LINCE 101
Colaborador
"Dios bendiga a los que vuelan y a todos los que pidan y rezan por ellos".
NUESTRO CAPELLÁN
En homenaje a quienes cuidaron de nuestras almas en el combate.
Relata: Capitán Pagano -Navegador de Canberra
Sé que voy a ofender la humildad de un sacerdote alto y gordo, sencillo como un niño y bueno
como el pan; pero también sé que estas pobres palabras van a interpretar el sentir de muchos. El
sentir de los Oficiales, Suboficiales, empleados civiles y soldaditos de la II Brigada Aérea que
estuvimos desplegados en la Base Aérea Militar Trelew , durante el combate por las "Hermanitas
Perdidas".
No habían pasado aún treinta horas desde que fue dada la orden de implementar esa base de
despliegue, cuando salían, después de horas de intenso trajín, una veintena de camiones con el
apoyo técnico y sostén logístico, el furgón asignado a la BAM "Trelew" del Grupo 1 de
Comunicaciones Escuela (Grupo desplegado en todas las bases y cuya labor fue encomiable),
una ambulancia, varias camionetas y los ómnibus con el personal de los Escuadrones Base y
Técnico y el de la Plana Mayor, Oficiales, Suboficiales, Civiles y Soldados que iban a montar la
Base y alistar los medios para el apoyo de las operaciones del Escuadrón Canberra.
Al lado de los conductores, militares o camioneros orgullosos de participar de algún modo en la
tarea, los más antiguos de cada vehículo saludaban militarmente al pasar frente a las autoridades
y a los que, formados en líneas de tres filas, trasnochados y ojerosos por los preparativos,
cantábamos con entusiasmo, sin distinción de jerarquías: . . . "Por la Patria a morir o a la Gloria,
sus soldados alados irán" (Parte del estribillo de "Alas Argentinas").
Un ómnibus mostraba algo distinto, por una de sus ventanillas se agitaba un brazo forrado de
negro; ¡cuándo no este cura, tan poco formal!, que venta saludando a la gente de la "Base",
riéndose como un chico travieso.
Y llegaron a Trelew ... y días después también nosotros llegamos a Trelew ; la cosa venía ya
en serio.
Y empezaron los días de la rutina, rota por los vuelos de adiestramiento sobre las islas y los
ejercicios operativos.
Y este cura grandote, que no podía disimularse ni queriendo, a veces vestido de verde, a veces
de negro, siempre dando vueltas por ahí; charlando, aconsejando, escuchando a todos. Siempre
"metiendo" buen humor, siempre comunicando a todos, la alegría de la gracia de Dios.
Alojado en el Casino de Oficiales, se mudó después a la sacristía, bajo el campanario de la
Capilla, aunque chupara frío daba vueltas por allí, para estar más cerca de todos los alojamientos,
para atender a cualquiera, a cualquier hora del día y también de la noche.
Compañero y amigo de las horas buenas y de las bravas, él estaba ahí en la plataforma frente
a los hangares en ese duro y doloroso, pero hermoso atardecer del Bautismo de Fuego de la
Fuerza Aérea Argentina, recibiendo de nosotros, los tripulantes, los mecánicos, armeros y
soldados el Canberra del "Palito" y el "Negro" que venía con la punta de un ala hecha jirones por
un misilazo, y llorando la pérdida de nuestros dos primeros caídos: el 1er.Teniente D. Mario
"Coquena" González y el Teniente D Eduardo "Pituso" De Ibáñez.
El se arrimaba, al día siguiente después de la misa dominical, a acercar la comunión a los que,
de alerta listos para salir, chupando la espera y rumiando tensiones, no podían participar de ella
en la Capilla.
Andaba mucho con los tripulantes, los más expuestos al riesgo;
pero quitaba su tiempo al sueño para no desatender a quienes mantenían de día y de noche
nuestros aviones, o a los soldados de la cocina o a los que andaban de cuarto vigilante, en algún
puesto de guardia o dormían al lado de los cañones de la artillería antiaérea, cuyo jefe el Teniente
Coraza, casi ni se movía de su radarcito.
Y si había algún tripulante que, en capilla para la misión siguiente quería arreglar su negocio
con Tata Dios, podía despertarlo a cualquier hora y hacerse escuchar en confesión, en la Capilla
de Nuestra Señora Stella Maris o en las calles bajo el estrellado cielo patagónico.
Especie de sucursal en la BAM Trelew del fondo patriótico alimenticio y espiritual, recibía de su
parroquia paranaense (Nuestra Señora de Fátima) los generosos envíos de esos "panza verde".
