Sanidad En Malvinas / Cimm

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Los S/C con estudios avanzados de medicina durante mi servicio, fueron "enfermeros", ese puntualmente era su rol de combate, sin ninguna jerarquia por supuesto.

Si en algunos casos tenian mas conocimientos que el Subof jefe.

Tal vez esa modalidad se aplicó solo durante el conflicto, como muchas otras improvisaciones.
 

SAPPER

Veterano Guerra de Malvinas
Los S/C con estudios avanzados de medicina durante mi servicio, fueron "enfermeros", ese puntualmente era su rol de combate, sin ninguna jerarquia por supuesto.

Si en algunos casos tenian mas conocimientos que el Subof jefe.

Tal vez esa modalidad se aplicó solo durante el conflicto, como muchas otras improvisaciones.


Sucede que a los soldados AOR de la tanda de servicio 1981, es decir los clase 1962, les dieron "automaticamente" la comisión de Sub Tte cuando sobrevino lo de Malvinas y así fueron.

De igual manera seguramente paso con aquellos soldados enfermeros que solicitaron ser AOR, o como en la unidad donde estuve, que ante la inminencia de partir a Malvinas y al regreso, les dieron la comisión medio de prepo a muchos, incluso aquellas no solicitadas, solo por tener estudios universitarios.
Incluso lo hicieron con la clase nueva la 1963, pero esto ya al regreso.

SAPPER
 
Gracias Sapper, Willy, Hernán por sus respuestas, ahora voy a copiarlas y enviarle por mail lo que me cuentan. Yo tengo dos libros de medicina en Malvinas pero no encontré esa info.
Muchísimas gracias.
 

Nito

Colaborador
Gracias Sapper, Willy, Hernán por sus respuestas, ahora voy a copiarlas y enviarle por mail lo que me cuentan. Yo tengo dos libros de medicina en Malvinas pero no encontré esa info.
Muchísimas gracias.

Los que terminaron la facultad (ya profesionales) en el 81, anularon en diciembre la prórroga en el correspondiente Distrito Militar para cumplir con el servicio militar. Fueron incorporados como aspirante a oficial de reserva (AOR) y fueron trasladados al Liceo General San Martín. Allí realizaron la instrucción militar todos los aspirantes médicos, bioquímicos y farmacéuticos, en distinta compañías. Un 19 de febrero otorgan licencia hasta el destino definitivo en el distrito militar correspondiente. Luego de la licencia los destinan a diferentes lugares sanitarios (gralmente Hospitales Militares) Algunos reciben la orden de movilizarse a Malvinas (p.e. HMCR completo, Logistico 10 de Villa Martelli, Ca SAn 9, etc) Algunos de esos AOR llegaron a sub tenientes, no todos.

Dos AOR en el CIMM en el area de Farmacia. El de la izquierda AOR Pelella (farmaceutico) destinado en el HMCR

Top Malo, que libros tenes de sanidad en Malvinas ?
 

bagre

2º inspector de sentina
estimados foristas
en ocasión de cumplir mi SMO teníamos junto al entonces Tte 1ro ranieri un medico con prorroga de su SMO recibido que revista a como bien aporta el vgm sapper como sbtte en comisión.
saludos
bagre
 
Sanidad Naval en Malvinas

Mi recuerdo más sincero para una persona entrañable, excelente profesional, y militar de cepa, quien fuese Director del Hospital Flotante BH B.Paraíso, el CN Médico ( especialidad cirujía dento máxilo facial ) Don Juan Antonio López. Un tipo que se dejó junto a todos del Paraíso años de vida "cosiendo" heridos-

Falleció en 2008, Dios te tenga en la gloria Gallego López, Ud se lo merece-

Saludos
 

BQ1982

Veterano Guerra de Malvinas
koinorr

Disculpame pero tengo que corregir el error que cometés involuntariamente.

Juan Antonio López era Capitán de Corbeta Odontólogo, no médico, y su especialidad era, como decís, Cirujano Máxilo Facial. Quizás esa especialidad te lleva a creer que era médico. Era más antiguo que el médico del Irizar, pero no era el Jefe de Sanidad del grupo de que integró la dotación de profesionales embarcados en el buque hospital.
No es culpa tuya, ya que en varias publicaciones he visto que ponen a López como el jefe médico y le asignan la jerarquía de CNME y no de CCOD, y ya que es justo dejar claro las funciones es que quiero aclarar el tema.
López era un buen tipo y con una gran capacidad profesional, falleció hace un año más o menos. Tengo entendido que el fotografió y documentó mucho sobre los heridos que estuvieron en Irizar y que eso le permitió concurrir a dar algunas conferencias al extranjero.
En el ámbito de la Armada solía ocurrir que en elgunos destinos operativos en los que había Médicos, Odontólogos y Bioquímcos, no siempre el Médico era el de mayor jerarquía y/o antiguedad, pero siempre el Médico era el Jefe del Departamento Sanidad.
No recuerdo quien fue el médico Jefe de Sanidad, en cuanto lo averigue lo paso.
No es mi intención polemizar, sino aclarar.

Saludos Roberto

"La emoción de su nombre es recuerdo
que se guarda por siempre jamás,
quien luchó por las Islas Malvinas
no las puede ya nunca olvidar".
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Creo que con los aportes de Sapper, Nito y Bagre, quedaron practicamente establecidas las causas por las que hubo SubTtes "enfermeros".
 
FABA Informa



Vivencias de un bioquímico durante la Guerra de Malvinas
A 28 años de concluida la guerra de Malvinas el 14 de junio de 1982, un bioquímico bonaerense testigo de los hechos se animó a compartir con sus colegas las memorias que guarda de la histórica contienda. Guillermo Pandolfi, bioquímico de Bahía Blanca nos acerca en esta edición su testimonio de los días vividos en las islas durante los 74 días que duró el enfrentamiento militar.

