Opinión. Egipto, Israel y Palestina a la luz de los acontecimientos.
Egipto y la cuestión palestina.
El régimen de Mubarak ha sido una herramienta con la cual Israel y los Estados Unidos han presionado a los palestinos.
Junto con la lista de lavadero de los problemas domésticos expresados por manifestantes egipcios que piden que culmine el régimen de Hosni Mubarak, la percepción popular de la política exterior de Egipto también ha sido puesta en foco en las manifestaciones.
Señales y cánticos han pedido a Mubarak que busque refugio en Tel-Aviv, mientras su vicepresidente designado a toda prisa, Omar Suleiman, ha sido menospreciado y tratado como una marioneta de los Estados Unidos. La venta de gas natural hecha pública en varios medios de Egipto a Israel a precios de oferta, ha figurado en muchos estribillos que emanan de las multitudes.
A la vista de la mayoría de los egipcios el régimen ha servido a los intereses de Occidente y no le ha ayudado la llamada de Israel a los líderes mundiales para apoyar a Mubarak, o el aparente desgano de los funcionarios norteamericanos para apoyar plenamente las protestas.
Status en equilibrio.
En las sombras de los actuales gritos para voltear el régimen egipcio, el gobierno de Mubarak ha mantenido lejos de la opinión pública durante mucho tiempo su papel en los asuntos internacionales.
En el área donde el aparato de política exterior de Egipto ha servido a intereses estadounidenses más directamente, como la seguridad de Israel, la complicidad del régimen de Mubarak en el fracaso de establecer un estado palestino se ha hecho extensamente público en años recientes. Su papel en la asfixia de la gente de Gaza, junto con Israel, ha dejado el status de Egipto en la región caer a un nivel que no había llegado en décadas.
Los Papeles Palestinos, la fuga de documentos internos de la Autoridad Palestina (AP) que fueron expuestos recientemente por Al Jazeera, confirman adicionalmente el papel de Egipto en el callejón sin salida entre negociadores israelíes y palestinos.
Mientras la mayor parte de la cobertura de los Papeles Palestinos se ha concentrado en las concesiones sin precedentes ofrecidas por los negociadores palestinos, y como rápidamente fueron rechazados por los representantes israelíes y norteamericanos, el papel de Egipto como instrumento de presión se destaca de los archivos internos.
Cuando el proceso de paz fracasó durante la década pasada, Egipto era parte de muchas de las discusiones y crucial para los arreglos de seguridad hechos entre la AP e Israel.
Duplicidad egipcia.
En varias partes de los documentos, Suleiman en particular, es señalado como el punto de encuentro con el que podían contar los funcionarios israelíes y norteamericanos para ejecutar su agenda de dividir a las facciones palestinas o presionar a la AP para mayores concesiones.
Apenas unos meses después de que las elecciones palestinas de enero de 2006 produjeron la victoria de Hamas, los líderes de la AP ya reclamaban la ayuda inmediata contra sus opositores políticos. En una reunión entre el principal negociador palestino Saeb Erekat y el general estadounidense Keith Dayton, éste aseguró a los palestinos que la administración norteamericana se comprometía al refuerzo de la Guardia Presidencial de la AP para mantener la autoridad de Mahmoud Abbas ante el gobierno de Hamas recién elegido.
En apoyo de su promesa, Dayton refirió conversaciones con Suleiman, quién comprometió a Egipto junto con Jordania, a suministrar formación y equipo, "hasta a sus expensas".
Más avanzado el año, cuando las facciones palestinas fueron comprometidas a negociaciones para la formación de un gobierno de unidad, un diplomático europeo le dijo a Erekat que la posición norteamericana en la unificación de los palestinos era "prematuramente negativa". Erekat estuvo de acuerdo, añadiendo que Suleiman también había desalentado aquellos esfuerzos, diciendo que no funcionarían.
A principios de 2007, cuando el bloqueo en Gaza tenía consecuencias mortales para la vida de los palestinos, los negociadores se quejaron que los líderes egipcios eran tramposos, hablan en público sobre el apoyo de permitir la entrada de bienes a Gaza, pero en realidad, "mantienen bloqueado el paso terrestre.... Este es un problema general con los egipcios".
Un informe interno de abril de 2007 confirma estas sospechas. El Acuerdo de acceso y traslado entre Estados: "aunque había un acuerdo político hecho por Omar Suleiman y el presidente Mubarak referido al permiso de exportaciones, este acuerdo nunca se transformó operacionalmente en realidad".
