Notas en los medios sobre Nazismo

El pedante filósofo del nazismo

Alfred Rosenberg, insufriblemente arrogante y pedante, era uno de los nazis más antipáticos

No les caía bien ni a ellos mismos
Atormentado siempre por no poder llegar a la cúpula real del poder, se granjeó el desprecio y las burlas de muchos de sus compañeros de partido, que no hacían sino seguir en eso el ejemplo del propio Hitler. Von Schirach decía de Rosenberg que era el autor que más ejemplares había vendido de un libro que nadie había leído. Se refería a Mythus del XX Jahrhunderts (El Mito del siglo XX), su obra mayor (algo no muy difícil cuando tienes otros títulos como Inmoralidad en el Talmud), y la segunda Biblia nazi después del Mein Kampf.
Mythus, influido por Houston Stewart Chamberlain y una mala lectura de Nietzsche, es un mamotreto de muchas ínfulas que Goering describió sin ambages como “basura” y Goebbels calificó de “escupitajo filosófico”. En ese libro, Rosenberg trató de sistematizar la confusa filosofía oficial que había detrás del movimiento nazi, la espuria amalgama de neopaganismo, mística de la sangre, teorías raciales y pseudociencia que él consiguió convertir en algo que Hitler mismo consideraba demasiado oscuro para entenderlo. Hay que decir en descargo de Rosenberg que su libro fue el único intento serio de poner por escrito la embarullada filosofía nazi.
Alemán del Báltico —había nacido en lo que hoy es Tallin— compartía el ultranacionalismo de los expatriados y se unió al partido nazi en 1919. Miembro de la sociedad Thule, creía en fuerzas y conspiraciones oscuras y fue uno de los grandes propagadores del mito de la conspiración judeo-masónica y de Los protocolos de los Sabios de Sión. Se convirtió en el gran teórico nazi de la raza y uno de sus líderes culturales —lo que le llevó a enfrentarse a Goebbels—. Hitler lo hizo responsable de supervisar la educación ideológica del partido.
Si su papel se hubiera limitado a la pseudoliteratura probablemente Rosenberg no habría acabado colgado de una cuerda en Núrenberg en 1946. Pero era un arribista fanático y ambicioso que se instaló en la estructura del III Reich y participó plenamente en sus crímenes. Por eso es tan interesante que haya aparecido parte de su diario. Rosenberg escribió unas memorias, que han sido publicadas, mientras esperaba juicio en Nurenberg.
En 1939 creó un instituto para la investigación de la cuestión judía cuyo objetivo —odio racial al margen— era saquear las colecciones de arte, bibliotecas y archivos judíos de toda Europa. Una unidad especial denominada Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (Fuerza Especial Rosenberg) confiscó (en puridad robó) tesoros artísticos por doquier.
En 1941 Hitler lo nombró Ministro para los Territorios Ocupados del Este, cargo en el que demostró ser tan incompetente como filosofando, aunque ello no significó que fuera menos brutal que sus camaradas.
En el proceso de Núrenberg fue uno de los 12 condenados a muerte. La suya fue la ejecución más rápida. A los 90 segundos ya pendía de la soga. Curiosamente el incontinente vocero del nazismo se limitó a dar su nombre en el patíbulo y a contestar con un simple “no” cuando le preguntaron si quería decir algo para la posteridad...
ELPAIS.ES
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/10/actualidad/1370891924_378025.html
 

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10/06/1940 - Italia le declara la guerra a Gran bretaña y Francia
1944 - en Londres cae el primer cohete-bomba V-1 lanzado desde la Alemania nazi.
1944 - Matanza de Oradour-sur-Glane de civiles indefensos, mientras tenía lugar la Batalla de Normandía en la Segunda Guerra Mundial.Símbolo de los crímenes de guerra cometidos en Francia durante la ocupación nazi y el régimen colaboracionista de Vichy.

Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/junio/10__,_._,___
 

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12/06/1940 - en Saint-Valery-en-Caux (Francia), en el marco de la Segunda Guerra Mundial, 13.000 soldados británicos y franceses se rinden al mariscal nazi Erwin Rommel.
1942 - en el marco del Holocausto judío, la futura escritora Anne Frank (1929-1945) recibe un diario en blanco como regalo por su decimotercer cumpleaños.
1943 - en Berezhany (óblast de Ternopil, Ucrania), en el marco del Holocausto judío, los nazis exterminan el gueto; 1180 judíos son llevados al cementerio judío y fusilados.
Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/junio/12
 

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La sobreviviente que resistió al nazismo

Conoció a Ana en 1933, antes de la invasión alemana a los Países Bajos. Pero no supo hasta mucho después que la familia había estado refugiada en un cuarto. Llegó a Buenos Aires para el cuarto aniversario de la Casa de Ana Frank en Argentina.

Barbara Ledermann nunca imaginó que su amiga de la infancia fuera capaz de escribir lo que finalmente escribió. Mucho menos pudo imaginar la trascendencia mundial que tendrían los manuscritos que había dejado casi inocentemente. Por eso, cuando leyó por primera vez, en 1947, el Diario de Ana Frank, se sintió, de golpe, conmovida. Esa chica inquieta y traviesa con la que había compartido su niñez en Amsterdam dejaba de pronto un legado que sería considerado tiempo después uno de los libros más significativos a nivel mundial en materia de derechos humanos. La Casa de Ana Frank en la Argentina invitó a Ledermann para celebrar un nuevo aniversario de su apertura y los 84 años del nacimiento de la joven víctima del nazismo. La Legislatura porteña, además, declaró a Ledermann, miembro de la resistencia holandesa durante la ocupación alemana, Huésped de Honor de la ciudad.
En 1933, las familias de Barbara y de Ana, ambas judías, se escaparon cada una por su lado de Alemania y se instalaron en los Países Bajos. Barbara tenía por ese entonces apenas ocho años. “Nosotros vivíamos en Berlín y cuando Hitler llegó al poder decidimos irnos para Holanda. Los Frank hicieron lo mismo desde Frankfurt. Al poco tiempo de haber llegado a Amsterdam, mi hermana y yo ya estábamos jugando con Ana Frank y su hermana mayor, Margot. Eramos vecinos y vivíamos en una zona que estaba frente al río. Con Margot, además, íbamos juntas a la escuela, teníamos la misma edad, así que pasaba mucho tiempo con ella o con Ana, que tenía tres años menos”, cuenta Barbara a Página/12.
“Margot –recuerda, casi ochenta años después de esos hechos– era una chica muy inteligente, que me ayudaba cuando no entendía algo en la escuela, por ejemplo en Matemática. Y Ana era una joven muy madura para la edad que tenía, siempre estaba inquieta, era muy movediza.” Las niñas compartieron ocho años de su infancia hasta que el contexto político y social que las rodeaba se volvió intolerable.
En 1941 se intensificó la persecución judía por parte del régimen alemán que había ocupado Holanda. Entre otras medidas, se les prohibió utilizar el transporte público, asistir a determinados lugares públicos y fueron sometidos a un toque de queda nocturno. En ese estado de situación, los Frank decidieron en julio de 1942 esconderse en el cuarto posterior de un edificio de oficinas, donde Ana comenzaría a escribir su diario.
Barbara relata que por entonces debió separarse de su familia definitivamente. Con apenas 16 años, comenzó a colaborar, junto con quien por entonces era su novio, en la resistencia al régimen nazi en ese país: trasladaban gente de un escondite a otro, distribuían publicaciones clandestinas y vendían suministros de contrabando. En contra de la voluntad de sus padres, Barbara se fue de la casa. “En 1942 ya no volví a ver a Ana ni a mi familia. En ese tiempo, por protección, usaba una identificación falsa y ayudaba como podía en la resistencia. A veces hacía largas colas para cobrar unos cupones y darles comida a todos los que estaban refugiados en escondites. Otro día hacía otra cosa. Fue ahí cuando me enteré de que se habían llevado a mi familia.” Los Ledermann fueron trasladados a un campo de concentración en Westerbork, al noreste de Holanda, y en noviembre de 1943 murieron en Auschwitz, el mayor centro de exterminio de la historia.
En cuanto a las hermanas Frank, Barbara cuenta que lo único que pudo averiguar ese año fue que se habían mudado a Basilea, donde supuestamente vivían unos familiares. “Fui hasta su casa, toqué el timbre y alguien abrió la puerta y me dijo que se habían ido a Suiza”, recuerda Barbara. Luego de que finalizara la guerra, cuando se reencontró con Otto Frank, el padre de Ana y único sobreviviente de esa familia, Barbara pudo saber del escondite donde habían estado los Frank y otra familia judía durante casi dos años. Otto Frank le entregó una primera versión del diario que su hija había escrito hasta que fueron encontrados por los alemanes en agosto de 1944.
Ana murió en el campo de Bergen-Belsen en marzo del año siguiente. El diario se publicaría, tras varias cavilaciones de Otto, en 1947, y años más tarde se traduciría a una veintena de idiomas, convirtiéndose en símbolo mundial de los derechos humanos.
“Cuando leí por primera vez el diario me sorprendí. Yo conocí a Ana cuando ella era una chica pequeña y traviesa, y después me enteré de que escribió un libro maravilloso. Fue realmente sorprendente. La admiro por cómo era y por el libro que escribió. Después me enteré de que había más. Y quería leerlo, obvio. De a poco, por suerte, se fue publicando, aunque Otto Frank recortó algunas cosas”, explica Barbara, de 87 años, quien actualmente vive en Estados Unidos.
En noviembre de 1947, dos años después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, Barbara emigró a ese país. “Durante dos años me quedé en Holanda esperando a que mis padres y mi hermana regresaran. Tenía esa esperanza hasta que me enteré, por medio de la Cruz Roja, de que habían muerto. En ese entonces yo trabajaba para una compañía de ballet. Una de mis grandes pasiones siempre fue el baile. Incluso durante la resistencia bailé para una compañía alemana que estaba dirigida por una mujer nazi y muchos me advertían del peligro enorme que eso significaba para mí.” En Estados Unidos consiguió diferentes trabajos, siguió bailando mientras pudo, y vivió un tiempo en Nueva York, antes de mudarse a Maryland, donde conoció al biólogo Martin Rodbell. Se casaron en 1950 y Rodbell conseguiría en 1994 el Premio Nobel de Fisiología. A Otto Frank lo volvería a ver en un par de ocasiones antes de que falleciera, en 1980, a los 91 años. Desde el año 2000, Barbara vive en Carolina del Norte.
pagina 12​
 

