EE.UU. temió un plan para revivir el misil Cóndor
Hubo intensas gestiones secretas de alto nivel por un proyecto argentino para lanzar satélites
El gobierno de Estados Unidos temió que la Argentina impulsaba la resurrección de su misil Cóndor, lo que de concretarse podía potenciar una carrera armamentística en la región. Y ese temor llevó a la poderosa secretaria de Estado de George W. Bush, Condoleezza Rice, a involucrarse en las negociaciones bilaterales para buscar una salida.
El dato surge de 13 cables secretos y confidenciales que obtuvo WikiLeaks y cedió a La Nacion, que verificó de fuentes oficiales el acuerdo alcanzado.
La jefa de la diplomacia norteamericana durante el segundo mandato del presidente George W. Bush llegó a transmitirle a Buenos Aires que estaba preocupada por los planes de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y reclamó que los inspectores norteamericanos tuvieran acceso irrestricto a las instalaciones del proyecto para verificar cuáles eran sus verdaderos fines.
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Las exigencias continuaron con el gobierno de Barack Obama. Sólo se apaciguaron a partir de las garantías que ofreció el titular de la Conae, Conrado Varotto, que se convirtió en el interlocutor directo con Washington y demostró los fines pacíficos del proyecto Tronador, con el que la Argentina prepara un lanzador propio de satélites en base a combustible líquido, lejos de las ambiciones militares del Cóndor, desactivado en 1993 por presión de la Casa Blanca.
Dieciséis años después de aquel cortocircuito, las negociaciones estuvieron cerca de fracasar a raíz de un proyecto paralelo que, en las mismas instalaciones de Falda del Carmen y con algunas de las máquinas de la Conae, promovió el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Impulsó fabricar cohetes militares, lo que derivó en una confrontación con el canciller Jorge Taiana. Eso, admitió Varotto y reportó en diciembre de 2009 la embajadora Vilma Martínez, podía significar "el fin del programa de LSV [lanzamiento de vehículos espaciales] y alguien tendría que asumir la responsabilidad por eso".
Alarmas
Las primeras señales de alarma se habían encendido en septiembre de 2007, cuando el entonces embajador, Earl Anthony Wayne, alertó que había visitado la Conae y Varotto le había informado que planeaban desarrollar el Tronador y que estaba dispuesto a "subirse a un avión, esta noche", rumbo a Washington para ofrecer las garantías necesarias.
Respetado dentro del Departamento de Estado como un diplomático sagaz, Wayne le expresó los recelos de su país, pero también le informó a Washington: "Articular públicamente nuestro descontento [?] no sería una buena idea en este momento". Es decir, durante la recta final de la campaña presidencial y en pleno estallido del escándalo por el decomiso de una valija con US$ 800.000 a Alejandro Antonini Wilson, que se había escondido en Miami.
Ya con Cristina Kirchner en la Casa Rosada y con el caso Antonini en ebullición, Wayne reforzó su sugerencia en otro cable de febrero de 2008. Sin vueltas, recomendó "un cambio de política" ante la iniciativa de la Conae. Y que de la queja por la violación de la promesa argentina en 1992 se pasara a "una posición neutral".
Tres meses después, la respuesta llegó de la cúspide de Washington, con la firma de Rice. Le pidió a Wayne que les transmitiera a los argentinos que "Estados Unidos no apoya" su plan, pero que dado que la Conae pensaba avanzar igual y para no generar más rispideces bilaterales, sólo pedirían "transparencia total", lo que en la práctica implicaba visitas a la planta y acceso a los planes, directivos, científicos y materiales, lo que quedó plasmado en tres cables de Wayne, en mayo, junio y agosto de ese año.
Tras la respuesta positiva de la Argentina, Washington avanzó otro paso en septiembre. Siempre con la firma de Rice, trazó el cronograma tentativo de visitas, reuniones y consultas bilaterales de nivel técnico y cuya primera fecha sobre "el estado de situación" trazó para cuatro meses después, a fines de enero de 2009.
Por entonces, Varotto sostenía que la Argentina contaría con su propio cohete lanzador de satélites, el Tronador II, en cuatro años y con capacidad de carga de 200 kilos. "Es un desarrollo complejo, son cosas difíciles, pero hasta ahora todo va de acuerdo con lo previsto", dijo Varotto a La Nacion en octubre de 2008, desde Estados Unidos.
Rice volvió a la carga en enero de 2009, días antes de que Bush cediera la Casa Blanca a Obama y días antes, también, de la reunión formal prevista en Washington. Clarificó qué pretendían obtener los expertos norteamericanos y el cronograma de reuniones para obtener ese "cuadro de situación". De allí en más, Estados Unidos elogió el profesionalismo de Varotto y la transparencia que facilitó dentro de la Conae. Hasta que a fines de ese año, la actual embajadora en Buenos Aires, Martínez, transmitió posibles problemas con De Vido y la entonces ministra de Defensa -hoy de Seguridad-, Nilda Garré, y los temores del propio Varotto sobre la posible "militarización" del programa.
El riesgo se evaporó cuando, tras una sorda puja entre Taiana, De Vido y Garré, la Casa Rosada terció a favor de la Conae. A diferencia del Cóndor, el Tronador sigue vivo.
EL MISTERIO DEL TRONADOR
Septiembre de 2007
Embajador Wayne: "Articular públicamente nuestro descontento [sobre el proyecto Tronador] no sería una buena idea en este momento".
Mayo de 2008
Condoleezza Rice: "EE.UU. reconoce y aprecia los esfuerzos de la Argentina por desarrollar un vehículo espacial de una manera transparente".
Septiembre de 2008
Rice: "EE.UU. daría la bienvenida al reporte inicial sobre el estado de situación de la Argentina sobre su programa [espacial]".
Diciembre de 2009
Vilma Martínez: "[Según Varotto] compartir el centro espacial con fabricaciones militares significaría el fin del programa espacial civil de la Argentina
la nacion