites de una política exterior independiente (1946-1952)

Perón asumió la presidencia convencido de que podía poner en práctica una política exterior equidistante de los dos polos de poder que se perfilaban en el escenario mundial. En abril de 1946 había arribado a Buenos Aires una misión comercial soviética, encabezada por Konstantin Shevelev, que, proclamando la complementariedad argentino-soviética, negoció la firma de un tratado comercial y la compra de algunos productos como lana y lino. El 15 de mayo la misión mantuvo una entrevista con el presidente electo. Las actividades de los soviéticos tuvieron repercusión en Estados Unidos y Gran Bretaña, donde se consideraba que éstos podían llegar a ser competidores en la compra de algunos productos, hecho que por cierto los argentinos observaron como favorable. Posteriormente, el 6 de junio de 1946, dos días después de haber asumido la presidencia, el presidente Perón anunciaba el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y la Argentina. El embajador soviético, Mikhail Sergeiev, un diplomático capaz que había estado anteriormente destinado en Bélgica, llegó a Buenos Aires el 31 de agosto de 1946. (1)
La percepción de la embajada norteamericana en Buenos Aires era que los soviéticos estarían preparados para proveer a la Argentina aviones y camiones alemanes, a cambio de lo cual solicitarían concesiones pesqueras en el Atlántico sur. Los rusos estarían asimismo dispuestos a apoyar los reclamos argentinos por las Malvinas. No obstante, las negociaciones comerciales argentino- soviéticas, iniciadas en abril de 1946, se extenderían durante casi un año, pero sin resultados positivos. Los soviéticos tenían interés en la firma de un tratado comercial, pero su propuesta no resultaba aceptable para Perón y su canciller Atilio Bramuglia. El presidente no quería dar al tratado la trascendencia y publicidad que pretendían los soviéticos, por temor a que contribuyera a fomentar el comunismo en el continente, prefiriendo mantener relaciones comerciales en base a gestiones periódicas. Hacia fines de año, los soviéticos se mostraban desencantados con el nuevo presidente, a tal punto que consideraban disminuir el personal diplomático destinado en la Argentina. (2)
En octubre de 1947, las conversaciones se reiniciaron, sin el objetivo de un tratado y sobre la base del intercambio de granos y aceites industriales por maquinarias, vías férreas y equipos militares. Según la embajada norteamericana, el gobierno de Perón tenía la intención de utilizar estas negociaciones para mejorar su posición en las gestiones con Estados Unidos y Gran Bretaña. Aparentemente, el gobierno norteamericano no demostró tener inconvenientes ante el comercio argentino-soviético. En enero de 1949, Perón informaba a dicho gobierno que la Unión Soviética ofrecía adquirir los excedentes argentinos de aceite, caseína o cueros contra pago en dólares u oro. El secretario de Estado, Dean Acheson, respondió que ni el Departamento de Estado, ni el de Agricultura, ni la Administración para la Cooperación Económica (Economic Cooperation Administration, ECA) tenían objeciones a la venta de esos productos, si bien advertía la posibilidad de que la ampliación del comercio de la Argentina con los países de Europa Oriental pudiera restar a Estados Unidos y Europa Occidental un mercado tanto de exportación como de importación. (3)
Por su parte, el gobierno argentino designó como embajador en la Unión Soviética a Federico Cantoni, radical bloquista de la provincia de San Juan, que había adherido al peronismo. Cantoni llegó a Moscú en abril de 1947. El embajador había acordado con Perón que podrían enviarse ejemplares de vacunos para promover las relaciones comerciales y obtener a cambio otros animales que pudieran ser útiles a la Argentina. Se planeaba también enviar técnicos argentinos para que observaran el desarrollo de los dos sistemas de granjas soviéticas. Sin embargo, el embajador no tuvo éxito en su gestión y pronto se encontró en un ambiente hasta cierto punto hostil. Ante las propuestas de Cantoni de comprar maderas y fibras de asbesto y de que empresas soviéticas participaran en licitaciones para la venta de material ferroviario y equipos para un elevador de granos, el viceministro J. Malik le señaló que al no haberse llegado a un acuerdo para el convenio comercial no podían considerarse ninguna compra en detalle. El gobierno soviético contemplaba operaciones en gran escala pero únicamente sobre la base del mencionado convenio. Tampoco contribuyó a la mejora de las relaciones la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en la Conferencia de Río de Janeiro en septiembre de ese año, que provocara en la prensa soviética una campaña en contra de la Argentina. Estos problemas, sumados a las trabas puestas por el gobierno soviético al desplazamiento del embajador, hicieron que éste decidiera retornar a su país. La embajada quedó al frente del encargado de negocios, Leopoldo Bravo. (4)
La apertura comercial de la Unión Soviética, luego de la Conferencia Económica de Moscú, de abril de 1952, permitiría un cambio en las estancadas relaciones argentino-soviéticas. Se produciría así un incremento de los lazos comerciales que por otro lado otorgarían al gobierno argentino la posibilidad de compensar su acercamiento con Estados Unidos producido a partir de 1953. De esta manera a partir de abril de 1953 se reiniciaron las gestiones diplomáticas y comerciales. Poco antes, a principios de febrero, el ahora embajador Leopoldo Bravo comunicaba a su gobierno que el primer ministro, José Stalin, le concedería en breve una entrevista. El 7 de ese mes, Stalin recibía a Bravo en la primera entrevista que éste acordaba al representante de un país de América latina. El primer ministro soviético expresó que su país comerciaría con la Argentina, colocando a disposición de ésta muchos de los productos mencionados en el memorándum presentado por el gobierno argentino. La Cancillería argentina juzgó el hecho como “una resonante victoria política del General Perón, que fortificaba su posición frente a los Estados Unidos de América y le permitiría, eventualmente, tratar de amistad con este último país en condiciones mucho más favorables”. (5)
A comienzos de abril, una misión argentina viajó a Moscú, para discutir la firma de un convenio comercial. A su vez, a fines de mayo, una misión soviética llegó a Buenos Aires para establecer los detalles de los productos que se comerciarían y el aspecto financiero de las operaciones. Finalmente el 5 de agosto de 1953 se firmaba en Buenos Aires el esperado convenio comercial. Este era semejante a los firmados con otros países en la época, especificando los productos que exportarían las partes. La Argentina enviaría lanas, cueros, extracto de quebracho, aceite de lino y distintas clases de carnes. La Unión Soviética vendería petróleo y derivados, carbón, materias primas para las industrias y material ferroviario. Se estimaba que las operaciones podían alcanzar un monto de 150 millones de dólares, la mitad para cada país. La Unión Soviética otorgaba un crédito de 30 millones de dólares para la adquisición de bienes de capital por la Argentina. La importancia del comercio con la Argentina para los soviéticos residía en que éste podía ser la puerta para el comercio con los demás países latinoamericanos. (6)
Como consecuencia del acuerdo, las ventas de la Argentina a la Unión Soviética aumentaron durante 1954, no ocurriendo lo mismo con las compras argentinas de productos soviéticos. Ya en marzo de ese año, el gobierno soviético había expresado su preocupación por ese motivo al embajador argentino. En mayo de 1955, se firmó un protocolo adicional al convenio de 1953, actualizando las listas de productos exportables por ambas partes. También se disminuía el monto del crédito disponible para la Argentina, dado que los equipos soviéticos no resultaban satisfactorios para la industria argentina. No obstante, las compras soviéticas continuaron incrementándose. Con todo, el comercio entre ambos países no llegó a ser muy significativo. Tanto las exportaciones como las importaciones argentinas en 1954-1955 estuvieron alrededor del 3%, si bien la Argentina recibió 2/3 de las exportaciones soviéticas a América latina. Los soviéticos dieron gran importancia a estos acontecimientos y simétricamente éstos produjeron gran preocupación en el gobierno norteamericano. (7)
Por otra parte, Perón asumió el gobierno en un contexto de gran confrontación con Estados Unidos. El secretario asistente de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Spruille Braden, sostuvo que la elección de Perón no había sido cabalmente democrática, debido a las restricciones de expresión que había sufrido la oposición. En un memorándum sobre la situación argentina de mediados de 1946, Braden señalaba que existía evidencia de conceptos nazi-fascistas y militaristas en los “arbitrarios decretos que amenazan las inversiones extranjeras y que en grado variado ponen bajo control gubernamental al comercio, las finanzas, los partidos políticos e incluso el culto”. Con la finalidad de que la política hacia la Argentina no fuera modificada, Braden exageraba el peligro representado por la Argentina en ese momento:

(...) Un Estado corporativo esta, por cierto, desarrollándose en la Argentina de hoy, para el peligro cada vez mayor de las repúblicas vecinas, el sistema interamericano y nuestra propia seguridad. Un bloque austral de naciones conducido por un Estado argentino totalitario no sólo dividiría al sistema interamericano, sino que a través de su control de recursos estratégicos en Bolivia, Perú, Chile e incluso el sur de Brasil, probablemente constituiría una peligrosa amenaza a nuestra seguridad en caso de guerra. (8)

El presidente Harry S. Truman recibió el mencionado memorándum el 12 de julio de 1946. Puede decirse que en base al mismo se decidió postergar la Conferencia de Río de Janeiro sobre la defensa hemisférica, además de exigir “hechos no palabras”en caso de firmarse un tratado militar con la Argentina, y de continuar con las medidas coercitivas contra este país.
