Stalingrado

Sebastian

Colaborador
Stalingrado, la ciudad que cambió el curso de la historia

6 de febrero de 2013 Ksenia Burmenko, Rusia Hoy
Conocida en el mundo entero por la época en que se llamaba Stalingrado, ahora es famosa por sus monumentos en honor a los defensores de la ciudad. Los principales atractivos son el conjunto Mamáiev Kurgán y el museo panorama “La batalla de Stalingrado”. Además, durante la guerra la ciudad fue arrasada, y el centro de la ciudad, completamente reconstruido, encarna arquitectónicamente el más puro estilo “Imperio estalinista”.

El 70º aniversario de la batalla de Stalingrado es, este año, el leit motiv de en la ciudad. Exposiciones, actividades y eventos dedicados a este aniversario se sucederán durante los próximos meses.

Uno de los principales símbolos de Volgogrado es el museo-panorama “La batalla de Stalingrado” (calle Mariscal Chuikov, 47). Además del grandioso fresco con la vista panorámica del campo de batalla, el museo posee la colección más completa de documentos y objetos relacionados con la batalla de Stalingrado.

En la Sala triunfal están colgadas las banderas originales de todos los regimientos y formaciones que participaron en la batalla. Hay también una interesante colección de regalos entregados a la ciudad desde todos los rincones del mundo en señal de admiración por el valor de sus defensores. Entre ellos figuran unas estatuillas de bronce, unas famosas esculturas de Rodin, ofrecidas en 1945 por Lady Westmacott. Y también una espada del rey británico Jorge VI, obsequiada a la ciudad en 1943 por la victoria de Stalingrado.
La batalla de Stalingrado:
17 de julio de 1942- 2 de febrero de 1943. Es la mayor batalla terrestre que hubo durante la Segunda Guerra Mundial y, junto con la Batalla del Arco de Kursk, se convirtió en un punto de inflexión de la contienda, ya que a raíz de ellas las tropas alemanas perdieron finalmente la iniciativa estratégica. Se estima que la pérdida total de ambas partes en esta batalla superó los dos millones de personas.​
Con motivo del 70º aniversario de la batalla de Stalingrado en el museo-panorama se exhibe la exposición “Una para todos…”. La exposición no es pretenciosa, sino emotiva y auténtica. Se muestran uniformes, armas, trofeos y objetos cotidianos, documentos y cartas de los defensores de la ciudad, personas de diferentes rangos, profesiones y nacionalidades.

Cerca del museo-panorama, está la famosa Casa de Pávlov (calle Soviétskaia, 39), defendida durante 58 días por un puñado de soldados soviéticos, unos quince en total. El edificio de cuatro plantas estaba situado sobre una colina y tanto para los alemanes como para los rusos era muy importante tácticamente apoderarse de ella. Durante ese terrible cerco nació en la casa una niña: Zinaída Petrovna Selezneva, que aún vive en Volgogrado. La Casa de Pávlov, adornada con bajorrelieves, todavía hoy está habitada y forma parte del conjunto arquitectónico de la plaza Lenin.

Dónde alojarse.
En Volgogrado, no hay hoteles de cuatro y cinco estrellas ni cadenas internacionales. Pero hay lugares donde pernoctar: el hotel “Volgogrado”, situado en la Avenida de los Aliados, en un edificio “histórico” que fue restaurado después de la guerra, o el hotel Inturist, que está enfrente, también totalmente reconstruido. En el patio del hotel Inturist, los sótanos de los grandes almacenes acogen el Museo de la Memoria, donde fue capturado el mariscal de campo alemán Paulus.​
Para sentir la grandeza, la amargura, el dolor y el orgullo concentrados en la piedra, hay que subir al Mamáiev Kurgán (calle mariscal Chuikov, 47). Este monumento grandioso se puede “hojear” como un libro. Y cada página es única: la avenida de los álamos, la plaza de los resistentes, las ruinas y el lago de lágrimas, el panteón de la gloria y la madre doliente… Y, coronándolo todo, está la Madre Patria, desde donde hay unas vistas únicas de la ciudad y del Trasvolga.​
Guías.​
Para el 70º aniversario de la batalla de Stalingrado, la universidad pedagógica de Volgogrado ha organizado cursos especiales para formar a guías en inglés, alemán, francés y español que acojan a turistas extranjeros. Para todo lo relativo a agencias de turismo, hoteles, museos, excursiones, visitas guiadas, balnearios y “tarjetas de invitados”, se puede consultar el sitio web: www.turizm-volgograd.ru
No hay que olvidar que Mamáiev Kurgán es también una necrópolis de más de 36.000 soldados soviéticos. Acabada la guerra, durante la reconstrucción de la ciudad, los cuerpos encontrados fueron llevados y enterrados allí. Los nombres de algunos de ellos se conocen desde hace muy poco.

El 2 de febrero, en el memorial del Mamáiev Kurgán fue inaugurada una estela con los nombres de diecisiete mil defensores de Stalingrado cuyos nombres se descubrieron gracias al arduo trabajo de los investigadores durante la última década.

Dado que el Mamáiev Kurgán es el lugar de reposo de decenas de miles de soldados caídos, en la década de 2000 se construyó un templo ortodoxo, la iglesia de Todos los Santos, para que los visitantes puedan poner velas y rezar por el descanso de las almas de los desaparecidos.

Son los principales santuarios de Volgogrado. Pero todo el centro de la ciudad es un monumento a quienes lo protegieron y a quienes lo reconstruyeron. Cualquier árbol o farola es un monumento. Como por ejemplo una farola, testimonio de la batalla de Stalingrado, con heridas de metralla, que se encuentra cerca de la plaza de la estación, al lado del museo histórico (calle Gógol, 10). O el álamo en la avenida de los Héroes, que se alza en medio del asfalto y rompe la perspectiva del conjunto.

A pesar de que molesta, nadie lo toca porque es el único árbol que sobrevivió después de la batalla, en esa ciudad quemada y destruida por completo.

Qué comer.​
La gastronomía de Volgogrado es muy variada. Hay cocina europea (italiana, checa, alemana), japonesa o caucásica. Por todas partes se venden brochetas de carne (shashlik). A pesar de la presencia de McDonald’s, elfast food más popular es el pollo a la Kiev.​
Como después de la guerra no quedó nada de vegetación, no es de extrañar que los habitantes sientan debilidad por los espacios verdes. Los paseos y la avenida de los Héroes son, en esencia, como un gran parque. Mientras que la perspectiva Lenin, la calle principal de Volgogrado, parece sobre todo un bulevar con su amplia zona peatonal.

En primavera la ciudad florece: los primeros en hacerlo son los albaricoques, en las calles y en los patios, a los que llaman “sakura de Volgogrado”. También hay lilas, acacias, catalpas y castaños. En esa época es muy agradable pasear por la calle de la Paz, la primera en reconstruirse después de la batalla, por eso se le puso ese nombre.

Al final de la calle de la Paz, se encuentra el planetario. Es interesante desde un punto de vista arquitectónico (su cúpula está coronada por una escultura de la famosa artista soviética Vera Mujina) e histórico, pues el complejo está equipado con una óptica Zeiss, un regalo de los obreros de la RDA por el 70º aniversario de Stalin.
http://rusiahoy.com/cultura/2013/02...que_cambio_el_curso_de_la_historia_24633.html
 

Sebastian

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Los alemanes en las tenazas de Stalingrado
Hay momentos de la historia que, por su trascendencia y simbolismo, casi no dejan a la razón ni a la conciencia libertad para interpretar. Uno de ellos fue la batalla de Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.

