no, fue herido por fuego de artillería naval.
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2200 gr por día de alimentos ?
220 gr tal vez.
Consulta: Si bien no eran personal militar, Don Kazansew menciona en su libro "Malvinas, a sangre y fuego" a dos medicos civiles argentinos, que pernoctaban en el hotel kelper de Pto Arg. Uno de apellido Soria y el otro de apellido Rojas. Hay alguna info mas detallada de los colegas???. Incluso seria muy interesante rastrear al Dr Soria, dado que Don Nico menciona que "andaba invariablemente con un grabador a cuestas y registraba absolutamente todo:desde los ataques ingleses hasta nuestras conversaciones de sobremesa. Siempre lo tenia prendido. Bromeabamos que era espía y mandaba los cassetes a la armada inglesa....". Gracias!!!
Me cito para dejar claro esto y fin OT..Consulto con un Int y vuelvo a comentar.
Y yo tenia el pensamiento que los ataques del 1 de mayo no logró nada?Del libro de FARINELLA
Treinta toneladas de munición quedaron en Río Gallegos sin poder ser cruzadas a Malvinas debido al bloqueo. De la transportada perdimos gran parte en el bombardeo del primero de mayo.
En Puerto Argentino nos abastecimos nuevamente de munición. Esta era movida hasta el pie del monte en camión, pero desde ahí hasta las posiciones propiamente, había que llevarla a lomo, pero a lomo del personal.
Es oportuno recordar algunos datos relacionados con el peso de la carga, como por ejemplo:
Para un día de combate hacían falta 160 proyectiles para mortero de 120 milímetros, que equivalen a 1.345 kilogramos, aproximadamente; de morteros de 81 milímetros, 334 proyectiles, que equivalen a 1.815 kilogramos.
También para cañón sin retroceso de 105 milímetros, hacían falta 108 proyectiles, que pesan 612.8 kilogramos, aproximadamente. Para FAL, FAP y MAG, 50.000 proyectiles, que pesan 1.426 kg, aproximadamente.
Si consideramos que un hombre ingiere normalmente 2.200 kilogramos de alimentos por día, para 600 hombres se necesitan 1.320 kilogramos.
Como el peso de los cajones de munición para mortero y cañones es excesivo para que lo transporte una sola persona y demasiado incómodo para que lo hicieran dos, debido a su sistema de manijas, optamos por romper los cajones y subir los proyectiles sueltos. De paso, y como una extra, subíamos la madera para hacer fuego en la cocina.
Quiere decir, que si sumamos las distintas clases de efectos necesarios para un día de combate, transformados en bultos en condiciones de ser transportados, resulta:
Si pensamos que como mínimo entramos en combate con unos tres días de abastecimiento, tenemos un total estimativo de 1.989 bultos, para lo que eran necesarios 1.062 viajes, a fin de subirlos hasta la posición.
Y si en esta realidad objetiva contemplamos que un hombre, en las condiciones climáticas imperantes –frío intenso, fuerte viento y llovizna casi permanente- se veía obligado a estar cargado de ropa, con una capa colocada y, desde luego, con su correaje; que el movimiento se realizaba sobre un terreno completamente irregular, esponjoso, con agua, rocoso y resbaladizo y subiendo el monte de 700 o más metros de altura, en una pendiente de unos 3.000 metros, se entenderá tranquilamente que por día cada hombre podía realizar dos viajes y excepcionalmente, tres.
Un sólo hombre, realizando dos viajes por día, precisaría 531 días de trabajo para subir los 1.989 bultos en 1.062 viajes. Teniendo en cuenta la situación táctica existente, podía disponerse de un promedio de 50 hombres, diariamente. Sin la acción directa del enemigo sobre la posición se precisaban 10.9 días de trabajo para subir la carga necesaria para tres días de combate.
En el planteo de este problema no hay que olvidarse otras toneladas de cargas, que no se detallan aquí para no saturar de cálculos matemáticos este relato, como por ejemplo, las mismas armas, la Munición para ametralladoras 12.7 milímetros, el agua potable, etc, y si bien diariamente no se consumía la munición, debíamos asegurarnos más de tres días de abastecimiento; además todos los días se comía.
Lo concreto es que habiendo comenzado a ocupar el Monte Wall el 28 de abril, hasta el día 30 de mayo, en que nos replegamos al Monte Harriet, se estuvieron subiendo bultos y sin haber aún terminado totalmente, hubo que bajarlos, al cambiar de posición la Unidad.