El 22 de mayo de 1946, el embajador norteamericano George Messersmith llegaba a Buenos Aires simultáneamente con el nuevo embajador británico sir Reginald Leeper. Messersmith se formó una opinión sobre la Argentina completamente distinta de la que tenía el secretario asistente Braden, lo que los llevó a mantener un permanente enfrentamiento. El embajador creía que era posible mejorar las relaciones entre los dos países, y que esto además era deseable, dado que el nuevo conflicto en el mundo estaría caracterizado por la lucha contra el comunismo. En la Argentina, Messersmith encontró a un Perón dispuesto a aceptar un acercamiento con Estados Unidos.
El primer problema surgió a raíz de la misión del jefe del Estado Mayor argentino, general Carlos von der Becke, a Washington. Este debía discutir la cooperación militar entre Estados Unidos y la Argentina con el general Dwight Eisenhower. El general norteamericano había recibido instrucciones del secretario de Estado interino, Dean Acheson, de discutir con el enviado argentino las medidas que la Argentina debería tomar para cumplir con sus compromisos interamericanos. Eisenhower adelantó al agregado militar argentino en Washington los puntos que el gobierno norteamericano esperaba que el gobierno argentino aceptara para sentar la base de una cooperación entre los ejércitos de ambos países. No obstante, cuando von der Becke ya se encontraba en Washington, Eisenhower fue instruido de advertir al enviado argentino que, antes de tocar la cuestión de la cooperación militar, la Argentina debería cumplir con sus compromisos interamericanos, sin aclarar lo que esto implicaba. El general norteamericano comunicó a Acheson que su posición sería insostenible si no podía repetir a von der Becke lo que había adelantado al agregado militar y que, en ese caso, tendría que negarse a recibirlo. Por cierto, la misión del general argentino terminó fracasando. Sin embargo, comenzaron a circular rumores de la caída de Braden. A la vez, Perón fue acusado por New Republic de intervenir en los asuntos internos de Estados Unidos, intentando valerse del ejército norteamericano para producir un cambio en el gabinete. (9)
Consciente de que algún signo debía producir para revertir el estado de cosas en Estados Unidos, a fines de junio Perón decidió enviar al Congreso para su ratificación los acuerdos de Chapultepec y de San Francisco. Pero la prédica antinorteamericana durante la campaña electoral había sido tan fuerte, que dicha ratificación aparecía ante muchos como una claudicación. No sólo se opusieron a ella los nacionalistas, también lo hicieron los radicales. Sin embargo, a fines de agosto el Acta de Chapultepec era ratificada por ambas cámaras. En cambio el acuerdo de San Francisco no pudo conseguir los dos tercios requeridos en la Cámara de Diputados debido a la oposición radical, que consideraba la Carta de las Naciones Unidas como no democrática. El empeño que el presidente Perón puso en lograr la ratificación del Acta de Chapultepec y las medidas adoptadas posteriormente sobre agentes nazis y propiedad enemiga comenzaron a cambiar en Washington la percepción que se tenía hasta entonces del régimen argentino. (10)
Los signos enviados por el gobierno de Perón, sumados a los cambios en la situación económica internacional, al interés de los empresarios norteamericanos por los negocios en la Argentina y a la política argentina instrumentada por el primer plan quinquenal, llevaron a la reactivación de la actividad económica entre los dos países. En el mes de julio, el Departamento de Estado retiraba algunas empresas de la lista negra y liberaba el oro y los fondos argentinos bloqueados desde 1943. (11)
Hacia el mes de septiembre, el conflicto Braden-Messersmith era ya evidente. El desacuerdo de ambos respecto de la Argentina se refería a la firma del tratado de defensa con este país. Ambos concordaban en que el gobierno argentino debía cumplir con sus compromisos interamericanos antes de firmar, pero la controversia surgía en torno a qué debía entenderse por cumplimiento. La otra diferencia era concerniente a los permanentes esfuerzos de la Argentina por crear y controlar un bloque antinorteamericano de naciones latinoamericanas. En opinión de Messersmith, la mejor manera de prevenir la formación de ese bloque era firmar el tratado de defensa lo antes posible. Braden quería tener la certeza de que el bloque estaba desactivado antes de la firma del tratado. (12)
En octubre de 1946, la prensa norteamericana comenzó a discutir la posibilidad de que Braden presentara su renuncia, a fin de poner en claro la situación con Messersmith. El gobierno de Truman en realidad quería evitar dejar en evidencia la confrontación porque se acercaban las elecciones legislativas. El secretario de Estado James Byrnes negó toda posibilidad de renuncia del secretario asistente. Pero si bien Braden tenía gran respaldo en la opinión pública norteamericana para su política, el Departamento de Estado era consciente de que los militares no la compartían. A fines de noviembre, Perón era nuevamente acusado de intervención en los asuntos internos de Estados Unidos, como consecuencia de la publicación de una carta que el presidente argentino había enviado a un empresario norteamericano, favoreciendo el retiro de Braden. Messersmith necesitaba demostrar con hechos al Departamento de Estado que su política hacia la Argentina era más eficiente que la de Braden. Antes de partir para Washington por consulta, el embajador obtuvo la promesa de Perón de que terminaría de solucionarse la cuestión de la liquidación de las firmas del Eje y del arresto de los agentes del Eje. Además, el embajador británico Leeper había comunicado a Messersmith que el gobierno de Su Majestad informaría al de Estados Unidos que estaba conforme con las medidas adoptadas por el gobierno argentino. (13)
Una vez en Washington, a fines de diciembre Messersmith envió un memorándum al secretario de Estado Byrnes, criticando la política de Braden. Señalaba que el gobierno argentino era constitucional y esto hacía su tarea más complicada que bajo un régimen militar. Alegaba que la prensa norteamericana cometía una injusticia al describir a la Argentina como “un Estado fascista y autoritario, inamistoso hacia Estados Unidos y con designios siniestros hacia sus vecinos”. En su opinión, algunos diarios norteamericanos se referían a la Argentina como si estuviera en guerra con Estados Unidos. Esto ocurría paradójicamente en momentos en que el gobierno norteamericano estaba haciendo la paz con los enemigos de la última guerra, quienes habían provocado a Estados Unidos grandes daños en vidas y propiedades, y a los cuales ahora se ayudaba con préstamos, suministros y alimentos. (14)
El memorándum anterior, junto con otro documento secreto redactado por Messersmith, fue enviado al general George Marshall a fines de enero de 1947, cuando éste estaba por asumir sus funciones como nuevo secretario de Estado. Messersmith, luego de describir su actuación en Buenos Aires y señalar los costos de la política de Braden, planteaba una serie de interrogantes respecto de la política hacia la Argentina que, a su juicio, debían resolverse. Estos eran: a) si se deseaba arreglar la situación con la Argentina sobre una base razonable; b) si se deseaba, por el contrario, conducir a la Argentina al aislamiento, a la hostilidad hacia Estados Unidos y a buscar respaldo en otros países del hemisferio o en Europa; c) si se deseaba destruir la inversión de capital norteamericano en la Argentina y el comercio con este país; d) si se quería correr el riesgo de destruir la cooperación interamericana e imposibilitar un pacto de defensa; y e) si se permitiría iniciar una carrera armamentista entre países europeos deseosos de vender armas a la Argentina y a otros países americanos. Por último, Messersmith afirmaba que se estaba aplicando respecto del cumplimiento de la Argentina un criterio diferente al utilizado para los demás países americanos. En síntesis, se estaba eliminando la posibilidad de componer la situación. (15) Por cierto, lo que estaba sucediendo y que el embajador Messersmith tal vez no advirtiera era el hecho de que errar en su política hacia la Argentina no era relevante para el gobierno norteamericano. A pesar de que la Argentina poseía cierta importancia en el contexto internacional, no la tenía para Estados Unidos, fundamentalmente porque sus economías eran competitivas y ningún producto argentino era vital para aquel país.