Alexander Chubarián, director del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Rusia y creador de un manual histórico ruso-alemán, explica que las versiones de las partes sobre el gran choque a orillas del Volga difieren mucho. Pero peor sería si sus enfoques hubieran coincidido por completo.

Para Alemania la derrota en la ciudad rusa supuso una tragedia nacional. Si el luto de tres días decretado por Hitler tras anunciar el fin de la batalla se hubiera mantenido para convertirse en un homenaje anual a los caídos, hubiese sido el antídoto por excelencia contra el nazismo. Y no sólo en Alemania.
Lo cierto es que los alemanes y los rusos nunca serán lo suficientemente objetivos para valorar con frialdad este episodio histórico. El académico Chubarián parece apuntar que la diferencia principal de las perspectivas de los autores rusos y alemanes que aparecen en el manual nace de la antigua discusión de si la batalla de Stalingrado supuso o no un cambio decisivo en el curso de la guerra. Analicemos entonces si Stalingrado marcó un punto de inflexión no sólo en la Segunda Guerra Mundial, sino en la historia de Europa y de toda la humanidad.

Según los testimonios del mariscal de campo Friedrich Von Paulus, general en jefe del 6º Ejército, que sucumbió en Stalingrado, las primeras órdenes para planear la ofensiva del verano de 1942 habían llegado al 6º Ejército ya en abril de aquel año. Poco antes Hitler, durante un discurso en Poltava (Ucrania), expuso ante sus generales su estrategia de la campaña: "Mi idea principal es ocupar la zona del Cáucaso tras asestar un golpe decisivo a las tropas rusas. Si no conseguimos el petróleo de Maikop y Grozni (Chechenia), tendré que poner fin a esta guerra".

De esta manera las operaciones en el Volga y en el Sur de Rusia en general, según la idea del líder nazi, decidirían el desenlace de la guerra. Al mismo tiempo Hitler estaba absolutamente convencido de la supremacía del ejército alemán sobre el soviético. “Los rusos agotaron sus fuerzas en las batallas de invierno y primavera. En estas circunstancias es necesario y posible poner fin a la guerra en el este antes de que termine el año”, decía Hitler.
Para comprender el significado de la epopeya de Stalingrado hace falta imaginar qué papel tuvo en el contexto de la estrategia del Tercer Reich y por qué la derrota en el Volga anuló los planes de Hitler a largo plazo.

El 3 enero de 1942, en una conversación con el embajador de Japón en Berlín, el general Oshima, Hitler declaró: “No pienso lanzar más ofensivas en el Frente Central. Mi objetivo será el avance en el sur. En cuanto mejore el tiempo emprenderé un ataque en el Cáucaso. Esta es la dirección más importante. Tenemos que acceder al petróleo, tener salida a Irán e Irak”.

Estos ambiciosos planes ya estaban perfectamente formulados en abril: derrotar al enemigo al oeste del Don para luego hacerse con los campos petrolíferos del Cáucaso y atravesar la cordillera caucásica.

Los generales de la Wehrmacht elaboraron los respectivos planes, que preveían desarrollar la ofensiva en dirección a Sujumi para unirse a las tropas turcas. Para aquel momento 26 divisiones del Ejército turco estaban listas para entrar en combate en la frontera con la URSS. De haberse realizado estos planes, Turquía se habría unido al Eje.

¿Qué batalla de la Segunda Guerra Mundial podría reducir a cenizas estas ambiciones de los nazis? ¿La de Kursk? ¿La de Moscú? ¿La defensa de Leningrado o Sebastopol? Ninguna de ellas, a pesar de su importancia para la victoria final de la URSS, era suficiente para frustrar los planes de Hitler. Sólo Stalingrado era capaz de aplacar su obsesión por la dominación mundial.

Resulta sorprendente que los fallos estratégicos que Moscú y Berlín cometieron a la hora de planificar la campaña de verano de 1942 fueran casi idénticos. En un intento de persuadir a Japón de atacar la URSS, Hitler aseguraba al ya mencionado embajador nipón que el Ejército Rojo sería derrotado durante el próximo verano, a más tardar. “No hay salvación posible para ellos... Los bolcheviques serán arrastrados tan lejos que nunca volverán a pisar las zonas civilizadas de Europa”, decía el líder nazi, para el que la debilidad del Ejército Rojo era una evidencia.

También Stalin subestimaba al enemigo y por ello no tenía una idea exacta de la situación en el Frente Sur. Además, a causa de la desinformación, estaba esperando una ofensiva contra Moscú en lugar de en el sur, según afirmó el mariscal Gueorgui Zhúkov.

El historiador ruso Gueorgui Kumaniov ha investigado nuevos documentos de archivo y pone de manifiesto que la “minosvaloración por parte de Stalin de las fuerzas de la Wehrmacht y el excesivo optimismo sobre el potencial del Ejército Rojo” constituyeron un factor clave en el desarrollo de la batalla de Stalingrado. La causa de que el Gran Cuartel General de las Fuerzas Armadas de la URSS manejara información desvirtuada en cuanto a la situación real en los frentes fueron los informes inexactos sobre las bajas proporcionados por la Dirección General de Inteligencia.

“Según estos informes, entre el 22 de junio de 1941 y el 1 de marzo de 1942, las bajas de las tropas alemanas habrían sumado 6,5 millones, de las que 5,8 millones correspondieron al Ejército de Tierra; pero en realidad las bajas del Ejército de Tierra durante este período fueron poco mayores de un millón de efectivos”, asegura el experto.

Esta subestimación del enemigo costó muy caro al Ejército soviético durante los primeros meses de la batalla a orillas del Volga.
Un corresponsal alemán informaba mientras se acercaba con las tropas a Stalingrado: “Los rusos, que antes defendían con tenacidad cada kilómetro, se retiraban sin un disparo. Tan sólo los puentes destruidos y los bombardeos aéreos frenaban nuestro avance. Cuando la retaguardia rusa no lograba evitar el combate elegían posiciones que les permitieran aguantar hasta la llegada de la noche... Nos resultaba muy inusual avanzar por la ancha estepa sin ver rastro del enemigo”.

El mariscal Vasili Chuikov escribió sobre los primeros días de la defensa de Stalingrado: “Las unidades sufrieron muchas bajas y se retiraron. Esto no significa que las tropas se hubieran desplazado de manera organizada siguiendo una orden. Es una muestra de que los soldados que lograron sobrevivir en aquel caos y consiguieron escapar de los tanques alemanes llegaban heridos hasta la siguiente línea de defensa, donde les entregaban municiones y les enviaban otra vez al combate”.

Al mismo tiempo ninguna de las partes veía el frente que había en la estepa cerca de Stalingrado como el escenario de la confrontación decisiva de un número colosal de hombres y máquinas de guerra.

En la reunión del 12 de septiembre de 1942, celebrada en la ciudad ucraniana de Vínnitsa, Hitler advirtió a Friedrich Von Paulus y a otros generales: “La resistencia en Stalingrado debe ser calificada como local. Los rusos ya no son capaces de realizar operaciones estratégicas de gran envergadura que puedan representar para nosotros algún peligro... Hay que intentar tomar la ciudad cuanto antes para no permitir que se convierta en un problema por mucho tiempo”.

