Opinión de Saeb Erakat, ex jefe negociador palestino.
1967-2011: los palestinos no esperarán cuarenta años más.
Expresándose el 24 de mayo frente al Congreso norteamericano, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahou presentó su "visión de la paz" para israelíes y palestinos. Describió en particular la forma que debería tomar, según él, un Estado palestino: sus fronteras serían determinadas en función de las preocupaciones de Israel por su seguridad y no se recuperarían las líneas fronterizas de 1967, ya reconocidas por la comunidad internacional; ninguna parte de Jerusalén podría albergar su capital; ellos deberían aceptar la presencia de tropas extranjeras en su tierra. En cuanto a los refugiados palestinos expulsados por el Estado hebreo, no habría nada para ellos, ni derecho de retorno ni reparaciones.
Esta visión de Netanyahou, visiblemente turbia por la miopía, no marca nada más que el apogeo de su política colonial y colonizadora. No es una paz, es el apartheid. No es un Estado soberano para los palestinos, es la perpetuación disfrazada de la ocupación militar israelí.
Según Netanyahou, las fronteras de 1967 son "indefendibles". Él no comprende manifiestamente que Israel nunca tendrá fronteras defendibles mientras ejerza su dominación sobre los palestinos y sobre sus tierras. Lo que los palestinos ofrecen a Israel en lo sucesivo desde hace más de diez años, no sólo es un acuerdo bilateral de paz que ponga fin a todas las reivindicaciones, es mucho más, es una paz regional global entre el Estado hebreo y otros cincuenta y siete Estados, tal como la propuso la Iniciativa de paz árabe del 2002 y tal como la sostiene la Organización de la Conferencia islámica. No sólo tendemos la mano a Israel para que se termine el conflicto israelí-palestino, sino que ponemos también sobre la mesa la paz y la normalización de las relaciones entre Israel y sus vecinos. Poniendo fin a la histórica injusticia infligida al pueblo palestino, Israel obtendría finalmente esta seguridad que reclama después de tanto tiempo.
Las fronteras de 1967 no constituyen alguna "condición previa palestina", ni un nuevo parámetro imaginado por el gobierno de Obama. Las líneas de 1967 constituyen las fronteras internacionalmente reconocidas entre Israel y el territorio palestino ocupado. Ellas también recuperan el compromiso palestino histórico de 1988, por el cual la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) reconoció Israel sobre el 78 % de la Palestina histórica.
Ceder así la parte del león de nuestro patrimonio en nombre de una paz duradera era un acto solemne que demostraba voluntad de poner fin a décadas de conflicto y de sangre derramada entre israelíes y palestinos. Sin embargo, mientras el proceso de paz está en curso desde hace más de 20 años, mientras que miles de personas murieron o han quedado mutiladas, mientras que la perpetuación de este conflicto crea sufrimientos indescriptibles, Israel continúa rechazando obstinadamente la paz.
Los sucesivos gobiernos israelíes emplearon un desenfreno de medios para modificar el statu quo del territorio palestino ocupado y borrar las fronteras de 1967. En el curso de los últimos cuarenta y cuatro años, Israel consagró más de 17 mil millones de dólares a la construcción de colonias. Esta empresa neocolonialista, un crimen de guerra en virtud de los convenios de Ginebra, conduce a que algunos se pregunten si la solución de dos Estados se mantiene factible.
Como primer negociador palestino, participé en la mayoría de las negociaciones con Israel. Fui uno de los primeros palestinos llegados a la conferencia de paz de Madrid, donde nos fue asegurado por George Bush, entonces presidente de los Estados Unidos, que nuestras discusiones con los israelíes tendrían como marco la resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es decir, la idea que la paz israelí-palestina pasaba por la retirada de Israel al nivel de las fronteras de 1967. En esa época, 1991, cerca de 200.000 colonos israelíes residían ilegalmente sobre territorio palestino ocupado. Veinte años más tarde, son casi tres veces más numerosos. Mientras que una de las principales motivaciones que habían empujado a la OLP a firmar los acuerdos de Oslo era precisamente asegurar que no habría más veleidad de volver sobre el statu quo del territorio palestino ocupado, la colonización por parte de Israel de tierras palestinas prosiguió sin tregua. La "hoja de ruta" adoptada por el Cuarteto de Paz [en el 2003] apelaba al congelamiento de la colonización israelí y al desmantelamiento de las colonias, pero Israel se negó a plegarse a eso. ¿Si Israel no juzgó oportuno respetar nuestros acuerdos y arreglos precedentes, que legitimidad hay para conceder nuevas negociaciones con los israelíes?