Por Guillermo Sergio Pandolfi

El recién comenzado otoño de 1982 me halló radicado en la ciudad de Río Grande (Tierra del Fuego), enrolado en la Armada Argentina como Teniente de Navío Bioquímico y destinado en el Batallón de Infantería de Marina Nº 5 (BIM 5).
En tal carácter desarrollaba mi labor profesional como Jefe de Laboratorio y Farmacia integrando el Departamento Sanidad junto con 2 médicos, 2 odontólogos, enfermeros, camilleros, etc conformando una dotación total de aproximadamente 25 hombres.
Pese a integrar una unidad militar de Infantería Marina, al igual que a la mayoría de los argentinos me tomó por sorpresa el desembarco del 2 de abril en Malvinas, acontecimiento que se vivió con especial intensidad en Río Grande, ciudad que poseía diversas similitudes con la idiosincrasia de aquellas islas.
Dado que en el ambiente militar nacional el BIM 5 gozaba de un gran prestigio como selecta unidad de elite equipada y adiestrada para los rigores del clima austral, desde ese mismo día supuse que si existía un conflicto (realmente no pensaba en una guerra) existía una muy alta probabilidad de que este Batallón fuera trasladado a las islas seguramente formando parte de una fuerza de ocupación transitoria.
Por consiguiente, luego de unos pocos días de gran ansiedad y expectativa resultó natural para mí que el 8 de abril el BIM 5 arribara completo con sus 800 hombres, artillería, vehículos, etc a Puerto Argentino.
Desde su llegada, ante la incertidumbre sobre el resultado de las negociaciones con Inglaterra que se llevaban a cabo para establecer un nuevo status quo en las islas, el BIM 5 ocupó posiciones en los montes aledaños a la costa integrando un dispositivo estratégico netamente defensivo junto a otros Regimientos del Ejército, en previsión de un probable desembarco inglés en los alrededores de Puerto Argentino.
Hasta fines de abril en la etapa prebélica participé cumpliendo mi rol en la sanidad en combate de un batallón de primera línea, siendo mi principal responsabilidad la logística de insumos sanitarios varios desde la muy cercana retaguardia hasta los Puestos de Socorro insertados en las posiciones que las diferentes Compañías ocupaban en los montes Harriet, Longdon, Williams, Tumbledown y Sapper Hill.
También y “como para despuntar el vicio” me tocó realizar algunos controles básicos de calidad del agua de los chorrillos de esos montes, mediante kits rápidos de ensayo a campo que previsor me había llevado.
El 27 de abril y por una circunstancia fortuita (enfermedad y evacuación del único bioquímico de ejército allí destinado), por orden superior soy desafectado del BIM 5 y paso a cumplir tareas en el único hospital militar emplazado en Puerto Argentino – el Centro Interfuerzas Médico Malvinas (CIMM) – ubicado en una edificación elevada que tenía como destino futuro ser una colonia de vacaciones para los lugareños.