A pesar de estas advertencias, Stalingrado cada vez se parecía más un 'agujero negro' que se tragaba las mejores divisiones de la Wehrmacht. Mientras, Stalin persistía en su convicción de que el líder nazi lanzaría el grueso de sus tropas contra Moscú. Y, aunque no descartaba la posibilidad de una eventual ofensiva alemana en el sur, restaba efectivos de los frentes de las provincias sureñas del país.

Como consecuencia, según calculan los historiadores occidentales, los nazis superaban notablemente a los soviéticos en efectivos y artillería (tres veces más), en tanques (seis veces), en aviones (más del doble).

Sólo durante la reunión del 13 de septiembre los generales Gueorgui Zhukov y Alexander Vasilevski pudieron convencer a Stalin de que urgía diseñar una contraofensiva. Los estrategas soviéticos sostenían que Stalingrado debería ser defendida con una batalla de desgaste, utilizando las tropas necesarias para mantener viva la defensa. No debían desperdiciarse soldados en contraataques menores, a no ser que fueran absolutamente necesarios para impedir al enemigo que tomara todo el margen occidental del Volga. Entonces, mientras los alemanes se centraban enteramente en capturar la ciudad, se reunirían secretamente nuevos ejércitos detrás de las líneas para preparar un gran cerco.

El líder soviético dudaba. Pero aquella noche, por fin, dio su respaldo a este plan. Instruyó a los dos hombres para que obraran dentro del más estricto secreto. “Nadie, fuera de nosotros tres, debe saber de esto por ahora”. La ofensiva se llamaría 'Operación Urano'.
Estos planes se ejecutaron durante la campaña de otoño e invierno de 1942: del 19 de noviembre al 2 de febrero duró esta batalla en Stalingrado. A las 14.46 horas del día 2 de febrero, un avión alemán de reconocimiento sobrevoló a gran altura la ciudad transmitiendo el siguiente mensaje: “En Stalingrado no hay señales de combate”.

Nunca, en ninguna batalla la Wehmacht había sufrido tantas bajas: un millón y medio de soldados y oficiales, que representaban la cuarta parte de las tropas de Alemania en el Frente Oriental. El número de los prisioneros de guerra superó, según los datos soviéticos, las 154.000 personas (113.000, según fuentes alemanas).

Al ascender a Paulus al grado de Mariscal de Campo, Hitler dijo a general Alfred Jodl: “Ningún mariscal se había rendido en la historia militar”. Aquel mismo día, 31 de enero, el comandante del 6º Ejército fue capturado con vida.

Aquel tremendo choque en el Volga fue especial en muchos aspectos. Según el testimonio de los generales alemanes, nunca un triunfo militar del enemigo había sumido en tal terror al pueblo alemán. “Nunca en la historia de Alemania tantos hombres perdieron la vida de una manera tan horrorosa”, decía el general Siegfried Westfall.

El general Von Butler se daba cuenta de la imposibilidad de continuar la guerra tras la derrota en Stalingrado: “Alemania no sólo perdió una batalla y un ejército experimentado en los combates. Perdió la gloria de la que se había cubierto al principio de la guerra, una aureola que ya empezó a palidecer en la batalla de Moscú en invierno de 1941. Esta circunstancia no podía sino cambiar radicalmente el curso de la guerra...”

Un diplomático berlinés recordaba que la sociedad alemana estaba paralizada por una profunda crisis “cuyo símbolo era una sola palabra: Stalingrado”. Esta batalla disipó cualquier atisbo de esperanza que albergase Berlín en cuanto al ingreso de Japón y Turquía en la guerra contra la URSS y aceleró la ruptura de Italia con el Eje. Y, finalmente, la batalla de Stalingrado frustró todos los planes geopolíticos de Hitler y preparó el terreno para la apertura de un segundo frente en Europa.

El desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía estaba desde un principio condicionado a que los alemanes no dispusieran de más de 27 divisiones para mandar al Frente Occidental. El golpe que los soviéticos asestaron a la Wehrmacht en Stalingrado hizo que este requisito se cumpliera.

Es curioso que dos personas tan diferentes como el cómico de origen judío Charles Chaplin y el general nazi Hans Doerr pudieran sentir acertadamente que el significado histórico de Stalingrado rebosó los límites de la guerra. Doerr escribía: “En Poltava, en 1709 Rusia se ganó el derecho de llamarse una gran potencia europea. Stalingrado la convierte en una de las potencias mundiales más importantes”. Por su parte Charles Chaplin exclamaba con admiración: “Rusia, has ganado la admiración de todo el mundo. Rusos, el futuro es vuestro”.

Los que participaron en aquel choque también percibían la trascendencia de aquella batalla. Escribe el historiador Guergui Kumaniov: “Los veteranos dicen que en la guerra no hay ateos, los defensores de la ciudad del Volga entregaban su vida y su corazón a Dios”.

En las películas soviéticas de la guerra los soldados se lanzan al ataque al grito de “¡Por la Patria! ¡Por Stalin!”, pero muchas veces gritaban también: “¡Sálvame Dios!”. Y fue el comandante del 62º Ejército, que defendía Stalingrado, Vasili Chuikov, el “general de las trincheras” como le llamaban los soldados, el que encendió la primera vela en homenaje a la victoria en una de las iglesias que milagrosamente quedó en pie en la ciudad arrasada.
El filósofo ruso Iván Ilián dijo: “El patriotismo únicamente tendría cabida en un alma receptiva a lo sagrado y que en su propia experiencia haya apreciado su valor objetivo e incondicional, identificándolo en las reliquias de su pueblo”. Este es el auténtico significado histórico de la batalla de Stalingrado.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130215/156408750.html
 

Sebastian

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Stalingrado, setenta aniversario del principio del fin

17 de marzo de 2013 Marta Rebón, Rusia Hoy
La caída o resistencia de Stalingrado se convirtió en una cuestión de prestigio en la que el valor de la vida humana quedaba relegado a un segundo plano.