El los distribuía personalmente, Rey Mago en los meses de abril, mayo y junio, a los soldados
aeronáuticos y navales, luego a los empleados civiles y Suboficiales y luego a los Oficiales.
El distribuía las cartas, hermosas cartas ("oramos por Uds.", "confiamos en Uds.", "¡Viva la
Patria!, etc.), que la gurisada de su parroquia y de algunos colegios o agrupaciones nombraban, a
través de tan competente cartero, para la gente desplegada. Nos pedía que las contestemos y lo
hacíamos con gusto, rompiendo la pereza de agarrar papel y lápiz para cartear. (Aún recuerdo
emocionado la de una chiquilla de ocho años, Stella Maris Modenasi, que luego de varios meses y
varias cartas, conocí en su casa de Paraná).
El celebraba diariamente esas misas fervorosas, en que, junto al Altar, pedíamos por nuestras
esposas e hijos, por nuestra Patria y su empresa, por nuestros queridos caídos, conocidos o
desconocidos pero entrañablemente nuestros, y también y muy "dendeveras" sencilla y
sinceramente por las almas de nuestros enemigos, muertos a veces por nuestras bombas.
El nos recibía a todos los que quisiéramos ir, después de la misa, en su "alcoba-celda" para
charlar con unos mates o unos chocolates calentados en pava y nos echaba, cómplice de la
gordura, cuando un tripulante "obesón", alegando necesidad de confesarse para que no lo
macaneáramos, iba a agenciarse algún chocolate en barra, para su régimen hiper-calórico.
Allí, en ese cuarto, sonó varios anocheceres la risa franca e incontenida del Capitán "Flaco"
Casado , mi instructor de vuelo de cuando hice el curso, y cuya muerte en la última operación
aérea sobre las islas (al filo de la medianoche entre el 13 y 14 de Junio) le dolió tanto como a
nosotros.
El desplegó de los primeros y regresó de los últimos, desordenado y bueno, capellán de la
Base Aérea Militar "Trelew".
Ese cura, que se jugó la salud y quemó años de su vida como misionero en tiempos bravos en
el África negra, y que va a tener que perdonarme esta zancadilla a su humildad y a su pastoral,
que trabajó sin aspavientos, se llama Padre Guillermo R. Rausch.
"Dios bendiga a los que vuelan y a todos los que pidan y rezan por ellos".
NUESTRO CAPELLÁN
En homenaje a quienes cuidaron de nuestras almas en el combate.
Relata: Capitán Pagano -Navegador de Canberra
Sé que voy a ofender la humildad de un sacerdote alto y gordo, sencillo como un niño y bueno
como el pan; pero también sé que estas pobres palabras van a interpretar el sentir de muchos. El
sentir de los Oficiales, Suboficiales, empleados civiles y soldaditos de la II Brigada Aérea que
estuvimos desplegados en la Base Aérea Militar Trelew , durante el combate por las "Hermanitas
Perdidas".
No habían pasado aún treinta horas desde que fue dada la orden de implementar esa base de
despliegue, cuando salían, después de horas de intenso trajín, una veintena de camiones con el
apoyo técnico y sostén logístico, el furgón asignado a la BAM "Trelew" del Grupo 1 de
Comunicaciones Escuela (Grupo desplegado en todas las bases y cuya labor fue encomiable),
una ambulancia, varias camionetas y los ómnibus con el personal de los Escuadrones Base y
Técnico y el de la Plana Mayor, Oficiales, Suboficiales, Civiles y Soldados que iban a montar la
Base y alistar los medios para el apoyo de las operaciones del Escuadrón Canberra.
Al lado de los conductores, militares o camioneros orgullosos de participar de algún modo en la
tarea, los más antiguos de cada vehículo saludaban militarmente al pasar frente a las autoridades
y a los que, formados en líneas de tres filas, trasnochados y ojerosos por los preparativos,
cantábamos con entusiasmo, sin distinción de jerarquías: . . . "Por la Patria a morir o a la Gloria,
sus soldados alados irán" (Parte del estribillo de "Alas Argentinas").
Un ómnibus mostraba algo distinto, por una de sus ventanillas se agitaba un brazo forrado de
negro; ¡cuándo no este cura, tan poco formal!, que venta saludando a la gente de la "Base",
riéndose como un chico travieso.
Y llegaron a Trelew ... y días después también nosotros llegamos a Trelew ; la cosa venía ya
en serio.
Y empezaron los días de la rutina, rota por los vuelos de adiestramiento sobre las islas y los
ejercicios operativos.