El 1º de mayo muy temprano el CIMM tuvo su bautismo de fuego y tomamos realmente contacto con la cara absurda y cruel de la guerra, al recibirse los primeros muertos y heridos graves a raíz del ataque aéreo inglés, simultáneo tanto en cercanías de Puerto Argentino como en la localidad de Darwin a 60 km.
Luego de una jornada de mucho trabajo asistencial a la tardecita se celebró en el CIMM una muy emotiva misa por las bajas ocurridas, en la que muchos de nuestros rostros dejaban traslucir las emociones vividas, como dieron cuenta las imágenes de la TV abierta del continente en los noticieros nacionales al otro día.
Luego a las 21 ó 22 hs recibimos un urgente llamado desde las posiciones de la Compañía “Mar” del BIM 5, la que apostada en las alturas de Sapper Hill reportaba bajas ocasionadas por fuego naval.
En ese momento fui llamado por el Director Mayor Médico Ceballos, ya que tenía que enviar una ambulancia de noche y sin luces a ese monte y suponía que por provenir yo justamente del BIM 5 conocía mejor que nadie en el CIMM como llegar mejor a ese lugar en tan especiales circunstancias.
En un marco de lógico nerviosismo ya que era el debut del CIMM en evacuaciones nocturnas desde el frente bajo fuego enemigo, recibí la orden de ir a cargo de ese vehículo a buscar las bajas de Sapper Hill.
Partimos enseguida con el chofer enfermero y tomamos rumbo hacia la zona aledaña a la playa. La noche era bastante clara lo que permitía al principio adivinar el camino de salida de la población y más adelante la precaria huella por la que debíamos transitar, hasta que ésta desapareció y circulamos a campo traviesa.
A los pocos minutos de andar, en la oscuridad nos topamos con un camión radar de F. Aérea y cambiamos unas pocas y nerviosas palabras con el personal a cargo del mismo, confirmando nuestro correcto rumbo.
Cabe acotar que al día siguiente me enteré conmocionado que esa misma noche, sólo un par de horas después, ese vehículo fue alcanzado por un impacto naval directo, falleciendo las 2 personas allí apostadas.
Habríamos andado unos 500 metros más cuando observo en el mar a nuestra izquierda ciertos destellos luminosos intermitentes, por lo que le digo al chofer en tono preocupado “Desde el mar hacen señales con una linterna, serán comandos ingleses?” La preocupación por los comandos era un tema recurrente.
Luego de un instante vemos que unos 80 o 100 metros adelante nuestro la tierra tembló iluminándose la escena: las “señales de la linterna” que yo había observado en realidad eran los cañones de 105 mm de los buques ingleses que ubicados aproximadamente a 10 km habían comenzado a batir nuevamente la playa y montes costeros, reiniciando la tarea de ablande de las posiciones argentinas que estaban apostadas allí.
Rápidamente detuvimos la marcha, descendimos y nos arrojamos al piso cubriéndonos la cabeza ya que el ruido era muy fuerte y volaban piedras o esquirlas por todas partes. Calculo por el estruendo y la luminosidad que el proyectil más cercano debe haber impactado a unos 30 ó 40 metros del lugar en que nos refugiamos, bien pegada la cara contra el piso mezcla de roca y turba.
Luego de un par de minutos y aunque el fuego naval continuaba haciendo vibrar la tierra, observamos que los impactos se habían ido alejando de nosotros y continuamos la marcha cuesta arriba.
Ahora ya teníamos contacto visual con el fuego y el humo de nuestro destino. Además los gritos del personal desde las trincheras nos guiaban para esquivar los obstáculos, ya que íbamos atravesando posiciones de combate y era imposible visualizarlas por la oscuridad y el propio camuflaje.
Ya en el lugar de reunión de heridos entre varios rápidamente cargamos las camillas con dos soldados gravemente heridos y encaramos el descenso a los tumbos por el escabroso terreno, regresando lentamente pero sin mayores inconvenientes al hospital mientras en la lejanía continuaba el fuego naval.
Era ya cerca de medianoche y en ese largo día 1º de mayo que había comenzado a las 4.40 hs, al despertarnos bruscamente una batería antiaérea cercana al hospital, tuve el triste honor de evacuar a un agonizante Hugo Daniel Cavigioli, quien con sus jóvenes 18 años pasó a la posteridad como el primer soldado muerto que tuvo la Infantería de Marina argentina durante las acciones terrestres en Malvinas.
Aún no repuestos de ese tremendo día 1º a la tarde del siguiente nos llegaron las primeras noticias sobre el hundimiento del Crucero Gral. Belgrano. Al conocerse el número de muertos los días sucesivos fueron muy depresivos y se recurría frecuentemente a los rosarios plásticos que se habían repartido masivamente: el miedo a la muerte nos hacía proclives a la religiosidad, aún entre los más escépticos como era mi caso ….
Además de tener a cargo un laboratorio muy básico, apenas llegado al CIMM una responsabilidad paralela que se me adjudicó (según se me dijo por ser bioquímico ???) fue la de “Encargado de necrológicas”. En ese rol debía recibir los cadáveres, labrar una rudimentaria acta inventariando sus pocos efectos personales y acondicionar los cuerpos en bolsas negras en una simple carpa a la intemperie, que utilizábamos como morgue dado que el frío otoño nos permitía un cierto margen de conservación.
Recuerdo especialmente la tarde del 3 de mayo, cuando me tocó recibir al recién fallecido aviador naval Tte Carlos Benítez estrellado en cercanías del aeropuerto. Al abrir su billetera me detuve un instante para observar la clásica foto familiar que todos portábamos: era tan parecida a la mía propia que negros pensamientos depresivos me invadieron y tuve que reprimir una furtiva lágrima que amagó asomar.
En principio los cadáveres iban a estar poco tiempo en esa carpa ya que se preveía su pronta evacuación al continente, pero la realidad marcó que dado el mínimo dominio del aire que tenía nuestra aviación, no hubo otra alternativa que realizar una muy precaria inhumación en un terreno adyacente al cementerio.
A los pocos días y aprovechando la “ley del gallinero” que prima en toda estructura militar, conseguí que un bioquímico de Fuerza Aérea de menor jerarquía que la mía me relevara de esta tarea nada grata.
El 6 de mayo dormitaba un poco a la tarde cuando se me presenta un suboficial enfermero del CIMM y me dice en forma intempestiva y casi textualmente “Doctor, su esposa por casualidad estaba esperando familia? ”. Ante mi ansiosa respuesta afirmativa me dice: “Ah, entonces el llamado era para Ud , no se escuchaba muy bien pero me pareció entender que hace unos días ya tuvo una hija”.
Con la premura que es dable imaginar me fui hasta la Central de Radio de Puerto Argentino, donde gentilmente y pese que no era el día que correspondía a mi unidad para llamadas al continente, igualmente lograron con esfuerzo un contacto por radio con la casa de mis suegros en Bahía Blanca donde se encontraba mi familia: la emoción me embargó cuando escuché la temblorosa voz de mi esposa diciéndome que el 3 de mayo había nacido mi segunda hija Antonella.
En el CIMM dormía en el piso de una habitación que compartía con 15 médicos más y en los últimos días críticos, únicamente se descansaba de a ratos durante el día cuando lo permitían las pausas del trabajo.
Igual siempre hay que ser positivo: la atmósfera de ese alojamiento, hacinada de hombres que no se destacaban precisamente por hacer un culto de la higiene personal, sumado al uniforme que llevaba más de 2 meses sin lavarse, ejercía un suave efecto anestésico y era un buen inductor del sueño reparador.
La comida siempre fue de buena calidad pero generalmente escasa (tal vez por eso era tan rica), en base a un único plato principal caliente 2 veces al día, muy pero muy líquido con algo de carne o fideos.
Recuerdo que había que cuidar la cuchara sopera personal más que ninguna otra cosa: si la perdías (en realidad siempre había alguno que la quería robar) te esperaba una muerte segura por inanición …
Bromas aparte, los hombres que constituimos el CIMM fuimos respecto a confort y seguridad las personas más afortunadas de la guerra.
Nuestros soldados en el frente, sin distinción de jerarquías, durante el último período padecieron 16 horas diarias de oscuridad enterrados en sus “pozos de zorro” excavados en la húmeda turba (de ahí tanto pie de trinchera), soportando todos los rigores del clima austral (hasta 15 ºC bajo cero algunas noches) y agobiados por el inclemente fuego de artillería naval y terrestre que sin prisa pero sin pausa machacaba las posiciones en su tarea de ablande preparatoria del asalto final.
Hacia el 10 de junio la ofensiva inglesa en los alrededores de Puerto Argentino arreciaba. El cañoneo naval y los bombardeos aéreos incrementaron su frecuencia y el número creciente de heridos que llegaba al CIMM nos hacía intuir que el curso de la batalla estaba rápidamente inclinándose en nuestra contra.
Para el día 11 de noche ya era imposible dormir porque se había hecho constante el fuego de artillería y además siempre llegaba algún vehículo con bajas, dada la modalidad de combate nocturno que había impuesto la ofensiva inglesa terrestre aprovechando su gran superioridad técnica en esas circunstancias.
A cualquier hora del día o de la noche podía llegar un contingente de heridos evacuados desde el frente. En algunos momentos ante el aluvión de bajas y pese a su buena organización, el CIMM se veía superado y todos colaborábamos sin distinción de jerarquías en lo que se pudiera ser útil.
Debo resaltar que los procedimientos para un hospital de campaña durante la guerra (y esto es así en todo el mundo) en general son muy crueles: ante la llegada masiva de heridos se atiende primero al que más posibilidades presenta, los más graves casi quedan condenados a muerte en la primer clasificación ya que su atención insumiría tiempo de recursos humanos valiosos, con escasísimas probabilidades de sobrevivir al shock causado por terribles heridas. En ese tiempo seguramente se pueden resolver muchos otros casos quirúrgicamente más sencillos pero que si no se atienden de inmediato pueden comprometer la vida o provocar amputaciones evitables, aunque éstas igualmente debieron practicarse con cierta frecuencia.
Debemos tener presente que la gran mayoría de las heridas de guerra que se produjeron fueron a consecuencia de esquirlas por proyectiles de artillería o bombardeo aéreo, que resultaban especialmente lacerantes con graves hemorragias y en ocasiones pérdidas importantes de masa muscular o miembros.
Las feas heridas cavitantes por proyectiles de alta velocidad procedentes de armas portátiles sólo se manifestaron los últimos 3 días, cuando en muchas ocasiones el combate llegó a ser casi cuerpo a cuerpo.
También hubo importante incidencia de lesiones por el frío y el tan temido “pie de trinchera” llegó a presentar algunos casos muy graves con necrosis y consecuente amputación de ambos pies.
También debe evaluarse que al CIMM le resultó sumamente dificultosa la evacuación sanitaria aérea al escalón superior, ubicado en hospitales de Comodoro Rivadavia, Puerto Belgrano o Buenos Aires. Me tocó participar directamente en algún apresurado viaje nocturno al aeropuerto (8 km) para evacuar heridos al continente, maniobra que se vio frustrada inclusive al pie de la pista debido a que los Hércules C130 podían permanecer pocos minutos y con motores en marcha, dado el inminente peligro resultante del neto dominio del aire que ejercieron los caza interceptores Sea Harrier durante toda la guerra.
En los momentos en que el trabajo en el CIMM arreciaba yo “me enganchaba” para colaborar con alguno de los 5 grupos de recepción y clasificación de heridos, aportando allí más buena voluntad que idoneidad técnica ayudando en técnicas de RCP, apertura de vías para sueros, etc.
Recuerdo especialmente que todo el personal del CIMM pasó en completa vigilia las noches del 11, 12 y 13 de junio y en los diversos períodos en que los 6 quirófanos se veían colapsados yo también iba en apoyo del personal responsable de hemoterapia. Siempre había algo que hacer en esos momentos …
El CIMM no era un objetivo estratégico para el enemigo inglés y por ende resultaba un lugar relativamente seguro para todos nosotros, salvo por algún error impredecible que en toda guerra ocurre: el día 13 de junio a la tarde la casa ubicada 20 metros frente al hospital recibió un impacto directo de artillería inglesa falleciendo los dos kelpers que allí habitaban y creo que también hubo algún otro herido cercano.

