Operaciones Aereas, Escuadron CANBERRA en 1982.

LINCE 101

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Habia, pero despues de la guerra los que combatieron en 1982 tuvieron cierta libertad, posterior a la guerra y por una cuestion de uso les entregaron cascos nuevos, quedandose con el que usaron en Malvinas como un bien muy preciado.

Por ejemplo a mi Padre antes de fallecer, le entregaron el viejo casco ingles con el que volo, pues en 1982 uso los dos, pues le era mas comodo el viejo casco que los nuevos modelos americanos gentex doble vicera.
Lo atesoro con mucho orgullo ...
 

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Por ejemplo a mi Padre antes de fallecer, le entregaron el viejo casco ingles con el que volo, pues en 1982 uso los dos, pues le era mas comodo el viejo casco que los nuevos modelos americanos gentex doble vicera.
Lo atesoro con mucho orgullo ...

 

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Cumplió su sueño de volar
El médico tucumano González llegó al grado de primer teniente en la Fuerza Aérea Recuerdos.
02 Abr 2008 8 3

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DE GUARDIA. González junto a su compañero de vuelo, el alférez Pereyra.
En 1980, mientras seguía su carrera militar en la Policía Aeronáutica, en Ezeiza, Daniel González, de 53 años, gracias al apoyo de sus superiores, rendía sus últimas materias para graduarse en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán. Cuando se recibió de médico, pidió el pase para integrar el Escuadrón Canberra, en la base aérea de Paraná, para cumplir con otros de sus sueños, ser piloto de avión.
“Mi sueño era volar”, confesó González a LA GACETA.com. Y, finalmente, logró ese objetivo, porque pudo volar aviones Canberra y helicópteros.
El tucumano, durante la Guerra Malvinas, por su condición de médico, fue asignado al Escuadrón de Búsqueda y Rescate. Su tarea, cuando estaba de turno, era salir junto al alférez Omar Pereyra, en un pequeño helicóptero, a patrullar el mar ante la posibilidad de que un piloto se eyectara.
Contó que debía permanecer vestido con el uniforme y el equipo de superviviencia las 24 horas. Pero lo más angustiante pasaba cuando salían al mar, porque los helicópteros eran vulnerables ante el ataque de un caza inglés.

Los que ya no están
Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando recordó a sus amigos y compañeros de cuarto en la base de los Canberra, en Trelew: el teniente Eduardo Jorge Raúl De Ibáñez, primer teniente Mario Hipólito González y primer teniente Marcelo Siri. “Con los tres compartíamos todo y ya no están más”, dijo en voz baja y resignado.
De Ibáñez y Mario González murieron en combate el 1 de mayo, cuando el motor de su aeronave fue alcanzada por un misil lanzado por un avión Sea Harriers. Cayeron al mar, pero sus cuerpos nunca pudieron ser rescatados. Siri falleció seis meses después de la guerra a causa de un cáncer.
“El 1 de mayo al mediodía estaba almorzando con mis amigos De Ibáñez y González y a la siesta nunca más aparecieron”, recordó aún el primer teniente (r).
Aunque le tocó vivir momentos tristes en Malvinas, González destacó el grado de profesionalismo y camadería que se vivió en el Escuadrón. “Fue muy importante en mi vida”, aseguró en forma contundente.
La amistad que forjaron hace 25 años se mantiene tan viva como en aquel tiempo. González comentó que todos los años, quienes formaron parte del escuadrón, se reúnen en cualquier punto del país, para revivir ese espíritu de camaradería que él dijo no observa en la vida civil.
El médico tucumano es un apasionado de los Canberra y no deja pasar oportunidad sin destacar la calidad de estas aeronaves que fueron construidas en la década del 50 por los ingleses. Precisó que durante la guerra descargaron 50.000 toneladas de explosivos y cumplieron 54 misiones sobre la flota y las tropas británicas (35 diurnas y 25 nocturnas) y que sólo fueron derribados dos aviones en Malvinas.
Destacó que la profesionalidad y la pericia del Escuadrón fue elogiada por los propios ingleses, quienes ya habían pasado a retiro los modelos que usaron los argentinos. Las tropas inglesas sufrieron muchas bajas a causa del accionar de los veteranos aviones que lograron cumplir con sus objetivos y sortear la férrea defensa antiaérea.
Lo que vivió y sintió en la guerra del sur dice que cambiaron muchos de sus pensamientos que tenía antes del conflicto. Aclaró que una cosa es volver de la guerra y otra es seguir en la guerra, porque eso genera problemas con la familia.
Hoy sostiene que ve la vida de otra manera y no reniega por si llueve, hace frío o se le rompió el zapato. Perder a los amigos y compañeros hizo que valore mucho más las cosas sencillas de la vida y de la familia.
Dice que ahora está muy bien -mientras mira a sus hijas jugar en la PC- y está contento de poder seguir adelante con su profesión de médico. Desde que regresó a la vida civil no volvió a pilotear un avión. González asegura que las ganas de volar no se pierden, pero que tiene que ser realista y tomar su carrera en la Fuerza Aérea como una etapa del pasado.
 