En la antigua Tsaritsin y actual Volgogrado giró el gozne de la historia. Fuente: RIA Novosti​
Veintitrés días después de declararse el estado de sitio en Stalingrado se informó a Stalin del contenido de un comunicado interceptado: la Wehrmacht daba por hecho la capitulación de la ciudad. Corría el 16 de septiembre de 1942. De haber sido cierto, Hitler se hubiera resarcido de la operación fallida por el control del petróleo caucásico y obtenido una importante victoria moral y simbólica sobre el enemigo soviético. Pero en el punto culminante de la expansión alemana se vislumbraron las primeras muestras de su fragilidad en cuanto a logística y abastecimiento.​
En esas circunstancias, y después de repeler al adversario en las puertas de Moscú, el choque en Stalingrado se convirtió en “una batalla de carneros”, como la definió Lavrenti Beria, un duelo de vanidades a distancia entre Stalin y Hitler que se llevó por delante casi dos millones de vidas.​
La Segunda Guerra Mundial cambió para siempre nuestra percepción del mapa, alteró la toponimia. Nombres que eran ajenos a aquella generación, hoy son capitales del recuerdo: Babi Yar, Hiroshima, Dresde, Katyn, Auschwitz, Okinawa, Treblinka o Stalingrado. Esta última no ingresó en los manuales de historia sólo por el número de bajas o por la crudeza de la “guerra de ratas”, como la bautizaron los alemanes, o por la “academia de lucha calle por calle”, según el teniente general Vasili Chuikov.​
En la antigua Tsaritsin y actual Volgogrado giró el gozne de la historia. La desalentadora situación en África y la derrota en Stalingrado empujaron a Goebbels a dar su famoso discurso en el Palacio de Deportes de Berlín, una huida desesperada hacia adelante llamada “Guerra total”.​
La caída o resistencia de Stalingrado había llegado a ser una cuestión de prestigio en la que el valor de la vida humana quedaba relegado a un segundo plano. El ejército alemán pasó de recibir a principios de septiembre de 1942 la audaz orden directa de Hitler de acabar con toda la población masculina de la ciudad –el general Paulus le había prometido conseguir la capitulación en una veintena de días– al famoso telegrama con el desesperado mandato de “rendirse es imposible”.​
Por su parte, Stalin dictó la orden nº227, célebre por su lema “Ni un paso atrás”, que obligaba a castigar con la pena de muerte cualquier “acto extraordinario”, eufemismo que definía todo amago de deserción. Tampoco hay que olvidar el envío ininterrumpido de efectivos rusos con escasos o nulos conocimientos, pura carne de cañón, o la prohibición de evacuar a la población civil para elevar el compromiso de los soldados rusos.​
En lo que también coincidieron los dos caudillos fue en infravalorar al oponente. Stalin reaccionó al avance alemán tarde y mal. Hitler no calculó la determinación del Ejército Rojo ni el invierno ruso.​
El 8 de noviembre, el canciller nazi se jactó de que Stalingrado estaba prácticamente a sus pies y que “el tiempo no tenía importancia”. Al día siguiente, los termómetros de Stalingrado registraron 18 grados bajo cero. El final es de sobra conocido. El Ejército Rojo supo adaptarse mejor al territorio de una ciudad devastada por la Luftwaffe. Sorprendió al VI Ejército alemán, la mayor formación de la Wehrmacht, con una maniobra de envolvimiento. La rendición del general Paulus, de quien Hitler esperaba el suicidio antes que la deshonra, fue otro gran revés.​
Después de la guerra, cada nación construyó su propio relato y encumbró a sus héroes. Rusia, por ejemplo, se dispone a estrenar su primera película rodada en 3D sobre este capítulo de su historia, dirigida por Fiódor Bondarchuk. Han tenido que pasar unas cuantas décadas para tener una fotografía más nítida de lo ocurrido. Sin duda, la apertura de archivos ha contribuido a ello. Cada bando había ofrecido sus propias cifras y ocultado los trapos sucios.​
En España, los causantes del interés reciente por Stalingrado son Antony Beevor y Vasili Grossman: el primero, investigador y con una perspectiva temporal del acontecimiento; el segundo, testigo directo y escritor.​
Beevor publicó en 1999 el ensayo Stalingrado (en España apareció en 2004), una obra que arrojaba nueva luz sobre la contienda y, sobre todo, una elaborada visión de conjunto.​
Vida y destino, en su primera traducción del ruso al español, apareció en 2007 y fue todo un éxito de ventas. Es un gran fresco sobre la Gran Guerra Patriótica con aliento tolstoiano. De hecho, Guerra y paz fue el único libro que Grossman se llevó al frente. Luego siguieron llegando a las librerías Por una causa justa, la precuela de Vida y destino que empezó a escribir en plena guerra y que iba a titularse como la ciudad del Volga; Un escritor en guerra, editado por Beevor, que recoge el trabajo de campo de Grossman –los capítulos dedicados a Stalingrado dan cuenta fehaciente de lo que allí se vivió- y, finalmente, Años de guerra, que recoge las crónicas publicadas sobre el Frente del Este, entre otras.​
Cabe incluir en esta lista el último título de Beevor, La Segunda Guerra Mundial, una panorámica de todo el conflicto bélico que, obviamente, dedica un episodio a la ciudad mártir.​
 

Sebastian

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En Stalingrado la Wehrmacht perdió 1,5 millones de efectivos


La Batalla de Stalingrado marcó un hito crucial en la Segunda Guerra Mundial. Este año, Rusia conmemora ampliamente el 70º aniversario de la victoria en aquella contienda. Pero cabe tener presente que por aquella victoria la URSS pagó con la vida de más de un millón de militares suyos.
El legendario adalid ruso Alexaner Suvórov afirmaba que la guera no podía darse por terminada, mientras no se diera sepultura al último soldado que murió en sus campos de batalla. Hoy por hoy, el Ministerio ruso de Defensa aplica no pocos esfuerzos por perpetuar la memoria de los caídos, organizando expediciones de búsqueda e identificación de los restos de los militares.

La jefa de la Dirección para perpetuar la memoria de los caídos durante la defensa de la Patria del Ministerio de Defensa de Rusia, Natalia Beloúsova, entrevistada por RIA Novosti, habla de las personas que realizan excavaciones en los campos de batalla, de los procedimientos de transferencia de los restos de militares extranjeros a sus respectivos países, así como sobre los plazos de apertura del Cementerio conmemorativo federal.

¿En el área de la Batalla de Stalingrado todavía hay restos no sepultados de soldados soviéticos?
- Por supuesto que los hay, la intensidad de los combates era tan alta que de hecho era imposible registrar todas las inhumaciones. El área de la Batalla de Stalingrado tenía 520 kilómetros en el frentre y 150 kilómetros en la profundidad, mientras las bajas diarias oscilaban entre 5.151 y 6.392 hombres.




¿Quiénes se encargan de las excavaciones, existen unidades especialmente adiestradas para ello?
- Los trabajos de rastreo y excavaciones corren a cargo de las organizaciones sociales, autorizadas para desarrollar tal actividad. Quisiera subrayar que estas organizaciones trabajan exclusivamente sobre principios de colaboración voluntaria, movidas por el patriotismo y el deseo de perpetuar la memoria de los defensores de la Patria. Después de tramitar las correspondientes autorizaciones, los rastreadores voluntarios realizan excavaciones en zonas de combates en el territoria de la Federación Rusa.
¿Participan en las excavaciones unidades militares?
- De conformidad con lo dispuesto por el ministro ruso de Defensa, en 2007 para estos fines fue constituido un batallón independiente de rescate (170 efectivos) al que puede encomenarse la misión de realizar excavaciones en Rusia o en otros Estados. A la hora de seleccionar el personal se da preferencia a la gente con experiencia de trabajos de rescate.

Entre 2007 y 2012, este batallón descubrió y dio sepultura a los restos de 6533 militares, así como identificó los nombres de 391 sodados perecidos. Hoy por hoy, la principal área donde realiza excavaciones el batallón de rescate es la provincia de Leningrado. Aparte de esto, el Ministerio de Defensa está estudiando la posibilidad de formar varios centros móviles de rastreo.

¿Cuántos enterramientos de militares alemanes y rumanos hay en los campos de la Batalla de Stalingrado?
- Un enterramiento oficialmente registrado que se encuentra en el poblado Rossoshka, provincia de Volgogrado. Ahí están enterrados 55 mil soldados, incluyendo 600 rumanos.