El nombramiento de Marshall como secretario de Estado permitió una reorganización departamental, que consolidó la posición de los funcionarios partidarios de la cooperación militar en el hemisferio. El nuevo embajador argentino en Washington, Oscar Ivanissevich, tuvo noticias al llegar a Washington de que era probable el alejamiento de Braden. Al mismo tiempo, hallándose Messersmith todavía en Estados Unidos, el gobierno argentino emitió un decreto que ordenaba la toma de posesión de toda la propiedad enemiga. (16)
Por otro lado, el gobierno británico estaba resolviendo los problemas pendientes con la Argentina. El 17 de septiembre de 1946 se había firmado el convenio Eady-Miranda, que estipulaba el futuro de los ferrocarriles ingleses y el desbloqueo de los saldos en libras que la Argentina poseía en Londres. Poco después, a fines de enero de 1947el nuevo embajador británico en Washington, lord Inverchapel, comunicaba al secretario de Estado interino Dean Acheson que su gobierno estaba conforme con el cumplimiento de los compromisos internacionales por parte del gobierno argentino, y que establecía un plazo de diez días para considerar vencido el acuerdo de caballeros que vedaba la exportación de armas a la Argentina. Las instrucciones del Foreign Office a Inverchapel señalaban que debía quedar bien claro que el gobierno norteamericano estaba siendo informado del curso de acción británico, y que no se pedía autorización para el mismo. La decisión británica demostraba la preocupación británica por las consecuencias del programa de estandarización de armamentos que el gobierno norteamericano tenía previsto implementar en América latina. (17)
A fines de 1946, un proyecto para proveer o cambiar material militar estándar norteamericano por el existente de otro origen en los países latinoamericanos fue presentado en el Congreso de Estados Unidos, con el respaldo de los Departamentos de Guerra, Marina y Estado. No obstante, Byrnes retiró su apoyo al programa cuando supo que las armas no provendrían de las existencias. Se oponía además a que se extendieran créditos a los países latinoamericanos para la compra de armas, pues esto provocaría una carrera armamentista en la región. En opinión de Braden, la propuesta de las fuerzas armadas norteamericanas estaba apuntada a desprenderse de material obsoleto. Los Departamentos de Guerra y Marina, por el contrario, argüían que si Estados Unidos no suplía de armas a América latina, lo harían otros países. (18)
En diciembre de 1946, el subsecretario Acheson señaló en una reunión de los secretarios de Guerra, Marina y Estado que Brasil deseaba el programa de armamentos pero sin la participación de la Argentina, porque ésta socavaría la seguridad brasileña. Como prueba, citó la opinión del general Salvador Obino, jefe del Estado Mayor de Brasil. Sin embargo, cuando el embajador norteamericano en Brasil, William Pawley, preguntó al respecto al presidente Eurico Dutra, éste negó la declaración de Acheson y pidió al embajador que comunicara al Departamento de Estado que Brasil no se oponía a la participación de la Argentina en el programa. Byrnes se disgustó porque Pawley había hecho la averiguación sin tener instrucciones. En una nueva reunión de los tres secretarios, Byrnes insistió en su posición. Esta vez, el secretario de Guerra, Robert Patterson, le mostró un telegrama del agregado militar en Río, repitiendo el rechazo del presidente brasileño a la afirmación de Obino. Por su parte, Braden sondeó a los diplomáticos latinoamericanos sobre la posibilidad de limitar la asistencia mutua a asuntos políticos y jurídicos, evitando los acuerdos militares, y sin organizar una reunión especial al efecto. Sugirió, además, que el gobierno brasileño no seguía interesado en reunir la conferencia de Río a la brevedad. Dutra, sin embargo, expresó lo contrario al embajador Pawley. (19)
La decisión británica de levantar el embargo de armas a la Argentina fue una ayuda importante para Messersmith en momentos en que su posición se hacía difícil. El 11 de enero de 1947, en sus palabras de despedida Byrnes había afirmado que ningún miembro del Departamento de Estado creía que la Argentina hubiera cumplido con sus compromisos de Chapultepec. No obstante, Messersmith había comenzado a recibir apoyo de los republicanos. El 26 de enero, luego de una reunión de Messersmith con Marshall, un comunicado de prensa informaba que el gobierno de Estados Unidos estaba complacido con la decisión argentina de adoptar medidas en contra de las empresas del Eje. Messersmith volvía el 2 de febrero a Buenos Aires, en secreto para evitar las manifestaciones de recibimiento. El embajador regresó confiado en que el objetivo de su gobierno era la normalización de las relaciones lo antes posible. (20)
El 31 de marzo de 1947, en ausencia de Marshall, el presidente Truman hizo un movimiento conciliatorio hacia el gobierno argentino. En conocimiento de que Ivanissevich debía viajar a Buenos Aires, el presidente lo invitó a una reunión en la Casa Blanca, a la que también concurrieron el subsecretario Acheson y los senadores Tom Connally y Arthur Vandenberg. Truman dijo al embajador argentino que transmitiera a Perón que estaba ansioso por lograr las relaciones amistosas, aunque señaló que, si bien se había hecho gran progreso, quedaba pendiente la cuestión de la deportación de los agentes nazis de la Argentina. El gesto de Truman en realidad era revelador de las presiones de legisladores, hombres de negocios y militares norteamericanos, y de los países latinoamericanos en contra de la política coercitiva. La confrontación argentino-norteamericana obstaculizaba la firma del tratado interamericano de defensa en momentos que el gobierno norteamericano había enunciado la Doctrina Truman en contra del comunismo en el mundo. (21)
Habiendo regresado Ivanissevich a Washington, fue recibido nuevamente por el presidente Truman el 3 de junio de 1947, estando presentes también Marshall y Acheson. El embajador argentino mencionó las medidas tomadas por su gobierno para cumplir con los compromisos de Chapultepec, lo cual incluía los nombres de nueve agentes nazis más que serían deportados. Luego de la reunión, la Casa Blanca emitió un comunicado señalando que no quedaban obstáculos para proceder a la discusión de un tratado hemisférico de asistencia recíproca. No obstante, el comunicado no hacía referencia alguna de que el gobierno norteamericano estuviera conforme con la cuestión de la detención de los espías, debido a que la lista presentada por Ivanissevich había parecido muy incompleta a Marshall. De esta manera, la política de Estados Unidos hacia la Argentina se revertía como consecuencia del triunfo de los funcionarios del Pentágono que respaldaban un programa de estandarización de armamentos para América latina. En esos momentos, además, un tratado de defensa interamericano fortalecería la posición de Estados Unidos frente a la Unión Soviética. Así, a su regreso de Moscú, Marshall dio la autorización para presentar el proyecto de ley para el programa de estandarización al Congreso. Dos días después de la reunión con Ivanissevich, Truman anunciaba la renuncia de Braden y el regreso de Messersmith a Washington. La última medida constituyó un golpe para Perón, y en la Argentina fue considerada prematura, ya que no había habido tiempo de consolidar las buenas relaciones iniciadas por el embajador norteamericano. Por otro lado, el restablecimiento formal de las relaciones no anuló el anti-argentinismo de muchos funcionarios norteamericanos, lo cual era lógico después de años de adoctrinamiento. La política en contra de la Argentina sobreviviría en forma oculta hasta 1949. (22)