LINCE 101

Colaborador
20 misiones de bombardeo!!!?!??!?!??

estimado aca un ejemplo de aviones con leyendas y el B-109 de Moron que nunca entendi por que el ex BACO 2 no las tiene.-




B-105 post 1982 en PARANA.-


B-102 en MNM OLIVA si las tiene.-



B-112 en la Rotonda de la Circunvalacion de PARANA, con leyendas y dos KILL marks de buques a mi entender no son correctas.-

 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
La maxima perfeccion...asi llamo Yo a esa foto.
Para colocar las marcas o palabras en las distintas partes del fuselaje del B-101,se utilizó un laser sobre un tripode de teodolito.
Esto es para lograr la correcta posicion de las palabras en una superficie curva.
El sistema pertenece al Departamento Pintura y Esquemas de FADEA,fue la unica vez que este sistema salió del hangar de pintura de FADEA...en busca de la perfeccion absoluta.
 

LINCE 101

Colaborador
MORDEDURA DE PERRO




Sumidos en la negrura de la noche, en la soledad de sus
cabinas de vuelo, un grupo de hombres asestaba duros
golpes a las tropas inglesas; ellos eran los pilotos y
navegadores de aviones "Canberra". Esta es una de sus
misiones

Relata: 1er.Teniente Segat -Navegador de Canberra


Día: 1 de junio de 1982.

A la tripulación del Canberra que yo volaba la completaba como piloto, el Capitán García Puebla. Nuestro indicativo de ese día era "Huinca"

Hicimos toda la guerra juntos, compartimos muchas misiones y, gracias a Dios, pudimos contarla.

Esa noche nos dijeron que fuésemos a cenar pues no salíamos, lo que significaba el descanso total.

Estábamos con Eduardo en el comedor, con una buena comida regada por un buen vino —lujo que podíamos darnos solo en días de descanso— cuando nos dieron la orden de prepararnos para salir. Nos miramos y sonreímos, pues creímos que se trataba de una broma, pero la triste realidad era otra.

El objetivo material era una concentración de tropas y material en Monte Kent. Salíamos dos aviones con cuatro bombas cada uno, rasante, ingresando por el Sur y escapando por el Norte de Malvinas.

No me convencía la salida ya que si lográbamos entrar por ahí, podíamos volver por el mismo sitio y no arriesgarnos por el Norte, donde no sabíamos qué podíamos encontrar. Otra cosa que no me gustaba era que el Monte Kent es parte de una cadena de sierras de entre 400 y 600 metros de altura y nosotros íbamos a ir rasantes, con solo 100 metros sobre el agua, evitando chocar contra las colinas contando con la vista de Eduardo, el radioaltímetro y la mano de Dios.