¿Qué hacen los rastreadores rusos al encontrar restos de soldados alemanes?
- Por regla general, antes de empezar las excavaciones, se realiza una labor de investigación con miras a pronosticar las eventuales áreas de enterramiento de militares caídos y su pertenencia a ejércitos extranjeros. Al descubrir los restos de militares extranjeros, se informa a las Administraciones Públicas locales y a la Asociación internacional “Memoria militar”, la única entidad apoderada para cuidar y mantener los enterramienos de militares extranjeros en el territorio de Rusia.

Hable de los procedimientos de transferencia de los restos de militares alemanes y rumanos a Alemania y Rumania.
- Los restos mortales de militares alemanes o rumas son entregados a sus familiares o a la correspondiente entidad apoderada del respectivo Estado extranjero.
En algunos casos, los restos se entregan a la Asociación internacional “Memoria militar” para su futura sepultura en el territorio de Rusia. La transferencia de los restos mortales de los militares a Estados extranjeros se realiza a solicitud de la parte interesada. Hasta ahora, los restos se entregaban solamente a la República Federal de Alemania por conducto de la Alianza Popular de Alemania para el cuidado de los enterramientos militares.

¿Ha calculado el departamento militar ruso las cifras exactas de bajas que sufrieron la URSS y Alemania durante la Batalla de Stalingrado?
- Lo ha hecho en reiteradas ocsaiones, pero sería racional tomar como punto de referencia los datos que aparecen en el Diccionario enciclopédico y en el libro “La Gran Guerra Patria: datos desclasificados”. Cabe señalar que en estas ediciones se ofrecen datos precisados referentes a las bajas en efectivos y material bélico por períodos y campañas militares, Frentes, Flotas, Ejércitos y Flotillas.

Las pérdidas de las tropas soviéticas en la operación defensiva de Stalingrado totalizaron 643 800 efectivos, incluyendo 323 800 muertos y 319 900 heridos.

En la operación ofensiva de Stalingrado las pérdidas de las tropas soviéticas totalizaron 485 700 efectivos, incluyendo 154 800 muertos y 330 900 heridos.
En total, en Stalingrado, el Ejército Soviético perdió 1,13 millones de efectivos. Las bajas de Alemania y sus satélites se cifran en 1,5 millones de militares.

¿Se conoce la fecha exacta de apertura del Cementerio conmemorativo federal en Mitischi (provincia de Moscú)?
- Antes que nada, quisiera señalar que este Cementerio se organiza para dar sepultrura a las personas que tienen méritos especiales ante el Estado. Hacia la fecha, las obras de montaje y construcción están concluidas y se tramita la transferencia del Cementerio al Ministerio de Defensa. La apertura del Cementerio conmemorativo tendrá lugar en lo que resta de año.

¿Dispondrá el Cementerio de un área especial consagrada a los caídos en la Batallla de Stalingrado?
- Tal área no está prevista. Al propio tiempo, si los participantes en la Batalla de Stalingrado que ostentan el título de Héroe de la Unión Soviética o son acreedores a la Orden de Gloria de los tres grados, expresan el deseo de ser enterrados en el Cementerio conmemorativo, se les dará sepultutra con todos los honores correspondientes en el área destinada para los Héroes de la Unión Soviética y los acreedores a la Orden de Gloria de los tres grados.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130509/157038516.html
 

Sebastian

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Las palabras de la batalla de Stalingrado
En el Día de la Victoria Volgogrado conmemora el 70 aniversario de la batalla de Stalingrado, que es considerada como la más sangrienta en la historia de la humanidad. Stalingrado significó el principio del fin del nazismo en Europa. En Rusia quedan menos de 1500 de veteranos, quienes sobrevivieron aquellos días. Nosotros hemos hablado con Vasili Bespalov, uno de estos heroes, quién conoce el auténtico significado de las palabras "¡Ni un paso atrás!". Él y más de 3.000 personas, incluso austriacos y alemanes, nietos de soldados, que murrieron aquí, llegaron con flores a la colina de Mamáyev Kurgán.​
 

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Stalingrado, el vuelco
En el frío invierno de 1943, a las puertas de Siberia, entre ruinas, escombros y miseria, se decidió la Segunda Guerra Mundial

Fue un espanto. El pulso entre dos voluntades sostenido sobre cientos de miles de cadáveres. Hitler con voluntad absoluta de ganar. Stalin con la misma determinación en no perder. Ninguno de ellos dispuesto a dar un paso atrás en unas ruinas que ni eran estratégicas, ni comportarían especial ventaja militar para ninguno de los dos bandos. Sólo un triunfo moral. Al margen de cualquier retórica, Stalingrado, la Batalla de Stalingrado, fue el fruto de la mística hitleriana. Casi un decenio antes de los combates en la ciudad, Leni Riefenstahl rodaba su espectacular film sobre el movimiento nacionalsocialista entonces recién llegado al poder. Allí estaban, en vivo y en directo, todos sus gerifaltes, con sus galas pardas, con sus mitos germánicos, con sus desfiles y sus esvásticas. El nazismo en estado puro (Sieg Heil!). Considerado una obra maestra del séptimo arte, este largo reportaje cinematográfico resume en su título mejor que muchos tratados e interpretaciones sobre el Tercer Reich la esencia del pensamiento de Hitler: «El triunfo de la voluntad».
Hitler estaba convencido de que la voluntad de ganar conduce siempre a la victoria
Derrota alemana. Más allá de su fanatismo racial, de su odio al bolchevismo, de su desprecio a las plutocracias o de su culto a la fuerza, Hitler estaba convencido de que la voluntad de ganar conduce indefectiblemente a la victoria. Y su trayectoria personal desde el albergue de hombres de Viena hasta los triunfos políticos que le llevaron al poder en Alemania, los éxitos diplomáticos que supusieron incorporar al Reich países y territorios o las victorias militares que le comportaron el dominio de Europa, sólo sirvió para convencerle aún más de que, por encima de cualquier otra circunstancia, la voluntad le llevaría a vencer... Le llevó a la derrota.
Su negativa a ceder, a replegarse de Stalingrado, contra el criterio de sus generales y en la seguridad de que la fuerza de su voluntad terminaría prevaleciendo, supuso la derrota de Alemania, no sólo en la ciudad, no sólo en el frente del Este, sino en la guerra. Ésta pudo prolongarse por dos años más, pero Alemania ya estaba vencida, como previamente habían sido vencidos Japón e Italia. En el frío invierno de 1943, a las puertas de Siberia, entre ruinas, escombros y miseria, se decidió la Segunda Guerra Mundial con la derrota de la última potencia del Eje con posibilidad de alcanzar sus objetivos militares. Aún tendría que llegar Kursk, la mayor batalla de toda la contienda, o Normandía… Aún demostraría la Wehrmacht su enorme capacidad de combate retrasando un final inexorable. Pero Alemania ya estaba vencida. Stalingrado había supuesto el vuelco definitivo: «Antes nunca tuvimos una victoria. Después nunca fuimos derrotados» pudieron haber dicho Stalin o los generales del Ejército Rojo. Pero la frase es de Churchill, con referencia a otra batalla decisiva, El Alamein.
Derrota de Italia. En El Alamein, cuando aún se luchaba encarnizadamente en las calles de Stalingrado, perdió la guerra Italia. Aunque las fuerzas del Eje estuvieran dirigidas por generales alemanes, y alemanas fueran las tropas decisivas en aquella campaña, la guerra en el Norte de África era una guerra de Italia, por intereses italianos y en donde estaba involucrado el grueso del Regio Esercito. Italia perdió la guerra en El Alamein, aunque se tardara aún unos meses en expulsar a los germano-italianos definitivamente de Túnez. Luego vendrían Sicilia, la destitución de Mussolini, la invasión del territorio continental, el fin del fascismo y la entrada de los aliados en Roma, declarada ciudad abierta. («Roma cittá aperta», de Rossellini, con guión de Fellini, otro de los grandes títulos de la cinematografía universal).
Ni el suicidio de los kamikazes cambió la suerte de una guerra que ya estaba perdida
Derrota de Japón. Y Japón, la última de las potencias del Eje en unirse a la contienda, había sido ya la primera en ser vencida. Cuánta sangre, cuánto sufrimiento, cuánto horror, incluidos los holocaustos nucleares, se necesitaron para ratificar una derrota que había tenido lugar en Midway. Tras la pérdida de sus portaaviones en otra batalla tan crucial como El Alamein o Stalingrado, Japón estaba vencido, incapaz de sostener ya con posibidades de éxito una guerra cuyo marco, el Oceáno Pacífico, él mismo había escogido como el más favorable: ni el duro código Bushido del guerrero japonés, ni la capacidad de lucha fanática de sus soldados o la entrega personal hasta el suicidio de los kamikazes podían cambiar la suerte de una guerra que ya se había perdido: Guadalcanal y Saipán o Peleliu, Iwo Jima u Okinawa, pasando por la gigantesca batalla del Golfo de Leyte, sólo retrasaron el fin y prolongaron la agonía.
Tres escenarios, tres guerras, tres derrotas. A principios de 1943, en el corto espacio de poco más de medio año, una a una las potencias del Eje habían sido vencidas. Quizá ni los propios aliados fueran capaces de darse cuenta entonces de la magnitud de sus éxitos, de la suma de sus éxitos, pero la Segunda Guerra Mundial había quedado decidida y ni el régimen de cartón piedra mussoliniano, ni la capacidad de autosacrifico del soldado japonés y ni siquiera la voluntad de victoria de Hitler podrían ya revertir un resultado que tardaría aún más de dos años y medio en quedar certificado, a costa de tanto inútil sacrificio…
ABC.ES
 