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ALGO MAS DEL TEMA ROSENBERG
Hallan documentos secretos de los nazis


El diario personal de Alfred Rosenberg, encargado de saquear objetos de valor en territorios ocupados y uno de los principales colaboradores de Hitler, tiene 400 páginas

Crédito foto: AP



Las autoridades federales de los Estados Unidos dijeron que han recuperado cientos de páginas del diario de Alfred Rosenberg —funcionario del partido Nazi y uno de los principales colaboradores de Adolf Hitler— las cuales abarcan años de la Segunda Guerra Mundial.

Rosenberg fue ejecutado en 1946 después de ser hallado culpable de crímenes de guerra en los Juicios de Nuremberg al término de la Segunda Guerra Mundial.



Según las autoridades, el diario se encontraba entre diversos documentos que conservaba Robert M.W. Kempner, abogado del gobierno durante los Juicios de Nuremberg.

Kempner murió en 1993 y funcionarios del museo tomaron posesión de la colección de documentos que tenía en su poder. Sin embargo, el diario de Rosenberg permaneció desaparecido.

"Las aproximadamente 400 páginas de hojas sueltas de papel abarcan los años 1936-1944, cuando Rosenberg era el responsable de saquear objetos de valor en los territorios que ocupaban los nazis y de planear el dominio nazi en los territorios soviéticos conquistados", dijeron el jueves las autoridades del museo en un mensaje en internet.

"El hallazgo sin duda dará a los investigadores nuevo conocimiento sobre las políticas de los líderes nazis y cumple el compromiso del museo de poner al descubierto la evidencia de los perpetradores del Holocausto", afirmaron.

Rosenberg, ideólogo y propagandista nazi, fue autor del libro "El mito del siglo XX", de 1930, en el que se impulsaba la idea de la superioridad de la cultura aria.


Alfred Rosenberg y Adolf Hitler



Después encabezó el departamento de asuntos exteriores del Partido Nazi, ascendió hasta la jerarquía de esa fuerza política y en 1941 se convirtió en el ministro del Reich para los Territorios Ocupados del Este.

"Como ministro del Reich, Rosenberg tuvo una participación importante en la aniquilación masiva de judíos en los Territorios Ocupados del Este, así como en la deportación de civiles hacia campos de trabajos forzados donde se les obligaba a colaborar con la maquinaria de guerra alemana", dijeron el jueves las autoridades.


Fuente: AP
 

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Descubren a un sanguinario comandante nazi "escondido" en EE.UU.
El ex comandante de una unidad de la SS nazi, una compañía de élite acusada de cometer atrocidades en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial, ha estado viviendo en EE.UU., según una investigación de AP.

Según la pesquisa de la agencia el comandante nazi, que se esconde bajo el nombre de Michael Karkoc, de 94 años, mintió a las autoridades estadounidenses sobre su pasado para entrar en el país.

Relatos de testigos citados por la agencia confirmaron que la compañía que Karkoc comandaba quemó poblados repletos de mujeres y niños en Ucrania. Esta división, que rara vez participaba en combate, tenía como uno de sus objetivos principales el llevar a cabo acciones punitivas.

Además, archivos alemanes conservan información sobre la participación de su compañía en la represión de las sublevaciones de Varsovia, Polonia, en 1944. Sin embargo, se desconoce si Karkoc participó personalmente en las matanzas.

Karkoc, quien reside en Minnesota, se negó a hablar sobre su pasado con AP. Por el momento las autoridades estadounidenses no han comentado nada sobre este asunto, pero en el pasado el Departamento de Justicia de EE.UU. ha deportado a decenas de presuntos criminales de guerra nazis que mintieron en sus documentos migratorios.

Si la información se confirma, Karkoc podría ser deportado a Ucrania, Alemania o Polonia, donde como antiguo comandante de la SS le espera una condena, aseguran expertos citados por la agencia.

http://actualidad.rt.com/actualidad/view/97382-eeuu-nazi-guerra-mundial
 

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14/06/1940 - en el marco de la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán entra en París.
1940 - Ultimátum soviético a Lituania de 1940.
1940 - el Gobierno español ocupa la ciudad de Tánger con el fin de garantizar su neutralidad.
1940 - en Polonia, un grupo de 728 judíos polacos de Tarnów se convierten en los primeros residentes del campo de concentración nazi de Auschwitz.
1941 - las fuerzas soviéticas deportan y matan a miles de estonios, lituanos y letones en las Deportaciones de Junio.
1942 - Ana Frank comienza a escribir su diario.
1945 - los británicos celebran la reconquista de Birmania.
 

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Descubren a un jerarca nazi de 94 años escondido en Estados Unidos


Un tranquilo señor ucraniano de 94 años, llamado Michael Karkoc, que vive en una modesta casa de Minneapolis, es un ex comandante de las SS Nazi, que logró escapar a Estados Unidos en 1949, pocos años después de la Segunda Guerra Mundial.

Lo informaron fuentes estadounidenses, según las cuales para ingresar a Estados Unidos, Karkoc mintió a los funcionarios de inmigración, al asegurar que no había realizado el servicio militar durante la guerra, que finalizó en 1945.

En un libro de memorias en lengua ucraniana, y que fue publicado en 1995 y que está disponible en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Karkoc afirma que contribuyó a fundar la Self Defense Legion en Ucrania en 1943, división de las SS nazi.