Sobrestimando sin duda el poder político y económico que la Argentina poseía en ese momento, el 6 de julio de 1947, Perón pronunció un discurso por radio -el cual fue muy promocionado y transmitido por emisoras de todo el mundo- con el propósito de enunciar la Tercera Posición. El mensaje estaba dirigido a los “ciudadanos del mundo” y a sus “compatriotas”. El presidente señaló “la voluntad nacional de servir a la humanidad”, y el deseo de la Argentina de “colocarse ... en la línea de ayuda que le sugiere el clamor universal”. Habló de la paz, afirmando que “sólo será posible la paz internacional cuando se haya alcanzado y consolidado la paz interna en todas las naciones del mundo”. Debía reemplazarse la miseria por la abundancia, y la Argentina estaba preparada para “materializar su ayuda en los lineamientos de la concurrencia efectiva”. La contribución argentina consistía “en que nuestros recursos se suman a los planes mundiales de ayuda para permitir la rehabilitación moral de Europa”. Por último, proponía el “desarme espiritual de la humanidad”, en procura de hacer desaparecer la psicosis de la guerra, y “un plan de acción tendiente a la concreción material del ideal pacifista, en lo interno y en lo externo”. La labor para lograr la paz internacional debía realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas. Luego de enunciar su propósito de trabajar por esta causa, Perón terminó diciendo: “sólo salvará a la humanidad la paz constructiva; jamás la lucha destructora de todos los valores materiales, espirituales y morales”. Es posible, en opinión de Félix Luna, que el mensaje a los “ciudadanos del mundo” no tuviera más que dos objetivos. El primero habría sido demostrar la disposición argentina de participar en el Plan Marshall -que en ese entonces se estaba planificando en Washington-, previendo que la Argentina podría ser excluida del mismo. El segundo propósito, dirigido al ámbito interno, habría estado apuntado a evitar la alienación de los nacionalistas, disgustados con el acercamiento a Estados Unidos y la proximidad de la Conferencia de Río de Janeiro. (23)
Por cierto, a medida que fue desarrollada, la Tercera Posición del régimen peronista pretendió proponer la doctrina justicialista como una alternativa entre el capitalismo y el comunismo para toda la humanidad. En los artículos que Perón publicara en el diario Democracia, a lo largo de 1951, tanto capitalismo como comunismo aparecían como la raíz de los males del mundo. Ambos sistemas eran calificados de imperialistas y causantes de la explotación del hombre. “La libertad del hombre en un régimen de explotación, como el comunismo o el capitalismo, es simplemente una ficción”, afirmaba Perón. El presidente señalaba que el capitalismo se había mostrado insensible a los reclamos de los pueblos y por ello había sido superado por el comunismo; siendo el primero responsable de la penetración comunista. En su opinión, el justicialismo había demostrado ser la solución, superando al capitalismo y al comunismo, aunque inexplicablemente era combatido por ambos. (24)
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Consecuentemente, Perón trató de llevar a la Argentina por un camino intermedio entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y de obtener liderazgo a nivel internacional, sobre todo de los países más nuevos. Los hechos lo forzaron sin embargo a inclinarse más por Estados Unidos que por la Unión Soviética, pero el presidente argentino siempre propagó una mala imagen del primer país, recordando todas sus acciones en perjuicio de la Argentina, y tratando de liderar la oposición al mismo en el ámbito interamericano. La Tercera Posición con su carácter indefinido permitía al presidente argentino inclinarse a un lado u otro, reteniendo de este modo la autonomía de acción. Era en el fondo la política exterior tradicional de la Argentina. (25)
La Tercera Posición disgustó a los miembros del gobierno norteamericano. En un memorándum del Departamento de Estado, en que se discutía y fijaba la política hacia la Argentina, del 21 de marzo de 1950, se expresaba:

Hay una dimensión de la política argentina llamada la “tercera posición” que es desfavorable a los intereses de los Estados Unidos. Cuando fue publicada por primera vez a mediados de 1947, este concepto parecía ser una indicación de que la Argentina no deseaba seguir ni a los capitalistas Estados Unidos ni a la Rusia comunista en asuntos mundiales, sino que elegía un curso independiente. Otras naciones fueron invitadas a unirse con la Argentina en un tercer grupo que trabajaría por la paz y contrarrestaría la tendencia hacia la guerra entre ambos bloques. Posteriormente, sin embargo, el presidente Perón nos ha asegurado que la “tercera posición” es una política de tiempos de paz y un “recurso político” que no tendrá efecto alguno si los Estados Unidos y la URSS entrasen en guerra, en cuyo caso la Argentina declararía la guerra inmediatamente del lado de los Estados Unidos. Cualesquiera sean las intenciones de Perón, los propagandistas argentinos de la “tercera posición” han dañado las relaciones norteamericano-argentinas y en medida menor han sido causa de embarazo para los Estados Unidos en sus relaciones con otras repúblicas americanas. En la Argentina y en el extranjero, han vilipendiado a Moscú y su influencia internacional, pero con igual y quizás mayor severidad han atacado al “imperialismo yanqui” y a “Wall Street” por diversas y supuestas actividades en el hemisferio occidental. Es nuestra política contrarrestar esta propaganda siempre que sea posible. A través de canales diplomáticos le señalamos a Perón y sus representantes que si el gobierno argentino es sincero en su deseo profeso de colaborar con los Estados Unidos contra el comunismo, debe abstenerse de debilitar la causa de la democracia mediante ataques a los Estados Unidos. (26)

Entre tanto, la situación internacional se complicaba, cobrando fuerza la Guerra Fría. En marzo de 1947, el presidente Truman había anunciado el respaldo de Estados Unidos a los países de Europa, es decir la Doctrina Truman o política de contención del comunismo. En junio, el secretario de Estado Marshall pronunciaba en la Universidad de Harvard el discurso que lanzaba el Programa para la Recuperación de Europa, conocido como el Plan Marshall. Por su parte, Perón se mostraba ante los norteamericanos partidario del pacto de defensa hemisférico, porque esperaba obtener apoyo para su programa de industrialización y porque temía la inminencia de una Tercera Guerra Mundial. La embajada norteamericana en la Argentina informó que el gobierno argentino quería organizar un sistema interamericano de defensa contra el comunismo, deseando asimismo convertirse en un bastión de cualquier línea defensiva. No obstante, existían desacuerdos respecto de la estandarización del armamento. El ministro de Guerra argentino, José Humberto Sosa Molina, declaró a principios de julio que la Argentina no podía abandonar su industria de armamentos para convertirse en mercado de otro país. Por este motivo, la delegación argentina a la Conferencia de Río tuvo más asesores militares que cualquiera de las otras. (27)
El canciller argentino Juan Atilio Bramuglia conversó con el encargado de negocios norteamericano, Guy W. Ray, antes de partir para Río, el 8 de agosto de 1947. Bramuglia señaló que quería tener una conversación privada con el secretario Marshall y con Norman Armour, recientemente designado secretario asistente de Estado para Asuntos Políticos. Entre los temas a discutir, el ministro argentino enfatizó la conveniencia de un pacto secreto anticomunista entre Estados Unidos y la Argentina, verbal o escrito. Bramuglia afirmó que internacionalmente la Argentina apoyaría a Estados Unidos, aclarando que cualquier declaración en contra sería sólo para consumo interno. El ministro señaló también que el gobierno norteamericano se ganaría el favor de América latina si convocaba una conferencia económica interamericana. Ray informó a su gobierno que la Argentina y Brasil habían discutido estos asuntos y parecían haber preparado la base para un acuerdo. (28)
El 15 de agosto de 1947 daba comienzo en Río de Janeiro la Conferencia (especial) Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente. A diferencia de la conferencia de 1942, esta vez la delegación argentina asumió una actitud cooperativa. El día 19, el secretario Marshall conversó con Bramuglia. Según el secretario, Bramuglia nuevamente planteó el tema de la infiltración comunista y propuso un pacto secreto anticomunista. Como medidas anticomunistas, el canciller argentino recomendaba combatir la propaganda, declarar fuera de la ley a los partidos comunistas y romper relaciones diplomáticas con los países comunistas. Junto con ello, debían tomarse medidas económico-sociales para evitar la expansión del comunismo en las masas descontentas. El Departamento de Estado no estaba preparado para un plan así y Marshall respondió que dichas medidas debían ser dejadas a criterio de cada país. Bramuglia también señaló que las sanciones económicas debían ser excluidas de las medidas colectivas. (29)