Siendo ya cerca del mediodía del 14 de junio, de repente se hizo un silencio absoluto que resultó muy impactante para la mayoría de nosotros, ya que recién en ese instante tomamos real conciencia del nivel de ruido constante por fuego de artillería al que nos habíamos acostumbrado a vivir los últimos días.
Luego de unos pocos minutos de incertidumbre y de algunos cabildeos fruto del desconcierto, un grupo nos asomamos a la puerta del CIMM y pudimos ver las humaredas en todas las colinas cercanas que bordeaban la población y algunas columnas de tropas argentinas bajando hacia el caserío del poblado.
En algunos casos observamos pequeños grupos de nuestros soldados con las manos tras la nuca custodiados por paracaidistas ingleses, característicos a la distancia por sus boinas color borravino.
En ese momento a unos 80 metros calle abajo comenzó a subir con paso firme una patrulla inglesa de 7 u 8 hombres. Recuerdo bien el gesto del oficial a cargo, quien cuando faltaban unos 30 metros para llegar a nosotros sacó el cargador de su metralleta Sterling como signo de no beligerancia. Para recibirlos en la puerta principal de acceso al CIMM y alrededor del Dr. Ceballos nos habíamos reunido algunos que alardeábamos (infundadamente como se pudo ver después) de tener un cierto dominio del idioma inglés.
El oficial jefe inglés nos saludó militarmente con la venia y nos dijo en tono formal pero muy cortés que se había acordado una tregua y que Puerto Argentino por el momento quedaba partido en dos. Inmediatamente nos informó que nuestro CIMM se encontraba en un lugar dominado por sus tropas.
De esta forma tan particular nos enteramos “oficialmente” de que la guerra había aparentemente terminado. Un sentimiento de gran alivio se apoderó de todos nosotros: en esas circunstancias el resultado de la contienda había pasado a un segundo plano y lo prioritario era que finalizara tanto sufrimiento y muerte a nuestro alrededor.
Este oficial inglés, ya en tono más coloquial se puso a nuestra disposición para colaborar con la atención de nuestros heridos y si lo considerábamos necesario, realizar evacuaciones aéreas a sus propios hospitales de campaña terrestres o buques hospitales.
En esos momentos también señaló en el horizonte cercano por lo menos 8 ó 10 helicópteros ingleses que con su particular sonido se acercaban a la población, lo cual no dejó de impactarnos ya que habíamos vivido en carne propia todos los serios inconvenientes que tuvo para operar en el rescate de bajas el helicóptero del CIMM y algún otro ocasional colaborador.
Le agradecimos el gesto pero le manifestamos que preferíamos sinceramente evacuar nuestros heridos al buque Hospital Bahía Paraíso, el que se encontraba fondeado a la vista en la bahía de Puerto Argentino.
Finalmente nos dijo que disponíamos de 24 horas para desalojar las instalaciones ya que eran necesarias para sus propias tropas que venían ocupando posiciones en el poblado, bajando desde las colinas cercanas.
Luego la patrulla comenzó a reconocer el Hospital y uno de los momentos que recuerdo con más emoción fue cuando estos ingleses y nuestros soldados heridos convalecientes se vieron las caras por primera vez. Se produjo un instante de tensión pero después alguien rompió el hielo (creo que solicitando un cigarrillo) y pronto se armó un pequeño corrillo en el que lógicamente abundaron las señas.
Tiempo más tarde me enteré que la sabiduría dada por la experiencia bélica de siglos de Inglaterra hizo que para tomar Puerto Argentino durante esta tregua destacaran tropa fresca de reserva. No usaron el mismo personal que había combatido los últimos días el cual seguramente podía estar afectado por el fuerte stress, la falta de descanso, la pérdida de algún compañero o amigo. De esa forma el personal inglés encargado de tomar en primera instancia las posiciones argentinas estaba medianamente descansado, más distendido, con su uniforme limpio y una cierta actitud amistosa que seguramente minimizaba la probabilidad de eventuales conflictos que pudieran producirse con nuestra tropa derrotada, cansada, sucia, desnutrida y seguramente proclive a un desborde emocional fruto del stress post traumático a consecuencia de los combates.
Esa tarde, bajo una pertinaz nevada y repartiendo “sorry, sorry ” a diestra y siniestra para pasar entre los correctos ingleses, realicé un vuelo al buque hospital para salvar una buena cantidad de unidades de sangre del depósito de hemoterapia. En el último estuve fugazmente tentado de quedarme “asilado” en este buque, ya que yo estaba como “fuerza naval independiente” debido a que había sido cedido por el BIM 5 al CIMM y a éste le quedaban pocas horas de existencia. Finalmente y con muchas dudas reconozco (en ese momento el buque hospital para todos representaba la seguridad absoluta) tomé la decisión éticamente correcta y decidí volver a la incertidumbre que me esperaba en Puerto Argentino. (continúa en el próximo número)
 