Con su discurso frente al Congreso norteamericano, Netanyahou terminó de enterrar el proceso de paz. El primer ministro israelí probó así al mundo que no era un hombre de paz. No manifestó respeto ni por el derecho internacional, ni por los acuerdos pasados. Él rechazó el principio fundamental de cualquier proceso de paz, el intercambio de territorios a cambio de paz.
Nos negamos a dejar que nuestro Estado de Palestina quede sepultado por otros cuarenta años de expansión de las colonias israelíes. Nosotros, los palestinos, vamos a continuar trabajando por el reconocimiento de nuestro Estado sobre las fronteras de 1967. Vamos a lanzar el procedimiento de pedido de adhesión en las Naciones Unidas y pedir a la Asamblea general que apoye nuestro pedido pacífico para la materialización de nuestras aspiraciones nacionales. En ausencia de negociaciones serias, en ausencia de mandato claro y ya que nada de lo que ha sido concluido en el pasado es aplicado, no tenemos otra opción.
Nuestro pueblo (diez millones de individuos en el mundo) vivió demasiado tiempo bajo la ocupación o en el exilio. Tenemos derecho a nuestra libertad, tenemos derecho a la justicia, tenemos el derecho a vivir en paz y seguridad sobre nuestras tierras históricas. Y a pesar de todos los esfuerzos de Netanyahou, estamos convencidos de que nuestra adhesión en las Naciones Unidas mostrará que en todo el mundo, otros países también desean que gocemos de estos derechos fundamentales.
Saeb Erakat, miembro del Comité ejecutivo de la OLP y negociador palestino.
Fuente: Le Monde 07.06.2011
Traducción propia [El subrayado es mío]
1967-2011: les Palestiniens n'attendront pas quarante années de plus.
S'exprimant le 24 mai devant le Congrès américain, le premier ministre israélien Benyamin Netanyahou a présenté sa "vision de la paix" pour Israéliens et Palestiniens. Il a en particulier décrit la forme que devrait prendre, selon lui, un Etat palestinien: ses frontières seraient déterminées en fonction des préoccupations d'Israël pour sa sécurité et ne reprendraient pas les lignes de 1967, pourtant reconnues par la communauté internationale; aucune partie de Jérusalem ne pourrait accueillir sa capitale; il devrait accepter la présence de troupes étrangères sur son sol. Quant aux réfugiés palestiniens expulsés par l'Etat hébreu, il n'y aurait pour eux ni droit au retour ni réparations.
Cette vision de Netanyahou, visiblement troublée par la myopie, ne marque rien d'autre que l'apogée de sa politique coloniale et colonisatrice. Ce n'est pas une paix, c'est l'apartheid. Ce n'est pas un Etat souverain pour les Palestiniens, c'est la perpétuation déguisée de l'occupation militaire israélienne.
Selon Netanyahou, les frontières de 1967 sont "indéfendables". Il ne comprend manifestement pas qu'Israël n'aura jamais de frontières défendables tant qu'elle exercera sa domination sur les Palestiniens et sur leurs terres. Ce que les Palestiniens offrent à Israël depuis désormais plus de dix ans, c'est non seulement un accord de paix bilatéral qui mette fin à toutes les revendications, mais aussi une paix régionale globale entre l'Etat hébreu et cinquante-sept autres Etats telle que l'a proposée l'Initiative de paix arabe de 2002 et telle que la soutient l'Organisation de la conférence islamique. Non seulement nous tendons la main à Israël pour que prenne fin le conflit israélo-palestinien, mais nous mettons aussi sur la table la paix et la normalisation des relations entre Israël et ses voisins. En mettant un terme à l'injustice historique infligée au peuple palestinien, Israël obtiendrait enfin cette sécurité qu'elle réclame depuis si longtemps.
