El largo camino de Israel hacia la guerra de julio de 2006
por Jürgen Cain Külbel*
Presentada por casi todos los medios de prensa occidentales como una respuesta a la captura de dos soldados, la guerra que Israel desencadenó contra el Líbano fue resultado de una larga preparación cuyas raíces parten del núcleo central del proyecto neoconservador para el Medio Oriente. En un largo artículo, cuya primera parte ofrecemos hoy, Jurgen Cain Kulbel describe el complot entre Washington e Israel que condujo a la agresión contra el Líbano.
Temas
Control del «Gran Medio Oriente»
La historia demuestra que los Estados que provocan guerras siempre tratan de engañar a la opinión pública sobre las razones y causas de las agresiones que desencadenan. Ejemplo de ello es el falso ataque a la estación de radio de Gleiwitz, organizado en realidad por los nazis, que sirvió de pretexto a la invasión de Polonia marcando así el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Otro ejemplo es el «incidente» de Tonkín, montado por Estados Unidos para servir de pretexto a la invasión de Vietnam. Más recientemente, tenemos la falsificación de pruebas sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam Hussein que permitieron a la administración estadounidense, con sus manos manchadas de petróleo y de sangre, despedazar a Irak y apoderarse de sus recursos petrolíferos.
Israel aportó recientemente su propia contribución a esta piromanía mundial, organizada por la «Internacional democrática» y aplicada con redoblado entusiasmo desde que Bush junior y su séquito llegaron al poder. El ataque israelí tiene numerosas razones: hace años que Israel trata, con la ayuda activa de Estados Unidos, de balkanizar el Medio Oriente para garantizar así su propia hegemonía sobre sus vecinos árabes, a los que siempre presenta como elementos que «amenazan la existencia del Estado hebreo». En el marco de esa estrategia, el Estado de Israel decidió, entre otros «objetivos estratégicos», garantizar la seguridad de su frontera en el Norte y eliminar definitivamente la resistencia libanesa representada por Hezbollah, que vigila el lado libanés de la frontera.
La seudo «revolución de los cedros» del Líbano no benefició a Israel; el nuevo gobierno de Beirut es débil y resultó ser incapaz de responder a las exigencias de la administración estadounidense y a las del gobierno de Tel Aviv. Tampoco ha logrado obtener un verdadero desarme de la milicia chiíta sino todo lo contrario.
Por otro lado, poco antes del comienzo de la guerra, la situación de Israel se parecía a la de un boxeador noqueado que yace en el cuadrilátero. En efecto, los libaneses habían descubierto pruebas que demostraban que los servicios secretos del Estado hebreo estaban implicados activamente en actividades terroristas cometidas en el Líbano: como atentados con coches-bomba y asesinatos de dirigentes palestinos y de diputados miembros de Hezbollah. Por otra parte, habían aparecido una serie de indicios que parecían señalar que no era Siria sino Israel quien había actuado como instigador del sangriento atentado que segó la vida del ex primer ministro libanés Rafic Hariri.
El hecho de que que esta guerra, aunque planificada desde hace tiempo por Israel, haya sido desencadenada de pronto, ante los molestos descubrimientos de los libaneses, y que se convirtiera en una debacle para el agresor no tiene finalmente mucha importancia. Demostró al menos una cosa: la guerra librada contra el Líbano por la superpoderosa maquinaria militar es representativa de las futuras batallas del siglo 21, desarrollada sin complejos y con una crueldad criminal. La población civil se ha convertido en blanco de operaciones destinadas a sembrar el terror y se emprende la destrucción intencional de infraestructuras vitales con el único fin de causar sufrimientos a la población y ponerla de rodillas. Ni la «Internacional democrática», ni la ONU se opusieron realmente al castigo colectivo impuesto a los libaneses sino que guardaron silencio ante los innumerables bombardeos contra infraestructuras civiles, fábricas de leche en polvo, escuelas, hospitales, ambulancias, caravanas de refugiados, autos individuales o motocicletas, barrios de vivienda densamente poblados y contra casi todas las carreteras y puentes del Líbano. En vez de oponerse a ello, los políticos de Estados Unidos y de la Unión Europea, como la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, dieron indirectamente carta blanca al agresor israelí al negarse a mencionar, y mucho menos condenar, la utilización por Israel de armas prohibidas por la comunidad internacional, como obuses con fósforo, bombas de racimo y, al parecer, hasta obuses de uranio empobrecido.