Los principales puntos de desacuerdo entre la Argentina y Estados Unidos fueron respecto de dos procedimientos para votar y el manejo de la agresión intracontinental. En el primer caso, se discutió si las medidas colectivas serían tomadas por unanimidad, dos tercios o simple mayoría. La Argentina fue el único país que estaba en favor de la unanimidad, pero como su propuesta fue rechazada, debió aceptar el sistema de los dos tercios. La Argentina propuso un tratado de defensa que contemplara la acción militar colectiva sólo ante un ataque extrahemisférico. Esta propuesta era apoyada también por Paraguay, Bolivia, Perú y Venezuela. El senador norteamericano Arthur H. Vandenberg encabezó la oposición a la moción argentina, señalando que ese acuerdo pondría al hemisferio en contra del resto del mundo y sería visto como una alianza americana contra el comunismo y la Unión Soviética. El tratado finalmente aceptó la distinción, disponiendo el arreglo pacífico como el primer paso en el tratamiento de un conflicto entre dos o más países americanos. (30)
La delegación argentina también intentó limitar el tratado, de manera que la acción colectiva no se pusiera en práctica si una nación americana fuera agredida fuera de la zona hemisférica definida por el tratado. Finalmente, se aceptó la propuesta mexicana que establecía que la acción sería inmediata en caso de un ataque armado a una “parte integral del territorio de un estado americano”. De esta manera, Hawaii quedaba incluido pero no, por ejemplo, la zona de ocupación norteamericana en Alemania. Bramuglia logró que fuera agregada la fórmula de que ningún estado sería obligado a emplear la fuerza armada sin su consentimiento y que se incluyera a las islas Malvinas y del Atlántico Sur en la zona hemisférica que el tratado debía custodiar. (31)
El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (llamado generalmente T.I.A.R. o Tratado de Río), suscripto el 2 de septiembre de 1947, estableció la defensa colectiva tanto contra un ataque armado como contra “una agresión que no sea ataque armado”, proveniente de un estado del hemisferio o extrahemisférico. Revestía pues un doble carácter. De acuerdo con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, establecía la defensa colectiva contra ataques armados; en tanto que, por el capítulo VIII del mismo documento, constituía un acuerdo regional en caso de que ocurriera otro acto cualquiera de agresión o amenaza de ella. En el primer caso, los firmantes del Tratado de Río pueden asumir la defensa por sí mismos, mientras el Consejo de Seguridad adopta las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales. En el segundo, no pueden aplicar medidas coercitivas sin autorización del Consejo. En ambos casos, las disposiciones que se adopten deberán ser dictadas por un órgano de consulta, formado por los ministros de relaciones exteriores. Este tomará las decisiones por el voto de los dos tercios de sus miembros, con excepción de las partes involucradas, si el problema fuera interamericano. Las sanciones que puede aplicar el órgano de consulta van desde el llamado de embajadores hasta el uso de la fuerza armada. Queda bajo jurisdicción del Tratado de Río todo el hemisferio occidental, incluidos Canadá, las colonias europeas en la región, y las islas Malvinas y del Atlántico sur. (32)
En la Conferencia de Río varias delegaciones latinoamericanas solicitaron que se consideraran los problemas económicos de sus países. Cuando Estados Unidos levantó los controles de precios de la época de la guerra, los precios de maquinarias y equipos industriales subieron. Los países latinoamericanos, que habían vendido en un mercado controlado, debían ahora comprar en un mercado libre. De esta manera, sus reservas disminuyeron drásticamente. La situación empeoraba con la decisión de Estados Unidos de focalizar su esfuerzo en la recuperación de Europa, y de limitar sus importaciones provenientes de América latina, ya fuera de materiales estratégicos o de productos cuya elaboración se había incentivado durante la guerra. Los pedidos de los latinoamericanos, sin embargo, tuvieron poco éxito. En su discurso a la conferencia, el secretario Marshall dejó en claro el hecho de que Europa estaba en peor situación y que su recuperación era necesaria para revitalizar la economía del hemisferio occidental. Aseveró también que el desarrollo económico de América latina debía recaer principalmente en los ciudadanos y grupos particulares, queriendo significar con ello que no habría Plan Marshall para América latina. (33)
El descontento de los países latinoamericanos con la política del gobierno norteamericano respecto de sus asuntos económicos fue revelado por la constitución de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para la América Latina (CEPAL). Chile propuso la constitución de dicha comisión en el quinto período de sesiones del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, en agosto de 1947. La propuesta fue apoyada por todos los países latinoamericanos, pero recibió la oposición de Estados Unidos. Este país consideró que habría duplicación de funciones con un Consejo Interamericano Económico y Social que venía trabajando provisionalmente desde la Conferencia de la ciudad de México de 1945. No obstante, el organismo se constituyó en febrero de 1948, siendo sus miembros Estados Unidos, las veinte repúblicas latinoamericanas, más Gran Bretaña, Francia y Holanda debido a que tenían dependencias en el hemisferio occidental. Su sede se estableció en Santiago de Chile. (34)
Por cierto, tampoco habría compras para el Plan Marshall en la Argentina. La concepción del mencionado plan establecía que la mayor parte de sus fondos iban a ser proporcionados por Estados Unidos, a través de la ley para la Asistencia Extranjera de abril de 1948 e indirectamente a través de préstamos del Export-Import Bank. No obstante, era evidente que las necesidades europeas de materias primas, alimentos y fertilizantes no podrían ser cubiertas exclusivamente por los productores agropecuarios norteamericanos. Estados Unidos podría cubrir 55% de las necesidades europeas, pero el resto habría de ser comprado en otros países. En productos agropecuarios, se calculaba que América latina y Canadá podrían proporcionar 60% de un total de casi 20.000 millones de dólares. Los países que recibieran dólares por el programa los invertirían luego en la compra de productos norteamericanos. (35)
El rol tradicional de la Argentina como proveedor de alimentos a Europa parecía colocar a este país en una situación privilegiada para obtener beneficios del programa. Un informe del Comité de Cooperación Económica Europea, que representaba a los socios europeos del plan, y una recomendación del presidente del Comité de Ayuda Extranjera, W. Averell Harriman, señalaban la importancia de la participación argentina en el plan. Según el último, el Departamento de Estado debía asegurar la exportación de la mayor cantidad de granos posible de la Argentina, y el gobierno argentino debía incentivar la siembra de una superficie mayor para el año 1948. Incluso, las aseveraciones del secretario Marshall en la Conferencia de Bogotá de que las naciones latinoamericanas pronto recibirían los beneficios de los gastos en dólares del Programa de Recuperación de Europa se interpretaron como que incluían a la Argentina. El canciller Bramuglia declaró posteriormente en Buenos Aires que el secretario de Estado le había asegurado personalmente que las compras se realizarían en todos los países que pudieran proveer alimentos. El presidente Perón sostuvo más tarde que la embajada de Estados Unidos y los representantes de la Administración para la Cooperación Económica (Economic Cooperation Administration, ECA) habían asegurado a su gobierno, con toda clase de garantías verbales, que colocarían elevadas órdenes de compra en la Argentina, solicitando al mismo tiempo que se reservara al efecto toda la producción. Según Perón, dichas seguridades llevaron a que no se paralizaran las importaciones provenientes de Estados Unidos, a pesar de que el saldo deudor de los importadores argentinos con los exportadores norteamericanos se elevara a cerca de 200 millones de dólares. (36)
