Toma de mando español en la FINUL, Libano.
España asume el mando de la FINUL, un cuerpo para misiones imposibles.
Hace tres años y medio, cuando las bombas israelíes dejaron de reducir barrios a escombros, la ampliación de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) se antojaba una misión imposible. El país, había quedado físicamente destruido y moralmente hundido, con 1.100 víctimas a las que enterrar. La resolución 1701 de la ONU puso fin a las hostilidades entre Israel y Hezballah, pero no enfrió el odio ni calmó las ansias de venganza.
De ahí que parezca irreal la relativa estabilidad de la que hoy disfruta el sur del Líbano, por fin reconstruido. Ese es, a juicio de Milos Strugar, jefe de la Oficina Política de la FINUL, el principal logro de la misión internacional desde que fue ampliada en 2006 y que a partir de este jueves dirige España.
"No sólo hemos logrado mantener el cese de hostilidades, uno de los principales objetivos. En este tiempo, no ha muerto ni un solo libanés o israelí. No ha habido incidentes entre Hezballah y el IDF [el Ejército israelí]. Hemos logrado en un tiempo récord la retirada israelí del sur del Líbano, excepto de Ghajar y áreas adyacentes, y por primera vez en tres décadas, el Ejército libanés tiene el sur del país bajo su control".
¿Una nueva guerra?
Strugar, principal asesor político de la FINUL y con amplia experiencia en la región, no esconde los problemas a los que se enfrenta: el más grave, la posibilidad de que estalle una nueva guerra. Desde la constitución del Gobierno de unidad libanés, en noviembre, con la participación de Hezballah, mucho se ha hablado de un ataque de Israel, cuyos líderes han elevado el tono en los últimos meses.
Sin embargo, para Strugar no hay indicios de un nuevo conflicto. "La situación sobre el terreno es tranquila, y las partes cooperan completamente con UNIFIL. Parece que ambos mantienen el deseo político de preservar el cese de hostilidades, y mientras sigan plegados al mismo no habrá otra guerra".
La presencia del Partido de Dios en el Gabinete libanés no cambia la situación, recuerda el asesor serbio, dado que ya participaba en el Gobierno de unidad en 2006, cuando Israel atacó el país del cedro. "Hezballah tomó parte de todas las decisiones incluida la ratificación de 1701, adoptada unánimemente por el Gobierno libanés". Eso facilitó la labor a la FINUL y también al Ejército libanés, que por primera vez, y con el apoyo de los islamistas, asumió la seguridad del sur del país, controlado de facto por Hizbulá.
"La 1701 estipula que no debe haber hombres armados entre el río Litani y la Línea Azul. El Gobierno libanés nos pidió asistencia para localizar armas o infraestructura militar, detener a individuos armados y evitar el contrabando de armas. Y así se ha hecho. Se han descubierto arsenales significativos que han sido destruidos, y no tenemos pruebas de que se haya producido contrabando de armas bajo el sur del Litani".
Eso no implica que Hezballah no haya duplicado su arsenal. Tanto su líder, Hassan Nasrala, como Israel mantienen que el Partido de Dios dispone ahora de 40.000 cohetes, pero UNIFIL descarta que estén desplegados cerca de la frontera. "No tenemos responsabilidad por encima del Litani", recuerda el asesor. "Pero por primera vez en la Historia, la ONU controla el tráfico marítimo de un país para evitar contrabando de armas. Y no podemos hablar de ningún intento", aduce.
Violaciones del acuerdo.
Las violaciones de la 1701, sin embargo, son continuas por parte de ambos. La más flagrante es la situación de la localidad de Ghajar, aun hoy en manos israelíes pese a que la citada resolución instaba a Israel a retirarse de todos los territorios ocupados en 2006. "Es un asunto muy complejo porque la población de Ghajar es siria con nacionalidad israelí viviendo en territorio libanés. Pero la obligación israelí de retirarse no está sujeta a negociación. La 1701 fue ratificada por el Gobierno israelí y debe ser cumplida".
Ghajar no es el único desafío. Israel viola el espacio libanés "todos los días", admite Strugar, tanto con vuelos que vigilan el país del Cedro como con incursiones terrestres e incluso el establecimiento de posiciones sobre suelo libanés. Desde el Líbano, la provocación más grave fue el lanzamiento de siete misiles contra suelo israelí, que Strugar atribuye a elementos extremistas ajenos a Hezballah, y la desarticulación de otros proyectiles preparados para disparar. También se recuerda la explosión de un arsenal de Hezballah en agosto, y el descubrimiento de un depósito de explosivos.
A estos incidentes graves se suman otros menores, como la violación de la Línea Azul –que marca la retirada unilateral israelí del Líbano en 2000, y hace las veces de frontera– por parte de estraperlistas o de individuos que la traspasan involuntariamente.
Evitar a los radicales.
Para minimizar el número de casos, la FINUL está inmersa en una delicada misión desde hace tres años: demarcar la Línea Azul. "Si es un asunto sensible entre países afines, aquí la dificultad es grande porque no existe confianza y ambos exigen una precisión centimétrica en el trazado. Pero ya hemos señalado 40 kilómetros, un tercio de la Línea Azul, y eso ha reducido el número de traspasos ilegales de la frontera", asegura Strugar. Otra de las prioridades es la asistencia humanitaria a la población, la cara más amable de la misión.
El desafío de la FINUL no sólo consiste en mantener el titubeante cese de hostilidades sino también en protegerse del fundamentalismo. La presencia de grupúsculos próximos a Al Qaeda ya ha afectado a la fuerza –España perdió seis hombres en junio de 2007 en un ataque atribuido a Fatah al Islam– y mantiene a la misión en alerta. Sin minimizarla, el asesor político de FINUL relativiza la amenaza. "Nos lo tomamos muy en serio, pero tenemos amplias medidas de protección y esos grupos no suelen actuar en nuestra zona".
Fuente: Monica Prieto desde Beirut para El Mundo.