Según los "cazadores de nazis", como Efraim Zuroff, jefe del Simon Wiesenthal Center de Jerusalén, ese dato es suficiente para obtener la extradición, a pesar de su elevado estado de edad.

El hombre está acusado de haber conducido una división, responsable de horrendos crímenes, de haber incendiado localidades enteras en Ucrania y de haber masacrado a civiles.

Según los documentos hallados, Karkoc formó parte de las feroces represiones en el gueto de Varsovia.
ambito web
 

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La herencia del Doctor Muerte

Un juzgado de Berlín ofrece a los hijos de Aribert Heim, médico de las SS, recuperar su herencia

El mayor se niega recibir nada de su padre y el pequeño acepta el legado, de un millón de euros


El cuerpo de Aribert Heim, el Doctor Muerte, continúa sin aparecer, pero, al menos, acaba de aflorar su herencia: un millón ochenta y ocho mil euros. Ese es el legado económico que el criminal nazi más buscado ha dejado a sus herederos. Un juzgado municipal de Berlín acordó el pasado 3 de abril aceptar el óbito del Carnicero deMauthausen —desaparecido durante décadas y declarado muerto hace solo nueve meses—, examinar los documentos sobre sus últimos deseos y preguntar a sus dos hijos si aceptan el dinero: Rüdiger, de 57 años, soltero, ha respondido que sí. Su hermano Aideberg, de 63, casado, ha contestado con una negativa. No quiere recibir nada del hombre acusado de asesinar a 300 presos con inyecciones de benceno en el corazón en el siniestro Revier, enfermería, del campo de Mauthausen.
Los hermanos Heim han mantenido una posición muy diferente desde que su padre se fugó de Alemania cuando ellos tenían seis y doce años. El menor contactó con él en su secreto refugio en El Cairo (Egipto), le ayudó, visitó varias veces y acompañó durante sus últimos días de vida. Creyó en su inocencia y mintió sobre su paradero. El mayor no quiso saber nada de su progenitor ni volvió a verlo jamás. Dos actitudes distintas frente al mismo padre. “Me ha dicho que no quiere nada de él y así lo hemos comunicado al juzgado”, afirma Rüdiger de su hermano.
Después de una búsqueda infructuosa que duró 50 años, el juez Neerforth cerró el pasado mes de septiembre la búsqueda de uno de los hombres más odiados y perseguidos de Alemania. Documentos aportados al juzgado por Freitz Steinaker, de 91 años, abogado y amigo del nazi, y por Rüdiger Heim, su hijo menor, demostraron que el Doctor Muerte falleció en agosto de 1992 en El Cairo (Egipto) a los 78 años víctima de un cáncer de colon. El apuesto médico de las SS murió en los brazos de Rüdiger, el que ha aceptado la herencia, en su habitación del hotel Kars el Medina, donde vivió escondido bajo el nombre de Tarek Hussein Farid, identidad que adoptó cuando en 1980 se convirtió al islam. Los dueños del hotel, la familia Doma, asegura haber visto su cadáver.
Mi hermano me ha dicho que no quiere nada de él y así lo hemos comunicado al juzgado"
Rüdiger Heim
El 5 de mayo de 1962, poco antes de su fuga, Aribert Heim redactó una breve nota fechada en Fráncfort bajo el título de “mis últimas voluntades” y un texto que dice así: “Mis herederos tienen que ser mis hijos, al 50% cada uno”. En su herencia excluyó a Frield, entonces su esposa. El testamento estaba en una vieja maleta de cuero, con documentos, en la que el nazi guardaba sus recuerdos en el refugio de El Cairo.
El origen de Aribert Heim era humilde. Su padre era policía y su madre ama de casa, austriacos. Al terminar la guerra, el médico de las SS fue detenido y sometido a un proceso de desnazificación en una mina de sal de los Aliados. En 1947 quedó libre, conoció a Frield, una médica perteneciente a una rica familia alemana, y se casaron. Los Heim se instalaron en un precioso palacete de los padres de ella en Baden Baden y ejercieron de ginecólogos. Luego llegaron Aideberg y Rüdiger, que solo tenían doce años y seis años cuando un policía apareció en su casa y comenzó a hacer preguntas sobre la estancia del doctor en 1942 en la enfermería de Mauthausen. Heim huyó y se esfumó para siempre. “Mi madre no tenía problemas económicos. Poseía medios y no dependía de mi padre. No me parece extraño que no apareciera en ese testamento”, responde Rüdiger. Los Heim se separaron en 1967, cinco años después de su fuga. Frield inició una nueva relación en Baden Baden que ha durado hasta ahora.
Además del viejo testamento de 1962 encontrado en la maleta de El Cairo, el juzgado de Berlín acaba de recibir el original de otro legado nuevo. Está fechado en 1980, y Heim ordena en él dejar las tres cuartas partes de su herencia a Frield, su exesposa, y el resto a sus dos hijos a partes iguales. Pero, Frield, una mujer amable que hasta hace muy poco atendía al teléfono, falleció el pasado mes de diciembre, a los 90 años, en su casa y acompañada de su hijo Rüdiger, que ha convivido y cuidado de ella hasta su muerte. El nuevo testamento contempla la entrega de otros bienes a unos familiares. Heim tuvo una hija de otra relación que vive en Chile.
El dinero proviene de la venta de un edificio de 34 apartamentos embargado después de su fuga
El millón ochenta y ocho mil euros que ofrece al juzgado municipal a los hermanos Heim procede de un edificio de Berlín con 34 apartamentos de alquiler que el Doctor Muerte había comprado en 1958. Cuando en 1979 se formalizó la acusación del tribunal de Baden Baden contra el criminal nazi, la justicia embargó el inmueble. Un tribunal de Berlín creado por los Aliados al terminar la Segunda Guerra Mundial y facultado para expropiar a los nazis le multó con 510.000 marcos alemanes, el valor del edificio en aquella época, pero el tribunal de Baden Baden no consintió la venta. El abogado Karlheinz Sendke, tutor en ausencia del Tribunal de Tutelas de Berlín, administró la propiedad. “Siempre creímos que el patrimonio de mi padre se había perdido”, dice Rüdiger.
La presión de los vecinos por el estado del edificio logró que el tribunal de Baden Baden levantara el embargo en 1988 y lo vendiera. El dinero se invirtió en fondos y acciones que alcanzaron 1,4 millones de marcos y que han permanecido embargados. Una llamada, en marzo de 1997, de Alexander Dettling, el policía de Stuttgart que seguía la pista del Doctor Muerte por todo el mundo, descubrió a la familia la existencia del dinero: “Quiero comunicarle que hay una cuenta a nombre de su padre en Berlín por valor de 1.400.000 marcos. No quiero comprarle, pero si su padre está muerto sus herederos cobrarán el dinero”, le dijo a Rüdiger.
Desde entonces Rüdiger ha tardado 13 años en decir la verdad. La confesó en 2010 al juez Neerforth, meses después de haber negado a EL PAÍS conocer el paradero de su padre. “Creo que mi padre cambió el testamento porque los apartamentos de Berlín los compró con un crédito avalado por mi madre. Era justo que ella fuera la mayor heredera”, afirma.
Heim se refugió en Egipto, donde murió a los 78 años en 1992. Su cádaver continúa sin aparecer
Las 21 cartas que Heim envió desde Egipto a sus familiares —todas con nombres en clave— revelan la preocupación que tenía sobre cómo aceptarían sus hijos los horrores que le achacaban testigos de la enfermería de Mauthausen. “No entiendo a la madre de los niños. Debería tener más madurez para activar la autoestima de nuestros hijos y para promover la independencia de alma y espíritu en su entorno. Sería difícil en una situación de pobreza, pero no es el caso”, reprochaba en una misiva del 24 de diciembre de 1982.
Aideberg, el hijo mayor, no volvió a ver a su padre. Le escribió una carta de despedida cuando supo por su hermano que le quedaban semanas de vida. Estudiaba medicina cuando se hicieron públicas las acusaciones. “Le afectó mucho. Nunca ha querido saber nada”, explica Rüdiger, el hijo menor, que todavía defiende a su padre. “La verdad judicial y la verdad de mi padre son diferentes”, esgrime.
La acusación fue redactada cuando el médico de las SS llevaba 17 años huido en Egipto y su introducción decía así: “Seleccionó a presos sanos, jóvenes y judíos para un tratamiento especial tanto en el campo como en la enfermería. Con la colaboración de otros funcionarios presos y ayudantes de la enfermería, los anestesió con éter y cloroformo para simular un examen médico. En este estado de desamparo les aplicó con sus propias manos una inyección de cloruro de magnesio en el ventrículo del corazón que tuvo el efecto esperado de la muerte inmediata de la víctima”.
¿Qué va hacer con el dinero? “No lo sé, necesito analizarlo”, responde Rüdiger.
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Expulsados de la Tierra 511 días