El principal obstáculo para la participación de la Argentina en el Plan Marshall era el costo de los productos argentinos. El precio del trigo argentino en julio de 1947 era el doble del trigo norteamericano, aunque en otros granos la diferencia era menor. Otro problema era que las exportaciones argentinas estaban a cargo de una agencia gubernamental, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), y el plan norteamericano había previsto las compras por canales privados. Así, durante 1948 se ejerció considerable presión sobre el gobierno norteamericano para que no se permitiera que los dólares del Plan Marshall fueran gastados en la Argentina, a menos que su gobierno garantizara un precio razonable para el trigo y otorgara otras concesiones. Incluso un comité de la Cámara de Representantes recomendó tomar algunas medidas en la exportación de equipos de capital, acero y productos químicos para hacer disminuir el precio del trigo argentino. (37)
El Plan Marshall fue implementado a través de la Administración para la Cooperación Económica (ECA), dirigida por el administrador Paul G. Hoffman y el administrador adjunto Howards Bruce. Estos vincularon la financiación de compras europeas en la Argentina a la obtención de protección para los intereses de los negocios norteamericanos en dicho país. Las compañías norteamericanas se quejaban de la prohibición impuesta por el gobierno argentino de transferir fondos al exterior y de la necesidad de solicitar licencias de importación al ente oficial. El presidente del Consejo Económico Nacional, Miguel Miranda, aceptaba el vínculo entre las restricciones argentinas y la afluencia de dólares al país. Pretendía, sin embargo, que el gobierno norteamericano se moviera primero, porque consideraba que los dólares eran el requisito para terminar con las restricciones. Señaló que la escasez de dólares era momentánea, ya que tan pronto como las ventas argentinas al Plan Marshall comenzaran, éstas proporcionarían los medios de cambio que terminarían con la falta de transferencias y ciertas prohibiciones en las importaciones. De todos modos, hacia junio de 1948, el embajador Bruce había persuadido a Miranda de que la Argentina vendiera granos, especialmente trigo, a la ECA a precios del mercado internacional. Estos serían los precios del mercado de Chicago más el costo del transporte al golfo de México. La participación argentina en el plan parecía entonces inminente. (38)
En estas circunstancias el gobierno argentino recibió la noticia de que el Plan Marshall no necesitaba realizar compras en la Argentina, al menos en los siguientes seis meses. Incidieron en esta decisión las extraordinarias cosechas obtenidas en Canadá, Australia y Estados Unidos, sumadas a la recuperación agrícola europea, que incrementaron la oferta mundial de granos. Asimismo tuvo que ver el hecho de que grupos de interés norteamericanos, conectados con algunos productos como algodón, trigo, tabaco, arroz, etc., tuvieron éxito en introducir en el programa una cláusula prohibiendo las compras fuera de Estados Unidos en caso de existir excedentes en el país. De todos modos, esta política discriminatoria hacia la Argentina fue completamente opuesta a la aplicada a otros países productores de alimentos, como Canadá y Australia, y contraria además a la política oficial del gobierno norteamericano. Para la Argentina fue muy perjudicial, profundizando la situación crítica que este país sufría como consecuencia de la declaración unilateral de inconvertibilidad de la libra, decidida por Gran Bretaña con el apoyo de Estados Unidos, en agosto de 1947. Ambas medidas privaron a la Argentina de divisas indispensables e hicieron fracasar el primer plan quinquenal del gobierno peronista diseñado para industrializar el país. (39)
Las discriminaciones contra la Argentina fueron reveladas por una declaración de política de la ECA hacia la Argentina, emitida el 6 de agosto de 1948 y enviada al Departamento de Estado. Para ese entonces, los funcionarios del Departamento ya habían abandonado su posición anti-argentina, por lo cual, el 24 de septiembre la división de Asuntos de las Repúblicas Americanas (ARA) refutó el memorándum de la ECA. A su vez, ante algunas declaraciones anti-argentinas realizadas a la prensa por funcionarios de la ECA a principios de noviembre, el embajador norteamericano en la Argentina, James Bruce, decidió intervenir. Preparó una declaración para la prensa de Buenos Aires -que finalmente no entregó- y envió una carta dirigida al presidente Truman, adjuntando su proyecto de declaración y señalando que la falta de disciplina de funcionarios de baja jerarquía de la ECA dañaba las relaciones con la Argentina. Respecto de una declaración realizada por Edward Kunze, funcionario de la ECA, Bruce señalaba que

no estaba de acuerdo con los hechos que él (Kunze) conocía cuando la hizo. El gobierno argentino ha afirmado repetidamente que vendería sus cereales a precios de Estados Unidos. Esto fue informado por nosotros al Departamento de Estado muchas veces y en una de las conferencias en la ECA yo lo afirmé ante por lo menos veinte funcionarios de la ECA y el Departamento de Estado presentes. Ninguna negociación fue nunca iniciada por la ECA con al gobierno argentino para trigo, y yo hago esta categórica afirmación, sosteniendo que Kunze hizo deliberadamente tergiversaciones, al tener ante sí varios funcionarios menores de la ECA... (40)

Bruce sugería que ningún otro funcionario de la ECA, salvo Paul Hoffman o Howard Bruce, pudiera mencionar a un país extranjero en sus declaraciones.
En otra carta a Truman, el embajador aseveraba que el doctor D.A. FitzGerald (director de la división de Alimentos y Agricultura de la ECA) había declarado que usaría la ECA para hacer arrodillarse a la Argentina. Señalaba además que FitzGerald había dado instrucciones al ejército para que comprara carne en cualquier país excepto la Argentina, aunque el precio fuese mayor. Incluso, FitzGerald había mencionado precios falsos en presencia de los miembros de la embajada. La indignación frente a estos hechos llevó a Bruce a ordenar una investigación. (41)
La investigación dio como resultado la redacción en el Departamento de Estado de un informe secreto, fechado el 25 de enero de 1949, que registraba treinta y tres casos de discriminación de la ECA en contra de la Argentina. Tanto este memorándum como otro posterior de la ARA, de marzo de 1949, admitían que dicha discriminación era responsable de la escasez de dólares en la Argentina y de la frágil situación económica de este país. Pero, aunque la exhortación del embajador pareció tener éxito, al recibir éste seguridades del Departamento de Estado de que la discriminación en contra de la Argentina había concluido, la situación comercial para la Argentina no cambió demasiado. El superávit de granos en Estados Unidos y la decisión de aplicar el Plan Marshall más a la financiación de bienes industriales que a los productos agrícolas llevaron a que las compras de dicho plan en la Argentina durante 1949 fueran casi nulas. Cabe señalar entonces que el hecho de que la ECA ejecutara una política contraria a la política oficial de su país hacia la Argentina durante un lapso considerable de tiempo pudo ser producto de decisiones ultrasecretas de altos funcionarios del gobierno norteamericano. En caso de no ser así, demostraría que la racionalidad no era necesaria en la política hacia la Argentina, dada la poca relevancia que este país tenía para el gobierno de Estados Unidos ante la ausencia de intereses económicos o estratégicos. (42)
Por otro lado, desde el 21 de noviembre de 1947 hasta el 24 de marzo de 1948, se llevó a cabo en La Habana la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Empleo, que reviste interés porque en ella se reanudó la actitud antagonista de la Argentina hacia Estados Unidos. Esta conferencia se había originado en una iniciativa del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas con vistas a conformar una organización internacional de comercio. En octubre y noviembre de 1946 se había celebrado en Londres una reunión del comité preparatorio; en enero y febrero de 1947 se había desarrollado una reunión preliminar en Nueva York, y en el mes de abril en Ginebra había tenido lugar la segunda sesión del comité preparatorio, en la cual se establecieron las bases del Acuerdo General de Comercio y Tarifas (GATT), cuyo protocolo fue firmado en una nueva sesión celebrada el 30 de octubre de 1947. El mencionado comité también preparó un proyecto de carta para una organización internacional de comercio como base para la Conferencia de La Habana.
