Los Federales expulsados por Garré fueron tentados por la Metropolitana
Al igual que ocurrió con varios de los oficiales expulsados por Néstor Kirchner en 2004, los policías y comisarios separados por la ministra de Seguridad esperan a que finalicen las cuestiones administrativas para sumarse a las filas porteñas.
Lejos de figurar en los índices de desocupación, muchos oficiales de alto rango ya fueron tentados desde la Policía Metropolitana. Las invitaciones a sumarse a esa fuerza se dieron luego de la decisión de descabezar la Policía Federal que tomó la ministra Nilda Garré apenas asumió el Ministerio de Seguridad de La Nación, creado tras la controvertida toma del Parque Indoamericano. El impacto de esa decisión fue inmediato en la Policía Metropolitana.
Es que el objetivo del gobierno nacional de formar una policía con conducción civil provocó que muchos integrantes de la Federal fueran separados de sus cargos: la mayoría bajo la sospecha de haber participado en el histórico andamiaje corrupto que alimentaba las cajas negras de la PFA. Esos policías, ahora, podrán ser absorbidos por la estructura que delineó Jorge “Fino” Palacios, antes de ser detenido por la red de espionaje que montó para escuchar a dirigentes opositores y empresarios.
Para confirmar los dichos de varias fuentes, tanto de la Federal como del riñon del PRO, Tiempo Argentino intentó hablar con el jefe civil de la policía de Mauricio Macri, Eugenio Burzaco, pero este se negó a responder sobre el arribo de los “federicos” a la fuerza. En tono afable, uno de sus voceros negó esas versiones y aclaró: “Todavía no hay nada. Ni siquiera hay pedidos de incorporación de policías, ya que para pedirlo tienen que tener la baja en la Federal. Incluso, de existir, no se podrían concretar porque, hasta que la baja se haga efectiva, pueden pasar tres o cuatro meses.”
Sin embargo, uno de los tantos Federales que espera ansioso la baja para probarse la gorra de la tropa macrista admitió que desde la Metropolitana lo contactaron en el verano, y agregó que en el transcurso de esta semana iba a recibir la baja de la cartera encabezada por Garré, lo que finalmente ocurrió el pasado viernes.
“Me llamaron, nos reunimos, y ahora con la baja lista espero incorporarme”, detalló el uniformado, que de esta manera desarticuló la estrategia de los secretarios de Burzaco, que juraron que los rumores del reordenamiento de fichas dentro de la cúpula de la Metropolitana eran falsos porque la fuerza porteña “hoy precisa personal que trabaje en las calles. Los cargos superiores están prácticamente cubiertos.”
Los hechos, a diferencia de los voceros, no mienten. Y la realidad es que la Metropolitana va a incorporar a muchos de los policías que fueron separados de la fuerza.
LA GÉNESIS. La historia de la Metropolitana es conocida. Cuando asumió el cargo de jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, el ingeniero con anhelos presidenciales, confió en su amigo, “Fino” Palacios, para el armado de una fuerza de seguridad propia.
Para cumplir el sueño del ex presidente de Boca Juniors, Palacios convocó a los policías que habían sido desafectados en la purga ordenada por Néstor Kirchner en marzo de 2004. Muchos de esos oficiales están señalados por haber integrado la Superintendencia de Seguridad Federal, órgano que realizaba tareas de inteligencia durante la última dictadura militar.
Entre los “rescatados” por Palacios estaba Carlos Arturo Kevorkian, actual Superintendente de Investigaciones de la Metropolitana. En la Legislatura porteña no son pocas las voces que señalan que Kevorkian es el jefe “real” de la policía macrista, por encima de la voluntad civil de Burzaco.
