Estimados forista:
Lamento que algunos se cansen y otros se aburran, pero he tratado de no salirme del tópico de la charla, y si perdí el hilo, les pido mil disculpas. Quizás no se entienda que conocer el terreno de nuestra Patagonia no es fácil, y me doy cuenta que los que viven allí o frecuentan o estuvieron, como es mi caso, tenemos mucho interés en que se comprenda que las condiciones, las distancias, el clima y las sensaciones que estos producen son distintas a las de otros puntos geográficos de nuestra Patria.
Pero antes de seguir lléndome del tema que nos interesa les cuento que he conseguido el libro del Cnel (R) Richard Hutchings "Special Forces Pilot -The Flying Memoir of the Malvinas War".
Tengo del capítulo 11 en adelante, me envían las traducciones del principio, sobre la invasión a la Isla Bobón, en la semana que viene; pero acá voy a subir los capitulos de este libro que puede servir para aclarar un poco algunas cosas, aunque sabemos que algunos datos pueden no ser ciertos, y que solo buscamos coincidencias entre los dichos de los soldados que dicen haber tenido contacto con el AZ 290 en el continente.
Este material lo conseguí gracias a Carlos Vivas, que fue uno de los AOR que participó en el hecho de Punta Loyola.
Hace un rato hablé con él por telefono y después me pasó este material por mail. Y además me contó cosas que completan el relato y responde algunas de las preguntas que se hicieron.
En punta Loyola hubo personal del RI Mec 24 distribuido en la costa, cada 150 metros (aprox) había un pozo de zorro, un guardia que recorría de pozo a pozo y cuatro soldados en cada uno, todos estaban armados con FAL y Colt 11,25, nada más. No hubo cañones, ni otras armas pesadas. Me dio más detalles que amplían lo ya descripto por él, pero que no hacen al relato, por lo menos en lo que importa ahora. Me faltan más datos, cómo cúantos pozos había, cuántos soldados, cantidad de municiones, etc.
Otra cosa que me contó es que había una casa de material, donde estaban los oficiales y una casa más chica de espaldas al mar a unos 250 metros de la otra, donde dormían los suboficiales.
La noche del 18 de mayo había solo dos cabos despiertos y se le disparó a al helo desde tierra a masomenos 25 metros de altura, que no saben si impactaron todos, pero la certeza la tienen porque al día siguiente se enteraron de la caída del helo en Punta Arenas. Que no le dieron a las aspas y que tenía, efectivamente una pequeña luz roja intermitente encendida en la cola del rotor, que era muy tenue pero solo visible a corta distancia. Que el aprato se apreció repentinamente porque el terreno irregular no permite ver el mar desde las posisiones, aunque el en ese momento estaba parado fuera de pozo hablando con otro soldado. Que el soldado Piccin comenzó el fuego y descargó un cargador mientras corría entre los pozos una gran distancia que calcula en mil metros, que cambió el cargador y que sigió tirando un poco más, y que desde las posisiones tambien tiraron pero cuando pasaba por arriba de las mismas y que la mayoría ni asomaba la cabeza, algunos pensaban que el aparato era argentino, pero que a todos les llamó la atención lo silencioso que era, el sonido era como un suave sumbido, y que se desplazaba en sigsag y ascendiendo y descendiendo, como buscando aterrizar.
El relato es casi el mismo que en el diario clarín, de 2007, y es lo mismo que declaran todos los involucrados.
Este caso fue llevado a la Justicia y a los distintos niveles del Poder Ejecutivo, pero lo más llamativo es la respuesta por nota (que cuando la tenga la subo) del Ministerio de Defensa: "Los hechos que se relatan y que sabidos son, transcurrieron en el continente argentino y no en el TOM o en el TOAS, por lo tanto no los incluye en las leyes vigentes como Vetranos de Guerra", firmado por Hugo Tomás Cormick, Subsecretario de Coordinación del Ministerio de Defensa de la Nación Argentina, el 7 de agosto de 2007.
A continuación les envío el libro por capítulos desde el 11, en el próximo post.
Saludos cordiales.
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CAPÍTULO 11
“Nunca van a creer esto”
La gran defensa contra la amenaza aérea es atacar los aviones del enemigo lo más cerca posible de sus puntos de partida.