La operación comando israelí
Días después de que el ministro israelí de Defensa, Amir Peretz lanzara su grito de guerra y ordenara a su aviación, el 12 de julio de 2006, «destruir los poblados del Hezbollah así como la infraestructura del Líbano», el primer ministro libanés, Fuad Siniora, pudo comprobar que no fue el Hezbollah sino su país el que fue destruido. La captura de los soldados Ehud Goldwasser y Eldad Regev por la milicia chiíta, en la mañana del 12 de julio de 2006, fue utilizada en Tel Aviv como pretexto para desencadenar sin demora una guerra devastadora, sin el menor respeto por las vidas inocentes.
¿Qué sucedió exactamente aquel día? Aquel miércoles, exactamente a las 9:06 horas, un comunicado de la organización de la resistencia libanesa, transmitido por la televisión de Hezbollah, Al Manar, anunciaba que sus «soldados atacaron a una patrulla israelí cerca de la frontera e hicieron prisioneros a dos soldados.» Hassan Sayyed Nasrallah, jefe de la milicia chiíta, explicó que «esta operación estaba planificada desde hace 5 meses » por su organización. Philip Abi Akl explica en el diario conservador libanés Daily Star que la milicia afirmaba que quería, mediante esa acción, «cumplir una promesa ante el pueblo libanés. El secuestro permitiría intercambiar a los soldados israelíes por prisioneros libaneses retenidos en Israel» [1]. El Dr. Mazin Qumsiyeh, ex profesor en la Duke & Yale University, y autor del libro Partage de la terre de Canaan precisa: «El Hezbollah es un movimiento libanés de resistencia armada, fundado después de la invasión israelí contra el Líbano, en 1982. Es importante recordar, a los desmemoriados, que sólo durante el mismo año 1982 –decenas de miles de libaneses y palestinos (estos últimos eran ya entonces refugiados de la guerra israelí de 1948) fueron asesinados por las tropas israelíes de ocupación en el Sur del Líbano. El Hezbollah fue muy popular y obtuvo el apoyo de buena parte del pueblo libanés (incluyendo a los cristianos) gracias a su victoria sobre la brutal máquina militar de ocupación israelí, victoria que permitió expulsar a Israel y sus lacayos de la mayor parte del territorio libanés. Por supuesto, Israel sigue ocupando ilegalmente Gaza, Cisjordania (incluyendo el Este de Jerusalén), las «granjas de Chebaa» así como la meseta del Golán. De la misma forma, Israel sigue oponiéndose al derecho internacional al prohibir el regreso de los refugiados palestinos a sus propias casas y sus tierras. Más importante aún: el ejército israelí mantiene encarcelados a un gran número de ciudadanos libaneses y a más de 10 mil presos políticos palestinos. Es larga la historia de los secuestros de libaneses y palestinos por Israel. Por otra parte, esos prisioneros son torturados periódicamente.» [2].
El propio Hezbollah no ofreció indicación alguna en cuanto al lugar de la captura. No es hasta el día siguiente que la AFP indica: «Según la policía libanesa, los dos soldados fueron hechos prisioneros en territorio libanés, en la región de Aita al Chaab, cercana a la frontera israelí, región que había sido blanco de una incursión de la unidad israelí temprano en la mañana.» El boletín informativo francés Réseau Voltaire indica por su parte: « De forma deliberada, Tsahal (el ejército israelí) envió un comando a la región libanesa de Aita al Chaab. [Este comando] fue atacado por el Hezbollah, que hizo prisioneros a dos [soldados israelíes]. Israel fingió entonces haber sido agredido y atacó al Líbano» [3]. El diario italiano La Reppublica cita fuentes internas del Hezbollah al afirmar que «la captura tuvo lugar en la zona de Aita Al Chaab, no lejos del poblado de Zarit». Ambos lugares están en territorio libanés. Por otro lado, los franceses denuncian que «a pedido del coronel Sima Vaknin-Gil, jefe de la censura militar israelí, la prensa occidental aceptó hacerse eco de una versión mutilada de los hechos ocurridos durante los últimos días en el Medio Oriente. (…) Por orden de la censura militar israelí, las agencias de prensa y los medios de difusión que tienen periodistas acreditados en Israel renunciaron a informar a sus lectores sobre el lugar en que los soldados israelíes fueron hechos prisioneros. A la periodista suiza Silvia Cattori, que trabaja para la Red Voltaire, se le retiró su acreditación de trabajo por haberse negado a obedecer las instrucciones de la censura militar » [4].
