VIEJAS NOTICIAS DE AUSTRAL
A fines de 1978 la Argentina estaba en pie de guerra. En el verdadero sentido de la frase. La antigua cuestión de límites con Chile, que había logrado ser resuelta en casi todos sus aspectos, mantenía viva la discrepancia sobre el canal de Beagle. El tema había sido sometido al laudo del Reino Unido que, en 1977, estableció que las tres principales islas en disputa (Picton, Lenox y Nueva) eran chilenas. El gobierno argentino (era un gobierno de facto ejercido por el general Videla, sostenido por una junta de comandantes en jefe de las tres armas) rechazó el laudo en enero de 1978.
Siguieron diversas negociaciones diplomáticas en las que Chile se aferró al resultado arbitral y la Argentina no encontró ningún argumento efectivo. Así las cosas, la única alternativa que quedaba para el país era la invasión militar de las islas y, en consecuencia, la guerra con Chile, en ese momento también gobernado por militares (Pinochet).
Después del campeonato mundial de fútbol, que se desarrolló en junio, el gobierno comenzó a prepararse para la operación militar. Los diarios hablaban de diversas gestiones diplomáticas, las autoridades endurecían sus declaraciones y había movimientos de tropas, pero ningún funcionario hablaba claramente de una acción militar.
Pero el plan estaba a la vista de todos y, a principios de diciembre, todos sabíamos que se venía la guerra porque conocíamos a algún soldado (había servicio militar obligatorio) que había sido trasladado al sur, lo que era la mejor prueba.
Pero también había cosas más concretas, que sólo eran conocidas por algunos. En las empresas aéreas —fundamentalmente Aerolíneas Argentinas y Austral — se recibieron instrucciones para futuras operaciones y se hicieron algunos vuelos de habilitación en aeropuertos no tradicionales con aviones de línea.
En ese momento, además, Austral Líneas Aéreas estaba viviendo una situación muy complicada. Por un lado la ideología del gobierno militar era favorable a Aerolíneas Argentinas y le dificultaba su accionar limitándole las concesiones; por otro la política económica de Martínez de Hoz orientaba el turismo hacia el exterior, lo que achicaba el mercado doméstico, donde la empresa actuaba. Además todavía se recordaba el accidente de Bariloche de noviembre de 1977, lo que le quitaba algunos pasajeros. El resultado era que la empresa tenía pérdidas de cierta magnitud y se estaba endeudando. Resulta evidente que era central para su administración mejorar sus relaciones con el gobierno en estas circunstancias.
A este respecto es clarísima la declaración que, muchos años después, hizo William Reynal, entonces CEO de la empresa: “Como yo manejaba una empresa de servicios públicos, Austral, una de mis funciones era tener relaciones con los mandamás del régimen de turno”. De alguna manera fue una buena definición de las relaciones de las empresas con el poder en la Argentina. Fue publicada en la revista
Gente el 5 de febrero de 1987.
En noviembre, ante la aparente inevitabilidad de la guerra, el gobierno chileno propuso una mediación, que luego de diversas gestiones fue encomendada, el 12 de diciembre, al recientemente elegido papa Juan Pablo II, lo que impidió el inicio de las hostilidades, que la Argentina había fijado para el 22 de diciembre, pero no aflojó la tensión, porque los soldados estaban en las fronteras y se sucedían todo tipo de ejercicios militares en esas zonas, sobre todo aéreos.
El 23 de diciembre Austral presentó en el Aeroparque sus dos primeros DC-9 (eran del modelo 50, alquilados a Finnair a través de McDonnell-Douglas). Fue un hito aeronáutico civil, pero todos estábamos pensando en otra cosa: la guerra.
Como acto claramente político, los comandantes en jefe de las tres armas resolvieron pasar la Nochebuena en diversas guarniciones acompañando a los efectivos desplegados, y desde allí dirigieron mensajes alusivos. Roberto Eduardo Viola (Ejército) estuvo en Junín de los Andes y habló de “vigilia serena, firme y expectante”. Armando Lambruschini (Armada) estuvo en Ushuaia y su mensaje se refirió a “defender los derechos soberanos con serenidad, pero con coraje y absoluta firmeza”, mientras que Orlando Ramón Agosti (Fuerza Aérea) pernoctó en Río Gallegos, donde manifestó que ”amamos la paz, pero con dignidad; somos altruistas, pero no queremos saber más de despojos”.
En este entorno general, Austral decidió hacer su aporte al esfuerzo patriótico, y convocó a alrededor de un centenar de famosos del momento (Alberto J. Armando, Juan Manuel Bordeu, Canela, Antonio Carrizo, Juan Manuel Fangio, René Favaloro, Ubaldo Fillol, Jorge Fontana, Victor Galíndez, Hugo Gatti, Enrique Llamas De Madariaga, Roberto Maidana, Carlos Monzon, Palito Ortega, Andres Percivale, Silvana Suarez, Héctor Torres, Sergio Villarroel y muchos otros) y los llevó a Río Grande para que compartieran su cena de Navidad con los soldados destacados allí. También viajaron periodistas, pero la cobertura de ese evento en particular fue muy pequeña.
Evidentemente la empresa aérea hizo esto buscando algún tipo de rédito político, y el único modo de mostrarlo era a través de un aviso en los diarios, que llegó el 28 de diciembre y es el que encabeza esta nota.
Curiosamente, al mismo tiempo, la Fuerza Aérea hizo un operativo parecido, llevando a sus famosos a las destacamentos de Río Mayo, San Julián, Santa Cruz y Río Gallegos, adonde viajaron, entre otros, Mabel Manzotti, Laura Frontera, Nelly Beltrán, Maurice Jouvet, Néstor Manzotti, Esteban Ramírez, Miguel Alvarado, Carlos Rossi y Omar Heredia. El operativo se repitió para Reyes.
El cardenal Samoré, enviado papal, llegó a la Argentina el 26 de diciembre e inmediatamente inició su acción, que fue exitosa, porque no hubo guerra.
Ninguna otra empresa argentina hizo nada parecido.