Las condiciones en Gaza sólo empeoraron en los meses siguientes, gracias en gran medida al ahogamiento impuesto por Israel y Egipto. Como Hamas asumió el control de Gaza sabiendo que debía prevenir una tentativa de golpe de la AP apoyada por Estados Unidos, Egipto determinó sellar la frontera. En una reunión de febrero de 2008 entre Ahmed Qurei, un alto funcionario de la AP, y Tzipi Livni, por entonces Ministro de Relaciones Exteriores israelí, Qurei transmitió la posición egipcia comunicada por su líder. "El presidente Mubarak dijo que cerrarán las fronteras después del domingo y quienquiera que sea detenido en territorio egipcio será considerado un inmigrante ilegal".
La situación se mantuvo en “tablas” en los meses que siguieron hasta el ataque de diciembre de 2008 de Israel sobre Gaza que causó las muertes de 1.500 palestinos, la mayor parte de ellos civiles. Cuando las tensas relaciones fueron aumentando, Erekat se lamentó frente a su homólogo israelí que Suleiman fue forzado a anular una reunión en los territorios ocupados. Amos Gilad, director de la inteligencia militar israelí, especuló: "en cuanto a Omar Suleiman, tal vez tardó porque tiene miedo que ataquemos mientras está aquí. Esto le hará daño. Parecerá un colaborador"
Una herramienta para presionar a los palestinos.
La imagen de funcionarios egipcios como herramientas para presionar a los palestinos también surge de las conversaciones entre funcionarios estadounidenses y palestinos. A finales de 2009, George Mitchell, el enviado de Barack Obama a la región, dijo a Erekat que había hablado con Suleiman y los dos estuvieron de acuerdo en que la AP podría declarar unilateralmente nuevas elecciones sin que intervenga Hamas.
Además, Mitchell y Suleiman estuvieron de acuerdo en que cualquier acuerdo tendría que erradicar permanentemente cualquier presencia de Hamas en Cisjordania, mientras que al mismo tiempo permitiera a la AP retomar el control de Gaza, términos que Hamas seguramente rechazaría. Pero cuando Egipto preparaba un documento sobre como la AP debía proceder, Erekat aseguró a Mitchell que: "Abu Mazen (Mahmoud Abbas) no dirá que el acuerdo le fue presentado por los egipcios".
Incluso cuando pareció que los egipcios intentaban mostrar algún grado de autonomía, se hizo más evidente en los documentos que la presión externa nunca se alejó demasiado. Sólo unas semanas más tarde, Erekat se quejó a los negociadores estadounidenses que los últimos esfuerzos de Egipto para reconciliar a las facciones palestinas se perdían dentro de la línea oficial. Daniel Rubenstein, el cónsul general estadounidense y jefe de la misión en Jerusalén, respondió: "Puedo decirles que hicimos realmente presión sobre los egipcios. Leí el documento. Era un desastre".
Como Erekat siguió quejándose de la posición debilitada de la AP y la falta de cooperación de Egipto, el General James Jones, enviado especial estadounidense para la seguridad en Oriente Medio, repentinamente terminó la reunión con sus palabras: "es insultante. Hay que cuidarse de él".
Jones pareció haber cumplido su promesa. Sólo tres meses más tarde, en enero de 2010, el negociador estadounidense David Hale aseguró a Erekat que en conversaciones recientes con Suleiman: "los egipcios trajeron ideas similares a nuestro pensamiento".
En este caso, los Estados Unidos parecieron hacer presión sobre la AP para que acepte las últimas ofertas dando la impresión de que los Estados Unidos y sus aliados en la región tuvieran una posición unificada. Hale agregó sobre los egipcios: "ellos hablaron con Netanyahu y piensan que es serio".
“El numero dos de Egipto”
Considerando el papel crítico que Suleiman ha jugado en el avance de los objetivos estadounidenses e israelíes, no fue ninguna sorpresa que Mubarak decidiera designarlo como vicepresidente el 29 de enero, un movimiento rechazado por los manifestantes, pero tranquilizando a los patrones occidentales de Egipto. En los documentos fugados, los funcionarios israelíes se referían ya a Suleiman como "el número dos de Egipto" a la vez que la mayor parte de los observadores creían que Mubarak preparaba a su hijo para sucederlo.