Sin embargo, para el primer ministro israelí Ehud Olmert los soldados fueron secuestrados en territorio israelí. «Los secuestros de esta mañana no son un ataque terrorista sino la acción de un Estado soberano que atacó a Israel de forma injustificada. El Líbano tendrá que pagar por ello », amenazó durante una conferencia de prensa en presencia del primer ministro japonés Junichiro Koizumi mientras anunciaba una respuesta «muy dolorosa y muy extensa ». Su ministro de Defensa, Amir Peretz y los servicios secretos tenían todo previsto, resulta evidente, desde hace tiempo y todo estaba preparado. Es por eso que el ejército israelí invadió el Líbano el mismo día, 12 de junio de 2006, en que se produjo la captura de los dos soldados mientras que la rápida movilización de los reservistas y la amplitud de las operaciones demuestran claramente que Israel lo tenía todo planeado con mucha antelación y que no estaba simplemente reaccionando al secuestro de sus dos soldados. Además de los bombardeos, contra puntos extremadamente bien determinados –lo que demuestra hasta qué punto los servicios israelíes y sus colaboradores en el teatro de operaciones habían designado de antemano los blancos–, el ejército israelí disponía por otra parte de la ubicación detallada de cada restaurante, cada fábrica de jabón, cada escuela, todo señalado con mucha anterioridad con vistas a esta guerra. Peretz sabía perfectamente lo que decía cuando amenazaba con «hacer retroceder 50 años al Líbano » mediante sus bombardeos. No era fanfarronería. Él sabía que podía hacerlo [5].
Líbano: una guerra preparada en laboratorio
«De todas las guerras que Israel ha librado desde 1948, esta [contra el Líbano] es la única para la cual el país estaba perfectamente preparado », declaró Gerald Steinberg, profesor de estudios políticos en la universidad Bar-Ilan de Ramat Gan, algunos días después del comienzo de la agresión. Este universitario, que trabaja para el ministerio israelí de Relaciones Exteriores y Seguridad Nacional, agrega: «En cierto sentido, los preparativos comenzaron desde el mes de mayo del 2000, justo después de la retirada israelí [del Líbano]. En 2004, la campaña militar, prevista para una duración de tres semanas y a la que actualmente asistimos, ya estaba planificada y había sido simulada y sometida a pruebas de laboratorio uno o dos años antes.» . [6].
El 21 de julio de 2006 Matthew Kalman confirma esa afirmación en el San Francisco Chronicle: «Hace más de un año, un alto oficial del ejército israelí empezó a presentar a diplomáticos, periodistas y think tanks estadounidenses y de otras nacionalidades, simulaciones en PowerPoint no destinadas al público que incluían detalles reveladores de la operación actualmente en marcha.» Según Kalman, la identidad del militar se mantuvo en secreto. Aquel militar presentó los planes de una «campaña de tres semanas» contra el Líbano en los siguientes términos: «La primera semana se dedicará a la destrucción de los poderosos cohetes de largo alcance del Hezbollah, al bombardeo contra el puesto de mando y de control y a hacer impracticables los grandes ejes de transporte y de comunicación del país. La segunda semana deberá dedicarse principalmente a los ataques contra localidades que abrigan rampas de lanzamiento de misiles o depósitos de armas. Durante la tercera semana se enviará un contingente más importante de fuerzas terrestres […] para destruir los blancos descubiertos en misiones de reconocimiento [...] En cambio, no se prevé una nueva ocupación del Sur del Líbano por un largo período de tiempo.» .
Moshé Marzuk, ex miembro de los servicios secretos israelíes, hoy investigador del Instituto de Contraterrorismo de Herzlia, agrega: «Israel sacó enseñanzas de las anteriores guerras en el Líbano, en Cisjordania y en Gaza, al igual que experiencias de Estados Unidos en Afganistán y en Irak: el ejército entendió que una campaña militar clásica sería ineficaz ». Sin embargo hacía 10 años que Israel proyectaba un nuevo ataque contra el Líbano, cualesquiera que fuera la estrategia utilizada [7]
Clean Break – Declaración de guerra contra el Oriente árabe
Wayne Madsen, ex agente de la NSA, una de las agencias estadounidenses de espionaje, escribía el 22 de julio de 2006: «El 17 y el 18 de junio de 2006, durante una conferencia del American Enterprise Institute (neoconservador) en Beaver Creek (Colorado), el ex primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, Nathan Sharansky [8], un miembro del parlamento israelí y el vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney se pusieron de acuerdo para invadir el Líbano». Cheney «dio su visto bueno », prosigue Wayne Madsen. Netanyahu regresó a Israel, donde informó, «durante un encuentro entre ex primeros ministros, sobre el apoyo de la administración Bush» [9]
El encuentro entre Cheney y Netanyahu que menciona Madsen presenta un carácter algo explosivo. Ya en 1996, el Study Group on a New Israeli Strategy Toward 2000, un grupo de neoconservadores estadounidenses del think tank privado The Institute for Advanced Strategy and Political Studies, había elaborado para Netanyahu, entonces primer ministro israelí, el tristemente célebre proyecto A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm [10].