Winston Churchill
“Nunca van a creer esto,” exclamó Bill. “EL Gobierno aprobó un plan para una operación del SAS (Special Air Service) [Servicio Aéreo Especial] en el interior de Argentina con el fin de destruir los aviones Súper Etendards y misiles Exocet. “El anuncio de Bill se encontró con un silencio apabullante durante unos pocos segundos. No supe como reaccionar; ninguno de nosotros supo. Se interrumpió el silencio por las numerosas expresiones que significaban una mezcla de descreimiento, asombro e incredulidad.
“¿De qué se trata todo esto, Splot?, pregunté.
“No puedo decir más en esta etapa por razones de seguridad”, respondió Bill. “Quiero que todos ustedes se vayan y descansen durante el resto del día. A las 18 horas, quiero que todos ustedes me informen si desean o no ser voluntarios en la misión. Ah, sí, algo más, es un viaje de ida- no hay manera de que el helicóptero pueda regresar a la Fuerza de Tareas”.
La larga noche, junto con las noticias increíbles, nos dejó a la mayoría sintiéndonos muy atontados. Sin más conversaciones sobre el tema, nos retiramos de la sala de instrucciones y tomamos caminos separados. Yo me dirigí directo al casino de oficiales a buscar un desayuno muy deseado. Una decisión de tal magnitud no se podía tomar apresuradamente o sintiéndose casi con el cerebro agotado, así que me fui para poder tener unas pocas horas de sueño que necesitaba desesperadamente.
Se estaba haciendo de día a medida que el Hermes iba en movimiento, dirigiéndose de regreso hacia la seguridad relativa de la Fuerza de Tareas, unas 150 millas al noreste. Más tarde, esa mañana, dos Harriers piloteados por Dave Morgan y Ted Ball llevaron a cabo una misión de reconocimiento fotográfico sobre la Isla Pebble. Los resultados revelaron que todos los once aviones en el campo aéreo fueron inutilizados para volar, por estar casi destruidos o severamente dañados. Después, el Almirante Woodward comentó, “desde mi punto de vista, esta única operación es fácilmente el mejor ejemplo de una operación especial exitosa con todas las armas que probablemente no veamos en mucho tiempo”. Durante gran parte de la mañana y la primera parte de la tarde, dormí como un bendito, acurrucado cómodamente en la cabina de día del Capitán, ajeno a todo lo que sucedía a mi alrededor, en particular la preparaciones preliminares que estaban en curso para el audaz ataque aéreo del SAS en Argentina.
Inmediatamente después del amanecer, los jefes militares en Londres habían recibido informes de la Fuerza de Tareas acerca del éxito total de la misión de Acción Directa del SAS en la Isla Pebble. El Almirante Woodward y los comandantes Northwood y Hereford, ahora estaban ocupados dándole los últimos toques a un plan para ocuparse de los restantes misiles argentinos Exocet. El éxito del ataque aéreo del SAS hizo mucho para convencer a los planificadores militares de la factibilidad de montar una segunda operación de este tipo, solo que esta vez, contra los misiles Exocet y sus aviones de lanzamiento, los Súper Etendards, en su base de operaciones de Río Grande, en la isla de Tierra del Fuego, unas 400 millas, o algo así, al oeste de las Islas Malvinas. El éxito reciente contra los blancos en la Isla Pebble ahora daba a la idea, un ímpetu y empuje renovados. De hecho, el gabinete de guerra ya había dado la aprobación tentativa a lo que se conoció como “la opción interior”, habiendo tomado el asesoramiento de Sir Michael Havers, el Procurador General, de que dicha operación sería legal conforme a las leyes internacionales.
Después del ataque al Sheffield, la opción interior fue observada de manera creciente como el único método factible de impedir el despliegue de más misiles Exocet contra la Fuerza de Tareas, y el Comité Conjunto de Inteligencia había solicitado al SAS que diseñara los planes necesarios. La planificación detallada para un ataque aéreo contra Río Grande había comenzado con el equipo del SAS en Hereford durante las dos semanas anteriores. La opción de introducir la fuerza de reconocimiento preliminar por medio de un Sea King, montado desde la Fuerza de Tareas, tuvo su génesis en una idea pensada por el Capitán Lyn Middleton, aunque coincidentemente el equipo de planificación del SAS en Hereford había arribado a la misma conclusión habiendo descartado las opciones de inserción por paracaídas y submarinos.