Para los políticos occidentales, Suleiman parece ser una opción popular para sustituir a Mubarak, como único candidato que sostendría el mantenimiento de la actual política exterior de Egipto, mientras se dirige a solucionar los problemas domésticos expresados por los manifestantes. Se mantiene una perspectiva distante, considerando la improbabilidad de que la oposición egipcia abandone el rol nacional en los asuntos regionales. Pero esto también demuestra que, a diferencia de Túnez, Egipto es por lejos demasiado crítico para los objetivos estadounidenses en el Medio Oriente para ser dejado en manos de otros aparatos.
Independientemente del resultado en Egipto, está claro que las recientes revelaciones tendrán un impacto dramático en el establecimiento de la cuestión palestina. Ya debilitado por el escándalo de los Papeles Palestinos, Erekat deberá continuar ahora sin el apoyo de un régimen egipcio al que llamó, "nuestro aliado, nuestra columna vertebral".
En su primera entrevista como vicepresidente, Suleiman lamentó y señaló como "inaceptable" lo que llamó "interferencia extranjera" en la actual confusión de Egipto. Viniendo de un régimen cuya capacidad de mantenerse durante décadas es debido en gran parte a la interferencia extranjera, la ironía de aquellas palabras no serán olvidadas por los egipcios.
Fuente: Abdullah Al-Arian para Al Jazeera
Traducción propia.
Abdullah Al-Arian es candidato a un doctorado del departamento de historia en la Universidad de Georgetown.
Egypt and the Palestinian question.
The Mubarak regime has been a tool with which Israel and the US have pressured Palestinians.
Along with the laundry list of domestic grievances expressed by Egyptian protesters calling for an end to the regime of Hosni Mubarak, the popular perception of Egypt's foreign policy has also been a focal point of the demonstrations.
Signs and chants have called on Mubarak to seek refuge in Tel Aviv, while his hastily appointed vice-president, Omar Suleiman, has been disparaged as a puppet of the US. Egypt's widely publicised sale of natural gas to Israel at rock bottom prices has featured in many refrains emanating from the crowds.
The widespread view among Egyptians that the regime has served the interests of the West has not been helped by Israel's call for world leaders to support Mubarak, or the apparent unwillingness by American officials to give the protests their full backing.
Plummeting status.
In the shadow of the current cries to topple the Egyptian regime, the Mubarak government has had a tough time keeping its role in international affairs out of public view.
In the area where Egypt's foreign policy apparatus has served US interests most directly, Israel's security, the Mubarak regime's complicity in the failure to establish a Palestinian state has become widely publicised in recent years. Its role in placing the stranglehold on the people of Gaza, in conjunction with Israel, has seen Egypt's status in the region plummet to a level it has not reached in decades.
The Palestine Papers, the leaked internal documents of the Palestinian Authority (PA) that were recently exposed by Al Jazeera, provide further confirmation of Egypt's role in the impasse between Israeli and Palestinian negotiators.
While much of the coverage of the Palestine Papers has focused on the unprecedented concessions offered by Palestinian negotiators, and how swiftly they were spurned by Israeli and American representatives, Egypt's role as an instrument for added pressure stands out from the internal records.
As the peace process broke down over the past decade, Egypt was a party to many of the discussions and central to the security arrangements made between the PA and Israel.
Egyptian duplicity.
Throughout the documents, Suleiman in particular is singled out as the point person whom Israeli and American officials could count on to execute their agenda of dividing the Palestinian factions or pressing the PA for greater concessions.
Barely a few months after the January 2006 Palestinian elections that resulted in a Hamas victory, PA leaders were already appealing for assistance in fending off their political opponents. At a meeting between leading Palestinian negotiator Saeb Erekat and US General Keith Dayton, the latter assured the Palestinians that the American administration is committed to reinforcing the PA's Presidential Guard to maintain Mahmoud Abbas' authority in the face of the newly elected Hamas government.
In support of his pledge, Dayton referred to discussions with Suleiman, who committed Egypt, along with Jordan, to providing training and equipment, "even at their own expense".
Later in the year, as the Palestinian factions were engaged in negotiations over the formation of a unity government, a European diplomat told Erekat that the American position on unifying the Palestinians was "prematurely negative". Erekat agreed, adding that Suleiman had also been discouraging of those efforts, saying that they would not work.
In early 2007, as the siege on Gaza had crippling consequences on the lives of Palestinians, negotiators complained that Egyptian leaders were duplicitous, speaking publicly in support of allowing goods into Gaza, but in reality, "it remains blocked on the ground .... This is a general problem with the Egyptians".