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Los «rusos» de Hitler
En la bolsa de Stalingrado, el grupo más numeroso de soldados cercados, después de los alemanes, estaba compuesto por rusos y ucranianos. ¿Quiénes eran y cómo habían llegado allí los que genéricamente se conocen como ‘hiwis’ o «los rusos de Hitler»?

La colectivización agraria, las espantosas condiciones laborales y sociales impuestas por la acelerada industrialización de los años treinta en la Unión Soviética y las feroces purgas que habían diezmado tanto al Partido Comunista como al Ejército Rojo fueron generando una mezcla de temor y odio ante la figura de Stalin entre una parte creciente de los ciudadanos de la URSS. Además, casi la mitad de la población de la teórica federación estaba compuesta por nacionalidades no rusas, que en muchos casos ansiaban liberarse del yugo de Moscú. De ello se aprovecharon, casi desde el principio de la campaña, algunos comandantes de unidades militares alemanas que empezaron a reclutar personal autóctono y prisioneros de guerra. En las divisiones de infantería, que eran hipomóviles, había centenares de puestos que podían ser ocupados por personal ruso o de cualquier otra nacionalidad soviética: cuidadores de los caballos, carreros, cocineros, zapateros y sastres, camilleros, etc. Se inició así el reclutamiento de los que serían denominados oficialmente como hilfiswillige (auxiliares voluntarios) o, abreviadamente, hiwis. Antes de que pasaran muchos meses, cada división alemana contaba con centenares o, incluso, con miles de hiwis en sus filas.
Milicias locales. En la retaguardia, para contrarrestar el incipiente movimiento de partisanos fieles a Stalin, se crearon igualmente pequeñas milicias locales y se instituyeron decenas de batallones de policía, formados por miembros de nacionalidades no rusas (desde los estonios a los tártaros de Crimea pasando por los ucranianos). En 1942, para mantener el orden y luchar contra los partisanos comunistas, los alemanes empleaban en el comisariado de Ostland (Países Bálticos y otros territorios limítrofes) unos 4.000 policías alemanes y 56.000 voluntarios locales encuadrados en batallones de seguridad. En el territorio del comisariado Ukraine, los 14.000 policías alemanes desplegados eran complementados por 71.000 voluntarios locales.
Alemanes en el frente ruso reclutaron voluntarios sin el conocimiento de Hitler
Otra cosa, sin embargo, era organizar unidades de voluntarios de la URSS para luchar contra el Ejército Rojo. Ocultándolo a Hitler y a las autoridades de Berlín, los grupos de ejércitos alemanes en el frente de Rusia, empezaron a hacerlo ya en agosto de 1941, creando diversas unidades con entidad de batallón. No obstante, en diciembre de ese año, finalmente se logró convencer a Hitler para crear las que iban a ser llamadas Ostlegionen (legiones orientales). Puesto que Alemania no pensaba anexionar ni el Cáucaso ni el Asia Central, no había en principio razón para no fomentar el nacionalismo de las poblaciones de esas áreas. Se pensó, por tanto, en reclutar unidades que se integrarían en el ejército alemán, con prisioneros y desertores del Ejército Rojo que pertenecieran a las naciones caucasianas y centroasiáticas. Así surgieron las legiones de Azerbaiyán, de los musulmanes del Cáucaso, del Turquestán, de los tártaros del Volga-Ural y las de Armenia y Georgia. Pero el proceso de puesta en pie de estas unidades fue muy lento y llevado a cabo con gran desconfianza.
‘Ostbataillonen’. Muchos de los que se alistaron lo hicieron para huir de las espantosas condiciones imperantes en esos campos, otros por puro oportunismo y muchos por auténtico odio al estalinismo. Las legiones orientales fueron capaces de organizar, en 1942 y la primera parte de 1943, unidades de combate y formaciones auxiliares (de construcciones, de transporte, etc.) con unos efectivos de 175.000 hombres. Pero en febrero de 1942 Hitler vetó de nuevo el reclutamiento de esos voluntarios, aunque muchos comandantes desobedecieron la orden, de tal forma que siguieron formándose unidades de rusos y ucranianos, a las que para ocultarlas a la vista de Hitler se las bautizó como Ostbataillonen (Batallones del Este).
De haber actuado los alemanes como liberadores, habrían conseguido éxitos decisivos. De hecho, durante los primeros meses de la guerra, los desertores del Ejército Rojo hacia sus filas se contaron por cientos de miles. Pero, para Hitler, los germanos debían constituir una casta dominante que sometería a las masas eslavas. Por eso la idea de formar tropas voluntarias con rusos, ucranianos o miembros de otras minorías nacionales de la URSS era tan contraria a los propósitos nazis como a todas sus teorías raciales.
fuente: abc.es
 

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Los ejércitos olvidados
Rumanos, húngaros, italianos, eslovacos y croatas acompañaron a la «Wehrmacht» en su más dura campaña