El documental ‘No place on Earth’ rescata del olvido la historia de 38 judíos que sobrevivieron al nazismo escondidos en cuevas al oeste de Ucrania

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Treinta y ocho judíos, de entre 2 y 76 años, sobrevivieron a la crueldad del nazismo escondidos durante 511 días, entre 1941 y 1942, en cuevas al oeste de Ucrania. Este es el relato que rescata del olvido el documental No place on Earth (En ningún lugar sobre la Tierra), que ha cobrado vida gracias a la incansable investigación de Chris Nicola, un exfuncionario del Estado de Nueva York, y Janet Tobias, la directora del largometraje. El documental ha participado en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA), se ha adaptado al teatro en Alemania y Canadá y llegará a la pequeña pantalla en Latinoamérica a partir de enero en History Channel.
La recuperación de esta historia arrancó en 1993, cuando Nicola acudió a la llamada de un amigo espeleólogo ucraniano y, de paso, indagó en el pasado de su propia familia en el oeste del país. En una de sus incursiones en la cueva conocida como la Gruta del Cura (Priest’s grotto), el investigador criminal tropezó inesperadamente con una serie de objetos. “Empecé a ver trozos de zapatos, alfarería, muros excavados para evitar goteos… Alguien había vivido allí durante un periodo largo de tiempo”. Aquellos restos no parecían, sin embargo, excesivamente antiguos, por lo que el neoyorquino comenzó a preguntar a los habitantes de la zona. Nadie sabía nada. “Pensaban que pertenecía a la resistencia soviética y no les interesaba. En esos años los vecinos no querían hablar conmigo porque era extranjero y por si fuera un familiar de un judío que reclamaba sus tierras”, rememora.
La investigación de Nicola no dio sus primeros frutos hasta 2002, cuando un familiar de un superviviente contactó con él. Así descubrió la desgraciada biografía que los Stermer y Wexler atesoraban para ellos solos en forma de un libro en hebreo redactado por la abuela de ambas familias. “Mi madre escribió Luchamos por sobrevivir en 1960. Pero nadie se interesó por nuestra historia hasta que llegó Chris [Nicola]”, se alegra la delicada voz de Sam Stermer (Korolowka, Ucrania, 1926) al otro lado del teléfono.
La agónica aventura de estas 38 personas comenzó en 1941 con la incursión del Ejército alemán en el este de Polonia y su paso al oeste de Ucrania. “Fue entonces cuando realmente empezó todo. Oímos que llevaban a cabo acciones, es decir, reunir a la gente en un pueblo y mandarlos a campos de concentración”, cuenta a EL PAÍS Sonia Dodyk (Korolowka, Ucrania, 1933), “el Judenrat [autoridad judía] nos dijo que teníamos que ir al gheto de Borschov, pero mi madre se negó y nos mandó a construir refugios”. Tras zafarse de esos trenes, la matriarca de la familia empujó a los suyos a esconderse en la cueva Verteba, cerca de la localidad Bilche Zolote, un pequeño municipio a 510 kilómetros al suroeste de Kiev. Así, 28 personas entraron y convirtieron esta gruta en su hogar en octubre de 1942.

Un miembro del equipo ante objetos que se quedaron en la cueva. / Christopher Beauchamp
“Yo estaba muy contenta. Los refugios eran sitios muy pequeños para esconder a mujeres y niños pequeños. Aquí podía cantar, saltar… Nos sentíamos como niños otra vez”, afirma de forma desconcertante Dodyk. Aquel escondite era un lugar oscuro pero cálido y seco, donde la mayor parte del tiempo se ahorraban energías y se permanecía en la cama. "Dormíamos casi todo el día, unas 15 horas. Nos despertábamos de noche para cocinar e ir a por suministros y solo salíamos cuando la luna estaba baja para que hubiera menos luz”, destaca Stermer, jubilado del sector de la construcción, con la sorprendente capacidad de reírse de la tragedia.
Pero el peligro no solo lo encarnaban las tropas germanas, sino los habitantes de los pueblos de alrededor y la policía ucraniana, conocida por sus crímenes colaboracionistas durante la guerra. “Eran tan malos como los alemanes. No nos dejaban vivir. Solo nos ayudaron un hombre polaco y un guardabosques”, lamenta el anciano. Esa crueldad, que llegó hasta la última de las capas de la sociedad, se tradujo en el intento de enterrar en vida a las 38 almas que residían en la cueva al tapar la salida. Tras cavar durante tres días una nueva apertura, las familias huyeron a una segunda cueva donde permanecieron hasta el fin de la guerra.
El 12 de abril de 1944 los Stermer y Wexler fueron liberados por las tropas soviéticas en un estallido de fervor y alegría. La población de la zona, no obstante, continuó persiguiéndoles y acabó con la vida de cuatro de ellos, por lo que los supervivientes emigraron a Estados Unidos y Canadá, donde residen actualmente. “Nuestro amigo polaco nos dejó una nota en la entrada avisando de que los rusos habían llegado, pero permanecimos dentro dos semanas más. Cuando volvimos a Korolowka no salió ni una sola persona a recibirnos. Ese es el tipo de gente con la que tuvimos que tratar”.
No place on Earth cuenta con un toque español de la mano de Eduard Grau. El director de fotografía del documental -que también lo fue de la película Buried (Enterrado), dirigida por Rodrigo Cortés- decidió junto a Janet Tobias trasladar la filmación a Hungría, donde introducir el material de trabajo en cuevas similares a la Gruta del Cura resultaba más sencillo. “La historia me fascinó", afirma Grau. "Me parecía que había un reto en esa oscuridad y en que la forma de contarlo fuera real y creíble”.

De izquierda a derecha: los supervivientes Sonia Dodyk, Sam Stermer, Sima Dodyk y (sentado) Saul Stermer. / Christopher Beauchamp
El documental ha participado hasta la fecha en el Festival Internacional de Documentales de Amsterdam (IDFA), se ha adaptado a un formato teatral en países como Alemania y Canadá, y llegará a la pequeña pantalla en Latinoamérica a partir de enero en History Channel. Esta historia, destacan sus protagonistas, espera contribuir a que nunca se repitan incidentes tan trágicos. "Estamos en los últimos años en los que alguien puede decir 'a mí me pasó eso'. El impacto emocional es único", subraya Tobias, "es un relato de cómo somos mejores juntos que separados. Debemos asegurarnos de que no suceda otra vez a ningún grupo de personas: ni tutsis, ni gitanos, ni judíos".