An internal report from April 2007 confirms these suspicions. The Agreement on Movement and Access states: "Although there has been political agreement by Omar Suleiman and President Mubarak on allowing exports through, this agreement has never been translated into operational reality."
Conditions in Gaza only worsened in the months ahead, thanks in large part to the stranglehold imposed by Israel and Egypt. As Hamas assumed sole control of Gaza by preventing a coup attempt by US-backed PA forces, Egypt determined to seal off the border. In a February 2008 meeting between Ahmed Qurei, a high-ranking PA official, and Tzipi Livni, the then Israeli foreign minister, Qurei relayed the Egyptian position conveyed to him by their leader. "President Mubarak said they'll close down the borders after Sunday and whoever is caught on Egyptian territories will be considered illegal."
The situation came to a stalemate in the months leading up to Israel's December 2008 assault on Gaza that resulted in the deaths of 1,500 Palestinians, most of them civilians. As tensions were heightened, Erekat lamented to his Israeli counterpart that Suleiman was forced to cancel a meeting in the occupied territories. Amos Gilad, the director of Israeli military intelligence, speculated: "Regarding Omar Suleiman, maybe he delayed because he is afraid we will attack while he is here. It will hurt him. He will look like a collaborator".
A tool to pressure Palestinians.
The image of Egyptian officials as tools to pressure the Palestinians also emerges out of conversations between US and Palestinian officials. In late 2009, George Mitchell, Barack Obama's envoy to the region, told Erekat that he had spoken with Suleiman and the two agreed that the PA could unilaterally declare new elections without any input from Hamas.
Furthermore, Mitchell and Suleiman agreed that any agreement would have to permanently eradicate any Hamas presence in the West Bank, while at the same time allowing the PA to resume control of Gaza, terms Hamas was sure to reject. But as Egypt was preparing a document on how the PA should proceed, Erekat assured Mitchell that: "Abu Mazen [Mahmoud Abbas] won't say no to whatever the Egyptians present to him".
Even when it appeared that the Egyptians were attempting to display some degree of autonomy, it became more evident in the documents that external pressure was never too far behind. Only a few weeks later, Erekat complained to US negotiators that Egypt's latest efforts to reconcile the Palestinian factions were straying from the official line. Daniel Rubenstein, the US consul general and chief of mission in Jerusalem, responded: "I can tell you, we did put pressure on the Egyptians. I read the document. It was a disaster".
As Erekat continued to grumble about the PA's weakened position and Egypt's lack of cooperation, General James Jones, the US special envoy for Middle East security, abruptly ended the meeting with his words: "It's insulting. We'll take care of this".
Jones appeared to have lived up to his promise. Only three months later, in January 2010, US negotiator David Hale assured Erekat that in recent talks with Suleiman: "The Egyptians brought ideas similar to our thinking".
In this instance, the US appeared to put pressure on the PA to accept the latest proposals by giving the impression that the US and its allies in the region were unified in their position. Hale further added of the Egyptians: "They talked with Netanyahu and think he is serious".
'Egypt's number two'
Given the critical role that Suleiman has played in advancing US and Israeli objectives, it was no surprise that Mubarak chose to appoint him as vice-president on January 29, a move rejected by protesters, but reassuring to Egypt's Western patrons. In the leaked documents, Israeli officials were already referring to Suleiman as "Egypt's Number Two" at a time when most observers believed that Mubarak was grooming his son to be succeed him.
Among Western policymakers, it seems Suleiman remains a popular choice to replace Mubarak, as the candidate uniquely suited to maintaining Egypt's current foreign policy, while also addressing domestic grievances expressed by protesters. That remains a distant prospect, given the unlikelihood that the Egyptian opposition would abandon its call to determine the nation's role in regional affairs. But it also demonstrates that, unlike Tunisia, Egypt is far too critical to US objectives in the Middle East to be left to its own devices.
Whatever the outcome in Egypt, it is clear that the recent revelations will have a dramatic impact on the settlement of the Palestinian question. Already weakened by the scandal of the Palestine Papers, Erekat may now have to do without the support of an Egyptian regime he termed, "our ally, our backbone".
In his first interview as vice-president, Suleiman decried as "unacceptable" what he called "foreign interference" in Egypt's current turmoil. Coming from a regime whose ability to endure through the decades is owed largely to foreign interference, the irony of those words will not be lost on the Egyptian people.
Abdullah Al-Arian is a doctoral candidate in the department of history at Georgetown University.
Abdullah Al-Arian
Source: Al Jazeera