En esta oportunidad, la diferencia fue que se debió trabajar desde los primeros momentos bajo la acción de los fuegos de la aviación enemiga y especialmente de la artillería de campaña y naval, hasta que la posición cayó en poder enemigo el 12 de junio.
Desde el primer día hasta el último, en forma permanente, se estuvo transportando carga, sin haber terminado de subirla en ninguna de las dos posiciones.
Esto era verdaderamente todo un problema, a lo que se sumaba que el hombre no lograba recuperarse físicamente en la posición que ocupaba, pues las condiciones climáticas y de suelo no eran en lo más mínimo adecuadas para ello.
Cuadros y Tropa trabajaban día y noche transportando carga a hombro hasta la altura, bajo el fuego de los cañones enemigos.
Tanto era el cansancio, que la gente cuando oía el estampido de boca de la artillería enemiga, simplemente trataba de ubicar si el silbido de los proyectiles indicaba que estos venían hacia el lugar donde uno se encontraba o hacia otro.
Ya se tenía el oído agudizado para hacer esta estimación. Se escuchaba el silbido, y si se apreciaba que no venía hacia donde uno se encontraba, se continuaba caminando mientras las explosiones se sucedían peligrosamente en la zona cercana a uno.
Esto se debía no solamente a un acto de valor sino también a un cansancio extremo que hacía que se perdiera un poco el sentido de conservación de la propia vida.
Pero no teníamos otra forma de subir el material, más que a hombro.
Tratando de facilitar esa actividad aprecié que la solución más adecuada, en las circunstancias en que nos encontrábamos y con los medios que había visto y que se podía llegar a disponer, era lograr algunos caballos; por supuesto que había que lograrlos de los muy pocos que los Kelpers tenían y que a su vez usaban para trabajar. Solicité seis por el canal correspondiente; creo que pensaron que estaba delirando. Había “todo un trámite” para poder obtenerlos con la autorización respectiva puesto que no se podía ir y tomarlos por propia iniciativa.
Recuerdo que el Padre Fernández tenía de la gobernación una autorización para requisar dos caballos que serían utilizados para las visitas que los Capellanes hacían a las posiciones de primera línea. Y en conocimiento de nuestro problema me la cedió, pero con autorización y todo ya no pude conseguirlos y continuamos llevando nuestra carga a “lomo”.
He deseado narrar esto por considerar que las exteriorizaciones del valor, del heroísmo, también tienen facetas silenciosas y que no todas son “estruendosas” o “espectaculares”; algunas se acuñan minuto a minuto, sin desmayos, sin pausas, con “sudor” con voluntad, con un permanente arrojo y desprendimiento de la propia vida y que ante el trance de ser herido o de sucumbir en el cumplimiento del deber, en casos de extrema gravedad, donde la resistencia es, objetivamente, la única posibilidad que resta de oponerse al enemigo, en esa situación es donde la fortaleza muestra su verdadera esencia.
Sin duda la única manera de saber quien fue Pedro es la ADN, pero dado las circumstancias actuales no lo veo ocurrir. Sin embargo, su valor fue apreciado por los britancios. Ellos no tenian ni idea de que unidad fue. No se si hubieran tomado fotos para identificarse al encontrar los restos - pero si lo habian hecho, sin duda estuvieran pasados a las autoridades argentinos.HISTORIA DE UN HEROE LLAMADO PEDRO.
detalle de algunos caídos del RI6
Varios relatos británicos mencionan a un heroico soldado argentino del que casi nada se sabe, que fue ultimado poco antes de la caída de Puerto Argentino, tras negarse a rendirse, cuando su sección ya lo había hecho. En 1983, fue hallado un cuerpo en la zona de ese combate y se lo enterró como NN en Darwin. Con los años, varios estudios empezaron a relacionar una cosa con otra dando origen a “la leyenda del soldado Pedro”, un héroe anónimo al que todavía sus ex compañeros de batalla siguen tratando de identificar.