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18/06/1940 - en Inglaterra, Winston Churchill realiza su discurso llamado «Finest hour» speech. Charles de Gaulle realiza un discurso en la BBC que sería denominado como el Llamamiento del 18 de junio.
1940 - las tropas alemanas atacan la línea Maginot por la retaguardia.
1942 - en Tobruck, las tropas inglesas capitulan ante los alemanes, que capturan a más de 33.000 prisioneros y abundante material de guerra.
Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/junio/18
 

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20/06/1940 - en el marco de la Segunda Guerra Mundial, Francia se rinde a Alemania.
1942 - en la Segunda Guerra Mundial, Tobruk cae en manos de las fuerzas italianas y alemanas.
1942 - en Fort Stevens ―en el marco de la Segunda Guerra Mundial―, un submarino japonés navega por el río Columbia (en Óregon), disparando 17 torpedos en uno de los pocos ataques japoneses en territorio estadounidense.
1945 - en la Segunda Guerra Mundial, termina la batalla de Okinawa.
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21/06/1941 - en la Operación Barbarroja, Alemania invade la Unión Soviética.

Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/junio/22
 

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ALGO MAS DE ESTE CRIMEN DE GUERRA

La sangrienta tragedia naval

Más de 9.000 personas fallecieron cuando los soviéticos hundieron el buque que enorgullecía a Hitler, el Wilhelm Gustloff, al final de la II GM

Entre todas las tragedias navales que se han sucedido a lo largo de la Historia, el sobrecogedor choque del transatlántico Titanic contra un iceberg siempre se ha alzado por encima del resto. Sin embargo, existe una catástrofe algo más desconocida pero que, a día de hoy, sigue siendo el mayor desastre marítimo del mundo: el del Wilhelm Gustloff, un buque nazi en el que, tras ser torpedeado, murieron más de 9.000 refugiados y militares del Reich al final de la II Guerra Mundial.
Aunque menos cinematográfica, la historia del Gustloff es, en muchos puntos, similar a la del gigante que chocó contra un iceberg. En ambos había botes salvavidas insuficientes para poner a salvo a todo el pasaje; en los dos hubo que usar armas de fuego para controlar a los pasajeros desesperados que intentaban subirse a las barcas de salvamento y en ambos hubo una ingente cantidad de fallecidos. No obstante, en la catástrofe del buque nazi fallecieron seis veces más personas que en el barco de la White Star Line.
El buque de la Alegría

La construcción de este gigante de los mares se dejó a cargo de los astilleros Blohm & Voss por mandato de Adolf Hitler, quien ordenó además que el buque debería ponerse a las órdenes de la Kraft durch Freude (KdF), una organización nazi dedicada a establecer las vacaciones de los habitantes de Alemania. En 1937, tras muchos meses de fabricación, este transatlántico fue botado definitivamente por el mismísimo Führer.
«El primero de mayo de 1937 se anunció en la radio y en la prensa: “El primer buque de nueva construcción de la KdF del Frente Alemán del Trabajo será botado el 5 de mayo de 1937 en la explanada del astillero Blohm & Voss de Hamburgo. El Führer y canciller del Reich, Adolf Hitler, viene a Hamburgo para el acontecimiento. […] Todo Hamburgo está emocionado”», recuerda Heinz Schön, uno de los pocos hombres que lograron salvar la vida en esta catástrofe naval, en su libro «La tragedia del Gustloff. Relato de un superviviente».
En cuanto a su nombre, y a pesar de que en un principio se barajaban otras posibilidades, finalmente se decidió botar este transatlántico como Wilhelm Gustloff en honor de un político nazi asesinado algunos años antes. Así, aquel 5 de mayo, miles de miembros del partido nazi, soldados, y civiles, enarbolaron sus banderas para recibir a este nuevo buque de recreo bajo los gritos de «Sieg heil» (victoria y gloria).
El gran transatlántico de Hitler

Con 208,5 metros de eslora y 23,5 metros de manga en su parte más ancha, este buque no contaba con la gran envergadura del Titanic (que le superaba en 60 y 5 metros respectivamente). No obstante, las dimensiones del barco nazi le convertían, según recoge Schön, en el 5º buque alemán de mayor tamaño y en el 25º a nivel internacional.
Hitler ordenó construir varios buques de recreo que pudieran ser utilizados en combate
El Gustloff fue ideado para transportar aproximadamente a 1.465 pasajeros por travesía (a los que se sumaban los aproximadamente 500 tripulantes), para lo cual necesitaba de unas colosales instalaciones en su interior. «Alimentar a casi 2.000 personas no era tarea fácil. En la cocina trabajaban 28 personas. Por menú se preparaban unos 400 litros de sopa, 160 litros de salsa, 400 kilos de verduras y 1000 kilos de patatas. […] En la cafetería se usaban cada día una media de 50 kilos de café, 100 kilos de azúcar, y en cada comida, 800 litros de líquido y 250 litros de leche. En el bufé, donde se cortaba, se untaba y se disponía el pan, se consumían 10.000 rebanadas de pan al día, dos barriles de mantequilla de 125 kilos y 100 kilos de queso en cada merienda» señala el superviviente.
Este buque se destacaba además por una curiosa característica: no contaba con clases, pues todos los camarotes eran de un lujo considerable y similar. Sólo había una excepción, la estancia creada especialmente para Hitler. «El “Camarote del Führer” se diferenciaba de los demás camarotes del “barco sin clases” por un equipamiento mejor, aunque no extremadamente lujoso», completa Schön en su libro.
Primeros travesías y transporte de la Legión Cóndor

Después de realizar una travesía inaugural el 23 de marzo de 1938 sin incidentes, el Wilhelm Gustloff comenzó a llevar a cabo todo tipo de ostentosos viajes a múltiples partes del mundo. De hecho, pronto comenzó a hacerse famoso por efectuar un trayecto a la isla de Madeira. Para sus pasajeros, cruzar los mares a bordo de este inmenso transatlántico era todo un honor y un privilegio.
Sin embargo, tras apenas unos meses en activo como barco de recreo, el Gustloff llevó a cabo la primera de las muchas misiones militares que, en un futuro, tendría que realizar. Y es que, el 22 de mayo de 1939 el Führer ordenó a este trasatlántico dirigirse a Vigo, donde tenía la orden de recoger a la Legión Cóndor, los soldados alemanes que habían combatido junto a Franco en la guerra española.
El Gustloff participó en varias operaciones de rescate de heridos
«En España había finalizado la Guerra Civil. La participación alemana en esta guerra en suelo español, una especie de “escenario de prueba” para la Segunda Guerra Mundial, había comenzado el 1 de agosto de 1936 con la llegada de los primeros 85 voluntarios alemanes. Después, Hitler había decidido apoyar masivamente a Franco. Entre 1936 y año nuevo de 1939 invirtió 500 millones en este nuevo campo de maniobras para las tropas, en nuevas armas y en nuevas tácticas, en aviones alemanes, blindados, munición, y 20.000 soldados», determina el escritor alemán.
Pocos días después, el Gustloff amarró en el puerto ante los aplausos y las lágrimas de alegría de los militares españoles. «A primera hora de la mañana del 25 de mayo de 1939 llegaron al Gustloff altos oficiales españoles y oficiales de aviación alemanes […] A la mañana siguiente […] la España de Franco se empleó a fondo para la despedida. Miles de fascistas estaban de pie en el puerto para decir adiós a sus compañeros de armas; la noche anterior tuvieron celebración a bordo con ellos», añade Schön.
Un hospital sobre el mar

