Personal Argentino en zona de combate

SEGUNDA ESCUADRILLA AERONAVAL DE SOSTÉN LOGÍSTICO MÓVIL

* Por el Contraalmirante (R) Norberto Ulises Pereiro
Durante la guerra con la jerarquía de Capitán de Corbeta se desempeño como Comandante de la 2da Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico Móvil


La Aviación Naval realizó el Sostén Logístico Móvil de la Armada con dos unidades de transportes. La Primera Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logística Móvil, dotada con tres aviones Electra L-188, Turbohélices de cuatro motores, y la SEGUNDA ESCUADRILLA AERONAVAL DE SOSTEN LOGISTICO MOVIL, que es a la que nos referiremos en este artículo, con tres aviones birreactores FOKKER F-28 de fabricación holandesa con capacidad para transportar 65 pasajeros o 7000 kilos de carga a una altura máxima de 10600 metros y una velocidad aproximada de 800 km. por hora.

En aquel entonces, ambas Escuadrillas tenían su asiento en la Base Aeronaval Ezeiza, hoy ESTACION AERONAVAL EZEIZA, actualmente solo la Segunda Escuadrilla se mantiene en ese lugar ya que la Primera Escuadrilla fue pasada a situación de Reserva, y dependen del Comando de la Aviación Naval a través de la Fuerza Aeronaval Nº3, antiguamente Comando de Transportes Aeronavales (C.T.A.)

Con los actuales aviones, o con los nobles DC-3 que los precedieron, a lo largo de sus 57 años de vida, esta unidad además del diario transporte de personal y abastecimientos entre las distintas bases y puntos de apoyo que la Armada tiene particularmente a lo largo del litoral Atlántico, ha participado activamente en todas las actividades de apoyo a la comunidad en las cuales la Armada formó parte del sistema de ayuda humanitaria, como ejemplo podemos citar la participación en apoyo a los damnificados en el terremoto de Valdivia en Chile; el histórico echo que constituyó el primer aterrizaje en el Polo Sur en el año 1955, los innumerables vuelos sanitarios en 1955 y 1956 durante la epidemia de Poliomielitis que conmoviera a la Nación; el traslado de las más altas autoridades de la Nación y el extranjero, tanto en el país como en el exterior; ha efectuado incontables lanzamientos de paracaidistas del Ejército y la Armada. Fundamentalmente apoya a las unidades de Infantería de Marina y a las Escuadrillas de la Aviación Naval cuando se destacan para efectuar operaciones fuera de sus lugares de asiento habituales, transportándoles la munición, el personal y los equipos necesarios.

La Escuadrilla vivía los días previos al desembarco de una manera muy especial. Se presentía que algo muy particular estaba por ocurrir y en previsión a ello, sin que mediara ninguna directiva superior, se comenzó a trabajar más activamente que de costumbre en la puesta en servicio de los aviones.

El Día 2 de Abril

En los planes de Operaciones confeccionados para la recuperación de las Islas Malvinas no aparecieron incluidos los aviones de Sostén logístico de la Aviación Naval. Por eso mismo el avión Fokker F-28 matrícula 5-T-20 al mando del entonces Capitán de Corbeta Dn. Rubén Gómez no fue autorizado a aterrizar por las unidades destacadas de la Fuerza Aérea que controlaba el aeródromo de Puerto Argentino.

Mientras se realizaban gestiones para la rectificación de esa orden las que estuvieron a cargo del Señor Contraalmirante Dn. Carlos Büsser, el avión permaneció orbitando por más de una hora sobre las Islas, permitiendo a la tripulación y su pasajero el Comandante de la Aviación Naval Contraalmirante Dn. Carlos García Boll, observar con toda tranquilidad y detalle esa parte de nuestro territorio, visión que durante tantos años tuviéramos vedada.

El avión paradójicamente lleva el nombre de Islas Malvinas, y trajo de regreso al continente los restos del Señor Capitán de Corbeta Dn. Pedro Giachino, quien cayera valerosamente en la gesta de recuperación de ese suelo patrio. Este vuelo sirvió para afirmar la existencia de los Transportes Aeronavales, los que como ya dijéramos no fueron tomados en cuenta inicialmente pero que con su accionar posterior dejaron establecida su importancia al haber intervenido en cuanto evento trascendente se desarrolló en la Campaña de Malvinas.

Se inician los requerimientos de transportes:

Ante la inminencia de la llegada de pedidos en gran escala de transporte de personal y materiales, se convoca a los pilotos de Fokker que habiendo estado antes en la unidad se encontraban en ese momento prestando servicios en otros destinos de la Aviación Naval. Es así que, entre los adscriptos se incorporan a la Escuadrilla dos ex comandantes, los que pese a ser más antiguos quedan subordinados por cargo al por entonces Comandante de la Unidad y que significaron a lo largo de todo el conflicto de una invalorable ayuda en cuanto a sus opiniones y al apoyo de todo tipo brindado.

Se destacaron dos aviones a la Base Aeronaval Río Grande y un grupo de mecánicos con repuestos y herramientas a la Base Aeronaval Ushuaia, para eventuales reparaciones menores e inspecciones. Este personal, al igual que las tripulaciones de vuelo, eran rotados semanalmente, no por problemas de fatiga o anímicos, sino por el entusiasmo de todo el personal de la Escuadrilla por participar en las acciones en las que le tocara intervenir a la Unidad.

El primer requerimiento de envergadura fue el transporte de la Fuerza de Desembarco que había reconquistado y ocupado la Capital de las Islas Malvinas, hasta la Base Aeronaval Comandante Espora y Mar del Plata.

