Islam, cocaína y nómadas complican el futuro de Malí
Los refugiados de un campamento en Sevare, una ciudad en el centro de
Malí, declararon a RIA Novosti que Dios es de origen francés. Esta opinión la comparten hoy muchos ciudadanos del país africano, que logró frenar la ofensiva islamista gracias a la Fuerza Aérea gala, que intervino en el conflicto hace un mes. Las banderas francesas se izan en todo el territorio de Malí. Según los habitantes, esto sucede por primera vez desde que la excolonia francesa del oeste de África proclamó su independencia en 1960.
Los franceses pudieron frenar el avance de los rebeldes hacia la capital del país, Bamako. Pero la rebelión, que ocurrió hace un año, está lejos de ser reprimida. Las tropas gubernamentales siguen luchando con los insurgentes y los oficiales del Ejército maliense temen que los rebeldes simplemente se hayan retirado hacia el Sahara o estén mezclados con la población local y puedan lanzar una nueva ofensiva cuando las tropas francesas abandonen el país.
Los insurgentes tienen en sus filas a los islamistas, entre los que hay muchas personas provenientes de otros países, y a los separatistas tuaregs. Pero sus intereses no coinciden, lo que desembocó en una confrontación militar entre ellos tras el surgimiento en abril pasado del Estado autoproclamado de Azawad en el norte de Malí.El Gobierno y los separatistas moderados se mostraron dispuestos a sostener negociaciones entre sí, pero no con los islamistas. Esta ala radical de la insurgencia representa uno de los problemas más graves en Malí, pero no es el único obstáculo para alcanzar la paz en la región.
Además de los separatistas, los principales problemas de Malí incluyen un Gobierno corrupto e ineficaz, el narcotráfico en el Sahara y el reciente regreso de los combatientes tuaregs reclutados en su momento por el exlíder libio Muamar Gadafi para sus propias fuerzas de seguridad. Según la mayoría de los expertos, estos hombres armados galvanizan la actual rebelión.
Además, es posible que se deban aplicar serios esfuerzos para conseguir la reconciliación, porque la rebelión produjo una escisión muy profunda entre los tuaregs y otros malienses, que manifiestan una creciente desconfianza hacia sus vecinos del norte.
“Volveré a casa”, dice Safetu Maiga, un refugiado del campamento Sevare que huyó de la ciudad de Gao, que estaba bajo el control de los rebeldes. “Pero nunca más tendré amistad con mis vecinos tuaregs”, agrega.
Se lanza la ofensiva contra el sueño de Azawad
Los tuaregs, tribus bereberes del norte de África, fueron los principales habitantes del Sahara Occidental durante al menos 1.500 años. Vivían del pastoreo de camellos y cabras, del comercio itinerante que se extendía a través del Sahara y de rentas obtenidas de granjeros que vivían en los oasis y zonas semiáridas al sur del gran desierto.
Su población de 1,2 millones de habitantes se extendía por cinco países africanos. Según el legislador local Assarid Ag Imbarcawane, tuareg de origen, unos 500.000 se quedaron en Malí. Pero a excepción de un pequeño sultanato en las Montañas de Air, también conocidas como Macizo de Air, al norte de Níger, los tuaregs nunca han tenido su propio Estado.
Los tuaregs malienses han encabezado cuatro rebeliones desde 1960, incluida la última. Los levantamientos anteriores perseguían objetivos exclusivamente separatistas. Se exigía poner fin a la supuesta discriminación de los tuaregs por parte del Gobierno en Bamako.
Como resultado de las anteriores rebeliones, los tuaregs pudieron gozar de mayor presencia en el Gobierno y en el Ejército, así como obtener recursos financieros adicionales para el desarrollo, afirma el politólogo local Fily Mohamed Diallo. Pero el descontento en la región continuaba creciendo.
La última rebelión que estalló en enero de 2012 mutó de movimiento separatista secular en una lucha por instaurar la ley de la 'sharía' islámica. Pasados unos seis meses, las exigencias de obtener el derecho a la autodeterminación política fueron sustituidas por la prohibición del alcohol, los cigarrillos, la música occidental y otros ‘vicios’.