No obstante, todo cambió para el Gustloff el día en que Hitler hizo oficial el inicio de la II Guerra Mundial. Aquella mañana del 1 de septiembre de 1939, el líder nazi se dirigió mediante un discurso a multitud de buques para ordenarles servir de apoyo a las Fuerzas Armadas convirtiéndose en barcos hospital.
Con esta decisión, Hitler desveló definitivamente el maquiavélico plan que llevaba orquestando años atrás. Y es que, como Alemania tenía prohibida por la comunidad internacional la construcción de cualquier buque que pudiera ser destinado para la guerra, había ordenado crear varios barcos que pudieran reconvertirse rápidamente en hospitales y armas flotantes.
Los nazis pretendían evacuar en buques a miles de refugiados alemanes
Uno de ellos era el Gustloff, que en poco tiempo se modificó para surcar los mares como un buque enfermería. Para ello, se pintó enteramente de un blanco impoluto sólo atravesado por una gruesa línea verde. A su vez, se añadió en su chimenea el símbolo de la cruz roja. Si antes su aspecto era, cuanto menos, imponente, ahora este gigante había adquirido la apariencia de un fantasma.
«A partir del 1 de septiembre de 1939 ya no hubo ningún buque de Fuerza y Alegría llamado Wilhelm Gustloff. […] Se terminó el sueño del buque de recreo, de las travesías marítimas para los trabajadores, de los espléndidos viajes a Madeira, alrededor de Italia y a los fiordos noruegos. Fue un breve sueño como buque de la KdF el que pudo soñar el Wilhelm Gustloff. Duró apenas un año y 116 días. El tiempo de la alegría había terminado», finaliza el escritor.
Tras entrar a formar parte de la Armada, el Gustloff participó en varias misiones de rescate y curación de heridos a lo largo de toda la costa. A su vez, fue uno de los buques hospital movilizados por Hitler para llevar a cabo la «Operación León Marino» es decir, la ocupación nazi de Gran Bretaña. No obstante, finalmente este plan no se llevó a cabo.
Al servicio del ejército

Después de que se cancelara la «Operación León Marino» el Gustloff fue dado de baja como buque hospital y reconvertido, el 21 de noviembre de 1940, en una vivienda para la Sección II de la Segunda División de Instrucción Submarina. Además, para darle una mayor apariencia militar, se volvió a repintar de forma similar a los buques de la Kriegsmarine y se le añadieron algunas ametralladoras antiaéreas como posible defensa ante los cazas aliados. Sin duda, algo insuficiente para un transatlántico de esas dimensiones.
«Acabó anclado en el puerto de Stettin durante más de cuatro años, convertido en el alojamiento de los cadetes de la cercana base de instrucción en guerra submarina», determina por su parte Justino Balboa en su libro «Grandes enigmas de la Segunda Guerra Mundial». En cambio, cuando la opinión general era que ya nunca volvería a navegar, el Gustloff recibió su última misión, la que condenaría a casi 10.000 personas a la muerte.
«Operación Hannibal», el inicio de la matanza

De esta forma, en enero de 1945 la situación cambió para el olvidado y amarrado Gustloff. Aquel fatídico mes, el transatlántico recibió la orden de dirigirse a la región de Gdynia -ubicada en Polonia- para rescatar a los refugiados alemanes que huían del avance del ejército rojo en la Prusia Oriental. Y es que los rusos, ávidos de venganza, se cernían ahora inexorablemente sobre el territorio nazi.
El Gustloff formaba parte de la llamada «Operación Hannibal», un plan mediante el que los líderes nazis pretendían, con la ayuda de 1.100 buques, desplazar a más de dos millones de refugiados a territorio seguro y fuera del alcance de la guerra. No obstante, lo que no sabían los altos mandos era que, a pesar de que salvarían a un gran número de civiles, las aguas del Báltico quedarían teñidas de rojo con la sangre de los fallecidos en el hundimiento del transatlántico que, en su día, ordenó construir Hitler.
«Todos los buques disponibles en el Báltico (militares, mercantes e, incluso, pesqueros) fueron destinados a la evacuación. En aquellos momentos, en el puerto, más de 60.000 refugiados trataban de abordar las naves, en un estado total de caos y confusión. Mientras los oficiales intentaban contabilizar y distribuir lo mejor posible a los pasajeros, eran muchos los que subían a bordo desordenadamente burlando la guardia», explica Balboa.
Una carga 9 veces superior a la debida

Eran momentos desesperados, pues quedarse en tierra para la población significaba hacer frente a una muerte casi segura. Por ello, y a pesar de que se habían asignado una serie de pasajes provisionales para el Gustloff, fueron miles los que lograron hacerse un hueco a costa de la incapacidad moral de los guardias, quienes no pudieron negar la entrada a nadie. Así, el transatlántico contaba el día de su partida con miles de pasajeros a bordo.
El S-13 soviético lanzó 4 torpedos que sentenciaron al Gustloff
«Las últimas investigaciones dicen que (con independencia de las cifras oficiales) a bordo del Gustloff se hacinaron 8.956 refugiados, 918 oficiales y marineros de la 2ª División de Submarinos, 373 mujeres del cuerpo femenino auxiliar de la armada, 173 auxiliares y 162 heridos graves, lo que hacía un total de 10.582 personas» completa el autor de «Grandes enigmas de la Segunda Guerra Mundial». Es decir, el transatlántico partía nada menos que con una carga 9 veces superior a la aconsejable.
Sin embargo, el problema no era únicamente que no quedara ni un resquicio libre en el veterano buque –algo que dificultaba las posibilidades de supervivencia en caso de catástrofe naval-, sino que no había a bordo botes suficientes para todos los pasajeros. De hecho, en caso de que sucediera un contratiempo y se hiciera necesario abandonar a su suerte el barco, únicamente existían balsas de salvamento para unas 5.000 personas.
Partida hacia la muerte

Con todos estos problemas en sus anchas y metálicas espaldas, el Gustloff levó anclas el 30 de enero de 1945, día en el que, curiosamente, los alemanes celebraban la subida de Adolf Hitler al poder en Alemania. Aquel día, en cambio, los ánimos no estaban para fiestas. El frío sacudía a aquellos que se encontraban en las cubiertas superiores y la baja temperatura del mar hacía imposible la supervivencia de aquel desdichado pasajero que resbalara y cayera al mar.
Por su parte, la tripulación militar del buque tampoco celebraba realizar ese viaje, pues sabían que estaban casi indefensos ante cualquier ataque. De hecho, temían sobremanera un asalto marítimo debido a la presencia en el Báltico de multitud de submarinos soviéticos y a la escasa escolta que había recibido el Gustloff (un pequeño torpedero –el Löwe- que poco podría hacer ante una ofensiva coordinada del enemigo).
La decisión fatal

Tras algunas horas de viaje, y con los nervios a flor de piel, un mensaje llegó a los capitanes nazis que dirigían el buque. Las noticias no podían ser peores. Según se explicaba, una unidad de dragaminas alemana navegaba en su dirección y había peligro de colisión. Por ello, se hacía necesario encender las luces de posición del navío, hasta ahora apagadas, para que los barcos pudieran esquivar al poderoso Gustloff.
El navío se llevó al fondo del mar casi 10.000 almas
Tras una acalorada discusión en el puente, los oficiales dieron la orden y las luces se encendieron. Sin embargo, y exactamente como temían, el breve momento en el que estuvieron activadas reveló la posición del transatlántico, que fue visto por el submarino soviético S-13 al mando de Alexander Marinesko. Él sumergible del Ejército Rojo no lo dudó, cargó cuatro torpedos y tomó posiciones para atacar el flanco de un buque cargado de civiles y tropas del ejército de Hitler.
«A las 23:00 en punto, hora de Moscú, el submarino se colocó en posición de disparo. El S-13 se acercó a unos 1.000 metros del objetivo. Marinesko ordenó preparar los torpedos de proa para un ataque en superficie y sumergirse luego a una profundidad de tres metros. Cuando la proa del enorme buque fue reconocible en el centro de la retícula del periscopio del S-13, Marinesko dio la orden», explica el escritor alemán. No había vuelto atrás, el sumergible ruso había lanzado sus cuatro torpedos.
Tres impactos mortales

Unos minutos después, aproximadamente a las nueve y cuarto de la noche, tres impactos hicieron blanco en el costado de estribor del Gustloff. Las explosiones, que zarandean el buque, fueron las inyecciones mortales que condenaron a los miles y miles de pasajeros.
El primero impactó sobre la proa, provocando el cierre de los mamparos de seguridad que evitaban que el barco se fuera a pique. En un suceso similar al acaecido en el Titanic, miles de personas se quedaron aisladas en la sección delantera del barco, ahora sellada, sin posibilidad de subir al exterior. Estaban condenadas a morir ahogadas.
El segundo torpedo, por su parte, estalló en la piscina interior de la cubierta más baja del Gustloff, la cual se había vaciado para que se acomodaran en ella varias decenas de enfermeras auxiliares de la marina. «La mayoría de las víctimas ni siquiera debió de oír el estruendo. La muerte les sobrevino en el barco de la forma más fácil, las sorprendió mientras dormían», completa Schön. Finalmente, el tercero chocó contra la parte trasera del barco, mientras que el cuarto no llegó a salir, debido a un fallo mecánico, del S-13.
El terror se apodera del pasaje

