Comparten recuerdos de la Segunda Guerra Mundial
Miércoles, 18 de enero de 2017 a las 8:45pm
CLAUDIO MONTES DE OCA | NTRZACATECAS.COM
Zacatecas.- Tras un rostro de expresiones firmes, algunas arrugas que dibujan la experiencia de sobrevivir a una de las guerras más importantes de la historia, el cabello negro y los hombros rígidos, se puede ver la valentía de un hombre que sirvió a su país con honor.
Para José Arroyo García, quien porta con gallardía el uniforme militar como capitán primero previsor, el orgullo de haber contribuido a la defensa de México no tiene comparación.
Él es parte del personal de sobrevivientes de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, Escuadrón 201, defensor de la República durante la Segunda Guerra Mundial.
Su voz es firme, su mirada fija intimidante, apenas parpadea; un hombre distinguido que con decisión narra las historias abriendo el baúl de sus recuerdos.
“En 1945 fue la primera vez que ondea nuestra bandera mexicana, representando a México y no en una cuestión de invasión”, comentó.
Sin titubeos en su semblante, Arroyo García expresó su deseo por dejar una historia única, “porque es la primera vez que el ejército, compuesto por todas las armas y servicios: infantería, caballería, artillería, intendencia, médico, fuerza aérea… se juntó y se forjó este cúmulo de 295 elementos que visitamos Filipinas el 1 de mayo de 1945”.
“Tuve el honor de formar parte de los primeros soldados mexicanos en enfrentarnos a una contienda mundial y regresar con la victoria en la mano”, destacó el capitán mientras sostenía una bandera mexicana en su mano.
“Esta bandera fue cuidada celosamente todo nuestro tiempo, inclusive, cuando íbamos en el barco, tardamos 36 días en llegar a las Filipinas. Era tanto el cariño que teníamos por esta bandera que el oficial de guardia traía un maletín donde estaba guardada, y había instrucciones porque esperábamos que la travesía estaba saturada de marinos alemanes y japoneses”, refirió.
Recordó que al ser enviado a luchar para defender a su país, el 1 de mayo de 1945, en varias ocasiones tuvieron alertas de ataque.
“De repente el barco hizo sonar sus sirenas, se tiraron bombas de profundidad, el barco se incendiaba, y todos estábamos ya listos con un chaleco salvavidas que no nos quitábamos ni para dormir”, narró.
Además, contó que al desembarcar tenía la convicción de no permitir que México perdiera su libertad y soberanía.
“La defensa más grande que podemos tener en México es motivar a nuestra juventud, unirnos para defender al país de problemas que vienen muy severos”, enfatizó.
Para el capitán primero previsor lo más importante es lograr revivir el México que conoció, con la obligación moral de cuidar la nación, para no terminar en ruinas.
“Gente caminaba por las calles, niños pequeños pidiendo que comer. En tres días llegamos a una parte de las Filipinas, un lugar boscoso, levantamos nuestro campamento con todos los servicios y empezamos transmisiones de contacto. Empezaron a llegar niños, de siete años el mayor. Cuando ellos habían quedado sin familia se juntaron para sobrevivir. Lo único que querían era algo que llevarse a la boca”, afirmó.
“Teníamos instrucciones directas de que, aunque nos sobrara un pedazo de pan, no lo podíamos dar a ningún civil, porque era tanta la cuestión que, si empezábamos a alimentar a un grupo, podía llegar una avalancha contra la base”, explicó.
Pese a la dureza de la situación, su sentido humano no se perdió. Respaldó al cocinero, quien a escondidas alimentaba a los niños. “Por seis meses que estuvimos pudimos darles de comer”, recordó.
“Tenemos un gran país. Sí nos quejamos del alza de la gasolina, pero tenemos dinero en la bolsa para comprar, ir a un café, tener alimentos. Pero el día que no haya nada, como en muchos países, entonces yo creo que nos tenemos que unir”, puntualizó
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