Los soviéticos desencadenaron su ofensiva en el sector de Stalingrado golpeando los eslabones más débiles del frente enemigo, los ejércitos rumanos 3º y 4º, a los que arrollaron en pocos días atrapando al VI Ejército alemán. Posteriormente, el sucesivo desmoronamiento del 8º Ejército italiano y del 2º húngaro a lo largo del Don amenazó con destruir el sector meridional del frente del Este. Hitler culpó injustamente a estos ejércitos, mal equipados, sin reservas y desplegados en frentes amplísimos, de una derrota de la que él era el principal causante, olvidando mencionar que sin su colaboración y su sacrificio jamás habría podido emprender la campaña de verano de 1942 que le llevó hasta el Volga y las estribaciones del Cáucaso.
Rumanía: los eslabones rotos
Rumanía entró en guerra para recuperar los territorios que la URSS le había arrebatado. En 1941, su 4º Ejército capturó Odesa, sufriendo graves pérdidas debido a su falta de preparación. El 3º contribuyó a la ocupación de Crimea y a su posterior defensa. En 1942, Hitler logró que Rumanía aportase 382.000 soldados para la campaña de verano, que colaboraron en la conquista de Sebastopol y el avance hacia el Cáucaso. En otoño, el 3er Ejército del general Dimitrescu desplegó sus once divisiones, una de ellas acorazada, a lo largo del Don para defender el flanco norte del VI Ejército alemán, mientras el 4º, a las órdenes de Constantinescu-Claps, defendía el flanco sur. Durante los combates invernales, las pérdidas de ambos ejércitos ascendieron a 155.000 bajas, incluyendo dos divisiones cercadas en Stalingrado, del total de 228.000 efectivos.
Hungría: la lucha en el Don
Después de que supuestos aviones soviéticos bombardeasen ciudades húngaras, Horthy decidió enviar contra la URSS dos cuerpos de ejército, uno destinado a tareas de ocupación y otro, el Cuerpo Móvil, con dos brigadas motorizadas y una de caballería, que alcanzó Dnipropetrovsk, en cuya defensa participó hasta octubre, cuando fue devuelto a Hungría evitando los rigores del invierno. En 1942, Horthy, que quería mantener a su ejército defendiendo la recién adquirida Transilvania de un posible ataque rumano, sólo se decidió a enviar un contingente en ayuda de Alemania cuando supo que Rumanía haría lo mismo. El 2º Ejército húngaro, mandado por el general Jány, desplegó sus nueve divisiones de infantería y la 1ª Acorazada en el Don, al norte del 8º Ejército italiano. Atacado en enero de 1943, sus 211.000 soldados quedarían reducidos a la mitad.
Italia: «Avanti Savoia!»
El coronel Bettoni encabezo la caballería italiana
Aunque Hitler no informó de antemano a Mussolini de sus planes contra la URSS, cuando se inició Barbarroja, éste ofreció a su aliado un cuerpo de ejército de tres divisiones que avanzó por Ucrania hasta más allá del Dniéper, donde ocupó posiciones defensivas durante el invierno. Al año siguiente se añadieron al contingente italiano siete divisiones más para formar el 8º Ejército, que, a las órdenes del general Gariboldi, defendería el flanco norte del 3er Ejército rumano, a lo largo del Don. Durante estas operaciones, el Regimiento Savoia protagonizaría la última carga de la caballería italiana arrollando, con su coronel Bettoni a la cabeza, a dos batallones enemigos. En diciembre de 1942, el 8º sería destruido después de ofrecer una dura resistencia. Cuando fue repatriado, sólo quedaban la mitad de los 229.000 hombres que lo componían.
Eslovaquia: hasta el Cáucaso
Eslovaquia dividió su ejército en dos componentes, uno estático, para tareas de ocupación, y otro móvil. El Grupo Móvil, convertido en brigada y finalmente en división, con unos 8.500 hombres, acompañó a los alemanes en su avance por Ucrania hasta el río Mius, que defendió durante todo el invierno. El verano siguiente alcanzó el Cáucaso, donde se mantuvo hasta sufrir la contraofensiva soviética. Los supervivientes se retiraron a Crimea, regresando después a Eslovaquia.
Croacia: no regresó ninguno
Croacia contribuyó a la «Cruzada contra el Bolchevismo» con la creación de la Legión Croata, 5.000 hombres reunidos en el 269 Regimiento de Infantería reforzado, que llegaría hasta Stalingrado, participando en los duros combates por la fábrica «Octubre Rojo». Allí se rendirían a los soviéticos los poco más de 100 supervivientes el 2 de febrero de 1943.
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«Rattenkrieg»
Una lucha de ratas para la que los alemanes no estaban preparados
No hay adjetivos que puedan hacer justicia a la magnitud de los combates de Stalingrado. Salvo en Varsovia en 1939, hasta la invasión de la URSS, los combates urbanos habían tenido una escala reducida en todas las campañas de la Wehrmacht. Sin embargo, en la «Universidad del Combate Callejero», como denominaron los soldados alemanes a las ruinas de Stalingrado, las tácticas de combate y asalto combinado, que tan exitosamente habían probado las tropas del Reich durante los victoriosos años de la blitzkrieg, tuvieron que replantearse ante la respuesta de unas fuerzas soviéticas que, sorprendentemente, fueron capaces de actuar con mucha mayor flexibilidad en este tipo de lucha, la Rattenkrieg, la guerra de ratas, desarrollando nuevas tácticas para contrarrestar la superioridad maniobrera alemana.
Otro tipo de combate
¿Nuevas tácticas? Por un lado, el «abrazo», consistente en desplegar las tropas propias «pegadas» a las enemigas para contrarrestar la superioridad aérea de la Luftwaffe y de la artillería alemana. Manteniéndose «unidos» a las fuerzas enemigas, los soviéticos conseguían disminuir la eficacia de los bombarderos aéreos y artilleros germanos, ante la posibilidad de alcanzar por error a las propias fuerzas. Por otro lado, la táctica de «diques» o «rompeolas», edificios convertidos en fortificaciones que encauzaban los movimientos de

