Del capítulo de "La batalla de Pradera del Ganso", en donde se refiere este incidente:El Teniente Peter Osborne se llevó a una patrulla de 15 hombres de las posiciones de la Compañía A, al día siguiente. Habían habido informes de unidades de fuerzas especiales argentinas que operaban en el área, tratando de reunir información de inteligencia y guiar los ataques aéreos, y la Companía A estaba preocupada que aun no hubieran despejado las alturas por encima de ellos. De hecho, durante la mañana se hizo contacto, el miembro de una patrulla divisó movimiento a su frente.
Comenzó un tiroteo y una patrulla separada de la Companía C también informó de un contacto con el enemigo confirmado exactamente en el mismo punto de la cuadrícula. Comenzó a recibirse fuego de armas pesadas y a tener una cantidad de bajas por las ametralladoras del enemigo.
La Compañía C se dio cuenta de su error. Ellos habían confirmado sus propias coordenadas como la posición enemiga. Fue un contacto con propia tropa. Las dos compañías de paracaidistas se habían estado disparando entre ellas durante sesenta dos minutos antes de que el coronel Pike (NT: Hew Pike comandante en jefe del 3 Para) voló a la zona para detenerlos. Para entonces habían pedido apoyo a la artillería y tenían ocho bajas. Las cosas podrían haber sido aún peor, ya que el helicóptero del coronel hizo un aterrizaje de emergencia.
"En la tercera o cuarta de aquella difíciles noches, en donde el frío y la humedad los iban desgastando cada vez más a medida que avanzaban prácticamente a ciegas sobre el turboso terreno, se acomodaron en un sitio que les pareció adecuado para pasar el nuevo día que venía y se dispusieron a esperar. Pero la claridad de la mañana le puso un toque de alarma al subteniente Reyes: se encontraban en el medio de una suave hondonada que no les ofrecía ninguna protección de las vistas del enemigo. Nadie dudó mucho en moverse nuevamente en procura de un lugar más adecuado. La marcha se iba haciendo ahora de día, desplegados en formación de combate, con el temor de ser descubiertos de un momento a otro. De pronto, el soldado Bergero le dijo a Reyes:
- Mi subteniente, me parece que nos vienen siguiendo...
El oficial disponía de una mira telescópica que había tomado del cuartel de los Royal Marines, en Moody Brook, y observó a la retaguardia. A unos tres mil metros, vio una formación de infantería enemiga en franca aproximación compuesta por unos veinte efectivos. Reyes decidió entonces acelerar el paso para tratar de llegar a unas alturas que se observaban más adelante pero, metros después, un riacho les cortó el camino. Ante la desesperación de verse alcanzados decidieron cruzar lo antes posible, ya que no se advertía ninguna otra posibilidad de escape. La corriente de agua resultó más profunda de lo esperado y al hecho de saber que quedarían completamente mojados se le agregaron dos o tres circunstancias que agravaron la situación. El cabo Godoy, que no nadaba muy bien, pudo apenas ser rescatado sucediendo algo similar con el soldado Alarcón, quien debió ser asistido por Reyes en el cruce. Alarcón perdió su fusil en las profundidades del canal al caérsele de sus manos, las cuales tenía hinchadas y doloridas. El conscripto Cepeda, el último de la fila, intentó encontrarlo pero todos sus intentos fueron en vano. Doscientos metros más allá, unas formaciones rocosas un poco más elevadas que el terreno circundante les dieron el abrigo que estaban buscando, y comenzaron a prepararse para lo que creían un encuentro inevitable. La cantidad de munición que portaban no auguraba una lucha prolongada pero intentarían defenderse de la mejor manera posible.
El grupo enemigo se encontraba ya a menos de cuatrocientos metros y, de repente, comenzó a oírse un intenso fuego de armas automáticas. Ocultos y ateridos por el frío, los soldados argentinos no alcanzaban a entender qué era lo que estaba pasando, pero veían que la patrulla británica sufría sus primeras bajas como consecuencia del ataque que estaban recibiendo. Momentos después, inmovilizada por disparos de fusiles y ametralladoras, la fracción soportó un preciso fuego de morteros hasta que el silencio cayó otra vez en el lugar. Poco más tarde, hicieron su entrada en escena dos helicópteros ingleses, supuestamente del servicio de sanidad, y allí pudo comprenderse lo sucedido por los gritos y los gestos de los protagonistas del encuentro: los perseguidores de Reyes y sus hombres habían caído en una emboscada propia, la que fue evitada por los efectivos argentinos casi como por milagro. En contados minutos, las tropas británicas levantaron todo y en el terreno sólo quedaron marcados los impactos de los morteros (4).
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(4) Quizá sea esta la acción registrada por Patrick Bishop y John Witherow en “The winter war: the Malvinas”, cuando mencionan que, días después del desembarco, patrullas de las compañías A y C del 3º Batallón de Paracaidistas chocaron cerca de San Carlos y, en el enfrentamiento que tuvieron, nueve soldados británicos resultaron heridos, dos de ellos en la cabeza.