Por Luis Brizuela Brínguez *
Siria: La piedra en el zapato de Occidente
Damasco (PL) El conflicto que sacude a Siria, próximo a los dos años, resulta hoy una asignatura pendiente para quienes desde Occidente y naciones del Oriente Medio lo azuzaron y financian. Desde el inicio de las protestas contra el gobierno del presidente Bashar Al Assad, en marzo de 2011, dentro del contexto de la llamada Primavera Árabe, algunas potencias aprovecharon los acontecimientos para modelar una supuesta oposición que abriera las puertas al viejo anhelo de provocar la caída del mandatario.
La nación levantina deviene, desde hace décadas, una pieza molesta dentro de los intereses geopolíticos de Occidente, teniendo en cuenta las posturas nacionalistas, antiimperialistas y panarabistas defendidas por ese Estado.
Sin embargo, el otro gran trasfondo de la agresión estaría en el potencial gasífero del país, el cual estudios científicos catalogan como el más importante de la región del Medio Oriente y uno de los más significativos del mundo.
El siglo XXI, calificado por algunos analistas como la centuria del gas, colocaría a una Siria independiente y soberana en posesión de una enorme riqueza que algunas naciones industrializadas, apremiadas por una creciente demanda de recursos energéticos, se verían impedidas de manejar a su antojo.
Valiéndose de las manifestaciones contra Al Assad, Occidente apostó por modelar un clima favorable a una intervención militar, semejante al guión utilizado en Libia, país de enormes reservas de hidrocarburos, donde una campaña de la OTAN culminó con el asesinato del presidente Muamar Al Gadafi y la destrucción del país.
Los casi 20 meses de agresiones contra Siria han sido sustentados por una virulenta campaña mediática que no ha tenido reparos para, incluso, propalar noticias falsas o de dudosa verificación, a fin de incriminar al Ejecutivo sirio.
Importantes medios de comunicación se hicieron eco de masacres por parte del gobierno, tomas de aeropuertos y bases militares, caídas de aeronaves, deserciones y solicitudes de asilo de altos funcionarios, y más recientemente de la existencia de armas químicas, hechos que después de verificarse su falsedad carecieron de desmentidos en las mismas páginas o telediarios.
Por otro lado, se han promovido un sinnúmero de legislaciones dirigidas a cercar a la nación del Medio Oriente.
En poco más de un año, por ejemplo, la Unión Europea dio luz verde a una veintena de paquetes de sanciones contra sectores estratégicos sirios, con el fin de estrangular económicamente al país levantino.
Las medidas afectan a unas 180 personas, 54 compañías e incluyen desde un embargo a las ventas de petróleo, la suspensión de créditos y de asistencia técnica, hasta el congelamiento de activos en bancos del Viejo Continente.
Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña impulsaron en los últimos 12 meses resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU que buscan invocar el capítulo 7 de la Carta de ese organismo, lo cual permitiría recurrir a la fuerza militar para resolver "el problema Al Assad".
Sin embargo, mirando lo ocurrido en la nación norteafricana, Rusia y China vetaron esa posibilidad, algo que levantó airadas protestas y encontronazos diplomáticos entre ambos polos.
Tanto Moscú como Beijing son partidarios de la vía del diálogo para resolver el diferendo que ha costado la vida a unas 40 mil personas, según varios estimados.
En contraposición, Washington, París y Londres mantienen un total y abierto apoyo moral, financiero y militar a los grupos opositores, al igual que países con ambiciones de erigirse en potencias regionales como Turquía, Arabia Saudita y Catar.
Las visiones irreconciliables al respecto condujeron a mediados de año al fracaso de la gestión mediadora del exsecretario general de la ONU Kofi Annan, elegido para hallar una salida negociada a la crisis.
A través de la resolución 2043 del Consejo de Seguridad, aprobada en abril, se permitió el despliegue de la Misión de Supervisión de las Naciones Unidas en Siria (UNSMIS).
La entidad debía verificar en el terreno el cumplimiento de la propuesta de seis puntos de Annan, la cual incluía entre otros aspectos, el cese inmediato de la violencia por todas las partes y la entrega de ayuda humanitaria a los damnificados.
Ante la imposibilidad de cumplir su cometido, la UNSMIS retiró en agosto su personal del territorio levantino y el exsecretario general de la ONU renunció a su encomienda.
He buscado una solución pacífica y política, pero no hemos tenido éxito pues algunos países que apoyan a actores militares en el conflicto están empeorando la situación, puntualizó.
Todos ellos dicen que quieren una solución pacífica, pero tienen iniciativas individuales y colectivas que atentan contra el sentido mismo de las resoluciones del Consejo de Seguridad, y no tienen en cuenta su propio apoyo a las bandas armadas que intentan desestabilizar Siria, subrayó Annan.
Otro de los objetivos de Occidente ha sido intentar la conformación de una alianza opositora única, a la cual reconocer como contraparte del gobierno y tratar de dotarla de legitimidad internacional.
Varias reuniones de los llamados "Amigos de Siria" han discutido sin ambages vías para financiar dicha oposición, aun en contra de principios del derecho internacional donde se establece que ningún Estado debe adoptar medidas para derrocar por la fuerza a otro gobierno.
El más reciente intento de acicalar esa imagen ocurrió el 11 de noviembre en Doha, Catar, cuando varias organizaciones opositoras se nuclearon en la denominada Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (CNFROS).
Llamó la atención que la Coalición, autodenominada "única representante legítima del pueblo sirio", rechazara de plano "negociar o conversar" con Damasco, mientras reclamó que el presidente sirio Bashar Al Assad dimitiera o fuese depuesto por medio de la lucha armada.
El cúmulo de intereses y filiaciones políticas, religiosas y sectarias que caracterizan a la oposición parecen conducir a la CNFROS al mismo abismo de descrédito y rencillas donde se hundiera el otrora Consejo Nacional Sirio (CNS), ente que pretendió sustituir.
Varios de los grupos que luchan contra el gobierno, entre ellos los de ideología takfirí y extremistas de la organización Al Qaeda, cuestionan la legitimidad del nuevo ente y aseguraron que no lo reconocerán como voz de la oposición.
En las últimas semanas, el emisario especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Lakhdar Brahimi, se ha enfrascado en innumerables giras por países de la región, Europa y Estados Unidos, a fin de concretar una solución política del conflicto.
Para el excanciller argelino resulta indispensable retomar el plan de paz acordado en Ginebra el pasado 30 de junio, que pide a las partes en pugna decretar un alto al fuego, formar un gobierno de transición, revisar la Constitución y convocar elecciones, sin pedir de antemano la dimisión de Bashar Al Assad, como exigen países occidentales y árabes.
*Corresponsal de Prensa Latina en Siria
jhb/lr
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