Es difícil explicar cómo esto pudo ocurrir. Encabezados inicialmente por el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), un grupo separatista secular, los insurgentes avanzaron a ritmo rápido en los primeros cuatro meses de 2012. Hacia abril, los rebeldes tomaron bajo su control tres regiones en el norte del país que ocupaban un 60% del territorio nacional, pero en las que vivía menos de una décima parte de los 14,5 millones de habitantes de Malí.
El Ejército nacional sufrió muchas bajas. Según los datos publicados por los medios de información, unos 160 soldados murieron y 400 cayeron prisioneros. Estos fracasos provocaron el golpe militar ocurrido en Malí en marzo. Posteriormente, el MNLA proclamó la independencia de la región de Azawad habitada en su mayoría por los tuaregs, que no fue reconocida por la comunidad internacional.
Entre la primavera y el verano la situación cambió. En julio, el MNLA fue expulsado de su último bastión en Malí por sus aliados islamistas, fundamentalmente el grupo Ansar Dine (Defensores de la Fe).
Parecía que en marzo pasado, el MNLA poseía una superioridad numérica con 2.500 o 5.000 combatientes, según estimaciones del famoso experto londinense Jeremy Keenan anunciadas por la emisora de televisión qatarí Al Jazeera. Mientras, los guerrilleros islamistas, menos de 1.000 personas según los datos presentados por la mayoría de los medios de comunicación, estaban bien armados y adiestrados y parecía que gozaban de apoyo por parte de extranjeros muy motivados: los mercenarios o yihadistas.
El grupo Ansar Dine empezó a instaurar la ley de la 'sharía' islámica en los territorios que estaban bajo su control, introduciendo castigos corporales, mutilaciones y pena de muerte como condena por varios crímenes. En enero pasado, los islamistas lanzaron una ofensiva contra la ciudad de Bamako, borrando de la faz de la tierra a las unidades del Ejército maliense que estaban en su camino.
Esto obligó a Francia a desplegar 3.500 militares para impedir el avance islamista. Como resultado, los rebeldes se retiraron hacia el desierto y el control sobre tres ciudades importantes como Gao, Kidal y Tombuctú fue recuperado.
Democracia 'versus' eficacia
Una de las causas por las que las autoridades malienses no podían controlar la región rebelde en el norte del país consistía en que los logros obtenidos en el ámbito de desarrollo de la democracia en Malí coexistía con un Gobierno débil, señaló Mustafa Dicko, militante del principal partido de Malí, Alianza por la Democracia (ADEMA-PASJ), que tiene 51 de los 160 escaños en el parlamento del país.
En cuanto a los líderes políticos del país africano, el depuesto presidente de Malí, Amadou Toumani Touré, que estuvo en el poder desde 2002, neutralizó a sus oponentes políticos ofreciéndoles trabajo en el Gobierno en vez de condenarles a la cárcel.
Pero en realidad, en este modelo de ‘democracia de consenso' no había acuerdo ni, por consiguiente, una política eficaz. Así lo asegura Yevgueni Korendiásov, experto del Instituto de África (Academia de Ciencias de Rusia), quien entre 1997 y 2001 fue embajador de Rusia en Malí.
Según los expertos locales, aún peor fue que muchos miembros del Gobierno maliense no tenían ninguna experiencia de gobierno y sólo sabían llenarse los bolsillos en vez de contribuir al desarrollo del país.
Además, la corrupción fue un serio obstáculo a los intentos de reducir la pobreza entre los tuaregs, porque la mayoría de los recursos financieros destinados por el Estado a la región fueron malversados. Malí ocupa el 105º puesto en el Índice de Percepción de la Corrupción que abarca 174 países publicado en 2012 por la organización no gubernamental Transparencia Internacional.“Nuestro Gobierno es muy débil y nuestra democracia es superficial”, dijo Dicko.
Los militares sufrían también debido a un mando ineficaz y a una escasa financiación. El Ejército fue el último refugio para los desempleados, muchos de los que integraron sus filas, a pesar de que no eran aptos para el servicio militar o no estaban preparados para participar en combates, destacó el politólogo Diallo.Hasta los militares profesionales carecían casi de principios morales y éticos y estaban irritados por los privilegios de los que supuestamente gozaban los oficiales tuaregs en virtud de los anteriores acuerdos de paz, según destacan varios militares malienses que prefirieron mantenerse en el anonimato.