A pesar de la insistencia británica, la Argentina fue excluida de todas las reuniones preparatorias por la oposición de Estados Unidos. Sin dudas, el desagrado del gobierno argentino ante la exclusión, siendo la Argentina en ese momento un país relativamente importante en el comercio internacional, fue la causa del antagonismo de la delegación argentina hacia Estados Unidos y del intento de organizar un bloque latinoamericano en La Habana. El presidente de la delegación argentina, Diego Luis Molinari, asumió una posición anti-norteamericana, denunciando que las propuestas norteamericanas de reducir las barreras aduaneras apuntaban a impedir la industrialización de América latina. Teniendo poco en cuenta que la conferencia se había reunido para liberalizar el comercio internacional, Molinari destacó la política estatista del gobierno argentino. La actuación del delegado argentino culminó con el ofrecimiento público de una ayuda de la Argentina al Plan Marshall de 5000 millones de dólares o su equivalente en mercaderías. El anuncio causó consternación en el gobierno argentino y funcionarios de la cancillería argentina debieron señalar que Molinari había querido decir que las exportaciones argentinas totalizarían esa suma en los siguientes cinco años. El delegado aclaró más tarde que el gobierno argentino estaba preparado para invertir esa suma a lo largo de América latina, agregando que esto no podría ser realizado sin la ayuda de Estados Unidos. El New York Times comentó el ofrecimiento de Molinari, señalando que la Argentina creía “que su habilidad para vender alimentos a las naciones necesitadas es una forma de ayuda”. (43)
Finalmente, los latinoamericanos fracasaron en que sus propuestas quedaran incorporadas en la Carta de La Habana. Según los miembros de la delegación argentina, el fracaso se debió a la defección de los delegados de América Central, en virtud de sus vínculos con el gobierno norteamericano, y a las presiones de éste para que los delegados centroamericanos cambiaran sus votos luego de haberlos prometido a la posición argentina. Los representantes de Estados Unidos y de otros países firmaron la Carta de La Habana el 24 de marzo de 1948. La Argentina se negó a hacerlo, porque sus reservas a unos treinta y nueve artículos no fueron aceptadas en el documento final, y porque la carta no había sido discutida por la conferencia general. Paradójicamente el Congreso norteamericano tampoco daría su aprobación al acta, debido a que las propuestas norteamericanas originales habían sido tan alteradas que ya no reflejaban los principios de la libre empresa. (44)
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Poco después, el poder Ejecutivo argentino retiró del Congreso las solicitudes de ratificación de los tratados que habían creado el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). No habría de adherir tampoco a la Organización de Agricultura y Alimentos (FAO) y a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO), todas ellas de reciente creación. Se daba entonces la paradoja de que, si bien la Argentina pertenecía a las Naciones Unidas, y el canciller Bramuglia sería en unos meses presidente de su Consejo de Seguridad, el gobierno argentino rechazaba formar parte de organismos que podían reportar ventajas al país. La posición aislacionista y autarquizante seguía en pie. (45)
Por cierto, las cosas eran diferentes con los británicos. Como ya se mencionara, el 17 de septiembre de 1946 se había firmado el convenio Eady-Miranda, que llegaba a un acuerdo sobre el futuro de los ferrocarriles británicos y el desbloqueo de los saldos en libras que la Argentina poseía en Londres. Pero, tal vez por la presión norteamericana, los pasos previstos para formar la sociedad mixta ferroviaria anglo-argentina nunca llegaron a efectivizase. Por ello, en diciembre los británicos solicitaron la reapertura de las negociaciones. Así, el 2 de febrero de 1947 se anunciaba la compra de los ferrocarriles por el gobierno argentino. El 13 se suscribía un nuevo acuerdo entre Miranda y Montague Eddy, representante de las empresas británicas, por el cual el gobierno argentino adquiría la red ferroviaria por 150 millones de libras, sin especificarse la forma de pago.
La última cuestión y la situación de los saldos argentinos en Londres, como consecuencia de la inconvertibilidad de la libra decretada en agosto de 1947, luego de arduas negociaciones, fueron solucionados por el Acuerdo Andes, firmado con el gobierno británico el 12 de febrero de 1948. El pago de los ferrocarriles se resolvió por medio de un artificio financiero. Gran Bretaña pagaría por adelantado a la Argentina el valor de los productos que ésta le enviaría, y dicho adelanto sería transferido a las compañías de ferrocarriles británicas. Esto significaba que Gran Bretaña adelantaba 100 millones de libras por las exportaciones argentinas de 1948, más 10 millones por el aumento de precios de los productos argentinos. El texto del tratado no lo menciona pero puede inferirse que los 40 millones restantes procederían de los saldos en libras favorables a la Argentina. Dichos saldos eran liberados, pero no se permitía su conversión, por lo cual debían ser utilizados en operaciones comerciales dentro del área de la libra. Devengarían un interés de ½% anual y mantendrían la garantía en oro. Otras disposiciones del convenio incluían la compra de carne, maíz, cebada, aceite de lino, grasas y sebo. A su vez, la Argentina se comprometía a adquirir petróleo, carbón, acero y productos químicos. (46)
El nuevo equipo económico que reemplazó a Miranda en enero de 1949 dio comienzo a una política de acuerdos bilaterales, a fin de incentivar el comercio exterior del país. La idea era colocar las exportaciones y obtener a cambio los productos necesarios sin utilizar dólares. El convenio celebrado con Gran Bretaña fue el más importante de toda la historia de la relación bilateral y un modelo para los tratados con otros países. La complementación con Gran Bretaña era un respaldo necesario al gobierno de Perón en su confrontación con Estados Unidos. El tratado se firmó por 250 millones de libras -monto que da una idea de la relevancia del acuerdo- y por un plazo de cinco años. La finalidad del mismo era incentivar el intercambio comercial entre los dos países. Se preveían exportaciones argentinas de carne y cereales a cambio de combustibles, hierro y acero, productos químicos e industriales. Los norteamericanos se sintieron afectados por el tratado anglo-argentino, pues consideraron que la Argentina no compraría petróleo a los productores norteamericanos. La duración del tratado y los precios fijos fueron considerados discriminatorios contra los productos norteamericanos. Consecuentemente, el director de la ECA, Paul G. Hoffman, declaró ante el Senado norteamericano que ese organismo podía realizar gran presión para evitar la firma del acuerdo. Incluso sugirió utilizar una medida radical -la amenaza de cancelación de la ayuda a Gran Bretaña-, para apoyar la protesta del Departamento de Estado por la duración del pacto. A estas presiones debe atribuirse que finalmente se introdujera una cláusula que posibilitaba la denuncia anual del tratado por cualquiera de las partes y el reajuste anual de los precios de los productos. Luego de firmado el convenio, el Departamento de Estado emitió un comunicado señalando su agrado por la incorporación de disposiciones que lo hacían más flexible. Los términos del convenio se vieron alterados principalmente con la desvalorización de la libra del 19 de agosto de 1949, medida que provocó algunos reajustes por los mecanismos establecidos. (47)
Como hemos visto, la actitud cooperativa de la Argentina con Estados Unidos en el plano internacional se había revertido en la Conferencia de La Habana. El antagonismo se mantuvo en la Novena Conferencia Internacional de Estados Americanos que, después de muchas postergaciones, se reunió en Bogotá, del 30 de marzo al 2 de mayo de 1948. La reunión fue interrumpida durante una semana por los motines que culminaron con el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, hechos que recibieron el nombre de bogotazo. El gobierno argentino planteó su posición antes del comienzo de la conferencia. No estaba de acuerdo con la inclusión del Consejo Interamericano de Defensa como un órgano del comité directivo, pues consideraba que el primero debía ser independiente a fin de evitar que la Unión Panamericana se transformara en un “super estado”, con poder político y militar sobre los estados miembros. La idea finalmente fue desechada.