El pasado del jefe policial de la Metropolitana tiene un punto oscuro. El 25 de junio de 2005, Kevorkian fue el jefe del operativo del partido entre Chacarita y Defensores de Belgrano, que se jugó en la cancha de Huracán. Ese día, Fernando Blanco, hincha del club de Nuñez, murió luego de recibir una brutal paliza por parte de la policía, que esperó a la hinchada rojinegra a la salida de la cancha y la reprimió duramente. Tiempo pudo hablar con Ángel, el padre de la víctima, quien recordó que durante la represión, uno de los simpatizantes le gritó a Kevorkián: “Nosotros pagamos la entrada y vos nos cagás a palos.” Y la repuesta no se hizo esperar. En tono burlón, vestido de civil y con el handy en su mano derecha, el comisario le contestó al hincha: “Y claro que sí.” Pero lo que no resultó claro fue el traslado de Fernando a la comisaría. Según la policía, el joven se había arrojado desde un camión celular y perdió el conocimiento “al impactar contra el pavimento”. Días más tarde, la versión uniformada se esfumó cuando las imágenes transmitidas por el programa de televisión Cámara Testigo mostraron que el chico era arrastrado de los pelos por los agentes. “Los dos que manejaban el patrullero en el que llevaron a mi hijo quedaron pegados pero están libres. El policía que llevaba una manopla fue sobreseído y me dijeron que está trabajando en la Metropolitana. Se llama Leandro David Quiroz. Kevorkián no sirve para nada, es un tipo que se ampara en el poder que le da la chapa y la pistola”, añadió Ángel Blanco.
LAZOS ESTRECHOS. El desembarco sistemático de ex agentes de la PFA en la Metropolitana es síntoma del rumbo que eligieron las autoridades políticas porteñas, con Mauricio Macri a la cabeza, para garantizar la seguridad de los vecinos.
Uno de los protagonistas del armado de la Metropolitana es Cristian Ritondo, jefe del bloque de diputados porteños del PRO y con estrechos lazos con Miguel Ángel Toma, ex jefe de la SIDE durante el gobierno de Eduardo Duhalde. Ritondo tiene muy buena relación con Burzaco, con el que habla todos los días, por teléfono o personalmente.
Una de las fuentes consultadas por este diario recordó que otra de las cuestiones que une a Ritondo con Burzaco es la pésima relación que ambos mantienen con el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Guillermo Montenegro.
Un caso testigo de cómo Ritondo y Toma arman y desarman el rompecabezas de la Metropolitana es el de Ricardo Pedace. Hasta diciembre de 2010, Pedace era el vocero de prensa de la PFA. Con la asunción de Garré, el comisario fue invitado a retirarse de la fuerza y el viernes pasado recibió la baja para poder asumir en la Superintendencia de Seguridad y Policía Comunitaria de la Metropolitana. “Pedace va a ser el puente con la Federal. Actualmente no hay buena relación, con la cúpula anterior de la PFA había mejor diálogo”, confesó un dirigente del PRO. Además, casualmente, el comisario tiene buena relación con Toma desde la época en que fue jefe de la custodia presidencial de Duhalde. Su llegada a la Metropolitana es un signo de que la policía porteña continúa importando los valores desechados por la Federal.
En este sentido, el informe de la Comisión de la Legislatura porteña que evaluó la incorporación de personal proveniente de otras fuerzas de seguridad a la Policía Metropolitana concluyó que 43 de los 52 efectivos que ocupan los altos mandos llegaron desde la PFA.
Otro punto llamativo del documento, publicado en agosto de 2010, es que 38 de esos policías tuvieron participación en fuerzas de seguridad durante la última dictadura militar. Ese grupo incluye a los cuatro superintendentes de la fuerza: Eduardo José Martino, Roberto José Cots, Miguel Ángel Ciancio y el antes mencionado, Carlos Kevorkián.
Para Gonzalo Ruanova, legislador porteño, el gobierno de Mauricio Macri perdió una oportunidad histórica de armar una policía nueva, con un gobierno civil y la participación ciudadana. “La Metropolitana quedó marcada por Palacios. Ese modelo fracasó y ahora, con los nuevos arribos, repiten el mismo error. En un año, la policía tuvo 14 purgas y dos jefes, Palacios y Chamorro, se tuvieron que ir por espiar a dirigentes opositores”, señaló Ruanova. Destacó, además, que la Metropolitana es una policía que apunta al autogobierno, escuela de mando heredada de la PFA y desechada por el gobierno nacional, que a partir de la gestión Garré entendió que para combatir el delito hay que democratizar las fuerzas de seguridad y limitar el poder policial, propenso a cuidar los negocios que mantuvieron durante años la corrupción endémica de la pirámide uniformada
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