FABA Informa

Historias de vida - Segunda parte
Vivencias de un bioquímico durante la Guerra de Malvinas
A 28 años de concluida la guerra de Malvinas el 14 de junio de 1982, un bioquímico bonaerense testigo de los hechos se animó a compartir con sus colegas las memorias que guarda de la histórica contienda. Guillermo Pandolfi, bioquímico de Bahía Blanca nos acerca en esta edición su testimonio de los días vividos en las islas durante los 74 días que duró el enfrentamiento militar.

Por Guillermo Sergio Pandolfi





La imagen en la costanera del pueblo era deprimente. Había nevado recientemente y un par de casas alcanzadas por la artillería inglesa aún ardían. Muchos conscriptos vagaban como sonámbulos, algunos sin casco, armamento ni equipo, tambaleantes por el cansancio, el hambre y el stress padecido en los 3 últimos días. Eran combatientes que bajaban de las colinas aledañas al poblado, desplazados violentamente por la toma de posiciones a sangre y fuego del enemigo. En muchos casos no visualicé conducción militar responsable y algunos soldados deambulaban cual fantasmas entre la bruma ....

En la mañana del 15 de junio se cumplió el plazo de 24 horas y al desintegrarse finalmente el CIMM me dirigí caminando solo en búsqueda de mi unidad original BIM 5, de la cual no tenía certeza dónde y en qué situación había quedado luego de la feroz ofensiva inglesa de los últimos cuatro días.
Esa tarde conseguí ubicar al BIM 5 reagrupado en un galpón de las Malvinas Island Co. cercano al Apostadero Naval y consternado tomé conocimiento de las bajas conocidas hasta ese momento. Entre los desaparecidos estaba mi conscripto ayudante de laboratorio en Río Grande, quien afortunadamente apareció al día siguiente luego de haber estado prisionero un par de días de un pelotón gurka. No había sufrido maltrato alguno e inclusive se había traído como souvenir una ración de combate inglesa sin abrir que le habían obsequiado sus captores: curiosidades de la guerra …