Los vuelos se cumplían transportando el máximo de carga, compatible con la operación en una pista como la de Malvinas de tan reducidas dimensiones, 1100 metros de largo por 40 metros de ancho, lo cual nos obligaba a reducir la carga útil a 6000 kilos en lugar de los 7000 habituales y llevar el combustible estrictamente necesario para regresar a Río Grande. Los días, que no eran pocos, donde había que enfrentar en el regreso vientos huracanados de cien nudos de intensidad o más, y la particular meteorología de la Isla de Tierra del Fuego, contribuían a crearnos condiciones tales que podríamos decir cualquier cosa de los vuelos, menos que eran rutinarios.

Cincuenta minutos sobre el mar, en una dirección en la que nunca antes habíamos transitado, la visión de la Gran Malvinas primero y luego Soledad, la sensación de estar participando en algo grande, más las limitaciones propias del vuelo en condiciones marginales de operación, hacían que cada “cruce” fuera realizado con una euforia muy particular.

El empleo regular de día y de noche de la Pista de Puerto Argentino, con las características meteorológicas locales de fuertes vientos asociados con techos bajos y chubascos, representaban operaciones con alto riesgo aeronáutico, lo cual motivó que a partir del vuelo del avión “Islas Malvinas” del 2 de abril, la experiencia acumulada por esa tripulación nos fuera transmitida a aquellos que nos tocara el siguiente vuelo, a partir de cual ese fue el procedimiento adoptado por el resto de las tripulaciones, inclusive los Comandantes de aeronave se habilitaban con un “briefing” particular y luego de cumplir vuelo de reconocimiento previo.

Cada vuelo significaba para nosotros un yo estuve, y en consecuencia nos sentíamos mirados con cierta admiración, respeto, y tal vez envidia, por aquellos, que en el continente, estaban lejos de la zona del conflicto.

Una vez que la superioridad tomó la decisión del traslado de Batallón de Infantería de Marina Nº5 a las Islas para contribuir a su defensa, comenzaron a materializarse los requerimientos de transporte de gran magnitud, los que no disminuirían hasta finalizado el traslado de nuestros prisioneros liberados, en el mes de julio.

Consecuentemente se trasladó el Batallón de Infantería de Marina Nº4 de Trelew a Río Grande para ocupar el lugar que el primero de los batallones dejaría vacante, en Tierra del Fuego.

Con todos estos movimientos, la Oficina de Pasajes de la Base Aeronaval de Río Grande se transformó en Central de Cargas, con una interminable ronda de montacargas equipos de apoyo y personal, que durante las 24 horas y con cualquier condición de tiempo, recibía los materiales, los clasificaba y cargaba los aviones.

Así fue transcurriendo el mes de Abril y con la llegada de los Tracker y Macchi a Puerto Argentino, la incipiente Estación Aeronaval Malvinas asumió toda la apariencia de una de nuestras Bases Aeronavales del sur del país, esas que nosotros “los camioneros” como nos llaman en Transportes conocemos tan bien y que abastecemos regularmente. Allí también como es tradicional, comenzamos a cumplir con nuestro ritual, haciendo unas veces de médico, otras de lavadero, las más de correo, y en oportunidades, enlace familiar. En fin todas aquellas tareas que cumplimos diariamente en tiempo de paz y que nos son tan caras, pues además de tratarse de nuestra razón de ser, tienen la particularidad de coincidir con nuestra misión en tiempo de guerra.

Transporte de combustible líquido

A partir del 24 de Abril se nos planteó el requerimiento del transporte de combustible para los aviones de Puerto Argentino, al que comenzamos a trasladarlo en tambores de 200 litros. Obvio resulta comentar el cosquilleo que nos producía el compartir el vuelo con este tipo de material, el cual ante la posibilidad de una simple chispa nos transformaría en una tea en medio del mar. Y es así que cumplimentando este tipo de vuelos nos sorprende el 30 de abril, fecha en que sin saberlo nosotros, se daba por finalizado el puente aéreo a Malvinas.

Zona de Exclusión:

A las ocho de la mañana de ese día se iniciaba el bloqueo aéreo anunciado por Gran Bretaña, que complementaba al naval que ya regía con anterioridad.

Amaneció como un día más y sabíamos que la flota inglesa estaba cerca, pero concentrados en nuestra tarea no nos imaginábamos cuán cerca. Despegamos de Río Grande con nuestra carga de tambores de combustible, y habían transcurrido treinta minutos de vuelo cuando comenzó a llamarnos la atención el no escuchar como era habitual las comunicaciones de los otros aviones que participaban del puente aéreo, operando desde otros aeropuertos del continente. Verificamos repetidamente la radio y la frecuencia y continuamos con una sensación incómoda volando a 20000 pies de altura hacia Puerto Argentino. Cuando aterrizamos vimos una plataforma totalmente desierta en un aeródromo donde hasta el día anterior todo era actividad. “¡Qué hacen ustedes aquí?” fue la recepción que tuvimos.

Puestos en situación de la proximidad del enemigo, la salida la efectuamos cumpliendo el procedimiento en vigor, que consistía en volar rasante por la costa hasta la Isla Bougainville y luego ascender y continuar con máxima velocidad en procura de Río Grande. Esta era la primera vez que volábamos con el Fokker, una aeronave de generalmente de uso comercial, a 30 metros de altura; la sensación era fantástica, en la cabina el silencio era total, todos admiraban el paisaje, pero sin embargo nadie quitaba un ojo del radio altímetro, sin dejar de observar con cierta preocupación las gaviotas que levantaban vuelo al paso de nuestro avión.

Llevábamos a bordo enfermos infecto-contagiosos de nuestra Fuerza Aérea y un Capellán del Ejercito.

