Tandil, otoño 2001, viernes, sagrado...
A mediodía empezábamos a levantar campamento. Llevábamos mas de 3 años haciendo lo mismo y cada uno conocía cuál era su tarea. El objetivo principal: volver a casa luego de todo una semana lejos de ella.
Con mi Jefe nos demoramos unos minutos, habíamos trabajado miércoles y jueves en la confección del programa de adquisición de repuestos para ese año, ya teníamos las recorridas terminadas y habíamos comenzado las tareas rutinarias de reparación a medida que la gente se iba desocupando de la tarea de evaluación de estado de cada VC asignado.
Se presentó en la puerta de la oficina asignada a nosotros por la BAL Tandil (para los que conocen: allá arriba, lo mas cerca que había de la FAA que se encontraba del otro lado de la R226) el inefable Aníbal Gómez. Correcto y muy formal solicita confirmación para poner a la gente en la "chonfi" (designación adquirida por la KIA Besta azul en la que hacíamos los traslados) e ir marchando a los departamentos para prepararse al viaje.
Mi querido Jefe y yo iríamos en la Izuzu del Jefe un poco mas tarde, pero no mucho mas...
Le metíamos pata al trabajo de reunir número de almohadillas, asientos de torre, metros de burletes, tambores de aceites, juegos de juntas, mangueras cuando vuelve Aníbal al que pensábamos ambos, en camino a los departamentos. La "chonfi" no arranca...
Alerta Roja!
Hacía mucho tiempo que mi Jefe y yo habíamos declinado la opción del diálogo en ciertas y determinadas circunstancias, normalmente serias y/o graves... con mirarnos alcanzaba.
Dejé a mi Jefe sobre la planilla de los repuestos con la programación anual sobre el escritorio y fuí a ver. Pablito Noto, uno de los electrónicos de Baires que solía venir con el Elón Móvil me siguió de cerca, de la "chonfi" dependíamos todos, él también.
La Besta es un vehículo tipo "kombi", frontal con el motor debajo de los asientos delanteros, los mismo asientos hacen las veces de capó para atenuar el ruido, sin lograrlo por cierto. Allí se encontraba "ella" con las puertas abiertas, en posición ginecológica imaginé, y los asientos levantados dejando ver impúdicamente sus entrañas ante angustiosas miradas.
Ya me había hecho renegar toda la semana y a la espera de reparaciones mayores lo fuimos estirando y ahora lo estábamos por pagar caro... Estaba nublado y empezaba a soplar viento muy fresco. Como los indios que ceden paso al brujo los muchachos me hicieron lugar del lado del volante, sentí voces de aliento, de esperanza mas que de aliento creí entonces.
Pablito quedó a mi lado por derecha asomado bajo mi axila atento a observar alguna señal Celestial que emitida del noble corcel de hierro nos permitiese concluir con felicidad la acometida.
Alguno de ustedes pensarán en este momento: "tanta vuelta para contar que la terminaron empujando?"... ya viene la respuesta, calma...
Sin subirme del todo, con el pié izquierdo plantado en la noble tierra tandilera, metí el derecho en el estribo asumiendo la posición de James Dean en los afiches de "Rebelde sin causa" para luego inclinando el cuerpo dentro del cockpit, con la mano derecha apretar el acelerador y con la izquierda, no sin esfuerzo, alcanzar la llave de contacto.
Así, en una versión moderna y voluntaria de "tupac amaru" le dí accionamiento a la llave de arranque mientras en un alarde de coordinación bombeaba furiosamente el acelerador y puteaba entre los dientes... cha... cha..cha.chachachacha! nada...
Pese al primer intento fracasado se hacían escuchar voces de medida satisfacción detrás de mi, donde se agolpaban los muchachos "cogoteando" el desenlace... decidí no esperar más y meter la mano dentro del vano del motor buscando la varilla del acelerado en el pleno convencimiento que sólo hacía falta ser mas imperativo en el bombeo de combustible, me molestaba el cuerpo del motor de arranque... me acomodé mejor, inclinando mi humanidad casi casi sobre el mismo motor, quedé sobre él como quien abraza un rencor...
Cha..cha..cha.cha.chachahcahcahchachachacha!!!!!!!!!!!!! y lo que siguió, les ruego que a las personas impresionables no seguir adelante con la lectura... fué el advenimiento al mundo exterior, en una especie de parto metálico, acompañado de abundante fluido hidráulico de una hermosa y robusta BIELA que decidió hacerse a la vida en ese momento...
Las esquirlas del block, producto del parto "bielístico" imperativo me acribillaron. Pablito rompió el record sudamericano de los 20 metros reculando en zapatos de seguridad y como siempre sucede y se acepta: la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana, por cuanto quedé mas solo que la Tatcher en el Festival de Cosquín... no me animaba a soltar nada, sentía me quemaba el aceite del Jimmy "Carter" en las heridas infligidas (nota: el verbo "inflingir" no existe) por las esquirlas, con coraje y determinación abrí los ojos sabiendo que lo que vería no me iba a gustar ni bosta... efectivamente, eramos padres de una biela que no me pasó de lado a lado gracias al bueno del motor de arranque al que yo había insultado en la incomodidad que me producía para llevar a cabo la, ahora lo sabíamos muy bien, fallida maniobra de puesta en marcha.
La biela se incrustó una pulgada dentro del burro y allí quedó, dejando mi pase a la eternidad para mejor momento...
Me incorporé como pude y anuncié de viva voz mi buen estado de salud general mas allá del terrible c@gazo que me había pegado. Atónitos y particularmente lejanos, mis compañeros observaban desde lo que consideraban prudencial distancia el desenlace de la situación mientras que algunos se preguntaban cómo nos íbamos a volver a Buenos Aires y otros, mas comprometidos con la circunstancia, traban de convencer a Pablito que ya podía bajar del árbol al que se había subido en un alarde de agilidad que confesó luego, ni él mismo sabía que tenía.
Otro día les cuento el epílogo
saludos
Norberto