El 16 de junio en otra mañana nublada, ventosa y fría emprendimos a pie la marcha de 8 km hacia el “campo de concentración” ubicado en la península del aeropuerto, lugar destinado por el comando inglés para el confinamiento de nuestras derrotadas tropas, evitando así todo contacto físico con los vencedores.
Hasta ese momento y pese a la rendición “cuasi” oficial todavía cada soldado contaba con su armamento personal, pero ya al pasar por el primer puesto de control patrullas inglesas apostadas a ambos lados del camino ordenaban tirar los fusiles FAL a un par de pilas ubicadas en ambas banquinas.
Al llegarme el turno y extender mi brazo para entregar mi pistola reglamentaria, única arma que me quedaba ya que mi FAL había quedado en la decomisada sala de armas del hospital, el inglés a cargo del puesto del lado de mi banquina me preguntó si yo era un oficial (en esta guerra no se utilizaban insignias distintivas para no facilitar la labor de eventuales francotiradores) pero mi casco tenía las clásicas cruces rojas de sanidad y seguramente por mi edad (30) y bigotes no aparentaba ser un conscripto. Ante mi lacónico y tarzánico “Yes” el inglés me indicó secamente que me la guardara nuevamente en su funda.
Sorprendido por la situación y algo desconcertado guardé mi arma y continué caminando junto al resto de los aproximadamente 9000 ó 10000 hombres que marchábamos pesadamente hacia el aeropuerto.
Posteriormente me enteré que éste para mí curioso episodio había sido otra muestra de la experiencia bélica inglesa, ya que en derrota los ejércitos suelen tener episodios de violencia entre propia tropa y a veces se hace difícil mantener la disciplina imprescindible en tan difíciles circunstancias.
Al ejército inglés ocupante en Malvinas le convenía evitar conflictos que pudieran motivar heridos y/o muertos en tropa argentina, la que ya estaba bajo el status jurídico internacional de “prisionero de guerra” y que por ende su cuidado y seguridad dependían del país vencedor.
Inglaterra fue en general respetuoso con el cumplimiento de la Convención de Ginebra: a un grupo residual de oficiales jefes que permanecieron más tiempo prisioneros en San Carlos y luego en buques ingleses, llegaron inclusive a pagarles el “sueldo” de prisionero” de 16 libras que fijaba la Convención.

De mi corta esta etapa final como prisionero recuerdo haber sufrido mucho el frío, el viento, la lluvia o nieve recurrentes: ya estábamos bien encima del durísimo invierno del Atlántico Sur.
Al llegar al aeropuerto el panorama que vimos era desolador: producto de los bombardeos había cráteres y escombros por doquier, varios aviones destruidos y una multitud de prisioneros deambulando, muchos todavía sin conducción alguna, angustiados por la falta de lo más básico del ser humano: abrigo y comida.
Lo primero que hizo el Comandante del BIM 5 fue hacer levantar las prolongaciones de aluminio de la pista, desarmarlas e improvisar un vivac que en forma precaria nos protegiera de las inclemencias.
Vale resaltar que muchos de los soldados de este Batallón, por haberse replegado combatiendo, no disponían de colchonetas o mantas para cubrirse, por lo que únicamente contaban con lo puesto.
En los dos primeros días pasamos hambre, “oficialmente“ no había provisión de agua ni comida. Sin embargo un auténtico manjar fue comer aunque racionadas algunas latas de albóndigas con salsa que varios habíamos conseguido rescatar a último momento, “bien regadas” con un par de cucharadas de sachets de dextrosa al 5 % que hallamos allí mismo bajo los escombros de un puesto de socorro.
Al tercer día las cosas comenzaron a mejorar: se había conseguido autorización para traer víveres y medicamentos desde Puerto Argentino y también algunas cocinas de campaña.
Pese a que el stress residual por las impactantes situaciones vividas y la incertidumbre sobre cual sería nuestro futuro hacían su efecto, el liderazgo del Comandante (un correntino petisón muy carismático), muy cimentado en su ejemplo personal, permitió mantener elevada moral y un fuerte espíritu de cuerpo.
El día 18 el Comandante me llamó para informarme que través de la Cruz Roja el Comando inglés había autorizado un viaje de evacuación del personal enfermo (ya no había heridos). Por ende me designaba para llevar a 55 conscriptos que presentaban diferentes patologías “comunes” al lugar que los ingleses decidieran, en ese momento se rumoreaba que podía ser la Isla Ascensión, Inglaterra o un lugar neutral como Brasil o Uruguay. Mi misión era no separarme nunca de ellos hasta entregarlos en el Hospital civil de Río Grande, Tierra del Fuego, donde como dije al principio tenía su asiento el BIM 5.
En varios vuelos de helicóptero Sea King me ocupé de llevar ese personal al Buque Hospital Bahía Paraíso. Finalizada la evacuación ya me quedé en el barco, donde me proveyeron de ropa interior limpia y un plato caliente de sopa , pudiéndome bañar y afeitar después de por lo menos 10 ó 12 días.
Enseguida recibimos con gran alegría y gritos de júbilo la noticia de que el buque hospital había sido autorizado a dirigirse a Punta Quilla, Santa Cruz, lugar muy cercano a mi destino final Río Grande.
Llegamos a este puerto aproximadamente a las 8 hs. del domingo 20 de junio. Apenas bajé de la planchada tocando tierra firme se me presentó el Contralmirante IM Busser, Comandante del Teatro Operaciones Atlántico Sur, quien me informó que éramos el primer contingente de IM que regresaba de las islas. Amablemente me pidió que le comentara lo que sabía respecto de la situación del BIM 5 y de otras unidades de IM remanentes en Puerto Argentino. Conversamos unos 10 minutos, lo puse al tanto de mi misión y por ende enseguida me consiguió un avión naval y a la hora de arribar ya estábamos todos en vuelo a Río Grande.
En ese aeropuerto ya nos estaban esperando varios vehículos y ambulancias y el ambiente era de gran conmoción, porque éramos los primeros en volver a una ciudad que había estado totalmente comprometida civil y militarmente con este tan particular conflicto bélico.
Luego de entregar mis 55 evacuados lo primero que hice fue llamar a mi esposa a Bahía Blanca, quien no tenía noticias mías desde hacía 10 días, justamente aquellos que habían decidido la contienda. Es de imaginar su emoción y alegría (espero que haya sido sincera ¡¡¡) al enterarse que yo estaba sano y salvo.
Luego y como correspondía, me presenté en “mi” cuartel del BIM 5 donde fui recibido por el Comandante del BIM 3 de La Plata, unidad que se había hecho cargo transitoriamente de las instalaciones edilicias, como reserva en previsión de algún conflicto fronterizo con Chile en esa zona.
Durante 2 horas le informé el estado general del BIM 5 hasta el momento en que la había dejado el día 18 y también un detallado informe sobre mi experiencia desde el día de mi arribo a las islas.
Luego de pernoctar esa noche en mi casa (vacía desde el 10 de abril), al otro día y ante mi sorpresa, el Comandante “ocupa” manifestó su intención de hacerme quedar varios días más en Río Grande a los efectos de que prestara declaración ante los responsables de Inteligencia naval. Esta situación me obligó a expresarle muy enérgicamente mi firme deseo de intentar reunirme con mi familia lo antes posible, ya que mi esposa el 3 de mayo había tenido nuestra segunda hija y lógicamente estaba ansioso por conocerla.
Tuvimos un tenso cambio de palabras y tal vez en otras circunstancias dada la estructura militar en que yo revistaba, mi actitud altanera hubiera merecido alguna reconvención verbal o hasta una sanción reglamentaria formal. Pero seguramente mi aspecto demacrado por los 7 kilos de peso perdidos, el cabello muy encanecido repentinamente y sobre todo lo inoportuno de provocar un incidente con un oficial arribado del frente bajo fuerte stress residual, incidieron para que criteriosamente reviera su postura.
Algo a regañadientes ordenó a su ayudante que me gestionara un pasaje a mi ciudad.
Finalmente a las 23 horas del 21 de junio, luego de 74 muy especiales días pude volver y abrazarme entre lágrimas con mi familia en Comandante Espora, el aeropuerto de mi ciudad natal Bahía Blanca.