En aquel panfleto militarista, los estrategas neoconservadores exhortaban a Israel a renunciar totalmente a los acuerdos de paz negociados en Oslo con los palestinos, a invadir los territorios autónomos y a «atacar al Hezbollah, a Siria y a Irán, los tres principales agresores del Líbano». El grupo redactor del panfleto estaba bajo la supervisión de Cheney y la dirección de Richard Perle, conocido como «el príncipe de las tinieblas», miembro del primer gobierno de Bush Jr. y uno de los que más instigaron a la guerra durante la preparación de la invasión contra Irak. Entre los redactores figuraban otros miembros del gabinete Cheney, como Douglas Feith y David Wurmser. Todas estas personas forman parte también del famoso «Golden Circle» al que pertenecen los dirigentes del United States Commitee for a Free Lebanon (SCFL), del cual volveremos a hablar más adelante.
El Clean Break afirma: «Siria amenaza a Israel desde el territorio libanés. Israel debiera atacar al Hezbollah, a Siria e Irán –que son los principales agresores del Líbano–, realizar ataques contra las instalaciones sirias en el Líbano y, de resultar esto ineficaz, atacar objetivos precisos en la propia Siria» [11]. Israel debe, además, «utilizar a los grupos de oposición libaneses para debilitar al poder sirio en el Líbano ». Los grupos libaneses, asociados a Israel, podrían «atacar los objetivos militares sirios presentes en su territorio » o «si esto resultara insuficiente », Israel podría incluso «atacar determinados objetivos en Siria » y demostrar así que «el territorio sirio no es considerado ya como un santuario ». Claro está, también es necesario derrocar el régimen de Saddam Hussein en Irak. Finalmente, habría que crear un «nuevo Medio Oriente », compuesto de Estados árabes debilitados y divididos, sin unidad interna y dirigidos por títeres, mientras que Israel gozaría de una total hegemonía en la región. Es decir que se trata de un proyecto que se parece enormemente al «nuevo Medio Oriente » con el que soñaba en público la secretario de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, en julio pasado, al principio de la agresión israelí contra el Líbano.
Este tipo de proyecto goza enteramente de la aprobación de Daniel Pipes [12] director de la «reconocida revista de geopolítica » Middle East Forum y redomado propagandista antiárabe. Hace años que Pipes se desgañita predicando una política estadounidense para el Medio Oriente orientada hacia una sólida alianza con Israel, con Turquía y con «otras democracias que puedan surgir », ya que –según él– el Medio Oriente es «una fuente importante de problemas para Estados Unidos debido a la prodigiosa cantidad de dictaduras, de ideologías radicales, de conflictos existenciales y fronterizos, de violencia política y de armas de destrucción masiva que allí existen ». [13].
Gran parte de los miembros del comité ejecutivo de ese forum parecen tener, por otra parte, estrechos vínculos con el American Enterprise Institute de Cheney y Perle y con el United States Committee for a Free Lebanon (USCFL). Ziad K. Abdelnour, presidente del Comité e influyente banquero de Wall Street (considerado en una época como un futuro Ahmed Chalado libanés), sabía desde julio de 2002 que «la mejor vía para que los libaneses logren la paz pasa por un alineamiento del lado de la política estadounidense.».
«La solución de la guerra en el Líbano no reside en el Medio Oriente, ni en el Líbano, ni siquiera se encuentra en territorio libanés. Nunca ganaremos en territorio libanés. Las cartas están en Washington.» Hace tiempo que Abdelnour había declarado la guerra total contra su país natal, del que decía que «es un Estado-Gestapo, exactamente como Francia bajo la ocupación nazi alemana » [14]. Son inquietantes los vínculos que existen entre Abdelnour y Pipes; juntos publicaron, en mayo del año 2000, un estudio intitulado «Acabar con la ocupación siria en el Líbano, el papel de Estados Unidos » («Ending Syria’s Occupation of Lebanon: The U.S. Role»), elaborado en el marco de un llamado Grupo de Estudios Libaneses (Lebanon Study Group). Esa publicación guerrerista predica una intervención militar contra Siria, intervención que tendría como objetivo la destrucción de las supuestas armas de destrucción masiva que presuntamente esconde ese país así como el fin de la presencia militar siria en el Líbano.
Planes de ataques listos desde 2004
Ziad K. Abdelnour quiere liberar al Líbano de Siria –sea como sea– y derrocar al régimen sirio para hacer de la región una zona económica capitalista. Para lograrlo, al parecer mantiene desde hace años contactos e intercambios con dirigentes y responsables, tanto de Tel Aviv como de Washington, que le proporcionan información. En su libro sobre el caso Hariri, intitulado Mordakte Hariri – Unterdrückte Spuren im Libanon y publicado en Alemania en marzo de 2006, el autor del presente artículo publica una entrevista en la que el propio Ziad K. Abdelnour se refiere a un recrudecimiento del peligro de guerra: