Muy buena nota.
https://adriansimioni.cadena3.com/n...BCOBNY8BzYoSAdEJ2D_xlj2nO3yx_vYr8Ru2CjSwkYvJ0
Despegan los aviones… rumbo a los ‘80
La inconcebible competencia desleal que implica Aerolíneas Argentinas se agrava por el favoritismo del gobierno y el impacto de la peste. El pésimo negocio de matar a los eficientes.
A menos que haya un cambio radical en la política del gobierno los argentinos no sólo vamos a perder por completo la revolución de los aviones con la que desde 2017 pudimos viajar más barato y a más ciudades del país y a más países sin pasar por Buenos Aires. Porque no es que vamos a volver a 2015, cuando no existían las low cost. Vamos a volver a la década del ’80, cuando sólo existía Aerolíneas Argentinas, sin siquiera la competencia de Latam (o LAN).
Eso es lo que está pasando. Porque además de las decisiones que venía tomando el gobierno de Alberto Fernández a favor de Aerolíneas Argentinas, la cuarentena está terminando de hundir a las demás empresas del sector.
La clave es una. La primera medida de la cuarentena que tomó el gobierno fue prohibir todos los vuelos, internos y externos. Hace 77 días que no se mueve ni una mosca en los aeropuertos. Pero además Argentina es el único país que prohibió por anticipado los vuelos hasta el 1 de septiembre, lo que impide a las empresas vender tickets a futuro para sostenerse hoy.
Sólo ese paquete implica, por sí solo, la defunción de todas las empresas. La única asistencia que reciben las aerolíneas privadas mientras acumulan más de dos meses sin volar es el subsidio a los salarios que paga el Estado. Pero en un sector con costos tan altos esa ayuda es insignificante si no se puede volar.
La cuestión se agrava con otras medidas. La amenaza de cerrar el aeropuerto de El Palomar implica en los hechos dejar a empresas como Flybondi y Jetsmart sin poder volar entre Buenos Aires y el resto del país.
Ahora, el Ministerio de Trabajo acaba de exigirle a Latam (que ya pidió su quiebra para reestructurarse en Estados Unidos y otros países) que pague la totalidad del sueldo a todos sus empleados.
Mientras tanto, Aerolíneas Argentinas, bajo control de los sindicatos a los que el presidente Alberto Fernández prometió devolverles el monopolio de los cielos, está ajena a cualquier problema. Vuele o no, el Estado, es decir todos los contribuyentes, incluso los que no vuelan nunca, le seguiremos pagando el déficit. Si desde 2008 le venimos cubriendo una pérdida de 250 millones de dólares al año, este año simplemente le cubriremos más pérdidas, las que sean, 600, 800 millones de dólares, quién sabe. Es una inconcebible competencia desleal.
Al final de la pandemia, eso sí, nos encontraremos con que habrá sobrevivido la empresa más cara e ineficiente y habrán muerto las que eran capaces de transportarnos a más lugares y por menos plata. Argentina es una extraña máquina de premiar a los peores, que sólo puede volar para atrás.
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Despegan los aviones… rumbo a los ‘80
La inconcebible competencia desleal que implica Aerolíneas Argentinas se agrava por el favoritismo del gobierno y el impacto de la peste. El pésimo negocio de matar a los eficientes.
A menos que haya un cambio radical en la política del gobierno los argentinos no sólo vamos a perder por completo la revolución de los aviones con la que desde 2017 pudimos viajar más barato y a más ciudades del país y a más países sin pasar por Buenos Aires. Porque no es que vamos a volver a 2015, cuando no existían las low cost. Vamos a volver a la década del ’80, cuando sólo existía Aerolíneas Argentinas, sin siquiera la competencia de Latam (o LAN).
Eso es lo que está pasando. Porque además de las decisiones que venía tomando el gobierno de Alberto Fernández a favor de Aerolíneas Argentinas, la cuarentena está terminando de hundir a las demás empresas del sector.
La clave es una. La primera medida de la cuarentena que tomó el gobierno fue prohibir todos los vuelos, internos y externos. Hace 77 días que no se mueve ni una mosca en los aeropuertos. Pero además Argentina es el único país que prohibió por anticipado los vuelos hasta el 1 de septiembre, lo que impide a las empresas vender tickets a futuro para sostenerse hoy.
Sólo ese paquete implica, por sí solo, la defunción de todas las empresas. La única asistencia que reciben las aerolíneas privadas mientras acumulan más de dos meses sin volar es el subsidio a los salarios que paga el Estado. Pero en un sector con costos tan altos esa ayuda es insignificante si no se puede volar.
La cuestión se agrava con otras medidas. La amenaza de cerrar el aeropuerto de El Palomar implica en los hechos dejar a empresas como Flybondi y Jetsmart sin poder volar entre Buenos Aires y el resto del país.
Ahora, el Ministerio de Trabajo acaba de exigirle a Latam (que ya pidió su quiebra para reestructurarse en Estados Unidos y otros países) que pague la totalidad del sueldo a todos sus empleados.
Mientras tanto, Aerolíneas Argentinas, bajo control de los sindicatos a los que el presidente Alberto Fernández prometió devolverles el monopolio de los cielos, está ajena a cualquier problema. Vuele o no, el Estado, es decir todos los contribuyentes, incluso los que no vuelan nunca, le seguiremos pagando el déficit. Si desde 2008 le venimos cubriendo una pérdida de 250 millones de dólares al año, este año simplemente le cubriremos más pérdidas, las que sean, 600, 800 millones de dólares, quién sabe. Es una inconcebible competencia desleal.
Al final de la pandemia, eso sí, nos encontraremos con que habrá sobrevivido la empresa más cara e ineficiente y habrán muerto las que eran capaces de transportarnos a más lugares y por menos plata. Argentina es una extraña máquina de premiar a los peores, que sólo puede volar para atrás.