Comentarios finales

1. El CIMM tuvo 1990 internados en los 65 días que estuvo funcionando. Hubo 671 evacuados al continente.
Sepultó por si mismo 32 muertos y entregó 12 más al enemigo en la rendición. De este total de 44 sólo 2 murieron en el Hospital, 42 le llegaron ya fallecidos.
Su dotación total en la última etapa del conflicto fue de 120 hombres de las 3 Fuerzas, que incluía 51 profesionales universitarios y entre ellos 45 médicos de diferentes especialidades.
El principal inconveniente de la sanidad en combate de Malvinas fue que el Hospital de Campaña no pudo recibir desde el frente a los heridos dentro del “período de oro”, o sea las 2 horas post injuria que es el período donde un centro quirúrgico salva vidas y baja la mortalidad (enseñanza de Vietnam).
La atención en primera línea fue sumamente dificultosa y quebró el concepto de la asistencia rápida de los heridos de guerra: lo escabroso del terreno hacía imprescindible el uso del helicóptero en la evacuación y prácticamente no pudimos disponer de ellos. Por ende en general las bajas llegaban por tierra al hospital transcurridas más de 6 horas después de haber sido heridos.
Luego de la gran ofensiva final de los 4 últimos días la gran mayoría de los muertos permaneció en el terreno y fueron sepultados posteriormente por el trabajo conjunto de ingleses y prisioneros argentinos.

2. EL BIM 5 fue la más destacada de las unidades terrestres argentinas por su desempeño en combate.
No solamente se hizo merecedor de las máximas condecoraciones que otorga la Nación Argentina sino que su actuación fue elogiada en múltiples publicaciones especializadas del exterior, sobre todo las inglesas basadas en el testimonio directo de excombatientes de esa nacionalidad.
Debido a su accionar directo el bando vencedor le adjudicó responsabilidad en 300 bajas propias.
Las bajas del BIM 5 fueron 16 muertos y 68 heridos, muchos con graves secuelas.
Del heroísmo de sus conscriptos, suboficiales y oficiales dan fe gran parte de las 4.880.000 citas que pueden observarse simplemente tipeando “BIM 5” en el buscador Google.

3. En el año 1985 solicité mi Baja Voluntaria de la Armada convirtiéndome nuevamente en un civil.
Desde ese momento he mantenido siempre un perfil muy bajo respecto a la gesta de Malvinas y casi no he participado en actos oficiales ni integro organizaciones de excombatientes de las diversas que existen.
Es muy probable que sea debido a que pese al tiempo transcurrido y por más que ciertas desgracias familiares retemplaron mi espíritu, aún hoy no pueda evitar que me invada una tristeza muy íntima y profunda al ver el epitafio que los ingleses pusieron en las blancas cruces del Cementerio de Darwin:
“ Aquí yace un soldado argentino sólo conocido por Dios”

Datos del autor

Guillermo Sergio Pandolfi nació el 25 de junio de 1952 en la ciudad de Bahía Blanca y se graduó de Químico (1973) y Licenciado en Bioquímica (1975) en la Universidad Nacional del Sur. Es especialista en Bromatología con orientación en Aguas y se ha desempeñado como Perito Químico en la Justicia Federal y docente dando cursos y conferencias en Congresos Nacionales y Latinoamericanos así como también en la Fundación Bioquímica Argentina y las Universidades Nacionales del Sur y Tecnológica.
Diplomado en Gerenciamiento Empresarial en la Universidad del Sur, actualmente es el gerente comercial del Laboratorios IACA de Bahía Blanca.
 
koinorr

Disculpame pero tengo que corregir el error que cometés involuntariamente.