En cuanto a las cuestiones económicas, la embajada norteamericana en Buenos Aires ya había adelantado que los argentinos incentivarían a otros países latinoamericanos a pedir ayuda a Estados Unidos para la obtención de dólares. Por ese entonces se especulaba que la ayuda norteamericana a Europa permitiría las compras de productos argentinos con dólares, de tal manera que el problema de la escasez de dólares para la Argentina se solucionaría sin préstamos de Estados Unidos. Por cierto, el canciller argentino Bramuglia trató de discutir estos temas con James Bruce, el nuevo embajador norteamericano en la Argentina, y con el Departamento de Estado, dado que el éxito de la Conferencia de Río se había debido a las conversaciones preliminares. No obstante, su pedido de entrevistar al secretario Marshall antes de la conferencia fue rechazado. (48)
Después de haber fracasado en lograr una base de acuerdo con el gobierno norteamericano, los argentinos buscaron apoyo en los países de América latina. En febrero de 1948, el funcionario de la cancillería argentina, Pascual La Rosa, realizó una gira por Chile, Perú, Ecuador y Venezuela, tratando de establecer una posición común latinoamericana, especialmente respecto de las colonias europeas en la región. La intención de la Argentina era buscar respaldo para su reclamo sobre las Islas Malvinas. Los países latinoamericanos, a su vez, otorgaron gran importancia a obtener el apoyo argentino respecto de la cooperación económica interamericana. (49)
La Conferencia de Bogotá comenzó con una notable presión en favor de ayuda económica norteamericana. En la primera sesión plenaria, el representante de México pidió, con un vehemente discurso, ayuda para el desarrollo económico de América latina, representando el sentir de la mayoría de las delegaciones. Especificó que América latina debía obtener un precio justo por sus materias primas, desde el momento que el desarrollo de esa región no era menos urgente que la reconstrucción de Europa. Sin embargo, el programa económico norteamericano para América latina no incluía ninguna asistencia comparable al Programa de Reconstrucción Europeo anunciado por Marshall en 1947. Ponía énfasis en la inversión privada y en la atracción de capitales otorgando seguridad a los mismos. La única concesión a los latinoamericanos consistió en un aumento de la capacidad de prestación del Export-Import Bank. En su discurso de apertura, el secretario Marshall instó a los latinoamericanos a posponer sus necesidades a las de Europa occidental. Finalmente, el Acuerdo Económico firmado en Bogotá contuvo la mayor parte de los puntos de vista de los norteamericanos, pero con tantas reservas que resultó inútil, pues muy pocos países lo ratificaron. (50)
Entre la delegación norteamericana y la argentina, surgió un desacuerdo por el tema de las colonias europeas en el hemisferio. El secretario Marshall no quería discutir la cuestión porque Gran Bretaña era un aliado en la lucha anticomunista y no era conveniente debilitar la relación con ese país. El 21 de abril la delegación argentina fue informada de que el gobierno norteamericano no apoyaría la declaración respecto de los territorios europeos. Finalmente aprobada como Resolución XXXIII del Acta Final, la misma declaraba las aspiraciones de las naciones americanas de terminar con el colonialismo y la ocupación de territorios americanos por países extra-continentales. Creaba además un Comité Interamericano para Territorios Dependientes para estudiar la cuestión. La Argentina obtuvo el apoyo de todos los países hispano-parlantes. En realidad, ninguno votó en contra; sólo Estados Unidos, Brasil y la República Dominicana se abstuvieron. (51)
La actitud argentina acerca de una resolución anticomunista parece haber estado ligada a la declaración anticolonial. Como recordaremos, el gobierno argentino había sugerido un acuerdo anticomunista en la Conferencia de Río, no encontrando al Departamento de Estado dispuesto al mismo. En Bogotá la posición del último había sido revisada: sin llegar a respaldar todavía un acuerdo multilateral, el Departamento apoyaba una resolución que condenara con fuerza el comunismo internacional. Pero no obstante su posición anterior, la delegación argentina se opuso a condenar el comunismo sólo sobre bases ideológicas, señalando que debía ser subrayada la necesidad de enfrentar los problemas económico-sociales que permitían la expansión del comunismo. La resolución aprobada finalmente condenaba el comunismo sobre la base de la seguridad hemisférica y abogaba por las políticas económicas y sociales que elevaran el nivel de vida en el continente. En su informe de fines de abril, el embajador Bruce afirmaba que Perón había explicado la dilación de Bramuglia en sumarse a la declaración anticomunista, diciendo que la Argentina quería Las Malvinas y los norteamericanos querían una declaración anticomunista, de manera que Bramuglia había jugado “un pequeño póker” para llegar a un acuerdo. (52)
El resultado más importante de la Conferencia fue la adopción de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, que dio al sistema interamericano un documento constitutivo. En el primer capítulo se describe a la OEA como un organismo regional dentro de las Naciones Unidas. La Carta de la OEA reafirma principios ya proclamados. Un intento de incorporar una definición de democracia, a instancias de los delegados de Uruguay y Brasil fue abandonado debido a las dificultades que presentaba. Particularmente significativo es el párrafo (e) del artículo 5: “Los Estados americanos condenan la guerra de agresión: la victoria no da derechos”. La delegación argentina propuso la inclusión de la última frase. Los norteamericanos hicieron notar que la misma sólo tendría aplicación en el caso de un agresor victorioso, quedando por lo tanto la propuesta vinculada a la condena de la guerra de agresión. Por cierto, el principio de no intervención se afirmaba en términos muy amplios, haciéndolo extensivo a la intervención por cualquier grupo de Estados. La modificación revelaba el temor que había suscitado la proposición del uruguayo Rodríguez Larreta que implicaba la intervención colectiva. También significaba una nueva extensión del principio de no intervención el contenido del artículo 16, que afirmaba que ningún estado podía usar o propiciar el uso de medidas coercitivas de índole económica. No obstante, la carta permitía tomar medidas no definidas para mantener “la paz y la seguridad de acuerdo con los tratados existentes”, punto débil al cual Estados Unidos apelaría al intervenir más tarde en algunos países de América Central. (53)
La Carta describía también los órganos principales de la OEA. La Conferencia Internacional de Estados Americanos cambiaba de nombre, denominándose Conferencia Interamericana, con obligación de reunirse cada cinco años. El Consejo Directivo de la Unión Panamericana se convirtió en el Consejo de la OEA. Este tiene tres órganos dependientes, de los cuales el más importante es el Consejo Interamericano Económico y Social. La fuerte oposición latinoamericana impidió que se incluyera en la estructura de la OEA un Consejo de Defensa, subsistiendo la Junta Interamericana de Defensa. Un tercer documento en importancia dentro del sistema interamericano fue el Tratado Americano de Arreglo Pacífico o Pacto de Bogotá. Si bien el arreglo pacífico de las disputas entre los países latinoamericanos era de larga data, nunca se había alcanzado un acuerdo para aceptarlo bajo la forma de un tratado. No obstante el Pacto de Bogotá no tuvo mucho éxito. Las reservas fueron de importancia y las ratificaciones lentas y parciales. (54)
 
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