Una vez arribados a Río Grande, y luego de contar nuestras experiencias a los circunstanciales oyentes, nos ordenaron cargar el avión con combustible en tambores y efectuar otro cruce. Cuando el vuelo estuvo lleno eran más de las cuatro de la tarde, con lo que no nos daba el tiempo para llegar a Malvinas antes de las cinco, hora en que se cerraba el aeropuerto. Solicitamos una extensión del servicio, a lo que nos respondieron que podíamos ir, pero que debíamos pernoctar en Puerto Argentino.

La decisión tomada de no ir fue providencial. De haberse realizado ese vuelo, por el estado en que quedó la plataforma de cargas y estacionamiento luego del bombardeo ingles de esa madrugada, hubiéramos perdido uno de los tres Fokker F-28 con que cuenta la Armada.

En vista de que había que evaluar el resultado de los ataques al Aeropuerto y determinar la modalidad de operación a utilizar con los transportes en el futuro, el 1º de Mayo nos trasladamos a Ushuaia para comenzar un corto período de descanso.

Localización y traslado de náufragos del “Belgrano”

A partir de la información de la posición dada por un avión Neptune, el día 3 de mayo, destacamos de Ushuaia un F-28 para explorar la zona del hundimiento del Crucero A.R.A. “General Belgrano” y mantener contacto con las numerosas balsas salvavidas que se encontraban en los alrededores.

El cuadro era tremendo, olas inmensas mecían las balsas esparcidas en un radio no mayor de 60 millas, algunas estaban amarradas entre sí y otras se encontraban solas. Desde lejos no se veía la menor señal de vida porque los náufragos se encontraban dentro de las balsas con las aberturas de éstas cerradas, para tratar de conservar un poco la temperatura en el interior de las mismas, pero a medida que nos acercábamos volando a no más de cien metros del agua, dado que la presencia de nubes bajas nos impedían hacerlo más alto, oían el ruido del avión y salían de las embarcaciones efectuando grandes señales con sus brazos, con espejos de supervivencia, bengalas y cuando tenían a su alcance, para asegurarse de ser vistos. Nuestra congoja por semejante visión, se compensaba cuando pensábamos que para esa gente, luego de las penurias que les había tocado vivir, el ancla pintada en nuestras alas, adquiría más que nunca su verdadero significado simbólico de puerto, fin de viaje, casa.....

Tres unidades navales se encontraban realizando tareas de rescate, y nuestra misión consistió en indicarles a estos buques el lugar donde se encontraban las balsas. Luego de tres horas de labor fuimos relevados por un avión Electra L-188 de la Primera Escuadrilla, Al día siguiente debimos concurrir nuevamente relevando a otro Electra, pero ya con otro ánimo, dado que habíamos presenciado el regreso de la misión de los Super Etendard que habían lanzado sus temibles misiles Exocet los cuales habían impactado en el destructor HMS. “Sheffield”.

Con las primeras luces del día 5, juntamente con nuestros “primos” de la Primera Escuadrilla y aviones de la Fuerza Aérea, comenzamos la evacuación de los náufragos del Crucero A.R.A. General Belgrano, desde Ushuaia hasta Comandante Espora. Por la tarde de ese mismo día trasladamos 18 heridos, en su mayor parte afectados por quemaduras y en gravísimo estado, en vuelo directo para ser internados en el hospital de Puerto Belgrano. A bordo viajaba un grupo de médicos aeronáuticos que les brindaron todos sus cuidados, sin poder impedir que uno de ellos, falleciera en vuelo. El avión se encontraba acondicionado especialmente para el traslado de enfermos en camillas. Este dispositivo, al igual que otro similar para avión Electra, con capacidad para 18 camillas, fue construido en tan sólo veinticuatro horas por operarios del Arsenal Aeronaval Nº3, sito por ese entonces en la Base Aeronaval Ezeiza.

Reabastecimiento de bases y de escuadrillas.

Los siguientes doce días los ocupamos en trasladar personal y material entre Buenos Aires y las distintas bases del Sur. Entre estos materiales, uno de ellos muy particular, los misiles Exocet. Nuestra pequeñísima colaboración a este binomio Sue-Exocet que tanto diera que hablar en el mundo entero, consistía en llevarles los misiles al caer la tarde desde Río Grande a Comandante Espora, desde allí eran transportados por camión hasta la Base Naval Puerto Belgrano, donde eran recorridos y calibrados; nos los devolvían a las tres o cuatro de la mañana y los regresábamos de manera que estuvieran listos para intervenir en cualquier misión con las primeras luces del día siguiente.
 
SEGUNDA ESCUADRILLA AERONAVAL DE SOSTÉN LOGÍSTICO MÓVIL
(continuación)



El 17 de Mayo, Día de la Armada, que mejor para festejarlo que realizando un cruce a Malvinas, burlando el bloqueo impuesto por el enemigo. Las primera ciento cincuenta millas las volábamos a una altura de tres mil metros, luego iniciábamos un descenso a seiscientos metros y ya, con la Gran Malvinas a la vista, descendíamos a cien metros, en vuelo rasante, cruzando el Estrecho de San Carlos y luego pasando a Soledad, esquivando sus alturas y tratando de no sobrevolar Darwin, cuya defensa aérea tenía una bien merecida fama de buena puntería.

Así arribamos a una pista cuyo ancho había quedado reducido a tan sólo veinte metros y se encontraba cubierta de esquirlas, piedras y restos de bombas, que por un lado eran el resultado de los bombardeos ingleses y por otro eran escombros esparcidos para engañar al enemigo sobre el verdadero estado de la pista, pero que en cada aterrizaje nos llenaba de espanto por los golpes que daba el parante del tren de nariz cada vez que impactaba en esos obstáculos, transmitiéndolo todo al resto del avión en forma de fuertes vibraciones, que daban la sensación que se desarmaría en cualquier momento. En uno de esos aterrizajes trasladábamos munición para un cañón 150 mm. Los proyectiles venían acondicionados en esqueletos de madera, los que estaban asegurados por zunchos. Como no contábamos con montacargas, había que desarmar el cajón y bajar los proyectiles de a uno por vez.