Así despegamos a las 04:00 horas de la madrugada, con el avión escarchado y principio de formación de hielo.

Tardamos diez minutos en llegar a 25.000 pies. Volamos un tramo en esas condiciones y descendimos para el rasante. La visión por el parabrisas era lo mismo que estar mirando un pizarrón; no había cielo ni tierra.
Para agravar todo nos metimos en una espesa capa de niebla.

Eduardo me preguntaba la altura y el rumbo, tratando de no entrar en desorientación espacial.

En la noche, fantasmagóricamente, la única luz era nuestro instrumental teñido de rojo. Yo le decía:

-"más a la derecha... más a la izquierda... subí... bajá, no tanto..."

Eso era nuestro inercial.

—"¿Ves algo, Eduardo?"

—"¡Nada, no veo nada, está todo negro!—"

Llegamos al punto de viraje al Sur de la Isla Soledad, donde pusimos el rumbo final de tiro. El radioaltímetro estaba fijo en 50 metros ¡íbamos tan bajo, pero tan bajo!. De pronto empezó a oscilar el lóbulo del mismo, lo que me indicaba que estábamos sobre tierra.

—"¿Eduardo, ves algo adelante'1"

Preguntaba, pues mi posición dentro del avión es de tan poca visibilidad, que no la describo para que no le dé claustrofobia a nadie.

—"¡Nada... cada vez más oscuro!"

De pronto me dijo:

—"¡Adelante veo una sombra blanca!-

—"¡¡¡Levanta, levanta!!!"— grité, mientras sentía que las "G" (efecto provocado por la fuerza centrífuga que aplasta o hace flotar de acuerdo a si son "G" positivas o negativas) me aplastaban contra el asiento.

El radioaltímetro acusó la elevación; era el Monte Kent, totalmente nevado. Abrimos el portabombas y lanzamos nuestra carga. Sentimos el golpe seco de sus explosiones y vimos cómo se encendía de rojo el cielo. Miramos el altímetro: indicaba 1.000 metros, muy alto.

—"Pégate al suelo!"; picamos hasta 60 metros de noche y sin ver nada...

—¡Qué locura!...Ahora rumbo a casa. —¡Pone 30° a la derecha!—."

Eduardo volaba como de memoria, con todos los parámetros exactos.

Estábamos agitados y solo escuchábamos nuestra respiración y el latido del corazón que parecía querer salirse del pecho.

No habían pasado dos minutos, cuando el operador del radar de Malvinas nos avisó que dos patrullas de Harrier venían a interceptarnos.

Apenas terminó de hablar, el Capitán García Puebla, dijo:

"—/Veo resplandores a la derecha, uno viene hacia aquí!—

....¡Se me heló la sangre!.

—"¡Lanza el Chaff!" (contramedidas que desvian un misildel avión enemigo), y espaciadamente fui lanzando los de radar y los de guia calórica. Sentimos un cimbronazo atrás, eyectamos los tanques de puntera de ala, y "doblamos" el acelerador hacia adelante, pasando el límite estructural del avión.

Todo estaba normal, ¿Quién nos habría lanzado los misiles?¿Algún avión, o un barco, o desde tierra?. Quién sabe...

Llegamos al punto de ascenso, nivelamos y volamos recto y nivelado. Después se sucedieron tres grandes alegrias. Primero, en la soledad de la noche, escuchamos la voz agradable y serena del operador de uno de los radares del continente que nos decía:

-"Los tengo en pantalla"— , segundo, cuando las ruedas tocaron la pista y tercero, después de un baño de agua caliente, cuando rezamos juntos un Padre Nuestro y nos dormimos profundamente.

Eran las 07:30 horas de la mañana y evidentemente Eduardo García Puebla, como buen mendocino, había volado mejor habiendo tomado previamente un buen vaso de vino que con agua, que era lo habitual.


Fuente: Libro Halcones sobre Malvinas. ( Capitan Pablo M. Carballo).-






 
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