Además, la capacidad combativa del Ejército maliense dejaba mucho que desear debido a un material bélico obsoleto, la mayor parte del cual fue suministrado al país africano por la antigua URSS. La Fuerza Aérea de Malí sigue teniendo en sus arsenales cazas MiG-21 cuya fabricación en serie empezó a finales de los cincuenta.
Cuando el Gobierno de Malí tardó en reaccionar a los asesinatos de decenas de soldados al inicio de la rebelión, los militares irritados destituyeron al presidente Amadou Toumani Touré. Según la información disponible, en aquella época, los militares no planeaban perpetrar un golpe de Estado sino que solo querían manifestar su ira, pero los acontecimientos se desarrollaron de otra manera. Touré se fugó a Senegal y una junta militar llegó al poder en Malí.
Secretos de la vida en el Sahara
Durante los últimos años, la influencia del Gobierno maliense se debilitó, mientras que las élites tuaregs se hicieron más fuertes. Una de las causas importantes de esto fue el comercio en la región del Sahara, que ha cambiado mucho desde la época medieval, cuando los imperios de Malí y Ghana prosperaron debido al comercio de oro y sal.
El Sahara actual prospera gracias al contrabando, ante todo de equipos electrónicos que se dirigen de África a Europa. La ciudad de Gao en el norte de Malí se considera como uno de los mejores lugares del mundo donde se puede comprar una antena parabólica, y un flujo de futuros inmigrantes ilegales se dirigen hacia la Unión Europea esperando penetrar en su territorio.
Al mismo tiempo, el Sahara es la principal ruta de tráfico de cocaína proveniente del sur de África hacia Europa. Según los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen publicados en 2009, unas 60 toneladas de droga -sobre todo de cocaína- se transporta por el desierto anualmente.Además de los narcotraficantes, la región del Sahara empezó a atraer a los islamistas que buscan crear un ‘arco de inestabilidad’ desde el Sahara hasta Afganistán, dijo Yevgueni Korendiásov, exembajador de Rusia en Malí.
El líder de la red terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, y sus partidarios estuvieron en Sudán de 1991 a 1996, y varios grupos radicales en Argelia, Libia, Sudán y Somalia reconocen que estuvieron ligados a Al Qaeda desde principios de los noventa.
En Malí, la llamada a la lucha armada (yihaidismo) contra todos los regímenes impíos fue financiada de manera importante. Según las fuentes locales, citadas por Korendiásov, a los reclutas del grupo islamista se les pagaba un salario de unos 900 dólares al mes. Y esto pasaba en un país con un Producto Interior Bruto (PIB) anual per cápita de 1.100 dólares.
Hay datos que a los yihadistas les daban también los recursos financieros para cubrir las necesidades de la comunidad, como pozos, por ejemplo, dijo Korendiásov, aunque no pudo decir cómo extendida fue esta práctica.
Un factor importante que provocó la rebelión en Malí fue el regreso al país de los mercenarios tuaregs que servían en las fuerzas de seguridad del exlíder libio Muamar Gadafi.
Malí era de gran interés comercial para Libia, y Gadafi reclutó a varios miles de tuaregs para los que hasta hace poco el servicio en el Ejército libio ofrecía mejores perspectivas de cara a una carrera militar que en las Fuerzas Armadas de Malí.
Según los datos del experto Jeremy Keenan, tras la muerte del coronel Gadafi durante la revolución en Libia en 2011, de 800 a 4.000 veteranos tuaregs regresaron a Malí. Llevaron consigo sus armas de fuego, sistemas antiaéreos, y otro armamento y material bélico que no tenían a su disposición los tuaregs durante las rebeliones anteriores.
Las fuerzas radicales no pasarán
Los expertos y políticos coinciden en que, a pesar del éxito inicial de la rebelión, los temores de que la situación en Malí sea similar a la de Afganistán son demasiado exagerados, porque la mayoría de la población maliense se opone al fundamentalismo. Un 85% de los malienses profesa el Islam, pero la versión que no prohíbe consumir alcohol y escuchar música. No se observa un código de vestimenta femenina ni masculina y no se suelen librar conflictos sectarios.
