La consulta independentista complica la «soberanía» escocesa en renovables
Escocia depende de la interconexión eléctrica con el resto del Reino Unido y de los subsidios británicos para mantener la industria de las renovables, un sector «icónico» de su economía
En el campo de Whitelee, 215 turbinas de generación de energía eólica cortan el aire de este antiguo páramo yermo al sur de Glasgow. Miden el equivalente a un edificio de 36 pisos, y generan la electricidad necesaria para garantizar el consumo de 300.000 hogares. Al igual que la riqueza de las naciones, estos mastodontes de 110 metros de altura máxima solo aguantan el paso del tiempo si han sido levantados sobre una base sólida: 750 toneladas de cemento inyectadas a los pies de cada turbina en el caso de esta plantación de generación eléctrica. Y como el desarrollo de los países también, lleva su tiempo que den frutos.
Escocia quiere generar el 100% de su demanda eléctrica con renovables en 2020
En el caso de esta «granja» de energía eólica de Scottish Power, la filial británica de Iberdrola, se necesitaron diez años de planificación, permisos y construcción para poner en funcionamiento la mayor instalación de este tipo de Europa, inaugurada en mayo de 2009. La industria de las renovables es uno de los grandes motivos de orgullo económico para los escoceses. Situada a la vanguardia europea de la lucha contra el cambio climático, Escocia se ha propuesto generar el equivalente al 100% de su consumo energético mediante fuentes renovables para 2020.
Un esfuerzo de reducción de emisiones de carbono muy superior al exigido a sus Estados miembros por la UE, que quiere que el 20% de la demanda energética provenga de fuentes renovables en 2020 (el objetivo a nivel nacional es del 15% en Reino Unido y del 20% en España). En la actualidad, Escocia produce el 14% de la electricidad en Gran Bretaña y exporta al resto del Reino Unido el 25% de los más de seis gigavatios de potencia que producen las renovables en Escocia, y que suponen el 40% de la producción de renovables del Reino Unido en su conjunto.
Renovables, «la nueva narrativa»
Una proeza industrial para un territorio que apenas concentra el 8,5% de la población británica, que ha sabido aprovechar la escasa densidad del hábitat y las posibilidades de su clima y de la naturaleza para convertirse en un referente mundial del sector. «La industria de las renovables escocesa se ha convertido en algo icónico, Escocia es conocida de forma global por su ambición en la lucha contra el cambio climático y en el campo de las renovables, que es la nueva narrativa energética en el mundo», explica a ABC Niall Stuart, consejero delegado de Scottish Renewables, el organismo empresarial que representa a la industria.
Stuart, al igual que Ignacio Galán, el presidente de Iberdrola, y que los principales actores del sector, no se aventura a opinar sobre el impacto que podría tener el referéndum de independencia convocado por el gobierno nacionalista escocés para el próximo 18 de septiembre, dentro de seis meses. Pero sí anticipa los elementos fundamentales que la industria necesita para poder alcanzar el objetivo del 100% para 2020, «sea cual sea el resultado del referéndum». Y cita dos: la interconexión con el mercado eléctrico del resto del Reino Unido, y los subsidios a la industria.
«Dependemos totalmente de la interconexión con Inglaterra», explica. Una realidad de la que es muy consciente el gobierno nacionalista que dirige Alex Salmond, que pregona en su hoja de ruta hacia la independencia el mantenimiento de un mercado energético único. Pero, al otro lado de la «frontera», el gobierno de Londres no lo ve así. Según sus cifras, el sector escocés se beneficia del 37% de las ayudas públicas a las renovables, con un montante superior a los 600 millones de euros hasta la fecha. Un esfuerzo financiero que difícilmente podría mantener una hipotética Escocia independiente, con solo el 10% de la población, y el 9% de la demanda eléctrica.
«La industria escocesa de las renovables se beneficia de la posibilidad de repartir los costes de la inversión sobre todos los consumidores del Reino Unido», ha advertido Ed Davey, el ministro de Energía de David Cameron. «Las renovables en Escocia han florecido precisamente porque Escocia es parte del Reino Unido, es nuestro sistema energético colectivo el que ha apuntalado el éxito [de las renovables] hasta la fecha», explicó hace unos meses en un discurso en Aberdeen, la «capital» del petróleo del Mar del Norte.
Energía eólica «onshore», 67% del total
El éxito es incontestable. Escocia duplicó su capacidad instalada de fuentes renovables entre 2007 y 2012, pasando de 2,6 gigavatios a 5,8. La capacidad instalada en la actualidad es de 6,5 gigavatios, de los cuales la energía eólica «onshore» proporciona el 67%, según las cifras de Scottish Renewables. Para muchos observadores, el escenario del referéndum plantea, además de la posibilidad de perder este suculento flujo de subsidios, una probable subida de la factura eléctrica en Escocia si se separa, debido en gran parte a los mayores costes de distribución en un territorio extenso con poca densidad de población.