La noche del 13 de junio de 1982, cubierto por la nevisca reinante, el Segundo Batallón de Guardias Escoceses asaltó las posiciones argentinas en Tumbledown, un monte de 228 metros de altura que dominaba la última línea defensiva de las tropas nacionales alrededor de Puerto Argentino, capital de las islas Malvinas. Tras ocho horas de combate -reconocido por ambos bandos como el más duro de la campaña- y un último y desesperado contraataque, los argentinos se vieron forzados a retirarse. Detrás dejaban la última chance de detener el asalto enemigo hasta la llegada del invierno y evitar así la derrota total, que llegaría pocas horas más tarde. Pero su resistencia y entrega dejaban algo más entre los británicos: una leyenda. Ya en la madrugada del 14 de junio, cuando las posiciones argentinas iban cayendo, un soldado criollo habría decidido seguir peleando, quizá para permitir la retirada de sus compañeros o tal vez por no aceptar la inminente derrota.
Algunos relatos británicos dicen que resistió una hora, otros sostienen que aguantó aunque todos coinciden en que este muchacho cambió de posición constantemente e hizo fuego contra los Guardias, negándose a rendirse; incluso cuando un oficial argentino capturado le ordenó hacerlo. Hasta que fue abatido por una combinación de cohetes antitanque y un último y fatal disparo en la frente. Cayó en la ladera este del monte, denominada La Terraza, en un despeñadero tan inaccesible que su cuerpo recién pudo ser recuperado en enero de 1983.
“Pedro podría haber esquivado la batalla, pero en cambio peleó solo y a muerte, y es triste que su nombre no sea conocido y honrado como merece”, afirma el historiador británico-estadounidense Hugh Bicheno en su libro Razon´s edge, que aunque con algunas críticas, es considerado el más serio de los que alude al personaje. Cuando se dio con el cuerpo, todos los argentinos caídos en Malvinas ya estaban enterrados en Darwin, en tumbas anónimas. A Pedro le correspondió la B-1-15, y con eso pasó a ser un “soldado desconocido” más.
¿Cómo develar entonces quién fue este heroico conscripto? Hay una primera respuesta bastante imprecisa, aunque cierta: Pedro fue uno de los cerca de 30 argentinos que murieron en Tumbledown.
Tras un manto de misterio
El notable desempeño de Pedro no fue la excepción en Tumbledown.
Dado que no es lo mismo combatir con una fuerza de élite que con conscriptos, si Pedro hubiese vestido como un integrante del BIM-5, los británicos no se hubieran privado de destacarlo. Eso es lo que hicieron en las batallas donde enfrentaron a grupos comandos porque les enorgullecía haberlos vencido. Así las cosas, si Pedro era del Ejército, ¿a qué unidad pudo pertenecer?
En Tumbledown participaron varias unidades del Ejército: 48 hombres de la 3ª sección de la Compañía B del Regimiento de Infantería Motorizada 6, de Mercedes, Buenos Aires; 12 de la compañía B del Regimiento del Infantería 12 de Mercedes, Corrientes, a cargo del subteniente Celestino Mosteirín y que sufrió la baja del conscripto Ramón García, y otra sección aún más disminuida (cinco hombres) del Regimiento de Infantería 4, con asiento en Monte Caseros, Corrientes, a cargo del subteniente Oscar Silva, que murió junto a sus cuatro muchachos. La mayoría procedía de Dos Hermanas, enclave perdido la noche anterior.
En cambio, para el hoy coronel y por entonces subteniente de 19 años de la 3ª B/RIM6, Esteban Vilgré La Madrid, las líneas de investigación siempre fueron dos: “Hasta saber lo del uniforme de Pedro, siempre pensé que era un infante de marina desprendido de la sección del teniente de corbeta Carlos Vázquez -la última del BIM-5 en resistir- o uno de mi sección, que luchó en el lado este de Tumbledown, donde abatieron a Pedro. Aparentemente, este joven cayó a 400 metros del sitio inicial donde estaba yo, pero eso no significa que no perteneciera a mi grupo porque no estábamos todos juntos”.
Vilgré La Madrid descarta a los muchachos del subteniente Silva, ya que se encontraban en el sector oeste del monte. También al soldado García, del RI-12. “Me lo aseguró el subteniente Mosteirín”, acota.
Los conscriptos muertos del RIM-6 en Tumbledown cayeron durante un contraataque lanzado sobre el final, una vez doblegada la sección del teniente Vázquez. El RIM-6 estaba bien entrenado por su jefe, el teniente coronel Oscar Jaimet, antiguo comando que había instruido a sus hombres en combate nocturno. Pese a no estar tan aclimatados como los fueguinos del BIM-5, los muchachos del RIM-6 eran en general peones de Lobos, Mercedes, Luján y zonas aledañas, que sabían de heladas e intemperie. Y coraje no les faltaba: Oscar Poltronieri, el soldado más condecorado del Ejército en su historia era uno de sus dos ametralladores.