Un eficiente copiloto, para acelerar esta maniobra en Puerto Argentino, quitó los zunchos y los cajones con sus proyectiles, en su interior quedaron sujetos solamente por las trabas del avión. Al aterrizar se desparramaron todos los proyectiles por el fuselaje con gran estrépito lo que produjo la momentánea parálisis de más de un corazón de la tripulación.

Vicisitudes en los vuelos de “Cruces” a Malvinas.

La trayectoria de vuelo sobre las Islas, sólo la pudimos utilizar hasta el día 19, Las condiciones meteorológicas desfavorables y el desembarco inglés en San Carlos nos obligaron a efectuar otra derrota, esta vez bordeando las islas, lo que necesariamente prolongaba los tiempos de vuelo y obligaba a llevar mayor cantidad de combustible y consecuentemente disminuir la cantidad de carga transportada. Para mantener el peso de operación en el valor máximo que se había fijado, ahora podíamos cargar solamente 5000 kilos.

Cada misión, la que inicialmente luego de un ajetreada espera en la Central de Operaciones de Río Grande, donde nos íbamos imponiendo de la situación táctica de las islas y sus evolución meteorológica, establecíamos la derrota a seguir para ese día y las frecuencias a utilizar.

Lo más difícil de determinar era la hora más propicia para efectuar los cruces. De día el mayor peligro lo constituían los aviones Harrier, que gozando de total superioridad aérea, se ubicaban en posiciones favorables para batir todo avión argentino en forma instantánea. De noche, el peligro por un lado lo constituían las unidades navales, que en caso de detectarnos con sus radares alertaban a las PAC, las que estaban en condiciones de caer sobre nosotros en no más de 8 minutos.

Por otro lado esas mismas unidades misilísticas, bien podríamos encontrarlas en nuestra ruta y ser abatido por su artillería o por sus misiles. Pero el enemigo que verdaderamente nos requería el máximo de nuestra atención y concentración era el “riesgo aeronáutico”, por volar tan sólo cincuenta pies (diecisiete metros) por instrumentos, de noche y en vuelo de tres horas de duración.

Habíamos observado que los aviones enemigos desarrollaban muy poca actividad nocturna y las unidades de superficie iniciaban su cañoneo sobre Puerto Argentino con el famoso “expreso de medianoche” alrededor de las diez u once de la noche, esto nos sirvió para determinar como la mejor oportunidad para nuestros vuelos las horas siguientes al crepúsculo vespertino.

Tratábamos de despegar de Río Grande poco después de la puesta del sol, con media hora de intervalo despegábamos otro Fokker F-28, de manera que el primero tuviera tiempo de descargar, y despegar de Puerto Argentino. Esta maniobra debía hacerse con tal precisión, dado que cualquier demora en la que incurriera el primer avión ocasionaría tener que orbitar al otro en las proximidades del aeropuerto, con el riesgo que esa maniobra podría implicar. Afortunadamente esto no ocurrió.

Cada tripulación estaba compuesta por un Comandante de avión un copiloto, un mecánico de vuelo y un ayudante de mecánico de vuelo, este grupo además de ser el mínimo reglamentado para cumplir las tareas a bordo se constituía de esa manera porque facilitaba todo tipo de coordinaciones.
Nuestras caras eran el fiel reflejo de lo que estaba ocurriendo en nuestro interior, teníamos la sensación de que la probabilidad de pasar inadvertidos para lo buques enemigos era nula, por lo tanto, sentíamos un miedo atroz.

Una vez que nos sentábamos en el avión y comenzábamos a cumplimentar las listas de verificación para poner en marcha y a medida que progresábamos en ellas, iba cambiando nuestro estado de ánimo, nos invadía una tensa calma. Esa transformación era la que posibilitaba que oyéramos sin escuchar, viéramos sin mirar y tuviéramos los reflejos a flor de piel. Toda esta sensibilidad era la que nos permitía aterrizar el avión, en una pista en el estado en que estaba la de Malvinas, de noche, sin balizar y utilizando nuestras propias luces recién a último momento.

Iniciábamos el vuelo en Río Grande poniendo un rumbo este, en dirección a Puerto Argentino ascendiendo para mantener una altura inicial de mil quinientos metros. Navegadas unas cien millas en estas condiciones descendíamos a doscientos metros de altura y cambiábamos el arrumbamiento al sur. A partir de ese momento adoptábamos una derrota en zig-zag con piernas de unas cincuenta millas de longitud, las que alterábamos diariamente en función de la situación. Los puntos de inflexión de esa derrota los designábamos con nombres de mujer, la sola mención de “Beba”, “Marta”, “Pocha”, servía para que todos los que estaban expectantes por el desarrollo de esa misión tuvieran una idea de la posición del avión.

La fase final del vuelo se iniciaba con la recalada en el Faro San Felipe, al cual nos aproximábamos provenientes del sudeste y finalizaba con la ubicación de la pista y el aterrizaje, maniobra para la cual había que ascender, habida cuenta que la pista se encontraba a setenta y dos pies sobre el nivel del mar y nosotros veníamos volando durante las últimas ciento cincuenta millas de nuestro traslado, a tan sólo cincuenta pies, vale decir diecisiete metros de altura, considerando el tamaño de las olas en esas latitudes, podríamos decir sin temor a equivocarnos, que el mar nos “lamía”, al menos la sal la traíamos de regreso, impregnando superficies del avión y parabrisas.