Así lo teme Bob Dudley, consejero delegado de la petrolera BP, y uno de los pocos líderes empresariales del sector energético que ha manifestado expresamente su «preocupación» por las «grandes dudas» que genera la consulta para un sector que necesita un marco regulatorio, político y económico estable y predecible. Sin embargo, el nacionalismo gobernante se muestra tranquilo. Consideran que el Reino Unido depende de la producción eléctrica escocesa para satisfacer su demanda y para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones.
Si se rompe la unidad del mercado, «habrá apagones en Inglaterra», dice Salmond
El 42% de la capacidad británica de generación de energía eólica, por ejemplo, está en Escocia. Salmond prefiere, como hacen los políticos a menudo, ubicar su argumento en un contexto futbolístico. Según advertía el mes pasado, la posibilidad de una final Inglaterra-Escocia en la Eurocopa que se celebrará en Francia en junio de 2016 podría convertirse en un escenario de pesadilla si se rompe la unidad del mercado energético en las islas. Salmond sitúa el «Día D» de la secesión –si el «Sí» a la independencia gana el referéndum dentro de seis meses- en marzo de 2016. «Cuando todo el mundo vaya a encender sus teteras en el descanso, habrá apagones», advierte Salmond.
El gobierno escocés mantiene una estrategia constante de cara a la consulta. Frente a las advertencias y riesgos que manifiestan lo que ellos denominan como «discurso del miedo», el Partido Nacionalista Escocés defiende que no ocurrirá nada, porque nadie querrá líos. Ni Bruselas se atreverá a expulsar a una hipotética Escocia independiente (a pesar de que la UE ha dejado claro que se quedarían fuera), ni Londres se atreverá a negarles el uso compartido de la libra esterlina (a pesar de que los tres grandes partidos británicos han dicho que se oponen a una unión monetaria), ni se romperá el mercado energético.
La mutua dependencia entre ambos lados de la frontera entre Escocia e Inglaterra en este campo es compartida por todos los expertos. «Es difícil ver cómo el Reino Unido podría cumplir con sus compromisos europeos en materia de renovables sin la producción escocesa de renovables, porque Inglaterra y Gales no tienen los activos necesarios», explica Stuart. Pero, en un marco europeo con una red eléctrica cada vez más interconectada, otros señalan que el Reino Unido podría fácilmente sustituir la producción escocesa con electricidad de Francia, Holanda, Irlanda o Islandia.
abc.es
Escocia depende de la interconexión eléctrica con el resto del Reino Unido y de los subsidios británicos para mantener la industria de las renovables, un sector «icónico» de su economía
En el campo de Whitelee, 215 turbinas de generación de energía eólica cortan el aire de este antiguo páramo yermo al sur de Glasgow. Miden el equivalente a un edificio de 36 pisos, y generan la electricidad necesaria para garantizar el consumo de 300.000 hogares. Al igual que la riqueza de las naciones, estos mastodontes de 110 metros de altura máxima solo aguantan el paso del tiempo si han sido levantados sobre una base sólida: 750 toneladas de cemento inyectadas a los pies de cada turbina en el caso de esta plantación de generación eléctrica. Y como el desarrollo de los países también, lleva su tiempo que den frutos.
Escocia quiere generar el 100% de su demanda eléctrica con renovables en 2020
En el caso de esta «granja» de energía eólica de Scottish Power, la filial británica de Iberdrola, se necesitaron diez años de planificación, permisos y construcción para poner en funcionamiento la mayor instalación de este tipo de Europa, inaugurada en mayo de 2009. La industria de las renovables es uno de los grandes motivos de orgullo económico para los escoceses. Situada a la vanguardia europea de la lucha contra el cambio climático, Escocia se ha propuesto generar el equivalente al 100% de su consumo energético mediante fuentes renovables para 2020.
Un esfuerzo de reducción de emisiones de carbono muy superior al exigido a sus Estados miembros por la UE, que quiere que el 20% de la demanda energética provenga de fuentes renovables en 2020 (el objetivo a nivel nacional es del 15% en Reino Unido y del 20% en España). En la actualidad, Escocia produce el 14% de la electricidad en Gran Bretaña y exporta al resto del Reino Unido el 25% de los más de seis gigavatios de potencia que producen las renovables en Escocia, y que suponen el 40% de la producción de renovables del Reino Unido en su conjunto.
Renovables, «la nueva narrativa»
Una proeza industrial para un territorio que apenas concentra el 8,5% de la población británica, que ha sabido aprovechar la escasa densidad del hábitat y las posibilidades de su clima y de la naturaleza para convertirse en un referente mundial del sector. «La industria de las renovables escocesa se ha convertido en algo icónico, Escocia es conocida de forma global por su ambición en la lucha contra el cambio climático y en el campo de las renovables, que es la nueva narrativa energética en el mundo», explica a ABC Niall Stuart, consejero delegado de Scottish Renewables, el organismo empresarial que representa a la industria.