“Nunca hemos centrado la atención en las divisiones del Islam. Si uno cree en Alá, es bienvenido aquí”, dijo en enero pasado en una entrevista a RIA Novosti el imam de Mopti, ciudad con 110.000 habitantes en el centro de Malí.
El Islam tradicional está ganando terreno en el país. Esta tendencia se debe a las grandes inversiones hechas por Qatar en la construcción de mezquitas y la educación de clérigos, dijo el politólogo Dicko. “Pero la mayoría de los malienses profesan la rama moderada del Islam, y la popularidad del Islam radical debería reducirse posteriormente”, agregó.
Celeste Hicks, experiodista de la BBC que vivía en varios lugares de África, uno de ellos Malí, de 2004 a 2010, opina que es poco probable que “el llamamiento inicial de los tuaregs a obtener la independencia” goce de apoyo total en el norte del país.
“Los tuaregs forman parte de los grupos étnicos en el norte de Malí donde viven también songhai, fulanis, bella, así como grupos étnicos provenientes del sur del país”, escribió la periodista el pasado 6 de febrero. “Mientras que los tuaregs están descontentos con el Estado de Mali desde que el país conquistara la independencia en 1960, otros grupos étnicos en el norte del país se distanciaron en el pasado de la postura de los tuaregs. Muchos hasta consideran que los tuaregs son responsables en parte del colapso del Estado de Malí en 2012”, agregó.
Gente de poca confianza
Mientras que las tropas francesas lograron frenar la ofensiva de los insurgentes contra Bamako y otras ciudades en el sur de Malí, las regiones del norte siguen estando en peligro, porque el Ejército maliense es incapaz de repeler los ataques de los rebeldes sin ayuda extranjera, dijeron a RIA Novosti varios oficiales del Ejército maliense que pidieron anonimato.
Esto es un problema, teniendo en cuenta que Francia tiene intenciones de abandonar Malí dentro de varias semanas, según declaró el presidente francés Francois Hollande que visitó el país a principios de este mes de febrero.Se planea sustituir a las tropas francesas en Malí con la misión de paz de la ONU, que estaría integrada por un contingente de 3.300 militares de países africanos (AFISMA) cuyo despliegue fue programado inicialmente para septiembre de 2013.
El legislador local Assarid Ag Imbarcawane, tuareg de origen, opina que esta misión contribuiría a establecer paz en la zona y a prevenir las futuras rebeliones de los islamistas en el Sahara.Pero el experto Diallo considera que es imposible establecer un control eficaz sólo con los militares. Esta opinión la comparten varias fuentes del Ejército maliense.
La mayoría de los expertos y políticos entrevistados coinciden en que sería posible resolver el conflicto sólo mediante negociaciones con los tuaregs moderados, a los que se podría ofrecer una mayor autonomía y participación en el gobierno del país, a diferencia de la independencia total.
Este proceso ya ha comenzado. El MNLA manifestó su disposición a sostener negociaciones con Bamako este año, así como un grupo que se separó de Ansar-Dine en enero pasado.
Esta propuesta recibió el apoyo del presidente interino maliense, Dioncounda Traoré.
Pero ninguna solución fue propuesta para entablar un diálogo con los islamistas, que pueden volver a aplicar ahora sus tácticas sanguinarias, señalan los militares franceses y malienses citados por los medios de información.
Además, puede bloquearse la solución política del conflicto si se produce una creciente confrontación entre los tuaregs y otros malienses, muchos de los que califican el llamamiento de los separatistas a conseguir la independencia y el apoyo del Islam radical como ataque al estilo de vida tradicional o una traición directa.
“Esto pone en evidencia que los tuaregs son de poca confianza”, dijo Bubakar Yalkuye, habitante de la ciudad de Kona, situada en la parte central de Malí, donde a mediados de enero pasado se libraron combates entre las tropas francesas y los rebeldes.
“Mis vecinos fueron los tuaregs y manteníamos buenas relaciones en los tiempos de paz. Pero ahora está claro que no se puede confiar en ellos”, dice Bubakar Yalkuye en el pavimento de una ciudad destruida y cubierta por los restos de vehículos quemados.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130212/156382825.html