En la penumbra de la cabina había un clima muy particular, silencio total, solamente interrumpido por el sonido de la radio, donde se escuchaba hablar a los operadores y la interferencia que los ingleses hacían en la frecuencia que sonaba como si fueran arpas, la concentración era total.

En la Central de Operaciones de Río Grande un Jefe de la Escuadrilla estaba en contacto radial con el Jefe del Grupo Aeronaval ubicado en la Central de Informaciones de Combate de Malvinas, intercambiaban mensajes sin mayor sentido, y en lunfardo pero en cualquier momento del mismo se recibía a bordo, donde permanecíamos en total silencio, pero interceptando todas esas comunicaciones la palabra “todo bien” o simplemente “regresen”. En el primer caso continuábamos el vuelo con una gran confianza en la voz que proveniente de Malvinas nos daba seguridad de que podíamos proseguir el vuelo, esa voz para nosotros tenía nombre y apellido, muchas veces a lo largo de nuestra carrera naval, habíamos volado o compartido alguna tarea o simplemente conocíamos su prestigio y calidad profesional y eso nos tranquilizaba y nos hacía continuar el vuelo tan sólo concentrados en los instrumentos y la navegación de la misma manera el “regresen”, cuando aparecían peligrosas patrullas aéreas de combate de aviones Harrier, significaba un giro de 180 grados sin aumentar la altura, de manera que la sensación era de que tocaríamos el agua con el ala, y un contener la respiración, dado que en ese instante presentábamos nuestro mayor blanco radar para cualquier unidad naval que se encontrara en las proximidades de nuestra vía de aproximación y todos pensábamos a bordo que dada la orden recibida de regresar era probable que esa temida unidad misilística enemiga se encontrara en la cercanías.

No teníamos posibilidades alguna de eyectar o abandonar el avión en caso de ser atacados, o que impactáramos en el agua a semejante velocidad. Sin embargo, tal vez por contagio de ver las vestimentas de nuestros pilotos de ataque en Río Grande con sus trajes antiexposición para el agua, o tal vez porque necesitábamos pensar que el usarlos aumentaría nuestros escasos márgenes, un día nos pusimos una de esas vestimentas sobre las que nos colocamos el correspondiente chaleco salvavidas que tenía todos los elementos de supervivencia necesarios; luego ocupamos nuestros asientos, ajustamos los cinturones de seguridad y allí nos dimos cuenta de que no íbamos a poder estar las próximas tres horas en esas condiciones, realizando un vuelo cuyo éxito radicaba en la prolijidad y precisión con que se lo efectuara, por lo cual nos quitamos todo y volvimos a lucir nuestro viejo y tradicional over-all de vuelo y la campera de cuero.

Nuestro verdadero salvavidas era el equipo de navegación VLF-Omega que nos llevaba por los distintos puntos de notificación hasta depositarnos en el Faro San Felipe, evitando de esta manera que cualquier error nos llevara a colisionar con la Isla, dada la baja altura a la que volábamos y las malas condiciones de visibilidad.

En uno de los “cruces” un piloto debió regresar en diversas oportunidades por inconvenientes de distinta índole y eso lo tenía preocupado. Por fin inició un vuelo el que parecía estar coronado por el éxito, sin embargo en la mitad del mismo se quedó sin el equipo de navegación. Influido por los anteriores vuelos abortados, decidió seguir viaje. Cuando creyó estar en las proximidades del aeropuerto pidió le encendieran el radiofaro, y allí grande fue su asombro cuando tomó conocimiento de que se encontraba varias millas al Este de Puerto Argentino, vale decir que se trataba del avión de transporte que más cerca había estado de la flota inglesa.

En plena maniobra de descarga conversábamos con nuestros camaradas destacados en el aeropuerto, quienes nos requerían novedades del continente, poco era lo que nosotros podíamos decirles, pero en cambio tratábamos de hacerles sentir todo nuestro apoyo. Mientras esto ocurría no dejábamos de prestar atención a la radio, para el caso que se diera la alarma de aviones enemigos en acercamiento, a lo que debíamos responde con un despegue inmediato.

El tener que cargar uno de los heridos que evacuábamos sobre nuestros hombros para subirlo al avión, observando luego fugazmente en la cara del soldado su agradecimiento y el momento que habíamos compartido con los que peleaban por defender las Islas, nos daba la justificación plena de todos los momentos difíciles por los cuales habíamos atravesado para llegar allá.

Aterrizados en Río Grande, ya de regreso, nos acometía una euforia mezcla de satisfacción por la misión cumplida, de orgullo por los cumplidos que nos hacían los pilotos de ataque, navales y de la Fuerza Aérea y también por haber hecho fracasar esa posibilidad que antes de partir habíamos presentido... y en unos momentos más, cuando caíamos en la cuenta que al día siguiente volveríamos a intentar burlar nuevamente el bloqueo inglés, dejábamos la euforia de lado para dar lugar a una tensa y vigilante espera.

¡Que rara mezcla de frialdad y fervor era el que nos embargaba! ¿Qué nos ponía así, el sentido de patria, el deber, el desafío profesional o el grado de mentalización que habíamos logrado? E inmediatamente después surgía la necesidad de olvidar rápidamente las emociones, para obtener la máxima concentración en el vuelo siguiente que nos permitiera hacer las cosas mejor que en el anterior.