En Stalingrado se combatía edificio a edificio
las tropas atacantes hacia zonas de denso fuego y emboscada, en las cuales los carros de combate o la superioridad material y maniobrera germana carecían de eficacia. Junto a ello, el uso cada vez más destacado en ambos bandos de francotiradores —activos todo el tiempo en busca de «presas»— o las permanentes incursiones nocturnas. «Ni un momento de descanso para la serpiente fascista» proclamaban los mandos y la propaganda soviética. Así, el combate nocturno se convirtió en norma, con continuos golpes de mano de pequeñas unidades que realizaban permanentes contraataques locales y excepcionalmente ataques masivos a mayor escala.
Las fuerzas soviéticas se mostraron más flexibles también en cuanto al mando. Las formaciones clásicas de compañías o batallones como unidades de combate, no tenían viabilidad en una lucha tan fragmentada como la que estaba teniendo lugar en Stalingrado, donde se combatía edificio a edificio y hasta planta a planta, en medio de la destrucción total causada por los bombardeos de la Luftwaffe y la artillería alemana, a la que, posteriormente, se sumó gustosa la artillería del Ejército Rojo desde la orilla este del Volga. Una pesadilla para cualquier atacante en la que cada mínimo avance se convertía en una lucha fiera, sin cuartel, y la conquista de unos metros de terreno o de un edificio costaba días de enfrentamientos y siempre demasiadas bajas. Para llevar a cabo ese tipo de lucha, los soviéticos resolvieron formar grupos de 40 ó 50 soldados como máximo, directamente a las órdenes de los mandos de división, lo cual permitía que aquí y allá, en cualquier lugar, se formasen bolsas de resistencia que impedían el avance de las tropas alemanas y que, en cuanto podían, contraatacaban y neutralizaban las temporales conquistas germanas… Y vuelta a empezar…
Adaptación
Aún así, las tropas del VI Ejército alemán destacadas en Stalingrado se adaptaron pronto a este tipo de batalla y fueron capaces de imponer su calidad y destreza en combate, ayudadas por un excelente apoyo aéreo (cuando era posible) y por su probada flexibilidad táctica. Eso sí, a costa de una continua sangría de bajas —al igual que su oponente soviético—, convirtiendo Staligrado en un gran sumidero que se tragaba reemplazos, refuerzos y pertrechos imprescindibles en otros frentes… Con las primeras nevadas y a medida que la batalla proseguía, estaba claro para las fuerzas germanas que tendrían que pasar el invierno combatiendo entre las ruinas de la ciudad. La moral se resintió de ello, aunque el nivel como fuerza de combate del VI Ejército no decayó en ningún momento. Incluso tras el cerco soviético y los fracasos alemanes por intentar socorrer el Kessel de Stalingrado —reducido a la ciudad y partido en dos—, la intensidad de las refriegas callejeras no decayó
un ápice.
Ambos bandos lucharon sin cuartel durante los cerca de cuatro meses que duraron los combates en Stalingrado —o lo que quedaba de ella: un amasijo de ruinas y destrucción—, mientras la escasa población que quedaba en la ciudad vivió en condiciones atroces, que en nada se diferenciaban de las de los soldados de uno y otro bando, que en medio de lo más crudo del invierno se vieron forzados a una cruel lucha por la supervivencia. Un sacrificio por y para dos regímenes tiránicos y dos líderes para los que la vida de sus soldados importaba bien poco…
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Visión realista de la Batalla de Stalingrado
Así contó el diario ABC la pugna que decantó el conflicto
ABC en Berlín. 11 de octubre de 1942.

Casi como única excepción, y rompiendo el mutismo manifestado por la Prensa alemana desde hace ya bastantes días, publica el muy ponderado Deutsche Allgemeine Zeitung de anoche una amplia información del corresponsal de guerra, Heinz Schroeter, sobre el infierno de la guerra en las calles de Stalingrado, que bien puede considerarse como la versión más realista que hasta ahora se ha dado de las escenas dantescas que tienen por escenario las ruinas de la famosa ciudad del Volga. Cada mañana [...] los bravos soldados [...], sin agua, rodeados constantemente por impenetrables nubes de polvo y sin conocer tregua alguna, ni siquiera bajo la protección de la noche, se abren camino por en medio de los montones de cascote en que la Artillería ha convertido a la gran ciudad, tratando de arrebatar a los rusos los restos de lo que fueran orgullosas edificaciones. El cronista nos muestra en párrafos de un dramático verismo la serie de penalidades sufridas por varias divisiones para avanzar 1.200 metros después de un continuo batallar. Porque siempre y después de que la Artillería pesada se ha encargado de abrir calles a través de bloques de casas [...], se han encontrado los soldados con que, todavía agazapados en los pequeños bunkers, muchas veces poco menos que sepultados por tanto escombro, los bolcheviques han ofrecido una feroz resistencia, defendiendo hasta la muerte, metro a metro, el campo de ruinas en que hoy se ha convertido Stalingrado [...].
«Tomamos cinco casas, para luego perder dos e inmediatamente proseguir la lucha y volver a apoderarnos de otras cinco». [...] He aquí un cuadro de estas luchas infernales dado por uno de los pocos que hasta ahora han podido dar impresiones personales del infierno que miles y miles de hombres jóvenes están viviendo mientras se precipita la agonía de esta ciudad, cuyo recuerdo para muchos ha de ser para siempre como una pesadilla.
abc.es
 

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Cuerpos mutilados, hambre y violaciones: Stalingrado, la terrible batalla que marcó el principio del fin del nazismo

Duró 174 días, murieron allí más de dos millones de personas, fue una ciudad sitiada y destruida por los nazis. Alemanes y rusos tenían prohibido rendirse o retroceder. Hace 80 años, la victoria del Ejército Rojo abrió las puertas a la marcha de los soviéticos hacia Berlín y a la destrucción del Tercer Reich. El horror en los testimonios de los sobrevivientes



 

Grulla

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Stalingrado, mas presente que nunca

La batalla bisagra de la segunda guerra mundial guarda similitudes con el escenario geopolítico de la actualidad​


 
Gente una consulta.
Hace tiempo vi en la película " enemigo al Acecho" que mandaban dos hombres y un fusil al frente.
Me pareció muy incongruentes y una exageración pero hace unos días en un documental de amazon prime muy bueno son como doce capítulos en blanco y negro de la sgm decia lo mismo.
Hay mas información para comprobar esa táctica?
Me da curiosidad.
Entiendo que fusilen al que se retira aunque sea propia tropa, pero ya mandarlo desarmado...
 
Gente una consulta.
Hace tiempo vi en la película " enemigo al Acecho" que mandaban dos hombres y un fusil al frente.
Me pareció muy incongruentes y una exageración pero hace unos días en un documental de amazon prime muy bueno son como doce capítulos en blanco y negro de la sgm decia lo mismo.
Hay mas información para comprobar esa táctica?
Me da curiosidad.
Entiendo que fusilen al que se retira aunque sea propia tropa, pero ya mandarlo desarmado...
Pura propaganda.
Los soviéticos estaban faltos de hombres. Armas les sobraban, fueron el principal productor de armas y municiones de la guerra.

Lo de los fusilamientos también es una mentira. Muy poca gente fue fusilada.
No existían los puestos de ametralladora en retaguardia disparando a sus propios soldados... Necesitás un ejército aparte para hacer eso.

La famosa orden de Stalin era para los oficiales que ordenaban retiradas abriendo huecos que causaron embolsamientos de tropas. Si permitía el fusilamiento IN SITU si así los oficiales lo encontraban necesario para evitar deserción, pero también fue raro.

No se desperdiciaban soldados así, les faltaban. En 1941 el ejército alemán era más grande que el soviético porque perdieron el 80% del suyo en la invasión.
Los desertores detectados eran enviados de nuevo a sus unidades o "acompañados" al frente. En algunos casos se los apresaba e iban a un tribunal militar, que los sentenciaba a los regimientos penales, y los mandaban a los peores frentes a cumplir condena.

No se mataba soldados así porque sí. Era un desperdicio de recursos.
Incluso se removió oficialidad por desperdiciar soldados sin resultados razonables. Degradaciones y condenas a batallones penales también.

Las patrullas NKVD tenían unas compañías que recorrían un área basta de la retaguardia en busca de desertores. No podían cubrir cada metro del frente, hubieran necesita cientos de miles de soldados para hacer lo que dice la película.
Tampoco estaban permitidos de disparar a menos que les disparasen. Sus órdenes eran devolver a los "perdidos" a sus unidades o relocalizarlos. Como máximo podían detenerlos y pasarlos a la justicia militar.
 
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