Dejando de lado por un momento los obvios obstáculos a saltar para lograr la aprobación política necesaria para dicha operación, hubo consideraciones prácticas significativas. Antes de que un ataque aéreo pudiera ser autorizado, fue esencial establecer más allá de cualquier duda, que el avión y los misiles estuvieran en Río Grande. Aunque no se conocía en el momento de las hostilidades, después de la guerra se reveló que para ocultar las pérdidas de aviones a sus pilotos, a los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina con base en Río Gallegos, se les ordenó que se recuperaran en Río Grande después de las misiones. Hubo, en consecuencia, todas las posibilidades de un acuerdo recíproco aplicado a los Súper Etendards. Se requeriría una pequeña fuerza para reconocer la base y confirmar la presencia del avión y los misiles antes de que se pudiera autorizar una misión de Acción Directa. Durante algunos días previos, tuvieron lugar los intercambios de señales y conversaciones seguras por satélite entre la Fuerza de Tareas, los Cuarteles de la Flota en Northwood, MoD, el Plantel de Dirección del SAS (DSAS) y los comandantes del Grupo Anfibio de Tareas. Se discutieron varias opciones para ejecutar el reconocimiento preliminar y el ataque aéreo y hubo idas y vueltas entre los distintos comandantes. Finalmente, se decidió que un solo Sea King IV de la Fuerza de Tareas introduciría la fuerza de reconocimiento de nueve hombres.
Temprano por la tarde, pude salir de la cama gateando después de haber disfrutado de más sueño del que había tenido en días. La decisión de si debía o no ser voluntario para una misión sin retorno no me impidió dormir profundamente – estaba demasiado cansado después del vuelo épico de la noche anterior de casi seis horas para tener alguna preocupación: una supermodelo podría haber caminado desnuda en mi cabina- quizás debería decir la cabina del capitán- y no habría movido un párpado.
Después de un almuerzo tarde en el ACRB (Aircrew Refreshment Buffet) [Buffet para Refresco de la Tripulación], fui a la Cubierta 03 para ver lo que estaba sucediendo en el gran mundo de la luz del día. Necesitaba tener la cabeza lo más clara posible si iba a tomar una decisión sensata en cuanto a si debía o no ser voluntario en la operación Argentina. El clima había mejorado enormemente: la ráfaga de la noche anterior fue reemplazada por una suave brisa y el mar estaba calmo bajo los cielos soleados; el aire del límpido Atlántico Sur era refrescante. Faltaban cuatro horas antes de que tener que darle una respuesta a Bill y necesitaba la calma relativa y el espacio privado que me daba la Cubierta 03, lejos de todos, para aclarar mis pensamientos. Al principio, traté de llegar a la decisión desapasionadamente mediante la exclusión de cualquier pensamiento sobre Lorraine, mis hijos y mis padres, concentrándome, en cambio, en los imperativos militares.
Hice pasar por mi mente un cálculo militar, o lo que en 1982 se conocía como una evaluación. El Almirante Woodward consideró que la tarea era vital para la supervivencia de los barcos capitales de la Fuerza de Tarea y la victoria final; que la decisión era clara y por encima de cualquier reproche. Había dos caminos abiertos para mí: ser voluntario o no ser voluntario. Tenía que haber una tripulación de voluntarios, pero ¿por qué yo tenía que ser un miembro de ella? Con excepción de tres de los pilotos, cada uno de los seis restantes entre nosotros, tenía las capacidades de vuelo y navegación requeridas. Los pilotos que debían estar exentos de la operación eran, Bill, debido a su función de comando; Bob Grundy, debido al trauma que sufrió en el amerizaje tres semanas antes y Paul por su relativa inexperiencia como piloto. Los restantes seis teníamos una cantidad similar de horas de vuelo y experiencia operativa. En cuanto se completara la tarea de vuelo, no ser detectados y la supervivencia se convertirían en imperativos, y yo era el único de los seis que era marine, me había entrenado con el SAS y tenía las capacidades para operar y sobrevivir detrás de las líneas enemigas: esas capacidades eran mi métier. Les debía a los otros el poner este conjunto único de capacidades a disposición del bien común. Finalmente, aunque había tratado de permanecer desapasionado, y totalmente objetivo, permití que la emoción tuviera una parte en mi decisión. Cada uno de nosotros estaba casado y la mayoría teníamos hijos pequeños; emocionalmente los libros estaban balanceados de manera pareja. Tome mi decisión: sería voluntario.