El día 11 de Junio, efectuamos nuestro último aterrizaje en Puerto Argentino correspondiente a esta campaña, ya que aún no habíamos cerrado nuestro plan de vuelo para volver a pasear el ancla de nuestras alas por las Islas Malvinas. Los días 12 y 13 intentamos efectuar cruces pero la situación táctica cada vez se ponía más difícil y debido a ello ambos vuelos debieron ser abortados cuando se encontraban cerca de las islas. Antes del ataque británico del 1º de mayo habíamos realizados 57 vuelos a Malvinas transportando 304 toneladas y 633 hombres. Durante la vigencia del bloqueo 13 vuelos debieron abortarse por oposición enemiga en alguna de sus fases, pero 12 fueron exitosos llegando a transportar 57 toneladas de materiales y 270 hombres.

Epilogo

Podrá apreciarse que los transportes aeronavales habían tenido en esta campaña una participación activa, desde la primera hora y prácticamente en todos los eventos de la guerra. Aún sobre el final, cuando la mayoría de las unidades habían sido replegadas por esos mismos aviones de transportes y se encontraban abocadas a escribir los informes de la guerra, el Sostén Logístico Aeronaval estaba en la Patagonia replegando los prisioneros liberados por los ingleses, para transportarlos a sus bases respectivas y luego, sin que mediara ningún tipo de intervalo, esos mismos aviones restablecían nuestras líneas regulares de comunicación con las bases del sur.

Más allá de lo circunstancial de esta historia, queda como conclusión para todos aquellos que tuvimos el privilegio de probarnos si realmente éramos capaces de entregarnos por entero al servicio de la Patria, que todo lo logrado se debe pura y exclusivamente al personal de dotación de la Escuadrilla, a los pilotos adscriptos que intervinieron y a los Suboficiales que habiéndose retirado poco tiempo atrás ofrecieron y brindaron sus servicios como uno más, el alto grado de profesionalismo que posibilitó la realización de vuelos y maniobras que nunca antes habían sido practicadas, se debió a que todo ello fue a lo largo de los tiempos, recibido como herencia de todos y cada uno de los que nos precedieron. De la misma manera que a bordo de un viejo DC-3 un puñado de valientes de esta Unidad, nos dieran un concreto ejemplo de soberanía al enclavar la Enseña Patria el 6 de enero de 1962 en el mismo Polo Sur, veinte años después un grupo de sus dilectos hijos, sus discípulos, volaban a ras del mar en el Atlántico Sur llevando abastecimientos y trayendo heridos, paseando esa misma Enseña Patria que se enclavaba en cada aterrizaje en esas Islas largamente añoradas. Nada había cambiado...

Me permito transcribir un párrafo de la carta, que le remitiera al Comandante de nuestra Escuadrilla, quien fuera Jefe de la Estación Aeronaval Malvinas, porque de la misma se infiere la razón de la poca difusión que tuvo la tarea de los Transportes Aeronavales:

“Si bien estas operaciones aéreas de Sostén Logístico no tienen el brillo de otras unidades de las llamadas operativas de la Aviación Naval que trasciende por lo espectacular de sus acciones y el daño material causado al enemigo, no dude de que el riesgo y capacidad profesional de los integrantes de su Escuadrilla no sólo los iguala, sino que en determinadas ocasiones los supera”.

La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico Móvil, fue distinguida por el Honorable Congreso de la Nación con la Condecoración “Honor al Valor en Combate” por “Contribuir al sostén logístico en apoyo de las fuerzas destacadas en Malvinas, transportando elementos vitales para el combate en condiciones límites de seguridad, a pesar del bloqueo impuesto por el enemigo, las adversas condiciones meteorológicas y las precarias facilidades de aeronavegación”.
 
1ra. Escuadrilla Aeronaval Helicópteros

La participación de la 1ra. Escuadrilla Aeronaval Helicópteros en el conflicto se inicia en el comienzo mismo de las operaciones.

fuente: web ARA


El día 28 de marzo de 1982 embarcan tres helicópteros Sud-Aviation SA-316 “Alouette III” en el Portaaviones ARA “25 de Mayo” y dos helicópteros Westland WG-13 “Sea Lynx” en los Destructores ARA “Hércules” y ARA “Santísima Trinidad”. Estos buques, junto con los Destructores ARA “Py”, ARA “Domecq García”, las Corbetas ARA “Drumond” y ARA “Grandville”, el buque de Desembarco ARA “Cabo San Antonio” y el Rompehielos ARA “Almirante Irizar” conformarían la Fuerza de Tareas 79., cuya misión sería recuperar las Islas Malvinas. Pocos días antes otro helicóptero Alouette había embarcado en el Buque Polar ARA “Bahía Paraíso”, el cual junto con la Corbeta ARA “Guerrico” debía recuperar las Islas Georgias del Sur.

El día del desembarco los Lynx estaban listos en cubierta con la misión de trasladar las secciones de reserva de la Infantería de Marina y realizar evacuaciones sanitarias. Poco después, uno de ellos al mando del Capitán de Corbeta Rodolfo Fernando Perciacanto, evacua al Teniente de Fragata Diego García Quiroga para llevarlo al ARA “Almirante Irizar”, donde es intervenido quirúrgicamente salvando su vida.

Acaecido el día 3 de abril comienzan las operaciones en Bahía Cumberland (Georgias del Sur). El Alouette embarcado en el “Bahía Paraíso” (3-H-110), tripulado por el Teniente de Navío Remo Busson, el Teniente de Corbeta Guillermo Guerra y el Suboficial Segundo Julio Gatti, realiza vuelos de exploración y luego de escolta aérea de un helicóptero Aerospatiale SA-330 “Puma” del Ejército Argentino, el cual cumplía tareas de transporte de tropas. Al momento en que aparatos helicópteros se hallaban desembarcando la segunda ola de personal, son atacados por fuego de morteros y armas automáticas disparados por tropas británicas, sin consecuencias de gravedad para el Alouette, que logra evadirse, pero si notorias para el Puma, que averiado a causa de impactos directos se ve forzado a aterrizar de emergencia en la costa opuesta de la bahía, en las proximidades de The Hummocks.