Casi automáticamente, y a sabiendas de que el número de botes era insuficiente, una avalancha humana se lanzó sobre las escasas barcazas de salvamento mientras el barco se escoraba a estribor. En apenas 10 minutos el terror se apoderó de toda alma a bordo. Desde el puente, la orden fue clara: ¡Mujeres y niños primero!
Pero, como era de esperar, muchos hombres no aceptaron esta premisa y cargaron contra los botes y los oficiales que los custodiaban. Así, en una situación muy similar a la sucedida en el Titanic, algunos soldados se vieron obligados a abrir fuego con sus pistolas sobre los pasajeros para evitar que ningún varón subiera antes que una mujer o un niño a un bote salvavidas.
La tragedia del Gustloff sigue siendo la más grande de la Historia
«Mientras la gente buscaba desesperadamente en la cubierta superior del Gustloff alguna posibilidad de salvación, muchos seguían luchando en el interior del buque contra un destino horrible; yacían heridos o aturdidos por los gases de las detonaciones, en los camarotes, por los corredores y en las salas, estaban tirados, tumbados en el suelo o corrían desesperados de un lado a otro», añade en su texto el autor de «La tragedia del Gustloff»
En pocos minutos los botes se acabaron a pesar de que aún quedaban miles de mujeres, niños y hombres a bordo de este ataúd de metal. En ese momento la desesperación se hizo todavía más palpable mientras cientos y cientos de personas trataban de aceptar el cruel destino que les esperaba en aquellas gélidas aguas.
Los últimos minutos del gigante

El Gustloff no tardó mucho en irse al fondo del mar llevandose consigo a todas esas almas en su interior. Tal fue la impotencia de algunos pasajeros que, según narra Schön, un oficial alemán prefirió disparar a su familia –una mujer y dos niños menores de cinco años- antes de que estos murieran ahogados.
Finalmente, y aproximadamente una hora después de que el S-13 disparara sus mortales torpedos contra el navío nazi, el Gustloff se fue al fondo del Báltico junto con 9.400 personas y dejando unos 1.000 escasos supervivientes. Los números hacen que, aún hoy, el desastre de este buque sea el mayor de la historia naval.
ABC.ES
 

Sebastian

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Ana Frank no es una marca, es una tragedia​

La familia alemana de la víctima del Holocausto deplora que Holanda la trate como una marca comercial

El canal se refleja en el museo de Ana Frank, en Ámsterdam. / MICHAEL KOOREN (REUTERS)​
Ponerle nombre y apellidos al Holocausto permite acercarse a una tragedia histórica que desafía a la razón. El recuerdo de muchas de sus víctimas —seis millones es la cifra oficial, aunque pudieron ser más— permanece en el entorno privado. Pero una de ellas, Ana Frank, la niña judía autora del famoso Diario, fallecida a los 15 años en el campo de concentración germano de Bergen-Belsen, es una figura internacional. Su relato sobre el tiempo que permaneció escondida con su familia en Ámsterdam es uno de los más leídos del mundo. Mientras que solo su padre, Otto Frank, sobrevivió al exterminio nazi, el rostro de la hija es reconocible en lugares remotos. No en vano, el Diario lleva vendidos más de 30 millones de ejemplares en 60 lenguas.

Sin embargo, el uso de su imagen ha sido objeto de controversia desde hace décadas. Cansado de lo que denomina “transformación de una sola víctima en una marca comercial por parte de la Casa de Ana Frank”, el Fondo Ana Frank, de Basilea (Suiza), dueño de los derechos de autor del libro, ha reclamado a la Fundación Ana Frank, de la capital holandesa, gestora del museo dedicado a la niña, los archivos que le cedió en 2007. Como la parte holandesa cuestiona la devolución, la suerte del legado está en manos de la justicia holandesa.

La pugna ha destapado el diferente enfoque dado por ambas partes a la preservación de la memoria del Holocausto. Otto Frank perdió a su esposa, Edith, y a sus dos hijas, Margot y Ana, en el genocidio nazi. En 1953 volvió a casarse, esta vez con Fritzy Geiringers, otra superviviente que tenía una hija. Después marchó a Suiza, donde fundó el Fondo en 1963 y murió en 1980. Es su heredero universal y opera como una organización sin ánimo de lucro. Utiliza los ingresos derivados de la venta del libro en proyectos sociales internacionales. “Los documentos cedidos a los museos tienen que devolverse.

Es escandaloso que una institución holandesa no respete el testamento de Otto Frank. Con todo, estamos seguros de que un Estado de derecho como el holandés reconoce los derechos de propiedad basados en leyes nacionales e internacionales”, dice Yves Kugelmann, miembro de la junta del Fondo.

Pero hay más. “Otto Frank quería abrir un lugar de encuentro para jóvenes, no un museo. Para él, la casa de Ámsterdam era un lugar de encierro, miedo y hambre. También se ha transformado en una máquina comercial. Han convertido a una víctima en una marca. Por eso el Fondo quiere fundar, junto con el Museo Judío y la ciudad de Fráncfort, el Centro de la Familia Frank. Allí nació Ana y sus raíces alemanas suman 400 años”, añade. Según Kugelmann, lo peor del museo holandés es su falta de contexto, adecuado a los jóvenes, sobre lo ocurrido con los judíos holandeses. “Es una contradicción.

Se singulariza a una niña, pero las delaciones de miles de judíos por parte de la sociedad holandesa no son abordadas históricamente. Holanda es donde más judíos fueron deportados en proporción al número de los que allí residían. Hay libros y ensayos académicos, pero no una verdadera discusión pública sobre el pasado, como en Alemania. Un debate apropiado para la Casa de Ana Frank”, asegura. A pesar de que Holanda fue el primer país europeo donde hubo una huelga general contra el invasor nazi, de los 140.000 judíos censados en 1940 fueron asesinados 107.000.

Sorprendida, la Fundación Ana Frank lamenta que una colaboración de décadas haya llegado a este punto. Custodia del Diario (cedido por el padre de Ana al Estado holandés) y gestora de la famosa casa-museo, asegura que presenta la historia de la chica con emoción y cercanía. Y que promueve la tolerancia a base de programas educativos. Para sostenerse, utiliza los ingresos generados por su millón de visitantes anuales. “Algunos documentos son del Fondo suizo”, dice Maatje Mostart, su portavoz. “La titularidad de otros no está tan clara. Los jueces fallaron en 2012 que la cesión del Fondo, traída en 2007 por Buddy Elias, primo de Ana, era a largo plazo. Los tribunales decidirán, pero no presentamos la vida de Ana vaciada de contexto. Hay información por todas partes. Lo mejor es que los visitantes decidan por sí mismos”, añade.

La familia de Ana Frank se trasladó a Holanda procedente de Fráncfort entre 1933 y 1934, cuando la niña tenía cinco años. Para 1940, fecha de la invasión nazi, el padre se había especializado en la venta de pectina. En 1942 tuvieron que esconderse en un edificio oculto en la parte de atrás de su fábrica, situada en Prinsengracht 263, uno de los canales de Ámsterdam. Allí, en 52 metros cuadrados, convivieron durante dos años con otros cuatro refugiados hasta que fueron delatados. Ana recibió un diario el 12 de junio de 1942, en su 13 cumpleaños, y lo llamó Kitty. La última entrada está fechada el 1 de agosto de 1944. Tres días después fue detenida por las tropas nazis. Murió de tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación de Bergen-Belsen.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/21/actualidad/1371830439_576290.html
 

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Los barcos españoles que hundieron los submarinos nazis en la II Guerra Mundial

A pesar de no participar en el conflicto y de la simpatía de Franco hacia el Eje, los capitanes de los U-boat fueron implacables con buques españoles.