La historia de Poltronieri tiene varios puntos en común con la de Pedro: Poltronieri cambió constantemente de posición y se rezagó durante la retirada, aletargando el ataque británico. Y también fue dado por muerto, aunque en realidad logró escapar.
Las bajas del RIM-6
Pero dándoles crédito a los dichos de Bicheno, ¿de quién era el cuerpo recuperado en el despeñadero? Las alternativas se reducen a los soldados del RIM-6 que cayeron en combate. En 2010, para el bicentenario de ese regimiento, Enfoques viajó a su nuevo cuartel, en Toay, La Pampa, donde hay una placa en homenaje al conscripto Juan Horisberger, que dice que el enemigo lo apodó Pedro por su valentía. Sin embargo, más allá de su coraje, sólo se trataría de una iniciativa ligada a la buena voluntad de algunas personas. Asimismo, testimonios de varios de sus compañeros indican sin duda que Horisberger fue el primero en morir, de un tiro en el pecho.
Otros tres soldados, Horacio Balvidares, Horacio Echave y Héctor Guanes, murieron en posiciones conocidas. Los dos primeros habían caído cerca de Sapper Hill y Guanes, en Dos Hermanas. Sobre Ricardo Luna surgieron dudas, pero para La Madrid, su deceso no coincide con el momento en que habría caído Pedro. También hubo interrogantes en torno a Juan Rodríguez, aunque según La Madrid, el tirador de la sección David Torres fue testigo de su muerte, cerca del fin del combate de Tumbledown, en la madrugada del 14 de junio. La última baja del RIM-6 fue Sergio Azcárate, que murió cuando la sección se encaminaba a Puerto Argentino, alcanzado por fuego enemigo.
Así, quedan sólo dos: Luis Jorge Bordón, de Lobos, y Walter Ignacio Becerra, que en 1982 vivía en el barrio Zarza de Moreno, Buenos Aires. Ambos integraban el primer grupo de tiradores. “A mí me suena más la chance de Becerra. Primero, porque Bordón no estaba tan cerca del lugar descripto, aunque tampoco lo descarto. Y además, por su forma de ser: un tipo muy astuto, vivaracho. El relato sobre un muchacho cambiando de posiciones para despistar al enemigo cuadraría con él, con su personalidad. Y también por el arma que usaba, un FAP, versión ametralladora del FAL normal, con mucha cadencia de fuego, que hubiera llamado poderosamente la atención de los británicos, por sonar distinto al grueso de las armas propias y ajenas”, señala La Madrid.
Una forma de saber si Pedro y Becerra fueron la misma persona era averiguar quién fue el militar argentino que lo habría intimado a rendirse.
El Ejército no se pronunció oficialmente sobre esta historia. Por ende, se descarta que se haya pensado en recurrir a análisis de ADN para conocer la verdadera identidad de Pedro. Además, en cuanto a Becerra sería imposible hasta que no se logre dar con su familia. “En los casos de Becerra y Guanes, nunca se pudo establecer contacto;Hacer estudios de ADN conllevaría una decisión política, cuestiones diplomáticas, fondos. Además, debería ser para todas las familias que tienen un hijo sepultado como NN en Malvinas”.
El último intento para localizar a la familia de Becerra fue en 2004, en la dirección y teléfono de su madre, en el barrio porteño de Parque Patricios. Retomada la búsqueda mediante la Unidad de Atención y Asistencia al Veterano de Malvinas de la ANSES, aportándole nombre completo y DNI del fallecido, hasta hoy no se había obtenido respuesta. Como Pedro habría muerto en soledad y nadie pudo certificar que se tratara de Becerra, esta investigación sigue abierta. Sólo el ADN al cuerpo enterrado en la tumba B-1-15 de Darwin podría quizá desentrañar el interrogante. Pero no cabe duda de que, sea quien fuere, Pedro encarna el valor de muchos jóvenes que ofrendaron o estuvieron dispuestos a dar su vida por la Patria. Muchos de los cuales hoy caminan por las calles, anónima y humildemente, a pesar de haber actuado como verdaderos héroes.
Y yo tenia el pensamiento que los ataques del 1 de mayo no logró nada?