Mientras la tripulación del Puma desembarca y comienza a combatir en tierra, el Alouette intenta repeler el fuego enemigo con una ametralladora MAG sin afuste operada por el artillero, aterrizando momentos después en proximidades del Puma para desembarcar al TC Guerra, quien con el arma se une como apoyo al grupo derribado.

A partir de allí, el Alouette comienza a realizar vuelos con múltiples misiones, varias de ellas destinadas a evacuar bajas propias al ARA “Bahía Paraíso”, y otras para trasladar al grupo de tierra en su avance hacia el objetivo movilizando Infantes de Marina en grupos de dos hasta proximidades de la factoría, desde donde marcharían a pie hasta la zona del muelle, lugar en donde se había realizado el desembarco de las dos primeras olas.

Luego de cuatro horas de intenso trabajo en combate y completando las misiones encomendadas que conformarían la “toma de Grytviken”, el Alouette comandado por el Teniente Busson pasa a la historia como la primera aeronave argentina en tomar parte en acciones de guerra, constituyendo así el bautismo de fuego de la Escuadrilla y de la Aviación Naval.

El 16 de abril, un helicóptero Alouette (3-H-105) equipado con misiles y cañones es embarcado en el Crucero ARA “General Belgrano”, el cual junto a dos Destructores conformaban el Grupo de Tareas 79.3. Su misión era la de rechazar posibles incursiones enemigas que pudieran producirse por el Sur del Archipiélago. El día 2 de mayo a las 16:30 horas, el Crucero es impactado por dos torpedos lanzados por el submarino británico HMS “Conqueror”, hundiéndose poco después y llevándose consigo al aparato y parte de su dotación: el Suboficial Mayor Ramón Barrios y el Suboficial Segundo Roberto Lobo, ambos de la Especialidad Aeronáutico.

A partir del 4 de mayo los dos Alouette embarcados en el Rompehielos ARA “Almirante Irizar” y en el Buque Polar ARA “Bahía Paraíso”, realizan vuelos de búsqueda de náufragos del Crucero y transporte de un buque a otro. Para el 8 de mayo, se les asigna la misión de brindar protección fronteriza en la Isla Grande de Tierra del Fuego, dividiéndose la escuadrilla en dos grupos operando uno desde Rió Grande y otro desde Ushuaia, utilizando aeródromos de campaña dispuestos a lo largo del Canal de Beagle. Configurados para la ocasión, los Alouette concretarían su tarea artillados con misiles de ataque aire-tierra AS-11 y AS-12, un cañón de 12 mm y ametralladoras MAG 7,62 mm.

El día 15 de mayo el helicóptero Sea Lynx 3-H-142 realiza un amerizaje de emergencia a raíz de un desperfecto mecánico que le produce un incendio, si bien su tripulación logró salvarse en el momento en que la aeronave comenzaba a hundirse, el aparato se pierde para siempre. El Sea Lynx restante (3H-141) asume la totalidad de las tareas y continua realizando vuelos desde los destructores Tipo 42, hasta que una semana después sufre averías en vuelo en una turbina, logrando llegar a las Base Aeronaval Comandante Espora pero quedando sin servicio en forma definitiva.

Arribado el 20 de junio comienza el repliegue de los Alouette desde la Isla Grande de Tierra del Fuego, arribando al día siguiente a la Base Aeronaval Comandante Espora y completando así su misión. Al finalizar las operaciones las aeronaves pertenecientes a la escuadrilla totalizaron 349 horas de vuelo en 288 salidas cumpliendo variadas misiones y diversas tareas.
 
actualizacion del personal del ARA, gracias al aporte de rolando nusz

Gracias Nippur, igualmente para usted por su informacion. Si no es molestia podria pasarme cuanto personal de la aviacion naval estuvo desplegado en el continente. Para ser mas claro cuantos pilotos ingresaron a la ZET de la aviación Naval.
Saludos Rolando
 
Busco informacion sobre santiagueños que combatieron en malvinas. Ademas Quisiera saber si es posible el numero de soldados caidos de Santiago del estero durante el conflicto belico de 1982?intente investigarlo por mi cuenta pero no obtuve informacion precisa, ya que en diferentes sitios de internet se contradicen algunos dicen que el numero de bajas es 9 mientras otros dicen que 14. Si alguien posee un poco mas de informacion le estare agradecido.

¡¡¡¡MALVINAS ARGENTINAS!!!!

Exocet:
Aqui le paso la lista que figura en el CECIM (Ctes)
Provincias Nùmero De Bajas

Buenos Aires 173
Catamarca 6
Chaco 46
Chubut 5
Ciudad de Buenos Aires 65
Cordoba 56
Corrientes 48
Entre Rios 30
Formosa 8
Jujuy 15
La Pampa 7
La Rioja 6
Mendoza 17
Misiones 10
Neuquen 2
Rio Negro 5
Salta 24
San Juan 21
San Luis 5
Santa Cruz 1
Santa Fe 55
Santiago Del Estero 9
Tierra Del Fuego 1
Tucuman 24

Saludos ROLANDO.
 
Gracias Nippur, igualmente para usted por su informacion. Si no es molestia podria pasarme cuanto personal de la aviacion naval estuvo desplegado en el continente. Para ser mas claro cuantos pilotos ingresaron a la ZET de la aviación Naval.
Saludos Rolando


Esos serían pilotos de SUE y A4Q.
Entiendo que lo doctrinario son 3 pilotos por cada aeronave
Había 5 SUE y 8 A4Q en funcionamiento al comienzo de la guerra
Encontré que fueron 12 los pilotos de A4Q.