1Cañonazos contra dos pesqueros de Vigo: 6 muertos



Apesar de la neutralidad en la II Guerra Mundial, los submarinos alemanes, conocidos como U-boats, fueron dañinos para los barcos españoles que se cruzaron con ellos. Basta un ejemplo de hace exactamente 73 años y 5 días. A las 19:12 de aquel aciago 18 de junio, el U-32 interceptó a dos arrastreros españoles, los pesqueros Sálvora y Nuevo Ons, procedentes de Vigo. ¿El motivo? Estaban faenando al sur de Irlanda, fuera de la zona permitida.
Sin siquiera un pestañeo, el capitan del U-32, Hans Jenisch, decidió cañonearlos dando muy poco tiempo a las tripulaciones para desembarcar. Cinco pescadores del Nuevo Ons desaparecieron para siempre y uno más -del mismo pesquero- moriría un poco más tarde.
Los 7 supervivientes -junto a los supervivientes del Sálvora- tuvieron la buena estrella de ser rescatados por los botes salvavidas de un barco llamado -precisamente- Altair. Este buque también había sido atacado por el U-32 un par de horas antes, torpedeado y apenas se mantenía a flote por su cargamento de leña hasta que fue enviado a pique.
Al final, todos los supervivientes fueron rescatados por el arrastrero español Iparreko-Izarra, un pesquero que poco después encontraría, a muy poca distancia, un bote salvavidas vacío, perteneciente al Balmoralwood, otra víctima del U-32. Los hombres fueron transferidos al Piedi, otro arrastrero español, y llevados sanos y salvos a Pasajes, el 21 de junio.

Mas del tema
http://www.abc.es/cultura/20130623/abci-barcos-espanna-hundidos-alemanes-201306212003_2.html
 

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23/06/1940 - en Francia ―en el marco de la Segunda Guerra Mundial―, el líder nazi Adolf Hitler visita la ciudad ocupada de París.
1941 - El Frente Activista Lituano declara la independencia de la Unión Soviética y que acabará con la ocupación nazi pocas semans después.
1942 - Segunda Guerra Mundial: Primera ejecución en cámara de gas de judíos en Auschwitz.

Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/junio/23
 

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HMS Seal, el submarino británico que capturaron dos hidroaviones nazis


Sembraba minas en el paso a Noruega y fue el único sumergible británico rendido a los alemanes en toda la Segunda Guerra Mundial

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Los captores comprueban los daños en el submarino tras el combate que acabó en
captura

La historia de la captura del HMS Seal es increíble. No solo fue laúnica nave sumergible de los británicos rendida a los nazis, sino que su captura no fue la obra de U-boats, destructores o cazasubmarinos, sino que fue realizada, aunque parezca increíble, por solo dos hidroaviones.
Ya es casualidad de que el HMS Seal hubiera sido fotografiado en este documental de 1940 en su regreso a puerto tras una heroica misión en el Mar del Norte donde escoltaba convoyes. Justo después, comenzó su mala racha. Primero chocando con un carguero, lo que le llevó a puerto para arreglar los desperfectos. Pero ese solo era el principio.
Su siguiente misión, en la primavera de 1940, sería la última. Le fue encomendado ir al estrecho entre Jutlandia y Suecia, el Categat, en castellano, o Kattegat, en inglés. Allí debía sembrar minas, en una maniobra para la que estaba perfectamente entrenado. Absolutamente inadvertido, navegaba por superficie o se deslizaba por el fondo, en los últimos días de abril en dirección al objetivo: debía desperdigar su mortífera carga junto a la isla de Vinga.
Primer ataque aéreo
Antes de empezar aquella misión, sufrió un primer ataque aéreo, poco después de la medianoche del 4 de mayo, un Heinkel He 115 le había detectado y le produjo un daño menor, pero el aeroplano debió abandonar la caza del HMS Seal al ser reclamado por otro objetivo en la zona. Sin embargo, haber sido localizado obligó al HMS Seal a navegar sumergido. Por la mañana se realizó con éxito la colocación de minas que días después hundirían una fragata alemana y varios cargueros. Pero al llegar la tarde de aquel 4 de mayo, la mala suerte se cebó con aquellos hombres.
Bajo mucha presión por darle caza, se ocultaba sumergido. En plena maniobra entró en una zona de minas y una de ellas le golpeó, causándole un daño severo en la zona de popa. Además, quedó a 100 metros de profundidad con un ángulo de inclinación de 30 grados. No podía emerger, estaba averiado, medio inundado e ingobernable. El aire en su interior se consumía lentamente.
Llevaban demasiadas horas en inmersión. Poco tiempo después, los marineros y oficiales mostraban signos de hipoxia. El aire en el interior contenía muy poco oxígeno. O lograban emerger o estaban perdidos. Muertos. Alguien tuvo una gran idea, además de rezar por la salvación de la tripulación, cosa que hicieron.
Se quedan sin oxígeno
Les costaba un enorme esfuerzo respirar, cada vez más, cada bocanada de aquel aire viciado, que casi podían ver, y que con cada resuello les empujaba lentamente hacia un letargo en el que dormirse podía ser fatal.
Pasada la medianoche toda la tripulación, siguiendo las instrucciones del teniente Lonsdale, logró escalar hasta la proa, lo cual estabilizó el sumergible lo suficiente para intentar la maniobra que le permitió volver a la superficie. Tuvieron mucha suerte. Y finalmente abrieron las escotillas para renovar el aire.
Los vómitos y un intenso dolor de cabeza fueron los síntomas generales de que el oxígeno volvía a circular por las venas de los valientes marineros que acababan de burlar la muerte. Después de un rato, trataron de encaminarse a aguas seguras: las de suecia con su submarino averiado. Pero antes del amanecer fueron otra vez detectados por un hidroavión tipo Ar 196, que comenzó a ametrallarlos y golpeó al submarino con un par de cargas.
Para colmo de males, poco después llegó un segundo hidroavión, también tipo Arado.
Resistieron hasta donde pudieron, hasta que las ametralladoras dejaron de funcionar. El ataque sufrido causó heridas a buena parte de la tripulación del HMS Seal, tal fue la intensidad de aquella lluvia de fuego. La indefensión era total con el sumergible averiado, bajo fuego intenso. Tuvieron que rendirse.
Destruir los equipos secretos
Blandieron un trapo blanco después de destruir todos los documentos confidenciales y los equipos secretos de sonar. Los alemanes exigieron a Lonsdale acudir nadando hasta el hidroavión para rendirse oficialmente. Él y todos pensaban que el submarino estaba a punto de hundirse.
Pero no fue así. Lo siguiente era un capítulo de este guión nada deseado por los marinos británicos. El HMS Seal no se hundía. Un barco de arrastre se lo llevó hacia aguas enemigas, en este caso danesas. Y de ahí fue remolcado a Kiel para reparaciones en el dique seco. La visión del submarino en el dique seco de los nazis para repararlo minó la moral de la tripulación.
Ahora es un U-Boat
Desde entonces, desde aquel otoño de 1940, el submarino de su Majestad británica se convirtió en un submarino nazi. Rebautizado U-B sirvió enormemente a la propaganda, como se ve en el segundo vídeo, más que a las operaciones militares. Sin embargo hubo un detalle que sí valió tantos esfuerzos como los desatados por los alemanes en la captura: las espoletas de los torpedos británicos. Los U-Boat nazis veían fallar mucho sus torpedos debido a un diseño poco efectivo de las espoletas. Gracias a esta captura, su capacidad de ataque se incrementó notablemente, puesto que imitaron el diseño británico, mucho más eficaz.
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