Sebastian
Colaborador
Las paradojas de las relaciones entre Rusia y EE UU
29 de enero de 2013 Fiódor Lukiánov, Rossíyskaya GazetaRusia no es una prioridad de la política exterior estadounidense y aunque ahora las relaciones sean tensas, en el fondo ambas confían en un “segundo reinicio”.
Barack Obama acaba de jurar su cargo presidencial. El segundo mandato está considerado como el momento en el que la cabeza del Estado piensa en su herencia. Obama no es una excepción: no quiere quedar en la memoria solo como el primer negro en la Casa Blanca.
En el ámbito nacional, todos señalan la polarización sin precedentes, el fuerte antagonismo de los partidos que está llevando hacia la paralización de los trabajos de la maquinaria gubernamental.
A Obama le aguardan combates en el Congreso por cualquier cuestión financiera o presupuestaria, especialmente en relación con una deuda estatal sin precedentes, y también para no permitir la erosión de su gran obra hasta el momento: la reforma del sistema público de sanidad.
Todos están de acuerdo en que el lugar de Obama en la historia dependerá de si consigue guiar al país hacia el crecimiento económico.
Según todos los indicios, en política exterior Obama tiene la firme intención de marcar el rumbo de los EE UU según su noción del sistema internacional. Al igual que para cualquier presidente norteamericano, la necesidad de liderazgo mundial de EE UU es un axioma para él, sin embargo, comprende bien cuánto han cambiado las circunstancias.
Obamano es partidario de una hegemonía manifiesta ni aficionado a las intervenciones agresivas en otros países. Prefiere la diplomacia, las instituciones multilaterales con cuya ayuda EE UU puede endosar a hombros ajenos parte de la carga de solucionar crisis mundiales, así como de la de llegar a acuerdos con otros países que no son aliados.
Por otra parte, el primer mandato de Barack Obama ha demostrado que interpretar la realidad de forma adecuada no supone saber qué hacer.
Desde finales de los años 2000 la política exterior de los EE UU ha sido cada vez más reactiva, responde a impulsos, pero no ofrece planes estratégicos. Con probabilidad, no es posible un plan convincente en abstracto, puesto que la situación internacional es, hablando en plata, impredecible.
Pero la Administración Obama no puede reconocer esto, ya que equivaldría a reconocer que EE UU no es el líder del mundo, sino un simple país que, aun siendo el más fuerte, es tan impotente como los demás ante situaciones incontrolables.
La última campaña electoral, en especial las primarias de los republicanos, ha demostrado que en la sociedad estadounidense se está haciendo cada vez más fuerte la disposición a favor de una política exterior menos ambiciosa, sin embargo esta postura sigue siendo minoritaria de momento.
Por eso los intentos de Obama de “abstraerse” de su influencia internacional provocarán ineludiblemente una ola de disconformidad y acusaciones de debilidad.
Las relaciones entre los EE UU y Rusia en el umbral del segundo mandato de Barack Obama son paradójicas. Rusia no se encuentra entre las prioridades, pero es esencial directamente para el presidente, quien espera avanzar con ayuda de Moscú en la resolución de cuestiones urgentes.
Ni la Casa Blanca ni el Kremlin desean un conflicto, sin embargo acabó por estallar a finales de 2012 unido a la “ley Magnitski” y a la respuesta dada por Rusia.
El ambiente se ha caldeado, aunque no hay causas objetivas para ello. Durante el periodo precedente no sucedió nada que pudiera explicar tal agravamiento, que pusiera de manifiesto antagonismos nuevos y sólidos (la colisión antes citada pertenece más bien a la esfera de lo emocional y lo virtual).
Probablemente, no debamos esperar un agravamiento posterior, la oleada de diciembre se calmará dejando un regusto desagradable. Pero tampoco va a expandirse. En Rusia y en EE UU falta el orden del día que debiera corresponder a las tareas del presente y del futuro.
En Washington, en realidad, confían en un “segundo reinicio”: continuar el diálogo sobre los temas que permitieron alcanzar un éxito relativo durante los años 2009-2010. Y, ante todo, la subsiguiente reducción nuclear.
Pero no va a ser así, por cuanto que Rusia no quiere ni oír hablar de nuevos acuerdos en este ámbito, ahora todo nos es favorable.
Tal es la disposición original de la que no está claro cómo se va a salir. Las conversaciones sobre estabilidad estratégica siguen siendo el meollo, ningún otro tema puede ayudarlas.
La experiencia de los años 2000 demuestra que cuando una de las partes (entonces fue la Administración Bush) pierde el interés en la reducción armamentística, se inicia una peligrosa degradación en las relaciones. Pero, como antes, se desconoce con qué sustituir el cansino recuento de cabezas de combate.
Fiódor Lukiánov es el redactor jefe de la revista 'Rusia en la política global' y presidente de la Mesa del Consejo de Política exterior y de defensa.
Texto abreviado. Versión completa en ruso en Rossíyskaya Gazeta.
http://rusiahoy.com/opinion/2013/01...las_relaciones_entre_rusia_y_ee_uu_24349.html