Mientras estaba reclinado sobre la baranda, observando las idas y vueltas en la cubierta de vuelo y mirando fijamente lejos hacia el mar, no sabía que a unas pocas millas al noreste, el equipo de reconocimiento del SAS estaba saltando desde un C130 al mar después de un vuelo maratónico de 28horas desde el RU. El equipo fue recogido rápidamente por Sea Kings ASW y depositado en el Fort Austin dela RFA. Iba a ser una sorpresa describir, unas horas después, que el líder del equipo que iba a ser destinado a Argentina, era un viejo amigo a quien había visto por última vez dos años antes cuando asistimos al mismo curso de entrenamiento militar.
Muy poco antes del plazo de las 18 horas, me dirigí a la cabina de Bill y le informé sobre mi decisión.
“Gracias, Dick”, fue la respuesta de Bill, y agregó, “te informaré sobre la decisión más tarde. Con eso, no había nada más que decir y me fui al casino de oficiales para la cena pensando en quién más se habría ofrecido como voluntario. Mientras estaba sentado comiendo, no pude evitar levantar la vista y mirar a los otros pilotos, preguntándome quiénes de ellos se habían ofrecido como voluntarios y quiénes no, y qué había influido en sus decisiones. Nunca lo iba a descubrir.
La noche comenzaba y había una misión de combate programada para la noche que todavía había que planificar. Algunos de los equipos del SAS y el SBS habían estado operando en las islas durante casi tres semanas y necesitaban la extracción, al haber completado sus tareas, o el reabastecimiento. Esta noche habría una formación de tres helicópteros a la Isla Soledad (East Malvinas). La luna estaba ahora en cuarto menguante y no saldría hasta las 02.45 horas. Las condiciones en el mar seguían estando calmas y después del amanecer, el cielo se aclaró, creando niveles de luz razonable para la primera parte de la misión de combate y, luego de la salida de la luna, aun mejor condiciones. El lanzamiento de la misión fue fijado, entonces para las 23.00 horas. Mientras hacíamos nuestros preparativos, no sabíamos que el Fort Austin se había unido nuevamente con la Fuerza de Tarea y el equipo del SAS, que habían estado arrojándose en paracaídas al mar durante la tarde, habían sido transferidos al Hermes, sumergiéndose y muy cansados después de su dura prueba.
Para las 22.30 horas, las naves fueron alineadas en sus lugares y Pete, “Doc”” y yo fuimos al helicóptero. En clave, “Flyco” (sala de control de aviación junto al puente que da a la cubierta de vuelo sobre un portaaviones) entregó los datos de navegación y los tres helicópteros se lanzaron en la oscuridad, 140 millas al noreste de Puerto Argentino. El tiempo de tránsito al avistaje de tierra sería de menos de una hora, treinta minutos, por lo tanto, nos fijamos en nuestra formación bien establecida a 50 pies y disfrutamos las condiciones climáticas mucho mejores. Se habían ido los vientos de proa casi impenetrables y el azote, la turbulencia y los mares montañosos de la noche anterior. En su lugar, una mar calmo, plano, casi de manera extraña e inquietante que ofrecía poco, a modo de definición a las gafas. Era esta la calma antes de otra tormenta, me pregunté, a medida que lentamente nos acercábamos a la distancia que nos separaba de la Isla Soledad. Nos habíamos acostumbrado al tiempo realmente malo y las condiciones de calma parecían de algún modo incongruentes, pero estaba agradecido por el vuelo tranquilo.
Una hora y veinte minutos después, divisamos Cabo Dolphin y la formación se dividió ya que los tres helicópteros se separaron y se dirigieron a sus destinos. En mi helicóptero, teníamos que completar dos tareas. Pete descendió la nave a 20 pies a medida que volamos sobre lo que, por ahora, era un terreno muy familiar hacia el RV (Rendezvouz) 10 millas al oeste de Fitzroy. A medida que nos acercábamos al RV, la señal de luz Morse esperada de--. (Golf) fue observada con aproximadamente un cuarto de milla por delante. Pete maniobró el helicóptero en el poco viento que había y yo le hablaba dando instrucciones para el aterrizaje. Con la ruedas firmemente en el suelo, dos soldados del SAS se abrieron paso rápidamente a la puerta de la cabina y arrojaron dos mochilas muy completas a cambio de las cuales, “DOC” entregó dos reemplazos totalmente llenos de alimentos y baterías. Un minuto después, Pete elevó el helicóptero en vuelo suspendido y realizó la transición a un vuelo hacia adelante, al noroeste hacia una posición cerca de Caleta Trullo (Teal Inlet). Se esperaba que la siguiente tarea fuera un poco dificultosa.