Stuart, al igual que Ignacio Galán, el presidente de Iberdrola, y que los principales actores del sector, no se aventura a opinar sobre el impacto que podría tener el referéndum de independencia convocado por el gobierno nacionalista escocés para el próximo 18 de septiembre, dentro de seis meses. Pero sí anticipa los elementos fundamentales que la industria necesita para poder alcanzar el objetivo del 100% para 2020, «sea cual sea el resultado del referéndum». Y cita dos: la interconexión con el mercado eléctrico del resto del Reino Unido, y los subsidios a la industria.
«Dependemos totalmente de la interconexión con Inglaterra», explica. Una realidad de la que es muy consciente el gobierno nacionalista que dirige Alex Salmond, que pregona en su hoja de ruta hacia la independencia el mantenimiento de un mercado energético único. Pero, al otro lado de la «frontera», el gobierno de Londres no lo ve así. Según sus cifras, el sector escocés se beneficia del 37% de las ayudas públicas a las renovables, con un montante superior a los 600 millones de euros hasta la fecha. Un esfuerzo financiero que difícilmente podría mantener una hipotética Escocia independiente, con solo el 10% de la población, y el 9% de la demanda eléctrica.
«La industria escocesa de las renovables se beneficia de la posibilidad de repartir los costes de la inversión sobre todos los consumidores del Reino Unido», ha advertido Ed Davey, el ministro de Energía de David Cameron. «Las renovables en Escocia han florecido precisamente porque Escocia es parte del Reino Unido, es nuestro sistema energético colectivo el que ha apuntalado el éxito [de las renovables] hasta la fecha», explicó hace unos meses en un discurso en Aberdeen, la «capital» del petróleo del Mar del Norte.
Energía eólica «onshore», 67% del total
El éxito es incontestable. Escocia duplicó su capacidad instalada de fuentes renovables entre 2007 y 2012, pasando de 2,6 gigavatios a 5,8. La capacidad instalada en la actualidad es de 6,5 gigavatios, de los cuales la energía eólica «onshore» proporciona el 67%, según las cifras de Scottish Renewables. Para muchos observadores, el escenario del referéndum plantea, además de la posibilidad de perder este suculento flujo de subsidios, una probable subida de la factura eléctrica en Escocia si se separa, debido en gran parte a los mayores costes de distribución en un territorio extenso con poca densidad de población.
Así lo teme Bob Dudley, consejero delegado de la petrolera BP, y uno de los pocos líderes empresariales del sector energético que ha manifestado expresamente su «preocupación» por las «grandes dudas» que genera la consulta para un sector que necesita un marco regulatorio, político y económico estable y predecible. Sin embargo, el nacionalismo gobernante se muestra tranquilo. Consideran que el Reino Unido depende de la producción eléctrica escocesa para satisfacer su demanda y para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones.
Si se rompe la unidad del mercado, «habrá apagones en Inglaterra», dice Salmond
El 42% de la capacidad británica de generación de energía eólica, por ejemplo, está en Escocia. Salmond prefiere, como hacen los políticos a menudo, ubicar su argumento en un contexto futbolístico. Según advertía el mes pasado, la posibilidad de una final Inglaterra-Escocia en la Eurocopa que se celebrará en Francia en junio de 2016 podría convertirse en un escenario de pesadilla si se rompe la unidad del mercado energético en las islas. Salmond sitúa el «Día D» de la secesión –si el «Sí» a la independencia gana el referéndum dentro de seis meses- en marzo de 2016. «Cuando todo el mundo vaya a encender sus teteras en el descanso, habrá apagones», advierte Salmond.
El gobierno escocés mantiene una estrategia constante de cara a la consulta. Frente a las advertencias y riesgos que manifiestan lo que ellos denominan como «discurso del miedo», el Partido Nacionalista Escocés defiende que no ocurrirá nada, porque nadie querrá líos. Ni Bruselas se atreverá a expulsar a una hipotética Escocia independiente (a pesar de que la UE ha dejado claro que se quedarían fuera), ni Londres se atreverá a negarles el uso compartido de la libra esterlina (a pesar de que los tres grandes partidos británicos han dicho que se oponen a una unión monetaria), ni se romperá el mercado energético.
La mutua dependencia entre ambos lados de la frontera entre Escocia e Inglaterra en este campo es compartida por todos los expertos. «Es difícil ver cómo el Reino Unido podría cumplir con sus compromisos europeos en materia de renovables sin la producción escocesa de renovables, porque Inglaterra y Gales no tienen los activos necesarios», explica Stuart. Pero, en un marco europeo con una red eléctrica cada vez más interconectada, otros señalan que el Reino Unido podría fácilmente sustituir la producción escocesa con electricidad de Francia, Holanda, Irlanda o Islandia.
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