Sería bueno saber cuantos pilotos volaron los SUE.....
 
Esos serían pilotos de SUE y A4Q.
Entiendo que lo doctrinario son 3 pilotos por cada aeronave
Había 5 SUE y 8 A4Q en funcionamiento al comienzo de la guerra
Encontré que fueron 12 los pilotos de A4Q.

Sería bueno saber cuantos pilotos volaron los SUE.....

Nippur:
Estoy investigando cuantos pilotos de la Armada ingresaron a la ZET, pilotos de combate, transporte y helicopteros, cuando tenga completa la info le paso.

Saludos
 

Marcantilan

Colaborador
Colaborador
Esos serían pilotos de SUE y A4Q.
Entiendo que lo doctrinario son 3 pilotos por cada aeronave
Había 5 SUE y 8 A4Q en funcionamiento al comienzo de la guerra
Encontré que fueron 12 los pilotos de A4Q.

Sería bueno saber cuantos pilotos volaron los SUE.....

Y de Neptune, y Tracker, y Sea King, F-28, etc, y no solo pilotos, sino operadores de sistemas y otros. Saludos,
 

njl56

Colaborador
Colaborador
Y de Neptune, y Tracker, y Sea King, F-28, etc, y no solo pilotos, sino operadores de sistemas y otros. Saludos,

Ya que por pedir no cobran... me han dicho que entre el 1 de mayo y el 14 de junio los unicos que volaron a Pto Argenino fueron los C-130, luego me corrigen y mencionan un F-28 que no habria evacuado heridos... hay mas datos?

gracias y saludos
norberto
 

Marcantilan

Colaborador
Colaborador
Ya que por pedir no cobran... me han dicho que entre el 1 de mayo y el 14 de junio los unicos que volaron a Pto Argenino fueron los C-130, luego me corrigen y mencionan un F-28 que no habria evacuado heridos... hay mas datos?

gracias y saludos
norberto

Estimadísimo Norberto, los F-28 de la 2da Escuadrilla rompieron el bloqueo impuesto el 1.5 en 12 ocasiones, transportando 57 toneladas de material y 270 hombres.

Saludos!
 
LA 1era. Esc. Aeronaval de Sostén Logístico Móvil realizó un cruce post 01/05/82:

En la única oportunidad en que se logra burlar el bloqueo enemigo (29 de mayo), se aterriza en el aeródromo de Puerto Argentino en medio de Alarma Roja por bombardeo naval y aéreo; en esa ocasión caen bombas a 300 metros de la aeronave, no deteniéndose los motores durante toda la maniobra de carga y descarga y permaneciendo el comandante del avión solo en la cabina, listo para despegar de inmediato. Tras el regreso a Río Grande, la misión rendiría la descarga en Puerto Argentino de 700 litros de cloro, 4 toneladas de municiones, ropa y calzado hasta completar 8.3 toneladas de carga totales, y la evacuación de personal militar y tripulantes de un pesquero hundido.

La aeronave que realizó el vuelo fue el 5-T-2 (CC LUPORI - TN CAGLIOLO).





---------- Post added at 12:25 ---------- Previous post was at 12:17 ----------

Y de Neptune, y Tracker, y Sea King, F-28, etc, y no solo pilotos, sino operadores de sistemas y otros. Saludos,

muy cierto........
ud. tendría algunos datos de pilotos de Neptune y Tracker
Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina
Escuadrilla Aeronaval de Exploración
 

Marcantilan

Colaborador
Colaborador
muy cierto........
ud. tendría algunos datos de pilotos de Neptune y Tracker
Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina
Escuadrilla Aeronaval de Exploración

Para la Esc. Aeronaval Antisubmarina, fijate acá, que están individualizados todos los vuelos y sus tripulaciones:

http://www.trackerenmalvinas.com.ar/html/download.html

Es un trabajo de hormiga, ya que hay que ver vuelo por vuelo y analizar si el mismo ingresó a la ZET (a la original o a la ampliada); más allá de ver quien de la Esc. desembarcó en MLV; preguntarse si los vuelos de exploración del 2 de abril, antes del desembarco, son misiones de combate; fijarse quien estaba embarcado en el POMA pero no voló (en la singladura que terminó el 10.5), etc.

Realmente, un trabajo de hormiga.
 
Para la Esc. Aeronaval Antisubmarina, fijate acá, que están individualizados todos los vuelos y sus tripulaciones:

http://www.trackerenmalvinas.com.ar/html/download.html

Es un trabajo de hormiga, ya que hay que ver vuelo por vuelo y analizar si el mismo ingresó a la ZET (a la original o a la ampliada); más allá de ver quien de la Esc. desembarcó en MLV; preguntarse si los vuelos de exploración del 2 de abril, antes del desembarco, son misiones de combate; fijarse quien estaba embarcado en el POMA pero no voló (en la singladura que terminó el 10.5), etc.

Realmente, un trabajo de hormiga.


muy groso el libro, voy a tratar de sintetisar el número de los tripulantes.

una curiosidad: el libro se llama "Historia de la aviacion naval argentina"
y solo trata de la ESCUADRILLA AERONAVAL ANTISUBMARINA, será que los otros tomos tratan de otras escuadrillas?
 

Marcantilan

Colaborador
Colaborador
muy groso el libro, voy a tratar de sintetisar el número de los tripulantes.

una curiosidad: el libro se llama "Historia de la aviacion naval argentina"
y solo trata de la ESCUADRILLA AERONAVAL ANTISUBMARINA, será que los otros tomos tratan de otras escuadrillas?

Lo publicado en esa página es el extracto relacionado con la Esc. Aeronaval Antisubmarina, del Tomo III de la "Historia de la Av. Naval Argentina" del Almirante Martini.

Saludos!
 
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