Y este cura grandote, que no podía disimularse ni queriendo, a veces vestido de verde, a veces
de negro, siempre dando vueltas por ahí; charlando, aconsejando, escuchando a todos. Siempre
"metiendo" buen humor, siempre comunicando a todos, la alegría de la gracia de Dios.
Alojado en el Casino de Oficiales, se mudó después a la sacristía, bajo el campanario de la
Capilla, aunque chupara frío daba vueltas por allí, para estar más cerca de todos los alojamientos,
para atender a cualquiera, a cualquier hora del día y también de la noche.
Compañero y amigo de las horas buenas y de las bravas, él estaba ahí en la plataforma frente
a los hangares en ese duro y doloroso, pero hermoso atardecer del Bautismo de Fuego de la
Fuerza Aérea Argentina, recibiendo de nosotros, los tripulantes, los mecánicos, armeros y
soldados el Canberra del "Palito" y el "Negro" que venía con la punta de un ala hecha jirones por
un misilazo, y llorando la pérdida de nuestros dos primeros caídos: el 1er.Teniente D. Mario
"Coquena" González y el Teniente D Eduardo "Pituso" De Ibáñez.
El se arrimaba, al día siguiente después de la misa dominical, a acercar la comunión a los que,
de alerta listos para salir, chupando la espera y rumiando tensiones, no podían participar de ella
en la Capilla.
Andaba mucho con los tripulantes, los más expuestos al riesgo;
pero quitaba su tiempo al sueño para no desatender a quienes mantenían de día y de noche
nuestros aviones, o a los soldados de la cocina o a los que andaban de cuarto vigilante, en algún
puesto de guardia o dormían al lado de los cañones de la artillería antiaérea, cuyo jefe el Teniente
Coraza, casi ni se movía de su radarcito.
Y si había algún tripulante que, en capilla para la misión siguiente quería arreglar su negocio
con Tata Dios, podía despertarlo a cualquier hora y hacerse escuchar en confesión, en la Capilla
de Nuestra Señora Stella Maris o en las calles bajo el estrellado cielo patagónico.
Especie de sucursal en la BAM Trelew del fondo patriótico alimenticio y espiritual, recibía de su
parroquia paranaense (Nuestra Señora de Fátima) los generosos envíos de esos "panza verde".
El los distribuía personalmente, Rey Mago en los meses de abril, mayo y junio, a los soldados
aeronáuticos y navales, luego a los empleados civiles y Suboficiales y luego a los Oficiales.
El distribuía las cartas, hermosas cartas ("oramos por Uds.", "confiamos en Uds.", "¡Viva la
Patria!, etc.), que la gurisada de su parroquia y de algunos colegios o agrupaciones nombraban, a
través de tan competente cartero, para la gente desplegada. Nos pedía que las contestemos y lo
hacíamos con gusto, rompiendo la pereza de agarrar papel y lápiz para cartear. (Aún recuerdo
emocionado la de una chiquilla de ocho años, Stella Maris Modenasi, que luego de varios meses y
varias cartas, conocí en su casa de Paraná).
El celebraba diariamente esas misas fervorosas, en que, junto al Altar, pedíamos por nuestras
esposas e hijos, por nuestra Patria y su empresa, por nuestros queridos caídos, conocidos o
desconocidos pero entrañablemente nuestros, y también y muy "dendeveras" sencilla y
sinceramente por las almas de nuestros enemigos, muertos a veces por nuestras bombas.
El nos recibía a todos los que quisiéramos ir, después de la misa, en su "alcoba-celda" para
charlar con unos mates o unos chocolates calentados en pava y nos echaba, cómplice de la
gordura, cuando un tripulante "obesón", alegando necesidad de confesarse para que no lo
macaneáramos, iba a agenciarse algún chocolate en barra, para su régimen hiper-calórico.
Allí, en ese cuarto, sonó varios anocheceres la risa franca e incontenida del Capitán "Flaco"
Casado , mi instructor de vuelo de cuando hice el curso, y cuya muerte en la última operación
aérea sobre las islas (al filo de la medianoche entre el 13 y 14 de Junio) le dolió tanto como a
nosotros.
El desplegó de los primeros y regresó de los últimos, desordenado y bueno, capellán de la
Base Aérea Militar "Trelew".
Ese cura, que se jugó la salud y quemó años de su vida como misionero en tiempos bravos en
el África negra, y que va a tener que perdonarme esta zancadilla a su humildad y a su pastoral,
que trabajó sin aspavientos, se llama Padre Guillermo R. Rausch.
"Dios bendiga a los que vuelan y a todos los que pidan y rezan por ellos".