Juan Antonio López era Capitán de Corbeta Odontólogo, no médico, y su especialidad era, como decís, Cirujano Máxilo Facial. Quizás esa especialidad te lleva a creer que era médico. Era más antiguo que el médico del Irizar, pero no era el Jefe de Sanidad del grupo de que integró la dotación de profesionales embarcados en el buque hospital.
No es culpa tuya, ya que en varias publicaciones he visto que ponen a López como el jefe médico y le asignan la jerarquía de CNME y no de CCOD, y ya que es justo dejar claro las funciones es que quiero aclarar el tema.
López era un buen tipo y con una gran capacidad profesional, falleció hace un año más o menos. Tengo entendido que el fotografió y documentó mucho sobre los heridos que estuvieron en Irizar y que eso le permitió concurrir a dar algunas conferencias al extranjero.
En el ámbito de la Armada solía ocurrir que en elgunos destinos operativos en los que había Médicos, Odontólogos y Bioquímcos, no siempre el Médico era el de mayor jerarquía y/o antiguedad, pero siempre el Médico era el Jefe del Departamento Sanidad.
No recuerdo quien fue el médico Jefe de Sanidad, en cuanto lo averigue lo paso.
No es mi intención polemizar, sino aclarar.

Saludos Roberto

"La emoción de su nombre es recuerdo
que se guarda por siempre jamás,
quien luchó por las Islas Malvinas
no las puede ya nunca olvidar".

Ningún problema en puntualizar, puse CN por inercia fruto de la contemporaneidad con mi viejo, pero es cierto que el cuadro de sanidad asciende con más años de servicio, cuando corría el 95 era CC ¿? siendo por aquél entonces jefe de Odontología del HNPM . Correcta su apreciación sobre que no era médico, me confundí. Con respecto a su puesto en el BH BParaíso ahí sí entra en shock mi memoria, siempre pensé que él era el director, al margen de lo que puedan poner las pocas cosas que se encuentren en internet. Otro furcio, este no forzado es la fecha 2009 como bien dijo no 2008, cáncer para ser exactos.

Gracias por corregirme, lejos de ofenderme me gusta que otro lo conozca y sepa más del Gallego operando en Malvinas.

Un saludo
 

Nito

Colaborador
Ningún problema en puntualizar, puse CN por inercia fruto de la contemporaneidad con mi viejo, pero es cierto que el cuadro de sanidad asciende con más años de servicio, cuando corría el 95 era CC ¿? siendo por aquél entonces jefe de Odontología del HNPM . Correcta su apreciación sobre que no era médico, me confundí. Con respecto a su puesto en el BH BParaíso ahí sí entra en shock mi memoria, siempre pensé que él era el director, al margen de lo que puedan poner las pocas cosas que se encuentren en internet. Otro furcio, este no forzado es la fecha 2009 como bien dijo no 2008, cáncer para ser exactos. Gracias por corregirme, lejos de ofenderme me gusta que otro lo conozca y sepa más del Gallego operando en Malvinas. Un saludo

El BHBP formó toda su estructura sanitaria sobre un Departamento llamado SANIDAD EN COMBATE a cargo del Capitán de Corbeta Médico Pascual Pellicari. De ese departamento dependían 7 cargos, uno de ellos era la Central de Sanidad en Combate ( CESACO) , que cumplía una función puramente administrativa y de coordinación que sí estaba a cargo del Capitan de Corbeta Odontólogo Juan Antonio López. Para más abundamientos , el Dr. López también era Jefe del cargo Cirugía máxilo facial.
Resumiendo , el jefe del departamento era el Dr. Pellicari , de él dependían 7 cargos que eran: Cargo Cirugía, Cargo Traumatología, Cargo Bioquímica y Farmacia, Cargo Cirugía Máxilo Facial, Cargo CESACO ( Central de Sanidad en combate) , Cargo Sala General y Cargo Pañol general .
 
estimado nippur 1967,es el Dr. Mosna que actualmente se desempeña en el Pirovano. era el medico tratante de la aeroevacuacion desde las islas al continente(en ese entonces era residente de anestesia del militar central).
lo conoci en el polo sanitario de malvinas argentinas.
 

Nito

Colaborador
CONEJO ALADO



Es el símbolo de la Sanida de FAA, CAEO son las iniciales de CONEJO ALADO EN OPERACIONES El estandarte original flameó durante todo el conflicto en el mástil del CIMM debajo de la Enseña Patria y la cruz roja.
El original se encuentra en el cenotafio de Ruta 26. El conejo simboliza desde antiguo la resurrección y la continuidad de la vida; las alas de la aeronáutica.
Dr STVRTECKY (POW 540)

Comentario personal: Dr Stvrtecky, como colega de la sanidad y paisano, Lietajúci zajac, DAKUJEM !
 
Hay algun estudio que tome en cuenta las estadisticas de heridas en combate para el diseño de la indumentaria y el blindaje personal para el infante en nuestro ejercito?
Lo de la desproporcion de heridas en los miembros con el torso me parece que se debe a que las heridas del torso casi siempre
son mortales y no llegan a los medicos.
 
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