Les frontières de 1967 ne constituent pas quelque "condition préalable palestinienne", ni un nouveau paramètre imaginé par le gouvernement Obama. Les lignes de 1967 constituent les frontières internationalement reconnues entre Israël et le territoire palestinien occupé. Elles reprennent également le compromis palestinien historique de 1988, par lequel l'Organisation de libération de la Palestine (OLP) a reconnu Israël sur 78 % de la Palestine historique.
Céder ainsi la part du lion de notre patrimoine au nom d'une paix durable était un acte solennel témoignant de la volonté de mettre fin à des décennies de conflit et de sang versé entre Israéliens et Palestiniens. Pourtant, alors que le processus de paix est en cours depuis plus de 20 ans, alors que des milliers de personnes sont mortes ou ont été mutilées, alors que la perpétuation de ce conflit crée d'indescriptibles souffrances, Israël continue de rejeter obstinément la paix.
Les gouvernements israéliens successifs ont employé une débauche de moyens pour modifier le statu quo du territoire palestinien occupé et effacer les frontières de 1967. Au cours des quarante-quatre dernières années, Israël a consacré plus de 17 milliards de dollars à la construction de colonies. Cette entreprise néocolonialiste – un crime de guerre en vertu des conventions de Genève – conduit d'aucuns à se demander si la solution à deux Etats reste envisageable.
En tant que premier négociateur palestinien, j'ai participé à la plupart des négociations avec Israël. J'étais l'un des premiers Palestiniens arrivés à la conférence de paix de Madrid, où il nous fut assuré par George Bush, alors président des Etats-Unis, que nos discussions avec les Israéliens auraient pour cadre la résolution 242 du Conseil de sécurité des Nations unies, autrement dit, l'idée que la paix israélo-palestinienne passait par le retrait d'Israël au niveau des frontières de 1967. A l'époque, en 1991, environ 200 000 colons israéliens résidaient illégalement sur le territoire palestinien occupé. Vingt ans plus tard, ils sont presque trois fois plus nombreux. Alors que l'une des principales motivations ayant poussé l'OLP à signer les accords d'Oslo était précisément de s'assurer qu'il n'y aurait plus de velléité de revenir sur le statu quo du territoire palestinien occupé, la colonisation par Israël de terres palestiniennes s'est poursuivie sans répit. La "feuille de route" adoptée par le Quartet [en 2003] appelait au gel de la colonisation israélienne et au démantèlement des colonies de peuplement, mais Israël a refusé de s'y plier. Si Israël n'a pas jugé bon de respecter nos accords et arrangements précédents, quelle légitimité accorder à de nouvelles négociations avec les Israéliens?
Avec son discours devant le Congrès américain, Netanyahou a achevé d'enterrer le processus de paix. Le premier ministre israélien a ainsi prouvé au monde qu'il n'est pas un homme de paix. Il n'a manifesté de respect ni pour le droit international, ni pour les accords passés. Il a rejeté le principe le plus fondamental du processus de paix: l'échange de territoires contre la paix.
Nous refusons de laisser notre Etat de Palestine se faire ensevelir sous quarante années supplémentaires d'expansion des colonies israéliennes. Nous, Palestiniens, allons continuer d'œuvrer pour la reconnaissance de notre Etat dans les frontières de 1967. Nous allons lancer la procédure de demande d'adhésion aux Nations unies et demander à l'Assemblée générale de soutenir notre appel pacifique à la concrétisation de nos aspirations nationales. En l'absence de négociations sérieuses, en l'absence de mandat clair et puisque rien de ce qui a été conclu par le passé n'est appliqué, nous n'avons pas d'autre option.
Notre peuple (dix millions d'individus dans le monde) vit depuis trop longtemps sous l'occupation ou en exil. Nous avons droit à notre liberté, nous avons droit à la justice, nous avons le droit de vivre en paix et en sécurité sur nos terres historiques. Et en dépit de tous les efforts de Netanyahou, nous sommes convaincus que notre adhésion aux Nations unies montrera que dans le monde entier, d'autres pays souhaitent eux aussi que nous jouissions de ces droits fondamentaux.
Saeb Erakat, membre du Comité exécutif de l'OLP et négociateur palestinien
Le Monde 07.06.2011